Introducción
La situación de las mujeres y las niñas en el mundo (ONU 2020) hace necesario que los poderes públicos desarrollen políticas que incidan en la desigualdad de género. En España, tras tres décadas de políticas de igualdad, la desigualdad entre mujeres y hombres sigue presente en muchos ámbitos. La violencia que todavía sufren las mujeres por el hecho de serlo es incompatible con la pretensión de un Estado democrático y de derecho. Sumado a esto, la pandemia de COVID-19 no sólo ha hecho más visibles estas desigualdades, sino que, en muchos casos, las ha incrementado (OIT 2020).
Si bien la Constitución española afirma la igualdad entre mujeres y hombres, también plantea la necesidad de remover los obstáculos y promover que dicha igualdad sea efectiva. Desde su aprobación en 1978, y gracias en gran parte al movimiento feminista, se trasladaron a la esfera política reivindicaciones que se tradujeron en la implementación de políticas públicas de igualdad (Roldan 2006) destinadas a lograr la corrección de las desigualdades sociales entre los sexos.
Las administraciones públicas en España cuentan con un instrumento donde se plasman los objetivos y compromisos en materia de igualdad entre mujeres y hombres: los llamados, en las primeras fases, Planes de Igualdad1 de Oportunidades para las Mujeres y, más recientemente, Planes Estratégicos de Igualdad. Dichos planes han contemplado el análisis de la situación y acciones concretas en relación con las mujeres, pero nos preguntamos cómo ha sido el tratamiento dado a los hombres y las masculinidades y sin han sido objeto de análisis y/o de medidas concretas de acuerdo con las recomendaciones de diferentes organismos internacionales.
Hasta fechas recientes, las políticas de igualdad han estado dirigidas a las mujeres con la intención de favorecer la igualdad de oportunidades de éstas (Astelarra 2005). Sin embargo, en su análisis de políticas públicas de España y Europa, ya Bustelo y Lombardo (2009) se preguntaban si las medidas para promover la igualdad de género llegaban a cuestionar el poder masculino y a pedir el cambio en los hombres. Las autoras concluirán que había “una tendencia a representar a las mujeres como sujetos que tienen el problema y grupo objetivo de las medidas”, y constatarán “la ausencia de una llamada al cambio y a la acción para los hombres” (ibid. 17).
Sin embargo, en diferentes documentos internacionales se ha subrayado la importancia del papel que pueden jugar los hombres para la disminución de las brechas de género (ONU 2004, 2008, 2015; Ministry of Social Affairs and Health 2006; Comisión Europea 2012). Hace más de 25 años, en la Conferencia de las Mujeres de Beijing, se “alienta a los hombres a que participen plenamente en todas las acciones encaminadas a garantizar la igualdad de mujeres y hombres” (ONU 1995). En 2011 el conocido como Convenio de Estambul2 señalará que las estrategias de prevención de la violencia hacia las mujeres debían incluir a los hombres y a los niños. La Estrategia Europea para la Igualdad de Género 2020-2025 (Comisión Europea 2020) indica que la prevención de la violencia centrada en hombres, niños y masculinidades debe ser de vital importancia.
En España, sin embargo, la incorporación de los hombres en las políticas públicas de igualdad apenas ha sido objeto de reflexión y práctica. Hasta la fecha, las políticas de igualdad para hombres han sido más una reivindicación del Movimiento de Hombres por la Igualdad (Sáez y Lozoya 2019) y de otras organizaciones de la sociedad civil (Alonso y López 2019) que objeto de reflexión por parte de la academia.
En este contexto nos proponemos analizar los planes de igualdad estatales y autonómicos a la luz de algunas propuestas que se han hecho a nivel internacional para que las políticas de igualdad se dirijan a los hombres, incluyendo los posibles riesgos.
Método
Para el análisis de los Planes de Igualdad, estatales y autonómicos, se ha llevado a cabo una búsqueda documental en Internet. La investigación documental de textos oficiales ha sido utilizada para el análisis de las políticas de igualdad por autoras como Verloo y Lombardo (2007), Bustelo y Lombardo (2009) y, más recientemente, Jiménez (2020). El análisis de los textos de los planes nos permite ver cómo se problematiza la desigualdad de género, la definición de lo actores que deben intervenir y el tipo de medidas que se diseñan para cumplir con los objetivos que se marcan. Es cierto que el análisis documental se muestra insuficiente para ver todas las fases de las políticas públicas, pero se muestra eficiente para analizar la fase del diseño que aquí nos interesa.
En cuanto al acceso a las fuentes de información, los planes estatales han sido localizados en la página web del Instituto de la Mujer.3 Los planes autonómicos han sido localizados en las páginas web de los Institutos de la Mujer de las comunidades autónomas o en las propias páginas web de éstas últimas.
El análisis de los planes comprende un período que abarca desde el primer plan estatal elaborado en 1988 hasta los autonómicos más recientes. Sobre la temporalidad, existen diferencias importantes en el número y periodicidad en la elaboración de planes, por lo que tomaremos el último plan de cada una de las comunidades autónomas aprobado. Una vez localizados los 25 planes (6 estatales, 17 autonómicos y los 2 de las ciudades autónomas), se ha prestado especial atención a dos cuestiones:
Marco teórico
Nos acercamos al objeto de estudio desde los estudios de masculinidades con un enfoque constructivista conectado con los discursos feministas. En concreto, los llamados “estudios críticos de la masculinidad” (Hearn et al. 2004) cuya pretensión no es sólo el conocimiento de los hombres sino su transformación. El concepto de masculinidad que se ha venido debatiendo y redefiniendo desde los años 1970 pivota sobre un término clave que popularizó Connell (1997, 39), la masculinidad hegemónica, entendida como “la configuración de práctica genérica que encarna la respuesta corrientemente aceptada al problema de la legitimidad del patriarcado, la que garantiza (o se toma para garantizar) la posición dominante de los hombres y la subordinación de las mujeres”.
Las masculinidades son construcciones sociales que varían a lo largo del tiempo. Si bien entendemos el género como una categoría de análisis y una herramienta fundamental para entender las desigualdades y cómo se debe intervenir sobre las mismas (Scott 1990), con demasiada frecuencia el género se utiliza como sinónimo de mujer, a pesar de que la información sobre las mujeres es siempre información sobre los hombres. Sin embargo, es precisamente la construcción de género de los hombres lo que hace necesario que “las políticas de igualdad empiecen a tener como destinatarios también a los hombres” (Salazar 2013, 40). Las políticas de igualdad dirigidas a los hombres estarían destinadas a desmontar los pilares de esa masculinidad hegemónica o en palabra de Bourdieu (2000), la dominación masculina sobre las mujeres.
Sucede que, para el caso de los hombres, la construcción del género camina por dos senderos paralelos. Por un lado, los hombres obtienen enormes beneficios por formar parte de un grupo social privilegiado, pero, por otro, la masculinidad hegemónica supone para éstos una menor esperanza de vida, mayores tasas de drogodependencias, fracaso escolar, accidentes de tráfico, sobrerrepresentación en las cárceles, muertes violentas, suicidios, etc. (Connell 1997).
En España hay una escasez de investigaciones sobre hombres y masculinidades, no existiendo líneas de investigación y de asignaturas específicas de masculinidades en las universidades españolas (Quiles 2019). Por el contrario, en otras latitudes hay aportaciones importantes - en el ámbito anglosajón, Bob Pease (2001) con sus reflexiones desde el trabajo social, y sobre políticas públicas y hombres, autores como Jeff Hearn (2006); en el contexto latinoamericano, encontramos referencias sobre políticas públicas, hombres y masculinidades (Alatorre 2006; Aguayo y Sadler 2011; Barker y Greene 2011; Garda 2011; Menjívar 2012; Tena 2014; Figueroa 2014; Aguayo et al. 2016; Ramírez y Gutiérrez de la Torre 2017) con una variedad de estudios de caso. En líneas generales, la literatura señala que las políticas no han entendido a los hombres como género, considerando que todos los hombres son iguales y poseen la misma cantidad de poder y asumiendo, de alguna manera, que los hombres no pueden cambiar.
Desde el análisis de las políticas de igualdad, nos situamos en la clasificación que ofreció Astelarra (2009), que distingue tres fases: actualización de toda la normativa al principio de igualdad y no discriminación; acciones positivas destinadas a contrarrestar las desventajas históricas sufridas y el mainstreaming de género, en la que se establece la necesidad de que la perspectiva de género sea transversal a todas las políticas y sectores. La incorporación del concepto de mainstreaming supone un cambio en las políticas de igualdad y ya no se trata tanto de diseñar medidas específicas para mujeres sino de introducir una mirada de género en todas las políticas.
Resultados
En el Anexo 1 hay detalle de las medidas localizadas en cada plan. Resumimos aquí los más significativos, según se desprendan de los planes estatales o autonómicos y de acuerdo a las dos preguntas de investigación relacionadas con los diagnósticos y las medidas.
Planes estatales
El primero (1988- 1990) y el segundo (1993-1995) están diseñados como estrategia para mejorar la situación social de las mujeres. En el III plan se señala que la promoción de la igualdad no requiere únicamente la adopción de medidas positivas dirigidas a las mujeres, también requiere medidas destinadas a adaptar la organización de la sociedad hacia una distribución más justa de roles. No es hasta el IV plan (2003-2006) que los hombres son mencionados explícitamente. En el diagnóstico se señala que “sin la implicación de los hombres no habrá reparto equitativo”, afirmando que la implicación de los hombres en lo doméstico es una asignatura pendiente. En el V plan (2008-2011) se marca como objetivo “fomentar el uso del permiso de paternidad y vigilar posibles discriminaciones que puedan sufrir los padres”. En el diagnóstico del área de salud, se dice que “los hombres tienen mayores riesgos debido a la masculinidad”.
En el IV plan aparece como medida “estudiar la posibilidad de ampliar el permiso de paternidad y estudiar las causas por la que los hombres no hacen uso de sus derechos en la materia” y el desarrollo de campañas que promuevan la implicación de los hombres en las tareas (aunque dice dirigidas a “la población en general”). También, señala la sensibilización y cambio de actitudes, especialmente entre los hombres, y favorecer la implicación de los padres en la salud infantil. En el eje de violencia se busca la extensión de programas específicos de reeducación y tratamiento psicológico dirigido a las personas4 condenadas por violencia de género. En el V plan (2008-2011) aparecen nuevos indicadores como “la tasa de actividad doméstica masculina”. En el último plan aprobado (2014-2016) hay una medida para promover la implicación de los hombres en las tareas del cuidado y el desarrollo del vínculo afectivo y de apego, así como actuaciones de sensibilización y difusión de la parentalidad positiva.
Planes autonómicos
En cuanto a los objetivos, 6 planes se marcan el trabajo con hombres como estrategia para el logro de la igualdad (Aragón, Castilla y León, Castilla y La Mancha, Extremadura, Galicia y La Rioja). Los planes de algunas Comunidades Autónomas van incluso más allá al incluir en las presentaciones referencias explícitas a los hombres. El plan de la Rioja señala que “es objetivo el cambio de valores especialmente en los hombres (…)”. En la presentación del plan de Castilla y La Mancha se menciona como una de las novedades del plan las “nuevas masculinidades” y se habla de “modelo masculino hegemónico”. En el plan de Asturias, en la introducción, se señala que “la igualdad con respecto al género no es propiamente un problema de las mujeres, concierne también a los hombres”.
A pesar de que no todos los planes tienen a los hombres en sus objetivos explícitos, la mayoría incluyen medidas dirigidas, específicamente, a éstos. Las áreas donde aparecen medidas para hombres son los de violencia y conciliación/corresponsabilidad. La medida prioritaria gira en torno al permiso de paternidad. En ocasiones, el trabajo con hombres se plantea sólo con algunos colectivos, como el caso de “hombres reclusos” (plan de Murcia). Los planes de La Rioja y Extremadura mencionan a los grupos de hombres. El primero marca como medida “fortalecer la participación ciudadana de asociaciones de mujeres, de movimientos feministas y de grupos de hombres por la Igualdad”. El segundo se marca como objetivo “impulsar la creación de asociaciones o grupos de reflexión de hombres en relación con las masculinidades”. El plan de Castilla y León propone la participación de las asociaciones de hombres por la igualdad y propiciar encuentros entre las asociaciones de mujeres y las asociaciones de hombres pro-igualdad. El plan del País Vasco se destaca en la incorporación de medidas así como en el diseño de indicadores, siendo además el único que menciona un programa específico, Gizonduz.
Discusión
Los hombres siempre han sido objetivo de las políticas públicas. Lo novedoso, en nuestro objeto de estudio, radica en analizar si se actúa con ellos en cuanto hombre, como seres que participan en las relaciones de género (Flood 2015).
Para nuestro análisis son especialmente interesantes los trabajos de Ramírez y De la Torre (2017) en México sobre la construcción de una agenda de políticas públicas de género de los hombres donde se identifican los temas-problemas, las instancias que podrían ofrecer soluciones, actores involucrados, alianzas necesarias, así como las propuestas de políticas públicas. El esquema seguido podría servir de base para recorrer un camino parecido en España, dado que lo que muestra nuestro análisis de los planes es que no hay una estrategia común y que cada comunidad autónoma ha ido incorporando el asunto de los hombres de manera diferente. En lo único en lo que todos los planes coinciden es en enmarcar las medidas dirigidas a los hombres (cuando lo hacen) en los ejes de violencia y conciliación/corresponsabilidad, a pesar de que los estudios y documentos internacionales plantean ir bastante más allá, como veremos.
Barker y Greene (2011) plantearon cuatro principios para la inclusión de los hombres en las políticas públicas: la necesidad de asegurar derechos, que las políticas estén basadas en evidencia, que partan de una necesaria mirada relacional de género y que se articule la igualdad de género con la pobreza y la exclusión social. Con excepción de la medida estrella del permiso de paternidad, ninguno de los principios se estaría cumpliendo en los planes autonómicos y estatales analizados.
Por su parte, Connell (2003) realizó recomendaciones a los poderes públicos que podrían orientar el diseño de políticas de igualdad y que, de momento, no se ven plasmado mayoritariamente en los planes analizados:
nombrar a los hombres y a los niños como agentes de cambio
reconocer la capacidad de hombres y niños para cambiar las relaciones en las que están envueltos y su responsabilidad
conocer las diferencias y diversidades entre los propios hombres y sus intereses
Además de las consideraciones de los expertos, hay que subrayar que desde el movimiento feminista hay recelo a que se inviertan fondos públicos y que los escasos recursos disponibles que hay para las mujeres se dediquen también para trabajar con los hombres. Garda (2011) alertó, además, de que algunos enfoques podrían ser erróneos a la hora de incluir a los hombres. En ocasiones, parece que se pretende compartir responsabilidades en las problemáticas de género entre mujeres y hombres. También alerta acerca de que las políticas para las mujeres desaparecen como tales. Le preocupa la ausencia de un sujeto político que demande éstas políticas, y sí estas políticas deben incluir en sus costos la generación de consciencia para quien va dirigida. Este último punto nos alertaría de las medidas de los planes analizados que incluyen campañas de sensibilización hacia los hombres.
Sobre los diagnósticos
Las políticas públicas se diseñan a partir de diagnósticos de la realidad social. Si el significado de ser hombre - construido culturalmente - está asociado mayoritariamente a roles y expectativas que, a la larga, desembocan en actitudes y practicas violentas y machistas (Lorente 2009), ¿no deberían las políticas de igualdad dirigirse a revertir dicha construcción?; ¿son suficientes las medidas de “empoderamiento” femenino o de promoción de las mujeres? De los planes analizados son pocos los que en los diagnósticos hacen alguna reflexión sobre qué les pasa a los hombres más allá de presentar una batería de estadísticas que comparan la situación de mujeres y hombres en diferentes esferas.
Nos preguntamos por qué el tema no ha entrado en la agenda pública española sobre igualdad. Un hecho determinado (la relación entre masculinidad y violencia, por ejemplo) se convierte en parte de la agenda pública si se dan tres condiciones: si se convierte en tema, en un problema público y si se dota de carga política (PNUD 2008). Por tanto, problematizar la masculinidad y a los hombres es el primer paso necesario para que se puedan diseñar políticas públicas al respecto. Cabe preguntarse por qué unos problemas llegan a formar parte del programa de acción de los poderes públicos y otros no. En la literatura sobre políticas públicas se señala que los temas entran en agenda, fundamentalmente, por dos vías: interna (partidos políticos, organismos estatales, etc.) y externa (sociedad civil) (Subirats 1989).
En relación al papel de los partidos políticos en España, las mujeres feministas han impulsado fuertemente el desarrollo de políticas de igualdad y de un feminismo institucional en las últimas décadas. Sin embargo, sobre la posibilidad de dirigir políticas de manera específica a los hombres no hay una posición clara. Al respecto, el contrapunto viene desde la extrema derecha, que podría estar canalizando lo que se ha dado en llamar “crisis de la masculinidad” (Kaufman 1993). Vox, en sintonía con las proclamas de los movimientos por los derechos de los hombres, se ha alineado con corrientes anti-gender (Kuhar y Paternotte 2017) presentando a los hombres como víctimas de las políticas de igualdad.
En cuanto al papel del movimiento feminista, no existe en España una corriente de opinión que esté abogando mayoritariamente por la inclusión de los hombres en las políticas de igualdad. De todas formas, se observan algunos cambios: los debates sobre prostitución comienzan a centrarse cada vez más en los “puteros” que en las mujeres prostitutas (Ranea 2019). Ana de Miguel (2016) dedica las últimas páginas de su Neoliberalismo Sexual a los hombres. El problema del consumo masivo de pornografía y los problemas asociados con el mismo no puede entenderse sin una reflexión sobre la construcción de la sexualidad masculina y su relación con el poder (Cobo 2020).
Otra de las cuestiones que se observa en los planes analizados es que género se usa como sinónimo de mujer, a pesar de que la perspectiva de género “permite analizar las posibilidades vitales de unas y otros, el sentido de sus vidas, sus expectativas y oportunidades y las complejas y diversas relaciones que se dan entre los sexos” (Lagarde 1996).
Medidas y áreas de intervención
Hay autoras que ya han señalado que ha faltado una actuación explícita a favor de la igualdad por parte de otras políticas públicas que aunque no podamos catalogar como de igualdad sí que afecta a las posibilidades reales de una igualdad efectiva (Lombardo y León 2014). Si bien la mayoría de los planes analizados citan el mainstreaming como estrategia, no se observa una mirada de género - que además sea sobre mujeres y hombres - en la batería de medidas que despliegan. Esto no sucede sólo en el caso español; aún cuando la definición de mainstreaming de género incluye a los hombres, en la mayoría de países los hombres no han sido un objetivo como estrategia para la igualdad de género (Scambor y Scambor 2009).
Para la inclusión de los hombres en las políticas de igualdad, el documento “Men and Gender Equality Policy in Finland” (apudAbril 2010) señala dos estrategias: acciones que apoyan el rol de los hombres a la hora de mejorar la situación de las mujeres (ej: corresponsabilidad en los cuidados), y acciones que reduzcan los problemas que afectan específicamente a los hombres (ej: accidentes de tráfico). Las medidas que incluyen los planes analizados estarían situadas en el primer tipo de acciones, con excepción de las problemáticas relacionadas con la salud5 masculina.
De cara a ver si las medidas que se plasman en los planes en España recogen las que se recomienda en la literatura internacional, nos remitimos a la revisión que llevan a cabo ICRW y Promundo (2010) sobre diferentes políticas dirigidas a hombres. Sugieren que las políticas que pretendan incluir a los hombres deben: incorporar el área de educación y especialmente en la infancia; políticas de seguridad pública, que engloban a las fuerzas armadas, policía y prisiones; políticas dirigidas a grupos específicos de hombres con mayor vulnerabilidad; programas sobre salud masculina que incluya sexualidad y salud reproductiva; violencia de género; políticas contra la pobreza; y programas sobre paternidades positivas y cuidados.
La mayoría de estas propuestas no están recogidas en los planes analizados. Con respecto a las medidas de prevención de violencia de género (eje en el que todos los planes coinciden en incluir a los hombres), y según el documento promovido por la ONU (Aguayo et al. 2016), éstas deberían: realizar más investigaciones sobre los hombres; incorporar la prevención con hombres en las leyes y planes; elaborar campañas dirigidas a ellos; evaluar los programas dirigidos a los maltratadores; implementar programas e intervenciones con los hombres; aumentar el número de hombres como agentes de cambio y líderes contra la violencia, incorporando orientaciones basadas en evidencias. En los planes analizados lo que más se echa en falta es la promoción de investigaciones, los programas de intervención con hombres y la evaluación de los impactos en la vida de las mujeres de lo que se hace con los hombres.
En cuanto al trabajo con grupos específicos de hombres, se ha encontrado que esto puede provocar que se problematice sólo el comportamiento de algunos hombres (reclusos, por ejemplo) como si con el resto de los hombres no fuera necesario hacer nada. Y es que, si nos fijamos en las medidas de los planes analizados, los hombres son vistos como padres o como maltratadores, de facto o en potencia. El resto de hombres parecen no existir en cuanto a destinatarios de posibles medidas.
De todas formas y tal y como señaló Connell (2003), es necesario que las medidas dirigidas a los hombres hablen en concreto y positivamente acerca de ellos, sus intereses, realidades, esperanzas y problemas. Si desarrollamos medidas para los hombres, éstas deberían ser compatibles con alguno de su “intereses”. Nos preguntamos si las medidas que enumeran los planes analizados se corresponden con los “intereses” de los hombres, pregunta que nos remite directamente a otra: ¿Sabemos cuáles son los intereses de los hombres? Y esta cuestión nos lleva a otro debate: ¿Pueden los hombres tener intereses no patriarcales? (Pease 2015), cuestión que sería necesario abordar para un futuro diseño de políticas dirigidas a hombres desde un enfoque de género.
Es significativo que en alguno de los diagnósticos que incluyen los planes analizados se mencionen los problemas específicos de salud de los hombres, pero no se diseña ninguna medida para intervenir sobre esta situación. Cuando el plan de Canarias señala que “los hombres, debido a sus roles de género, no reconocen su malestar físico, no sienten la necesidad de cuidarse, no hablan de sus problemas de salud ni siquiera con otros hombres y suelen acudir tarde a los servicios sanitarios”, no se propone ninguna medida para atajarlo. He aquí uno de los ámbitos donde podemos ver cómo confluye lo que anteriormente señalábamos acerca de la relación entre los costes y los beneficios de la masculinidad. Por un lado, en los textos se reconoce que determinada forma de ser hombre es perjudicial para la salud de esto, pero esto no se pone en relación con lo que le pasa a las mujeres. En definitiva, no se vinculan los “costes de la masculinidad” con los “privilegios” que siguen ostentando los hombres como grupo social.
En líneas generales, las investigaciones señalan que hay que enfocar más las medidas en las estructuras que sostienen el patriarcado y menos en el cambio individual (Greig y Flood 2020) dado que existe un riesgo político de un proyecto individualizado de reforma de la masculinidad que ayudará a modernizar el patriarcado en lugar de abolirlo (Connell 2003).
Las propuestas de trabajo con hombres en España estarían llegando, sobre todo, desde los ámbitos de la intervención social que comienzan a ver indispensable trabajar con los hombres (Alonso, Aranguren y Bacete 2019). La escasa y incipiente reflexión académica no ha impedido el desarrollo de algunos programas o servicios específicos dirigidos a hombres para la transformación de las masculinidades desde administraciones públicas. Ejemplos destacados son el pionero programa de salud del Ayuntamiento de Jerez6, el programa Gizonduz7 de Emakunde, el teléfono de atención a hombres del Ministerio de Igualdad en 20098 y el Servicio de Atención a hombres del Ayuntamiento de Barcelona9.
La experiencia y evaluación de todos estos programas debería guiarnos, y que no suceda lo que indica Aguayo (2011): “hay un abismo entre las políticas esbozadas en las leyes, planes (…) y lo que sucede a nivel de la implementación de servicios públicos o financiados con recursos públicos”. Es necesario dotar de conocimiento técnico y estratégico o sucederá que las acciones dirigidas a los hombres no tendrán un enfoque feminista. Idoia Eizmendi señala que hay que tener cuidado con algunas propuestas que, “en vez de acercar a los hombres a asumir responsabilidades, les llevaba a un camino victimista” (Azpiazu 2017).
Conclusiones
Podemos afirmar que los planes, tímidamente, comienzan a contemplar a los hombres como objetivo de medidas. Empieza a considerarse que, sin un cambio en los hombres, no será posible alcanzar la igualdad de género. Hasta la fecha, las medidas que se han planteado en los planes se localizan en las áreas de prevención de la violencia y de fomento de la corresponsabilidad. Sin embargo, y de acuerdo con la literatura internacional, esto resulta insuficiente. Según los principios del mainstreaming de género, las medidas dirigidas tanto a mujeres como a hombres deberían considerar otros muchos ámbitos de la vida.
En los planes analizados se observa la ausencia de un discurso que ponga en relación los costes de la masculinidad para los hombres, con sus privilegios como grupo social. No hay nomenclatura común ni líneas estratégicas marco que puedan guiar las políticas públicas que aborden el cambio social que una sociedad compleja como la del siglo XXI requiere.
A pesar de todo, algo se mueve y los hombres comienzan a entrar en la agenda de las políticas de igualdad: La Rioja10 ha iniciado diagnósticos que darán pie a programas dirigidos a los hombres. El Instituto Canario de la Mujer organizaba en 2019 el II Encuentro de Masculinidades Igualitarias11 y anunciaba la elaboración de un programa específico para el fomento de masculinidades igualitarias. La ley andaluza contra la violencia de género introdujo en 2018 una modificación para incluir actividades con hombres12. La Universidad Miguel Hernández de Elche ha puesto en marcha el primer curso de Especialista Universitario sobre Masculinidades13 y la Universidad Complutense de Madrid y la Universidad del País Vasco pronto seguirán sus pasos con un Experto sobre Masculinidades y Acción Social. La Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género dedicó uno de sus seminarios14, con motivos del 25N, a las masculinidades. La nueva Estrategia Nacional contra las Violencias Machistas recoge una línea sobre masculinidades (Reguero 2020). En noviembre de 2020 se presentaba en Sevilla el Servicio para Atención a Hombres impulsado por la Fundación Iniciativa Social y apoyado por el Ayuntamiento de dicha ciudad.
Es deseable que todas estas iniciativas se traduzcan en programas concretos que respondan a diagnósticos y que incluyan medidas para un cambio en los hombres, desde un enfoque feminista, sin olvidar que, fuera de España, existe ya una importante producción académica y experiencia práctica que puede ayudar en el proceso de incorporación de los hombres en las políticas de igualdad.
De cara al futuro, es necesario el diseño de nuevos indicadores que puedan dar cuenta del cambio en los hombres, el papel que pueden jugar las asociaciones de hombres por la igualdad y la sociedad civil en el diseño de una nueva generación de políticas de igualdad. El análisis de los planes contra la violencia de género, de las leyes de igualdad autonómicas, los planes de igualdad en las empresas y la evaluación del impacto en las mujeres de las medidas dirigidas a los hombres son campos de análisis que se abren. Una de las grandes cuestiones a explorar es cómo pueden las políticas públicas atajar la doble realidad de los hombres (costes y beneficios de la masculinidad), preguntándonos si las vulnerabilidades específicas de los hombres deberían ser objeto de las políticas de igualdad.