Introducción
Basilisa Fiestras Cachafeiro (Forcarei, 1985) es doctora en Bellas Artes por la Universidad de Vigo, y posee un Master en Arte, Museología y Crítica Contemporánea por la Universidad de Santiago de Compostela.
Por su trabajo artístico ha sido seleccionada y galardonada en diferentes concursos, y ha participado en numerosas muestras nacionales e internacionales. Además, ha comisariado y dirigido, también, diferentes proyectos expositivos. Pese a su juventud, posee una trayectoria sólida y fundamentada en un trabajo que explora continuamente nuevos espacios sin perder las características esenciales que la definen e identifican desde el inicio: su condición de mujer creadora, la cuidada elección de los materiales con los que trabaja, y el alto grado de seducción e interés estético de sus piezas.
1. Definir la identidad: el autorretrato
Ataviada con una sobria camisa azul celeste, llama la atención cómo su larga melena castaña se enrosca sobre su cuello y se anuda sobre sí misma conformando una suerte de corbata. Este autorretrato fotográfico, donde la artista nos mira intensamente, de manera desafiante, es toda una declaración de intenciones (Figura 1).
Fundamentalmente, la obra de Basilisa Fiestras orbita en torno a dos temáticas principales: el cuerpo, como punto de partida y espacio de reflexión y conflicto, y la indumentaria como una segunda piel que altera, modifica y transforma este soporte. Además, su trabajo artístico se vincula con su propia investigación teórica (su Tesis Doctoral se titula (Des)vestirse - vestirse - (re)vestirse. La indumentaria en la creación artística actual) en una manera de proceder donde es importante la continua resituación de ambos campos.
De esta manera, la indumentaria y el accesorio como complemento con la capacidad de convertirse en un objeto portable, atraviesan las diferentes etapas de su proceder artístico, y se materializan en piezas como un sugestivo vestido realizado con tiras de golosina, un zapato de tacón construido con mechones de pelo entretejido, o diferentes abrigos que la propia artista viste y utiliza sobre su propio cuerpo. Entre ellos, destacamos Sin título (de la serie “El paso del tiempo”) un abrigo lleno de bolsillos, en cada uno de los cuales se incluye una pesada piedra, como una sugerente metáfora de la memoria y del “peso” del tiempo vivido (Figura 2). No obstante, la indumentaria se presenta como una parte esencial de la identidad de la artista, convirtiéndose en un elemento prácticamente inseparable de su cuerpo, capaz, además, de determinarlo, manipularlo o resignificarlo.
Y así, su obra se desplaza sin complejos a través de las disciplinas -desde la imagen gráfica o fotográfica hasta la escultura o la instalación e incluso la performance- utilizando los materiales más dispares -como el tejido, los hilos, la madera, la luz, las gominolas o su propio cabello, entre otros- para conformar piezas donde, en muchas ocasiones, reflexiona sobre la mujer y lo femenino de una manera comprometida, como hemos avanzado en su autorretrato.
2. Cuerpo y territorio
En sus trabajos más recientes, sin abandonar la referencia al vestuario, Fiestras realiza representaciones de su cuerpo en escayola: a través de la utilización de moldes, es capaz de replicar sus propias manos y sus dedos y repetirlos de forma sistemática.
El procedimiento de trabajo parte de la noción de maqueta como representación de lo real. La maqueta actúa como principio o germen de lo constructivo y aporta una libertad de escala que permite introducir experiencias y pensamientos en pequeños espacios, dando paso al simulacro, a la recreación: “Utopía y realidad se confunden en el género de las maquetas, la utopía se realiza, al menos como imagen volumétrica, mientas que la realidad se desvanece dando paso a la hiperrealidad que viene servida por simulacros” (Maderuelo, 1990:290).
Así pues, a partir de la utilización de la maqueta como espacio de idealización y ensayo, sus piezas e instalaciones, que mezclan estos moldes de sus manos con diferentes elementos arquitectónicos realizados con madera, invaden y modifican el espacio al mismo tiempo que plantean sugerentes juegos y alteraciones de escala.
En Juegos, por ejemplo, un columpio cuelga sobre un dedo, invitando al espectador a experimentar un imaginario vaivén, un potencial balanceo dirigido y sostenido por la mano de la artista; en Espacios, sin embargo, lo lúdico da paso a la emergencia: una casa o construcción precaria se mantiene en una posición improbable, suspendida en el aire. Este refugio aparece extrañamente “apuntalado” por otra de las manos de Fiestras, manteniendo un inquietante y peligroso equilibrio; Finalmente, en Uniones, otras dos manos aseguran su vínculo a través de un puente que se sujeta con hilos que rodean sendos dedos índices, salvando la lejanía y la diferencia de altura que los separa (Figura 3).
3. Redefinir la identidad: Parcelas interiores
En este texto nos interesa, fundamentalmente, delimitar la extensa producción de la artista y realizar una aproximación y análisis de su última serie de trabajos, significada a través de la exposición Parcelas interiores, donde reflexiona en torno al territorio entendido como paisaje: un paisaje biográfico, vivencial y fragmentado que nos sitúa ante la división territorial y los marcos como dibujo y como estudio de límites y fronteras (Figura 4).
La espacialidad, en esta última serie de trabajos de Fiestras, aparece entonces como noción capital que parte de la reflexión objetiva sobre la propia existencia, pues de manera general, “aparecer en el mundo” supone implícitamente ocupar un lugar en él (Figura 5).
Y el espacio es, ante todo, la forma de la exterioridad. El espacio exterior, que nos saca de nosotros mismos, es un espacio variable, marcado fundamentalmente por conjuntos de relaciones: “El espacio en que vivimos (…) es en sí mismo un espacio heterogéneo. Dicho con otras palabras, no vivimos en una especie de vacío en cuyo interior se podrían situar los individuos y las cosas. No vivimos en el interior de un vacío que tomaría diferentes tornasolados, vivimos en el interior de un conjunto de relaciones, las cuales definen unos emplazamientos que son irreductibles entre sí y que no se pueden superponer” (Foucault, 1994:33).
En este sentido, Heidegger señala el “espaciar” como “emplazar” en tanto que posibilitar a las cosas el pertenecer a un adonde desde el que favorecer las relaciones con otras cosas. Además, “del espaciar resulta lo libre, lo que queda abierto para un acampar y habitar del hombre”(Heidegger, 1994:108).
Podemos decir que Parcelas interiores aúna todas estas reflexiones para dar forma a verdaderos paisajes fragmentados que nos permiten aproximarnos a la reconstrucción de la identidad de la artista. Entendiendo el paisaje como la representación de una geografía y una cultura de un determinado lugar desde el punto de vista del observador, vemos cómo Basilisa Fiestras no se limita con estas esculturas e instalaciones a definir territorios, sino que realiza una observación certera de su entorno y lo representa desde la cercanía y la familiaridad de quien pertenece y se reconoce como parte de ese mismo lugar (Figura 6) -“La experiencia artística del paisaje lleva desde Petrarca hasta hoy, la marca de la subjetividad” (Hoffmann, 2007:19), por lo que, “en consecuencia, el hombre es una parte de esa naturaleza que aislamos del todo cósmico como ‘paisaje’” (Hoffmann, 2007:20).
Estos paisajes en los que la artista se muestra, y que aparecen ante el espectador como pequeñas escenografías a la espera de un relato que las caracterice, son los mismos que describió en sus textos Ánxel Fole, a los que dedicó sus versos Eduardo Pondal, o en los que se desarrollan las historias fantásticas de Álvaro Cunqueiro. Son, también, los lugares de los que, con tanta tristeza, se despedía Rosalía de Castro -“¡Miña terra, ¡adios!, ¡adios!” (de Castro, 1989:56).
Así pues, los antecedentes familiares de la artista se enraízan en el contexto tradicional y el medio rural gallego que abordan estos y tantos otros escritores, determinado por el reparto y la propiedad del territorio, así como por la fragmentación y la experiencia constante del dibujo de fronteras y lindes.
La división y parcelación de este paisaje se explicita en las propuestas de Fiestras a través de pequeñas “islas” o porciones de tierra y hierba que se unen entre sí mediante la utilización hilos y diminutas estacas de madera. De la misma manera, la vivencia de estos territorios aislados, y las características de su diseminación, es mitigada mediante la utilización de precisos puntos de luz, de lámparas y farolas con bombillas que, al iluminarse, habitan, humanizan y singularizan estos parajes.
Y es en este momento, en este intentar “hacerse presente” o establecerse en estos emplazamientos, donde de nuevo aparecerá su cuerpo -sus manos- conformando el paisaje, componiendo lugares y tendiendo puentes, en un diálogo íntimo entre el sujeto y el espacio, entre el individuo y su territorio (Figura 7).
Reaparecerá también, además de esta referencia directa al cuerpo, la indumentaria, significada en diferentes porciones de territorio conformadas como “prótesis” para ser portadas, llevadas “a hombros” (Figura 8), así como en los “cuadros” de la serie Fragmentos, realizados a partir de prendas de vestir -entre ellas la propia camisa del padre de la artista- que incluyen una pequeña muestra de estas parcelas interiores (Figura 9).
Pues si el abrigo negro o chaqueta que mencionamos anteriormente se cargaba con el peso de las piedras que Fiestras recogía en el lugar donde era expuesto, como una experiencia de recolección de memorias y momentos vividos que nos ancla y aferra al lugar, ahora, en estos “lienzos”, el paisaje es metido literalmente en el bolsillo para poder ser transportado simbólicamente y acompañar al individuo en su errático transitar.
Será, finalmente, a través de estos paisajes íntimos, portátiles y migrantes, donde Basilisa se retrate a sí misma a partir de la experimentación consciente de la “naturaleza como un fenómeno bifocal: como un territorio empírico y, a la vez, como un paisaje del alma” (Hoffmann, 2007:18).
Conclusiones
Habitar no sólo significa ocupar un lugar en el mundo, estar, sino también permanecer en él, residir: “Hay que decir, pues, cómo habitamos nuestro espacio vital de acuerdo con todas las dialécticas de la vida, cómo nos enraizamos, de día en día, en un ‘rincón del mundo’”(Bachelard, 1957:34).
La inexorable “morriña” o “saudade” propia de los habitantes del oeste de la península ibérica provoca que nunca, a pesar de una posible lejanía geográfica, se deje de “residir” determinados lugares a los que alguna vez se ha pertenecido.
A lo largo de este texto, a través de la aproximación y el análisis de las piezas de Basilisa Fiestras, hemos establecido relaciones entre paisaje, arquitectura y cuerpo, entendiendo éste desde su calidad dinámica, vivencial y nómada. Sus Parcelas interiores no son sino paisajes fraccionados, representados y presentados como partes de una experiencia, de una emoción, de un recuerdo.
Pues la artista crea emplazamientos y concede espacios donde se oculta siempre un “suceder”, estableciendo parcelas imaginarias a través de las que parece hablarnos desde el arraigo, desde la experiencia de la tierra como pertenencia, en una redefinición constante de su identidad.