Introducción
Gracias a las nuevas tecnologías, el mercado de apuestas deportivas se ha modificado radicalmente y ha conseguido expandirse a una escala global. Actualmente, una persona puede apostar desde Asia por el triunfo de un equipo de fútbol africano que disputa un partido en América Latina a través de un operador de apuestas en línea con sede en Malta (Moriconi y Almeida, 2019b). Además, la transmisión en vivo de eventos deportivos a nivel mundial, junto con la velocidad con la que la información se mueve alrededor del mundo y las infinitas oportunidades de llevar a cabo las apuestas en directo e instantáneamente, han determinado la aparición de nuevos tipos de apuestas, como aquellas relacionadas con la probabilidad de que un evento específico ocurrirá en el transcurso de una competición deportiva. En consecuencia, en tiempo real durante el transcurso de un partido, una persona puede apostar en quién tendrá el próximo saque de esquina en el fútbol, quien ganará el siguiente punto, juego o set en un partido de tenis, quien se llevará la siguiente tarjeta amarilla, o quien marcará el próximo gol.
Teniendo en cuenta la histórica relación entre el crimen organizado1 y el mundo del juego (King, 1969; Huggins, 2018), esta coyuntura ha generado nuevas estructuras de oportunidad para el delito. En los últimos tiempos, y tras diversos escándalos a nivel mundial (Interpol y IOC, 2015), la manipulación de resultados vinculadas a las apuestas ha sido considerada como una de las mayores amenazas para la integridad y sustentabilidad del deporte profesional (Tak, Sam y Jackson, 2018a; Spapens, 2017; Carpenter, 2012; Hill, 2008; Moriconi, 2018a). El problema se convirtió en uno de los puntos clave de las agendas políticas y deportivas. El 1 de septiembre de 2019, por ejemplo, entró en vigor la Convención del Concejo de Europa contra la Manipulación de Competiciones Deportivas (Council of Europe, 2014). La convención, conocida popularmente con el nombre de Macolin, ha sido considerada como la iniciativa política más eficaz para combatir el problema, ya que exige la cooperación entre actores de todos los sectores interesados (organizaciones deportivas y políticas, fuerzas de seguridad, operadores y reguladores de apuestas, etc.) y el establecimiento de un conjunto de recomendaciones prácticas y políticas para la creación y promoción de estructuras institucionales, legales y penales para combatir el flagelo (Serby, 2015; Moriconi, 2020).
A pesar del énfasis de las instituciones políticas y deportivas en la manipulación, el nuevo mercado global de apuestas online genera áreas de riesgo y oportunidades para el delito que van más allá del amaño de partidos y competiciones. En algunos casos, la trampa o el fraude pueden practicarse sin necesidad de manipulaciones. Incluso en algunos momentos, debido a un mercado mundial tan masivo, los apostadores profesionales pueden encontrar errores en el cálculo de las ofertas que permiten colocar apuestas cien por ciento seguras sin necesidad de perpetrar engaño ni cometer ilegalidades.
Si bien el deporte tiene, de acuerdo con la Comisión Europea, una importancia estratégica como factor social, económico y de cooperación (European Commission, 2007; 2011), la relación entre esta actividad, las apuestas y el crimen continúa a ser un tema poco estudiado por las ciencias sociales. En este sentido, este artículo tiene el objetivo pedagógico y práctico de explicar y sistematizar los cambios en el mercado y tipos de apuestas deportivas y enumerar y describir las nuevas estructuras de oportunidad para el delito y el fraude que surgen del nuevo marco comercial. Todas estas cuestiones, poco estudiadas, abren una ventana de oportunidad para nuevas líneas de investigación multidisciplinar sobre deporte, criminalidad, economía y políticas públicas.
Antecedentes: deporte, apuestas y crimen
Los juegos de azar ya sean legales o ilegales, regulados o no regulados, siempre han sido un terreno fértil para el crimen. Como Tak, Sam y Jackson (2018b: 73) destaca “donde hay deporte, hay apuestas. Y donde hay apuestas, con frecuencia, se hace trampa”. Descripciones de estas prácticas pueden encontrarse tanto en la literatura científica (Ferentzy y Turner, 2009) como en el arte (el cine o la literatura, por ejemplo).2 El juego, los casinos y las apuestas representan históricamente un rasgo distintivo de la mafia y el crimen organizado (Gardiner, 1970; Haller, 1971; Reuter, 1984; Misse, 2007; Wang, 2012; Zhang y Chin, 2008).
Estos lazos han evolucionado de forma natural con las nuevas tecnologías y las posibilidades para el fraude han aumentado y se han complejizado con la evolución de los juegos de azar y la industria de apuestas deportivas. Las mayores modificaciones han sido la transición de los tradicionales mercados fuera de línea (off-line) estructurados en base a monopolios (en general públicos) a la oferta masiva y generalizada de apuestas online ofrecidas por una gran cantidad de operadores privados. Si antes los apostadores debían ir hasta una casa de apuestas para jugar a una cantidad limitada de juegos de azar, ahora pueden acceder a una gran cantidad de ofertas provenientes de distintos lugares del mundo teniendo un mero teléfono inteligente.
Las organizaciones criminales modernas continúan su vínculo tradicional con las apuestas, pero ahora la desarrollan a niveles transnacionales (UNODC-ICSS, 2016). Teniendo en cuenta que alrededor del 20% del intercambio comercial mundial proviene de actividades criminales (Dufour, 2013; Moriconi, 2018b), lo que genera un flujo de dinero negro constante, la unión de los mercados de apuestas con las nuevas tecnologías propicia una inmejorable oportunidad para el blanqueamiento de capitales y delitos transnacionales muy difícil de detectar, rastrear, investigar y, más aún, condenar (Moriconi, 2020; UNODC y IOC, 2019; Interpol y IOC, 2015; Spapens, 2017). Siguiendo la premisa básica del modelo económico del crimen de Gary Becker (1968), el mercado de apuestas deportivas actual genera incentivos para procurar altos réditos económicos a través de comportamientos desviantes, con una baja posibilidad de ser descubierto (Moriconi y De Cima, 2020a), fundamentalmente debido al anonimato y opacidad que ofrece Internet, en particular la Darknet.
Por otra parte, si bien es cierto que las apuestas se han relacionado con los deportes desde la antigüedad, también es cierto que las amenazas que el juego genera contra la deportividad y el juego limpio fueron destacadas por el padre de los Juegos Olímpicos modernos, Pierre de Coubertin, a principios del siglo XX. Para de Coubertin “el fair play” estaba “en peligro, […] por el desarrollo de ese tipo de cáncer que se ha dejado imprudentemente arrojado a la diseminación: la locura de […] las apuestas deportivas” (Coubertin, 1973 [1908]: 37-39).
El miedo expresado por de Coubertin se relaciona con los incentivos del mercado de las apuestas y su relación ética-moral con el espíritu olímpico y el juego limpio. Apuestas masivas generan masivos incentivos para manipular competiciones.
La Convención de Macolin define a la manipulación de competiciones como “un acuerdo intencional, acto u omisión destinado a alterar indebidamente el resultado o el desarrollo de una competición deportiva, con el fin de eliminar toda o parte de la naturaleza imprevisible de esa competición, con el objetivo de una ventaja indebida para sí o para un tercero” (Council of Europe, 2014: art. 3.4). La manipulación puede estar relacionada o no con las apuestas, y puede procurar beneficios deportivos o económicos.
El arreglo de partidos no relacionado con las apuestas puede estar motivado por el deseo de ganar un juego o una competición, para evitar el descenso, para obtener una ventaja competitiva en el futuro, como tener una posición privilegiada a la hora de escoger en un Draft o competir contra un equipo más débil en las siguientes rondas de un campeonato (Tak, Sam y Jackson, 2018b: 74). Al igual que en los casos de dopaje, estos ejemplos implican una “trampa para ganar” (Soebbing, Humphreys y Mason, 2013) y conseguir el éxito y/o prestigio deportivo.
Los amaños relacionados con las apuestas procuran beneficios económicos y financieros, poniendo en causa la ética deportiva y los valores olímpicos: el deseo de ganar y la búsqueda de la excelencia son puestos al margen. Se trata, en general, de hacer trampa para perder o para no rendir al máximo. El énfasis de esta práctica está en el lucro económico, no en el deporte.
El fenómeno de manipular competiciones no es una cuestión novedosa y precede a la existencia de las apuestas deportivas. Los primeros casos datan de la 98 Olimpiada de la Antigüedad. De hecho, el fraude y la corrupción son considerados como las causas principales del colapso de los Juegos Olímpicos de la Antigüedad. Aunque el amaño haya sido una práctica recurrente en la historia del deporte (Maenning, 2005), las nuevas características y volumen del mercado de apuestas generaron nuevos desafíos y problemas. El fenómeno dejó de ser una cuestión eminentemente deportiva y se transformó en una amenaza a nivel económico, social, financiero y político (Council of Europe, 2014; Carpenter, 2012). De acuerdo con Europol (2017), el crimen organizado se ve cada vez más seducido por la corrupción deportiva y esta actividad se ha convertido en una de sus principales inversiones en Europa.
La gravedad de la situación, junto con una sucesión de escándalos transnacionales, determinó que el fenómeno se convierta en un problema de política pública. En consecuencia, desde hace más de diez años se han establecidos diversos protocolos de colaboración entre entidades de diferente índole para estudiar el tema, proponer medidas y recomendaciones, establecer nuevos marcos legales y de acción y combatir el flagelo. En este sentido, el Comité Olímpico Internacional (COI) junto a la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) han estado proponiendo marcos jurídicos para combatir el problema (IOC y UNODC, 2013; 2016) y recomendaciones para crear sistemas de denuncia protegidas (UNODC y IOC, 2019). Asimismo, el IOC estableció una asociación con la Interpol, con el objetivo de mejorar la capacidad de investigación a nivel nacional e internacional, así como proporcionar apoyo operativo al cumplimiento de los reglamentos con el fin de prevenir eficazmente las violaciones a la integridad deportiva (Interpol y IOC, 2015). Por su parte, la Federación Internacional de Tenis, junto con otras autoridades de gobierno del tenis, creó la Unidad de Integridad del Tenis (TIU) que posee características de policía dentro del ámbito de las competiciones oficiales y está a cargo de las sanciones por crímenes relacionados con las apuestas.
Las formas de cooperación a nivel internacional se complementan con las medidas que a nivel nacional propone la Convención del Concejo de Europa. Según la norma, cada país debe establecer una Plataforma Nacional a través de la cual todos los actores implicados en el combate a la nueva criminalidad (operadores y reguladores de apuestas, policías, poder judicial, organizaciones deportivas, asociaciones de la sociedad civil) cooperen, intercambien información y establezcan medidas de acción.
Metodología y estructura
La investigación preliminar para el desarrollo de este artículo fue realizada en el marco del proyecto Training on Protected Reporting System (T-PREG) financiado por la Comisión Europea a través de su programa Erasmus + Sport. Esta iniciativa permitió a los autores comenzar a trabajar conjuntamente y sistematizar, en base a documentos oficiales, fuentes secundarias, las áreas de riesgo presentadas a lo largo de este trabajo, que tiene, como fue expresado anteriormente, un objetivo puramente descriptivo. Las coyunturas criminales, así como la existencia de las prácticas descriptas en este texto, fueron tema de debates en diferentes focus groups y entrevistas con informantes clave3 realizados a lo largo de la implementación del proyecto T-PREG.
Las estructuras de oportunidad para el fraude o el delito son presentadas divididas en cuatro temas: (a) los nuevos incentivos para la manipulación de competiciones, (b) las estafas, como el gambling scam, y el arbitraje, (c) las debilidades de la regulación internacional y las discusiones para definir lo que son apuestas legales e ilegales, y (d) la emergencia de incentivos para crear un mercado ilegal de la derrota.
El nuevo mercado de apuestas y los nuevos incentivos para la manipulación
Los cambios más significativos en el mercado mundial de apuestas incluyen: el rápido aumento de los operadores en línea con servicios y ofertas de apuestas en todo el mundo; la transición de apuestas colectivas y/o combinadas (pool betting) a apuestas simples con probabilidades fijas (fixed-odds betting); nuevos tipos de apuestas además de la tradicional apuesta “1X2”4 como, por ejemplo, la posibilidad de apostar en cualquier evento de una competición deportiva que involucre probabilidad (spot betting); la posibilidad de colocar apuestas en directo y/o en tiempo real (in-play or live betting) en una gran cantidad de eventos deportivos; el aumento de los porcentajes de tasas de pago (payouts), que pasaron de estar debajo de l 70% a estar por encima del 92% que ofrecen actualmente los operadores de apuestas online europeos licenciados; y la aparición de nuevos servicios como el mercado de apuestas cruzadas (betting exchange) o la posibilidad de cobrar por anticipado antes del final de una competencia (cash out). La tabla 1 sistematiza todos los cambios de manera comparada.
Por otra parte, hay pocos obstáculos geográficos para apostar en línea. Actualmente, los apostantes pueden hacer apuestas en todo el mundo y en tiempo real en las competiciones celebradas en cualquier lugar.
Este nuevo y complejo panorama se ha insertado en un contexto de reconocida fragilidad en lo referente a la gobernanza interna del mundo deportivo y serias deficiencias de los marcos reguladores de los nuevos mercados de juegos de azar (Moriconi y Almeida, 2019b; Kihl, Skinner y Engelberg, 2017; Tak, Sam y Jackson, 2018b; Philippou, 2019). En consecuencia, el nuevo mercado de apuestas en línea (regulado y no regulado, legal e ilegal) se ha convertido en una caja de Pandora abierta debido a los obstáculos que encuentran las autoridades judiciales, policiales y deportivas para legislar, investigar, cooperar, juzgar y sancionar, con un enfoque internacional coordinado que incluya múltiples jurisdicciones y latitudes. Estas dificultades para punir, sumadas a la posibilidad de obtener altos beneficios, ha llevado a que muchos individuos y colectivos, desde mafias transnacionales a empresarios y agentes deportivos con intereses espurios, estén procurando influir en resultados y desarrollos de competiciones o, simplemente, blanquear dinero proveniente de delitos a través de cuentas de apuestas.
Escándalos como el Calcioscommesse,5 el caso Bochum6 y el caso Hoyzer,7 implicaron altos niveles de sofisticación tecnológica y criminalidad a escala global: redes internacionales de apostadores, un gran número de intermediarios, árbitros, dirigentes y atletas vinculados a financistas asiáticos que contratan “mulas” o “corredores”. Estas mulas tenían la tarea de distribuir apuestas de sumas razonables de dinero a lo largo de diferentes corredores de apuestas de distintos países. De esta forma, los tramposos evitaban ser detectados por los sistemas de alerta y monitorización del mercado de apuestas. Un caso reciente en Portugal ha demostrado cómo los clubes de fútbol pueden ser adquiridos por las mafias extranjeras con el objetivo de blanquear dinero, crear equipos integrados por deportistas dispuestos a dedicarse a perder partidos o manipular competiciones y, de esta manera, obtener beneficios en el mercado de apuestas.
Por tener menor número de participantes, los deportes individuales, como el tenis o el boxeo, serían más fácil de ser manipulados que os deportes colectivos. Por otro lado, algunos autores sostienen que los jugadores que acaban de empezar sus carreras y necesitan recursos para continuar desarrollándolas (como los jugadores de tenis que participan en los torneos Futures y Challenger), junto a aquellos deportistas que están al final de sus carreras y no se han garantizado una estabilidad económica, son los principales blancos de los manipuladores profesionales (Hill, 2008; Moriconi, 2018b; 2020). Los árbitros también son objetivos de presión constante y se perciben como un colectivo con múltiples áreas de riesgo y focos de corruptibilidad (Moriconi y Teixeira-Diniz, 2016; Moriconi, 2020).
Entre los factores que pueden llevar a un deportista a participar en la manipulación de competencias figuran el retraso en el pago de salarios (FIFPro, 2012; Hill, 2010; Moriconi y De Cima, 2020b); los problemas económicos individuales; las adicciones; la avaricia y la desintegración de valores éticos; el interés y la presión de los agentes deportivos, intermediarios y patrocinadores; la falta de control interna sobre los flujos de dinero, y la falta de transparencia y de altos estándares de gobernanza en la gestión de clubes, federaciones y órganos rectores del deporte (Tak, Sam y Jackson, 2018a; TIAC, 2014, 2018; Han, 2020).
La suma de todos estos factores ha llevado a que el fenómeno del amaño de competiciones sea considerado como la mayor amenaza para la integridad del deporte internacional (Carpenter, 2012; Gokhale, 2009). Según el ex presidente del Comité Olímpico Internacional (COI), Jacques Rogge, el dopaje afecta a un atleta individual, pero el impacto de la manipulación de resultados es mucho más grande porque afecta a toda la competición.8
Sin embargo, los incentivos para que la delincuencia organizada se infiltre en el mundo de las apuestas deportivas va mucho más allá de las históricas manipulaciones y amaños e, incluso, no se limita a cuestiones ilegales o criminales. La complejidad del nuevo mercado de apuestas online global, junto con las nuevas tecnologías, crean nichos que fomentan nuevos fraudes que nada tienen que ver con la influencia externa sobre el desarrollo de los eventos deportivos.
Trampa y fraudes sin necesidad de manipular
En el nuevo mundo de las apuestas online, cada deporte genera sus propios nichos para el fraude. En el caso de los deportes de raqueta, o incluso de voleibol, ha surgido una nueva forma de engañar a las casas de apuestas. En estos deportes, los puntos se producen uno tras otro, y los operadores de apuestas ofrecen apuestas en directo sobre quién será el ganador del punto siguiente. Si hubiese un retraso entre el final de un punto y la transmisión del resultado al operador de apuestas, un apostador que se encontrara en el estadio, y tuviese un teléfono inteligente conectado a Internet, podría aprovechar el lapso de tiempo para apostar en el ganador de los puntos después de saber, justamente, quién ha sido el ganador. Esta estafa, conocida como gambling scam, ha estado sucediendo en diversos torneos:9 los jueces son sobornados para retrasar la entrada de puntos en el sistema de puntuación oficial con el fin de permitir que grupos de apostadores profesionales (que están presentes en el estadio o que desde el estadio envían información rápida a los apostadores) realicen apuestas seguras y cosechen beneficios.
Por otro lado, es un mundo con un elevado flujo de dinero negro,10 el mercado de apuestas deportivas en línea se convierte en un medio de lavado de dinero, incluso sin necesidad de manipular resultados. El propio sistema genera situaciones en las que es posible apostar dinero con bajo riesgo y sin la necesidad de participar en el amaño de partidos o sobornar a los agentes externos.
Por ello, diversos apostadores profesionales han comenzado a utilizar las apuestas deportivas online atraídos por las oportunidades para realizar arbitraje y obtener altas tasas de ganancia. El arbitraje consiste en un análisis global del mercado en procura de encontrar ofertas de tasas de pago diferentes en distintas casas de apuestas que, mezcladas, produzcan la posibilidad de lograr apuestas seguras. En este marco, aplicando técnicas de inversión financiera, se pueden obtener ganancias sin necesidad de corromper a alguien.
A diferencia del amaño de partidos, donde un manipulador tiene que “comprar” a un actor deportivo (atleta, jugador, entrenador, árbitro) los apostadores que practican el arbitraje pueden operar legalmente en los márgenes del sistema y conseguir tasas de retorno del 100% al 102%, o sea, conseguir lo que el mundo de los juegos azar se conoce como apuesta segura.
El modus operandi es abrir cuentas en una gran cantidad de operadores a nivel mundial establecidos en distintas jurisdicciones. En algunas jurisdicciones, que funcionan como paraísos fiscales, el trabajo es bastante simple: el apostador puede abrir cuentas en los diez o quince operadores registrados que mejores probabilidades ofrezcan, sabiendo que su identidad, edad o cuenta bancaria raramente serán verificados. Luego, mediante la utilización de softwares, algoritmos y hardware que mejoran la potencia de cálculo, la velocidad de acceso al mercado y la frecuencia de transacción de apuestas se procuran las mejores ofertas de mercado en diferentes eventos y se calculan las tasas de retorno que se pueden conseguir.
De esta manera, el nombre del apostador profesional se disuelve en el ciberespacio y pasa desapercibido por los controles de los operadores, reguladores y sistemas de monitorización. Debido a la rentabilidad asegurada, los apostadores profesionales (individuales o colectivos) son procurados por sindicatos del crimen o evasores, quienes se convierten en financistas con el objetivo de blanquear sus capitales.
Estas nuevas prácticas, que incluyen a grupos de apostadores profesionales, jugadores que realizan arbitraje y otros que utilizan algoritmos, plantea serios desafíos a los operadores tradicionales. Básicamente, lo que los jugadores profesionales procuran es vencer al operador y a al mercado.
A continuación, mostramos un ejemplo clásico de una apuesta segura para lavar dinero en un partido de fútbol de la Liga de Campeones de la UEFA citado por Kalb y Verschuuren (2013: 56). El partido fue jugado por el AC Milán contra el FC Barcelona, el 28 de marzo de 2012. Para fórmulas 1X2, existieron, en diferentes operadores de apuesta, las siguientes probabilidades disponibles en el mercado:
5,25 para una victoria del AC Milán,
4 por un empate,
1,73 para una victoria del FC Barcelona.
Con esta oferta de pagos, un apostador podía blanquear capital a muy poco coste apostando en las tres hipótesis, es decir:
Apostar en 1, o sea en la victoria del Milán del operador A
Apostar en X, en el empate en el operador B
Apostar en 2, en la victoria del Barcelona en el operador C
Apostando 100 euros, por ejemplo, el apostador se garantizaba un retorno de 98,18 euros independientemente del resultado del partido (ver tabla 2):
el porcentaje que se apostó en “1” es 1 / (1 + 5,25 / 1,73 + 5,25 / 4) = 18,7% (18,7 euros)
el porcentaje que se apostó en “X” es 1 / (1 + 4 / 1,73 + 4 / 5,25) = 24,55% (24,55 euros)
el porcentaje que se apostó en “2” es 1 / (1 + 1,73 / 4 + 1,73 / 5,25) = 56,75% (56,75 euros)
Por lo tanto, independientemente de cómo termine el partido, si el apostador fuese un criminal que busca lavar dinero, con esta apuesta tendría la posibilidad de justificar 98,2 euros en ganancias. Es decir, estaría blanqueando 98,20 de los 100 euros en negro, lo que implica una mínima pérdida de 1,8% mucho menor incluso que cualquier tasa de amnistía fiscal impulsada en algún estado europeo y, lógicamente, muchísimo menor a cualquier tasa impositiva legal.
Si bien en este caso se trata de un retorno, el arbitraje permite encontrar tasas de retorno que superan el 100%, es decir, que implica que la apuesta colocada sea totalmente segura. En el ejemplo anterior, esto hubiese sucedido si, simplemente, se encontraba en el mercado una oferta ligeramente superior (por ejemplo 1,79) para el triunfo del Barcelona. En ese caso, el apostador podría apostar 100 euros al triunfo del Milán, 131,25 al empate y 293,30 euros al triunfo del Barcelona (ver tabla 3). Con una inversión de 524,55 euros, el apostador se asegura un retorno de 525.
Ante la gran cantidad de operadores a nivel mundial, los algoritmos de los apostadores profesionales suelen encontrar este tipo de jugadas con ganancia garantizada. Para encontrar una apuesta segura, los dispositivos y programas de monitorización de los apostadores profesionales comparan las mejores cuotas ofrecidas en el mercado global. Este proceso consiste en calcular la probabilidad de las tasas de pago ofrecidas (100 divido por la tasa de pago) y sumarlas, procurando sumas que no lleguen al 100%.
Anteriormente fue presentado un ejemplo para un caso de tres posibilidades (1X2). Veamos ahora un ejemplo de dos posibilidades, como puede ser un partido de tenis, de básquet, un deporte de combate. En un partido de tenis se enfrentan Roger Federer y Rafael Nadal. En España se espera que Nadal sea favorito, en Suiza hay preferencia por Federer. Estas diferencias se expresan en el mercado, dado que el partido es muy parejo. La monitorización arroja que la mejor oferta para el triunfo de Federer es 2,10 y para Nadal 2,00. Las probabilidades por tanto serían 47,6% para la victoria de Federer (100 dividido por 2,10) y 50% para Nadal (100 dividido por 2). La suma de las dos probabilidades es de 97,6%, por tanto, siendo debajo de 100%, estamos ante una apuesta segura.
El apostador juega 100 euros en la victoria de Federer y 105 en la victoria de Nadal (ver tabla 4). Habiendo hecho una inversión de 205 euros, siempre logrará ganar 210 euros, fuera cual fuera el resultado. Si en vez de cantidades de tres cifras, un operador tiene muchas cuentas abiertas y puede apostar millones de dólares, las ganancias seguras son muy elevadas.
Apuestas legales e ilegales: un dilema de política pública
Otro de los factores conflictivos del nuevo mercado mundial de apuestas es el debate sobre la forma de establecer la diferencia entre las apuestas legales e ilegales. La falta de una definición consensuada del concepto de apuesta ilegal ha sido, y continúa a ser, una de las principales controversias políticas que rodean a la implementación de la Convención de Macolin. Mientras algunos sectores creen que la legalidad de las apuestas debe ser resuelta de acuerdo con la jurisdicción de la licencia del operador, otros sectores sostienen que se debe definir de acuerdo a la jurisdicción del consumidor.
Más allá de este debate, y debido a que las sumas de dinero cada vez más grandes que mueve el mercado de apuestas deportivas, hay pocas dudas sobre la atracción del crimen organizado por este nuevo sector (Hill, 2008). Aunque debido a la extensión y complejidad del merado es imposible saber con exactitud cuánto dinero se mueve, las estimaciones menores indican que serían alrededor de 300 billones de dólares, mientras que las mayores estiman que se mueven alrededor de 1500 billones de dólares. En este marco, si la condición para distinguir entre apuestas en mercados legales o en mercados ilegales fuese la tenencia de una autorización en la jurisdicción del consumidor, entonces, en las actuales condiciones, los mercados ilegales representarían el 82% del mercado global (ver tabla 5). En consecuencia, teniendo en cuenta esos datos, se advierte que la cantidad de dinero que circula en los mercados de apuestas sin ningún (o con poco) control es enorme.
Por otra parte, el promedio de retorno en el mercado de apuestas ilegal, es decir el porcentaje del dinero invertido que luego se destina a premios, es muy alto, rondando el 96,2%. Esto se debe a los pocos controles antes explicados, que implican también menos o ningún impuesto y, por tanto, la posibilidad de que los operadores logren buenas ganancias ofreciendo un producto mucho más interesante al apostador, que procura mayores posibilidades de ganar. Esto acarrea dos problemas. En primer lugar, siendo que la mejor tasa de retorno se materializa en el mercado con mejores pagos por apuestas (odds), los apostadores que puedan optar por un operador ilegal y uno legal podrán optar por el ilegal y ganar más con el mismo riesgo. En términos simples e hipotéticos, si un apostador tiene decidido apostar 100 euros en que el equipo A va a ganar, podrá optar por un operador legal y ganar 150 euros o colocar la apuesta e un operador ilegal que le pague 180. El riesgo y el objetivo de la apuesta son los mismo: el equipo A debe ganar. Pero el premio es más alto en el operador ilegal. Dicho esto, también es necesario explicar que lo “ilegal” en este caso no implica altos riesgos para el apostador, y esto se ve claramente en el conflicto que ha abierto la Convención de Macolin en Europa por causa de las críticas que Malta mantiene con el Concejo de Europa y que aún se mantienen debido a un litigio legal. Para Malta, cualquier operador radicado en su territorio (donde los impuestos para el juego son muy bajos), tiene el derecho de comercializar libremente en toda la Unión Europea. Para otros países, como por ejemplo Portugal, si ese operador no toma una licencia nacional y paga sus impuestos en el país, será un operador considerado ilegal. En la práctica lo que acontece es que los apostadores continúan a acceder mediante Internet a operadores tanto legales como ilegales, y ambos tipos de operadores aceptan la abertura de nuevas cuentas y cumplen con los pagos. En resumen, en muchos casos, los apostadores son libres de escoger entre un operador legal y uno ilegal.
En segundo lugar, la alta tasa de retorno del mercado ilegal, junto a los pocos controles, determina que sea mucho más apetecible para aquellos jugadores que procuren lavar dinero. De acuerdo con Sandywell (2010: 45) los operadores de apuestas, los empleados, los clientes y las terceras partes no deseadas se misturan anónimamente, creando estructuras de oportunidad para múltiples formas de delitos y fraudes y para construir relaciones rizomáticas entre criminales y víctimas”.
La emergencia del mercado (ilegal) de la derrota
El nuevo mercado online de apuestas deportivas también modifica las bases éticas de la actividad deportiva profesional. Mientras que, en la lógica deportiva tradicional, un partido o un juego es parte de un objetivo a mayor a mediano o largo plazo, como acceder a un play-off, a una final, o ganar un campeonato; en el nuevo mercado de apuestas cada punto en juego, cada partido, cada competencia y cada evento deportivo es un fin en sí mismo.
El problema es que este juego o evento (fin en sí mismo) blanco de apuestas se construye sobre el trabajo de un ser humano o un grupo de seres humanos (deportistas) que desempeñan tareas y misiones. Al ser transformados en objetos de apuesta, esos actores deportivos son el blanco de expectativas éticas y económicas externas.
Para conseguir el objetivo final de salir campeón o ganar una competición, no siempre la mejor estrategia es desempeñarse al cien por ciento de las capacidades individuales. Sin embargo, las nuevas apuestas sobre factores intermedios o colaterales de un evento deportivo, como las tarjetas amarillas, los puntos parciales, la cantidad de faltas o las series de clasificación, modifican la lógica del triunfo final, imponiendo imperativos éticos sobre desempeñarse de la mejor manera posible a lo largo de todo el evento deportivo blanco de apuesta.
Para un jugador de tenis, por ejemplo, no es necesario jugar cada juego (game), o incluso cada set, como si fuese el último, el definitorio. El o la tenista puede decidir ahorrar energía en uno de los sets, perderlo, y ganar los demás. Perdiendo un set y ganando el resto, siempre ganará el partido, o sea, logrará el objetivo deportivo primordial. Este ejemplo, como muchos otros, enfatizan la actual delgada línea establecida entre la estrategia deportiva y la integridad o falta de ética. De hecho, en los deportes de raqueta, esta paradoja ha llevado a que algunos amañadores profesionales ya no procuren sobornar a jugadores para que pierdan sus partidos, sino para que pierdan un set frente a rivales más débiles, o pierdan una cantidad de juegos establecidas en el set. Todo ello sin necesidad de que el deportista pierda su partido y ponga en juego su carrera. Es una relación “win-win”.
Los imperativos éticos del mercado de apuestas online son diferentes a la lógica deportiva tradicional, pues las expectativas de las apuestas en vivo son que los deportistas y/o atletas se desempeñen al máximo de sus posibilidades a lo largo de todo el desarrollo de un partido o una competencia. De hecho, el cálculo de las probabilidades (odds) y las ofertas de apuestas siguen ese patrón ético.
Este imperativo ético, paradójicamente, crea un dilema ético en relación con las prohibiciones de apostar impuestas a deportistas y atletas (Moriconi y De Cima, 2020a). Los órganos de gobierno del deporte, las federaciones, las ligas, e incluso algunos códigos penales (como el portugués) establecen que los atletas y otros agentes del mundo del deporte no pueden apostar. En algunos casos, la prohibición se limita a las competiciones en las cuales participan, en otros al deporte en el que compiten, y en los casos más extremos se prohíben las apuestas en cualquier evento deportivo. La decisión se basa en la necesidad de limitar las posibilidades de manipulación y amaño y promocionar la integridad entre los atletas. Esta medida disciplinaria, además, ayudaría a proteger la imprevisibilidad de los resultados de las competiciones.
Pero la paradoja va más allá: (a) a los jugadores y atletas se los convierte (muchas veces sin su consentimiento o aprobación) en los motores del multimillonario mercado de apuestas; (b) es necesario exigirles a ellos ética e integridad para que el mercado de apuestas sobre su trabajo (como deportistas) sea legítimo, transparente y sostenible; (c) surgen una serie de iniciativas de negocio que, a través de ese mercado que transforma a los deportistas en objetos blanco de apuestas, una multitud de personas pueden ganar dinero gracias al resultados del trabajo que esos seres humanos (deportistas) realizan; (d) pero a esos seres humanos (que con su trabajo hacen posible la existencia del mercado de apuestas en el que muchas personas ganan dinero) se les niega la posibilidad de ganar dinero extra por cumplir con la obligación que a ellos se les exige, que es desempeñar su tarea “de la mejor manera posible” (perform to their best) para ganar sus competiciones.
En síntesis, la paradoja ética no se relaciona con el hecho de prohibir a los deportistas de apostar en sus propias competiciones, sino en la prohibición de que los agentes deportivos (que hacen posible la existencia del mercado de apuestas) no tengan permiso para apostar en su triunfo o en el triunfo de su equipo, que es, de hecho, lo que las normas de integridad de los mercados de apuestas les demanda. Por supuesto, no sería ético, y sería potencialmente peligroso, que un equipo o un jugador apostara en contra de su deber de ganar, pero nunca sería un peligro apostar por su triunfo o, en otras palabras, por desempeñarse de la mejor manera posible para lograr un resultado positivo, que es el imperativo ético que el mercado de apuestas demanda.
En este sentido, Hill (2019) cuestiona que la industria de la integridad deportiva, a partir de enfatizar la necesidad de implementar campañas de educación y prevención, creó un paradigma en el que los culpables son los atletas. El fenómeno es presentado como una falla moral de los atletas (Tak, Sam y Jackson, 2018a) que carecen de información y concientización. Se parte de la premisa de que los actores deportivos deben ser éticamente educados por supuestos ejecutivos honestos contratados por las organizaciones deportivas (Hill, 2019). Justamente, son estos órganos instituciones deportivos, las ligas, los clubes, las federaciones quienes lucran directamente con el mercado de apuestas, recibiendo publicidad o financiamiento.
Esta incoherencia ética, de hecho, genera graves obstáculos a la implementación de las políticas públicas relacionados con la integridad del deporte y el mercado de apuestas. Diversos proyectos europeos11 han demostrado que, a pesar de estas normativas, son muchos los atletas que continúan a apostar, y muchos de ellos lo hacen en sus propias competiciones e incluso en sus propios partidos. Las apuestas, que tradicionalmente son una extendida práctica cultural al interior del deporte, son utilizadas como motivación individual y colectiva (Moriconi y De Cima, 2019b). Pero, además, los atletas se quejan de la forma como son creadas las políticas públicas, en una perspectiva de arriba abajo sin la participación u opinión de los actores que van a ser las personas atingidas por esas políticas. Obviamente, los atletas también reconocen que la amplitud del mercado de apuestas, que alcanza a competiciones o deportistas que cobran salarios ridículos comparados con las ganancias que se pueden conseguir apostando o que directamente no cobran (por tener sus salarios en atrasos), abre un “mercado ilegal” alrededor de la derrota (Moriconi, 2020; Tak, Sam y Jackson, 2018a).
Si los valores olímpicos del deporte tradicional giran en torno a un mercado legal en el que el triunfo y el buen desempeño son los indicadores de éxito y prestigio. Este éxito, en una sociedad de consumo (Sandel, 2012), obviamente se materializa en ganancias económicas. Con el nuevo mercado de apuestas, sin embargo, los que aparece es un rentable mercado alrededor de la derrota, sobre todo para todos aquellos atletas que no tengan el talento ni la dedicación suficiente para llegar a la cima. En esos casos, un deportista puede optar por desestimar los éxitos deportivos y centrarse en la manipulación de sus juegos en procura de amasar fortuna alrededor del mercado de apuestas.
Conclusiones
Este artículo se dedicó a describir cómo las nuevas posibilidades tecnológicas han transformado radicalmente el mercado de apuestas deportivas, generando estructuras de oportunidad para prácticas lícitas e ilícitas. Dadas las características de este nuevo mercado, los sindicatos del crimen y los apostadores profesionales se han infiltrado en el mundo del deporte para lucrar con las apuestas. A pesar de que esta situación ha transformado a la manipulación de competiciones en un problema político que transciende el mundo del deporte y, como explica la Convención de Macolin, tiene aristas financieras, criminales, judiciales y sociales, este trabajo demuestra que los fraudes y las trampas en el nuevo mercado de apuestas van mucho más allá del amaño.
Existen diversas prácticas, algunas incluso legales, que permiten que apostadores profesionales defrauden al mercado sin necesidad de tener que influir en el desempeño de los actores deportivos. La magnitud del mercado y de ofertas de tasas de pago permiten la posibilidad de arbitrarlo en busca de apuestas seguras que, con cierta frecuencia, permiten el blanqueamiento de capitales. Teniendo en cuenta la rentabilidad de diversas actividades ilegales y el flujo de dinero negro en el mundo actual, el mercado de apuestas online global genera múltiples incentivos para que los sindicatos del crimen se acerquen a él.
Por si fuera poco, las posibilidades de fraudes y delitos se crean en medio del marco opaco de la red, creando diversos obstáculos jurisdiccionales, técnicos y económicos para la prevención, detección, investigación y sanción de las actividades ilegales, y generando áreas de oportunidad para que los datos de los delincuentes se diluyan en el espacio cibernético. La manipulación de los resultados, por ejemplo, es un delito complejo que puede ser generado a partir de la acción de actores colocados en diferentes jurisdicciones y latitudes, al mismo tiempo, por lo que es muy difícil homogeneizar las acciones de la policía, los marcos de investigación, seguir las pistas de evidencias y pruebas, y establecer juicios y sanciones.
En consecuencia, las tasas de detección y punición continúan siendo muy bajas, mientras los beneficios son elevados. Los deportistas continúan a percibir que, si alguien manipula un juego, las posibilidades de ser descubierto son muy bajas (TIAC, 2014; 2018).
Ante estas evidencias, se torna imperioso:
A. Entender que los fraudes en el mercado de apuestas deportivas, incluyendo aquellos vinculados a la manipulación de competiciones, son una cuestión que traspasa al deporte en sí, y se trata de una cuestión de criminalidad (organizada y no), de delitos financieros y evasión impositiva, de seguridad pública.
B. Percibir la necesidad de procurar legislaciones y regulaciones del mercado a nivel internacional, subsanando las lagunas actuales y definiendo medidas concretas para combatir la irregularidad o la ilegalidad en este ámbito comercial.
C. Continuar discutiendo sobre las nuevas éticas del deporte y de las apuestas que se materializan en la nueva coyuntura, incorporando a la discusión análisis de riesgo sobre algunos tipos de apuestas y sobre eventos deportivos que pudiesen no tener las características necesarias para convertirse en objetos “apostables” con la seguridad que debieran.
Este trabajo procuró dar algunas pistas para generar estos ámbitos de discusión, reflexión y creación de más y mejores políticas al respecto. Al mismo tiempo, abre una ventana de oportunidades para continuar estudiando las aristas del fenómeno deporte / apuestas / crimen desde perspectivas multidisciplinares y nuevos enfoques provenientes de la sociología, la ciencia política, la psicología social, la criminalidad y la comunicación.