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Etnográfica

Print version ISSN 0873-6561

Etnográfica vol.28 no.1 Lisboa Apr. 2024  Epub Apr 18, 2024

https://doi.org/10.4000/etnografica.15767 

O Corte

Etnografiar lo subterráneo: notas e inspiraciones sobre el texto de Francisco Martínez

1 Universidad Nacional de Córdoba; IDACOR - Museo de Antropología Argentina,marianitaweiss@yahoo.es


El texto resulta sumamente inspirador tanto desde el punto de vista teórico como metodológico. El mismo propone una etnografía de los sótanos en Sillamäe, un pequeño poblado de Estonia oriental. Un pueblo que, por su historia - signada por la guerra y el establecimiento de una planta de uranio allí -, y por su ubicación en la frontera, ha sido durante mucho tiempo un pueblo en sí mismo invisible y liminar. A partir del interés por lo que se ubica en los sótanos y bunkers de Estonia oriental, el artículo reflexiona sobre lo subterráneo y su potencial para analizar otros aspectos de la vida social. Lo subterráneo, señala:

“is a zone of non-judgment, away from the eyes of others, filled with possibility but not certainty. Basements themselves are characterized by being undefined, intermediate, and even mysterious, existing beyond the realm of the visible, along with voids, absences and the hidden.” [el resaltado es mío]

Lo subterráneo aparece en esta etnografía como un objeto privilegiado para pensar las propiedades liminares de ciertos espacios, prácticas, tiempos. Lo intermedio, lo indefinido, lo incierto, aparecen en esos espacios, prácticas y tiempos como adjetivos que permiten caracterizar modos de existencia transicionales y más allá del dominio de lo visible. En este sentido el estudio contribuye a la elaboración de herramientas conceptuales para una aproximación etnográfica a ciertas figuras problemáticas desde el punto de vista de una etnografía heredera del positivismo en sus modos de conocimiento basados en lo visible, lo tangible y lo comprobable. Me refiero a aquellas figuras de la “falta” que - por (in)visibles - colindan con formas de la (in)existencia y ofrecen dificultades a la hora de la observación: los vacíos, las ausencias, lo oculto.

A partir de estas figuras de la falta que sólo pueden ser entrevistas, y para lo cual hay que desarrollar una sensibilidad particular, el autor busca nuevas herramientas analíticas que den cuenta de estos espacios intersticiales. La noción de opacidad, entonces, se vuelve central tanto desde el punto de vista del “juicio” perceptivo como desde el moral y el político. Los sótanos como lugares que alojan prácticas, tiempos y objetos que por distintas razones han sido sustraídos de lo visible, son tomados en la etnografía de Martínez, 2024 como lugares con valores ambiguos, maleables y, por lo tanto, buenos para pensar en su potencialidad.

Aquello que se localiza en el subsuelo no tiene ya en el valor negativo que se le adjudica a lo oculto desde una política de la hipervisibilidad, sino una potencia resistente a ésta. La opacidad - entonces - es elevada a la categoría de derecho en un mundo donde “lo bueno” - la buena política, las buenas prácticas - es asociado con el sentido moderno de transparencia, no dejando margen a no ser vistos y suprimiendo en ocasiones las diferencias.

Otro punto de relieve de esta etnografía es su descripción de aquello que albergan los sótanos. In the basements, dice Martínez, 2024:

“we encountered a thick, opaque accumulation of layers and traces instead of the clean historical representation arranged by the national state. In this sense, basements are contact zones where the past takes space and where ambiguity is stored.” (Bhabha 1994, The Location of Culture. London: Routledge)

Los sótanos aparecen en ese contexto como espacios de exterioridad e interioridad. Palimpsestos, estratigrafías desde donde analizar, por un lado, lo escondido a los ojos del exterior, de los grandes relatos. Por otro, hacia el interior - de las familias, de los condominios - los sótanos cobijan los resabios de un pasado que gravita entre la memoria y el olvido, entre el archivo y lo residual. Las cosas que alojan los sótanos constituyen una herencia confusa, cuyas causas de conservación tienden a desvanecerse junto con aquellos que decidieron almacenarlos originalmente.

Por lo tanto, los sótanos son espacios que albergan capas de diferentes pasados, rastros escondidos o subestimados, pero también dispuestos a reemerger en caso de que ese pasado deba ser traído a la superficie debido a las necesidades del presente. En este sentido, estos espacios otorgan materialidad a lo que Michel Pollak llama memorias subterráneas: memorias subestimadas o que se oponen a las oficiales, que circulan fuera de los espacios públicos dispuestas siempre a reemerger. Lo subterráneo cobra, así, un sentido resistente.

Ahora, quisiera plantear algunas preguntas al texto. La primera en relación a la productividad política de lo oculto y del desconocimiento, desde una perspectiva comparativa. Proveniente de un país del Cono Sur, donde las desapariciones de personas fueron sistemáticas durante la década del 70, no puedo menos que interrogarme sobre la otra faceta, la siniestra - y no ya resistente - de las faltas, de lo oculto, de las ausencias.

En mi propio trabajo de campo en torno a los espectros que rondan los lugares donde se ejerció la represión durante la dictadura argentina, los sótanos, túneles y otros espacios subterráneos tienen un importante papel. Por un lado, los sótanos fueron espacios donde se alojaron personas durante su secuestro en centros clandestinos de detención, situados en edificios antiguos como los ingenios azucareros del norte del país o algunas dependencias policiales. Por otro, una gran parte de los cadáveres de las personas desaparecidas en la dictadura se suponen en la tierra, enterradas en fosas clandestinas. Por lo tanto, los espacios subterráneos ocupan un lugar central en el imaginario de los destinos que sufrieron las personas desaparecidas y, centralmente, sus cadáveres. En esta tensión entre lo que se ve y lo que no se ve, entre lo que se ha encontrado y lo que no, los sótanos funcionan como cavidades que alojan un terror encarnado por los espectros que allí aparecen. Siendo cavidades en la tierra, clausuradas total o parcialmente, tapiadas, los sótanos aparecen como contenedores donde las almas han quedado atrapadas debido a su mala muerte y sus cuerpos insepultos. Asumen, asimismo, la imaginación sobre espacios oscuros, inaccesibles, ocultos que, al caminar sobre ellos, inciden en la vida social y en los modos de habitar esos espacios.

En muchos casos, además, los sótanos y túneles de donde provienen las manifestaciones espectrales forman parte de un espacio legendario más que físico, una suerte de inframundo desconocido donde se alojan los cadáveres que han sido intencionalmente ocultados y de donde emanan sus espectros, como un espacio de muerte abierto, al decir de Taussig. La existencia de este inframundo, confirmado o sospechado, impone ciertas vivencias del lugar particulares, marcadas por la disolución de los límites entre lo sagrado y lo profano, entre espacios de vida y de muerte, entre lo visible y lo subterráneo, entre lo familiar y lo extraño que - en palabras de Freud - conforman la experiencia de lo siniestro (unhelmich).

Me pregunto, entonces, en diálogo con el texto de Martínez,2024, por la posibilidad de una etnografía de lo (in)visible y de lo ausente. Por el trabajo de campo en espacios donde reina la oscuridad de un modo físico pero también epistemológico, ya que existen porciones de aquella experiencia que nunca llegaremos a conocer. ¿Cómo, en la práctica etnográfica, accedemos a los dominios de lo invisible, de la opacidad, de lo que ha (des)aparecido, de lo informe? ¿Qué “formas de atención” son requeridas para este tipo de estudios? ¿Qué sensorialidades? ¿Qué éticas? Y si, como señala el texto “What goes on in a basement stands on the limits of knowing”, ¿Qué desafíos implica escribir sobre ello?

References

Martines, Francisco (2024), Lights out: practicing opacity in Estonian basements, Etnográfica, 28 (1), pp. 285-297. [ Links ]

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