1. INTRODUCCIÓN
Conceptualizar y delimitar qué es una familia es una tarea cada vez más compleja, especialmente si se tiene en cuenta la diversidad de formas y funciones familiares que evolucionan de un periodo histórico a otro, de una cultura a otra e, incluso, de un grupo o colectivo específico dentro de esta. Con ello, la literatura científica plantea el interrogante de si sería más adecuado emplear directamente el término “familias”, en plural, en tanto que estimula la propia aceptación de la diversidad (Estévez & Musitu, 2016).
Al igual que su concepto se ha visto ampliado, las funciones que actualmente desempeñan las familias incluyen aspectos que van mucho más allá de garantizar o satisfacer cuestiones básicas como la alimentación, el cuidado o la educación de los hijos (Claros et al., 2019; Suárez & Vélez, 2018), destacando la necesidad de mostrarles explícitamente cariño y asegurarles su bienestar afectivo y psicológico. Para ello, las familias, en tanto que instituciones sociales, deben contar con un amplio abanico de competencias y habilidades necesarias para saber orientar y contribuir a un buen equilibrio emocional en sus hijos (Alarcón, 2017; Bisquerra Alzina et al., 2015), siendo precisamente estas funciones las que generan mayor inseguridad a las familias (Rodrigo et al., 2015).
Concretamente, entre las diversas etapas evolutivas que atraviesan las familias, el estudio de las relaciones familiares cuando los hijos son adolescentes es uno de los tópicos que suscitan mayor interés entre investigadores y profesionales (Álvarez & Martínez, 2016). No obstante, para su abordaje es necesario alejarse de la visión negativa que suele ser inherente a la relación parento-filial (Sánchez-García et al., 2018) puesto que, exceptuando la primera etapa en la que sí suelen emerger mayores dificultades y conflictos, las relaciones tienden a ser satisfactorias y positivas (Jiménez-Iglesias et al., 2014; Reina & Oliva, 2015).
Puesto que el contexto familiar es un ámbito esencial para el desarrollo y bienestar de las personas (Carmignolli et al., 2020), resulta de interés conocer, en una etapa de constante cambio como es la adolescencia, cómo perciben los adolescentes su entorno y clima familiar (Viegas et al., 2018). En este sentido, el análisis y reflexión constante que se evidencia en investigaciones efectuadas sobre el ámbito familiar se articula, preferentemente, en torno a un conjunto de información sociodemográfica que, al margen del sexo del progenitor o adulto de referencia en el hogar, toma en consideración el nivel de estudios de estos, la tipología familiar y dinámicas convivenciales, los niveles de ingresos de estos núcleos o los municipios y espacios de residencia (Urbano Contreras & Álvarez, 2019). Esta relación de aspectos se complementa con otros indicadores como el impacto de la paternidad en la satisfacción de pareja o las propias consecuencias del conflicto interparental en los hijos (Brock & Kochanska, 2016; Coe et al., 2017; Urbano Contreras, Martínez-González, et al., 2018).
A este respecto, los resultados obtenidos por García-Moya et al. (2012) sobre el efecto de mediación de la satisfacción familiar en la calidad comunicativa entre progenitores e hijos, concluyen que la relación de pareja influye de manera directa en el desarrollo socioemocional de su descendencia, especialmente en materia de autorregulación emocional y estrategias de afrontamiento. Asimismo, autores como Reina et al. (2010) advierten de las correlaciones que se dan entre estilo parental (concretamente el nivel de afecto-comunicación y el sentido del humor de los padres) y variables como las analizadas en este estudio relativas a la propia satisfacción vital.
Muñoz Campos et al. (2018) entienden la satisfacción vital como la evaluación global que las personas realizan sobre su calidad de vida, con lo que se está aludiendo a esta como el grado de bienestar subjetivo percibido (Díaz et al., 2018; Rodríguez-Fernández et al., 2016). La satisfacción vital también ha sido definida como la diferencia entre el estado actual en el que se encuentra una persona y el estado ideal que aspira alcanzar en función de los objetivos vitales que se persiguen (Oliva et al., 2011). Vinculado a estas definiciones, aparecen ligadas algunas variables como la autoestima y algunos rasgos de personalidad puesto que la satisfacción con la propia vida es el resultado del entorno en sus distintos niveles (micro y macrosocial) y la percepción que tiene el individuo de sí mismo (Diener et al., 1999).
Al conectar la satisfacción vital con el contexto familiar, otras investigaciones como las llevadas a cabo por Estévez et al. (2008) aluden a que un clima familiar positivo se relaciona, directa e indirectamente, con la satisfacción vital de los hijos adolescentes, principalmente por la influencia que supone tal contexto en la construcción de la autoestima y la sintomatología depresiva en esta etapa de la vida.
Las investigaciones que aúnan satisfacción vital y adolescencia han encontrado que la primera se vincula con la competencia emocional en esta etapa evolutiva, relacionándose igualmente y de modo positivo con la autoestima, la autoeficacia y el apoyo social percibido (Chavarría & Barra, 2014; Videra-García & Reigal-Garrido, 2013). También se ha corroborado que bajos niveles de satisfacción vital conllevan mayores comportamientos desajustados y violentos en adolescentes (ideas suicidas, consumo de drogas, abandono escolar, etc.) (Crespo et al., 2017; Reina & Oliva, 2015).
Conforme a los hallazgos de Casadiego et al. (2018), la relevancia del estudio de la satisfacción vital se hace patente también en edades posteriores a la adolescencia, concluyendo estos autores que el primer factor que predice dicha satisfacción en una muestra de universitarios es el autoconcepto, seguido de la inteligencia emocional.
Esta última cuestión también ha sido corroborada por Saavedra et al. (2017) al encontrar que la satisfacción vital es mayor cuanto mayor es la inteligencia emocional de la persona. Por su parte, Zuffiano et al. (2018) al medir la satisfacción vital, conducta prosocial, autoestima y apariencia física durante 5 días consecutivos en una muestra de estudiantes universitario, encontraron que indicadores específicos como la propia autoestima y la apariencia física, junto a la vivencia de experiencias positivas a diario, se presentan como claros predictores de la satisfacción vital en este colectivo.
Así pues, e independientemente del enfoque intrínseco o extrínseco que se adopte, las investigaciones consultadas sobre bienestar percibido, parecen conceder más relevancia a las habilidades del sujeto para gestionar los recursos (en términos competenciales) con que se enfrenta a los retos de su vida cotidiana, remitiéndose en consecuencia al término clave enunciado por Antonovsky (1993) “Sense of Coherence” (SOC), conforme al cual la calidad, el éxito y el grado de dominio y manejo de estos recursos personales relega a un segundo plano la pluralidad y cantidad de estos (como se citó en Eriksson, 2017).
En consonancia con este ajuste personal, sobresale el estudio desarrollado por Estévez & Jiménez (2015) sobre el grado en que la conducta agresiva de un sujeto hacia sus iguales es capaz de predecir un mayor desajuste personal y escolar de los primeros. A este respecto, los resultados confirman esta hipótesis en la esfera personal, sucediendo que el citado comportamiento agresivo predice de manera significativa la obtención de, por un lado, altas puntuaciones en síntomas de depresión y soledad y estrés percibido y soledad. Por otro lado, las puntuaciones decrecen en relación con la autoestima, empatía y satisfacción vital de estos adolescentes. Asimismo, y en referencia al desajuste escolar, el rendimiento académico del alumnado y, en consecuencia, factores explicativos del mismo como el absentismo escolar, comportamiento del estudiante, posible repetición de curso (Choi et al., 2018; García-Pérez et al., 2014), motivación y compromiso con el aprendizaje, etc., se presentan también como cuestiones claves en investigaciones que versen sobre la adolescencia y, como es el caso de este trabajo, que persigan indagar sobre la satisfacción vital y familiar (Urbano Contreras et al., 2020).
Continuando con la revisión de asociaciones entre los constructos “bienestar psicológico” y “satisfacción vital”, Barcelata Eguiarte y Rivas Miranda (2016) realizaron una investigación con estudiantes de edades comprendidas entre los 13 y 18 años. Tras implementar una selección de instrumentos (Cédula Sociodemográfica del Adolescente y su respectiva familia; Escala del Bienestar Psicológico para Adolescentes; Escala de Evaluación Afectivo-Cognitiva de la Vida), los resultados informan sobre la obtención de valores superiores a la media y relaciones significativas en bienestar psicológico y satisfacción vital. Estos autores, resaltan un interesante hallazgo conforme el cual la autoaceptación y el autocontrol predicen la satisfacción en adolescentes tempranos y medios, añadiéndose también a los primeros la vivencia de relaciones positivas y el hecho de disponer de un propósito de vida, y la definición de planes de futuro a los segundos.
En definitiva, el rol socializador y educativo de la familia, lejos de decaer en las etapas preadolescente y adolescente, simplemente experimenta un desplazamiento físico y temporal en favor del grupo de iguales, de modo que urge reflexionar sobre el citado bienestar subjetivo junto a las particularidades (factores de riesgo y protección) de la convivencia y cohesión familiar (Urbano Contreras, Álvarez, et al., 2018). Conforme a lo expuesto, el presente trabajo se desarrolla en torno a la percepción de la satisfacción familiar y vital de adolescentes que cursan Educación Secundaria Obligatoria. Este estudio puede resultar de interés por cuanto concede expresa y directamente la voz a los propios sujetos en su triple rol protagonista: adolescentes, estudiantes e hijos. En la literatura científica revisada suele ser frecuente encontrar trabajos que recaban las opiniones y preocupaciones de las propias familias y de los respectivos progenitores, solicitándose incluso a estos en ocasiones que informen indirectamente sobre la percepción de sus hijos con respecto a las mismas cuestiones que a ellos se les formulan. Con ello, se plantea como hipótesis inicial que los adolescentes mostrarán mayores niveles de satisfacción con su vida familiar que con su vida personal (satisfacción vital), siendo los principales factores explicativos la edad (a mayor edad, menores índices de satisfacción) y la diversidad familiar (puntuaciones mayores entre quienes pertenecen a familias biparentales comparativamente con otras modalidades de convivencia).
2. MÉTODO
2.1. PARTICIPANTES
La muestra está compuesta por 592 estudiantes de Educación Secundaria Obligatoria (ESO) del Principado de Asturias (España). Todos los institutos participantes son centros públicos y se encuentran situados en un entorno urbano (Oviedo; en el curso 18/19 había 4055 alumnos matriculados en este municipio). De estos, el 51% son chicos y el 49% chicas, con una edad media de 14.06 años (DT = 1.46; moda y mediana de 14 años). Por cursos, el 29.4% estudia 1º de ESO, el 20.3% 2º, el 28.7% 3º y el 21.6% 4º. Más concretamente, el 72.4% no ha repetido curso y, en cuanto a las propias expectativas académicas del alumnado, el 53.8% piensa que cursará estudios universitarios.
Respecto al contexto familiar, el 61.8% pertenece a una estructura familiar biparental clásica, el 20.1% a una monoparental, el 11.2% a una familia reconstituida y el 6.9% a otras estructuras familiares. En cuanto al nivel de estudios del padre, el 31.7% ha cursado Educación Secundaria, otro 31.7% estudios universitarios, el 28.6% bachillerato o Formación Profesional (FP) y el 7.9% no tiene estudios reglados. Atendiendo a los estudios de las madres, el 35.7% cursó estudios universitarios, el 31.1% bachillerato o FP, el 23.9% Educación Secundaria y el 9.2% no tiene estudios. De su situación económica, se sabe que un 53.2% de familias ingresa al mes más de 1500 euros y un 46.9% menos de 1500.
2.2. INSTRUMENTO
Para la recogida de información se han utilizado dos instrumentos ya validados y con un amplio recorrido en la investigación psicológica, educativa y social. El primero de ellos, destinado a evaluar la satisfacción familiar, es la Family Satisfactión Scale y fue adaptado al contexto español por Sanz et al. (2003). Consta de 10 ítems que pretenden evaluar el grado de satisfacción experimentado con elementos vinculados a la cohesión y adaptabilidad familiar, y presenta buenos índices de fiabilidad (Alfa de entre .91 y .95 en diferentes estudios). El segundo, la Escala para la Evaluación de la Satisfacción Vital, elaborada originalmente por Huebner, consta de 7 ítems que buscan evaluar la satisfacción vital de los adolescentes y ha sido utilizada en diversas investigaciones nacionales e internacionales obteniendo valores de fiabilidad próximos a .85 (Oliva et al., 2011). En ambos instrumentos la escala de respuesta a dichos ítems va de 1) Nada a 4) Mucho.
2.3. PROCEDIMIENTO
Se optó por un muestreo intencional debido a la accesibilidad de la muestra, contando con aquellos centros educativos que se mostraron disponibles a participar y en los que sus equipos directivos aprobaron tal colaboración. Los cuestionarios se administraron de forma voluntaria entre el alumnado y bajo consentimiento expreso de las familias en horas de tutoría, contando en todo momento con la presencia de un investigador para que fuese posible resolver cualquier tipo de duda. El tiempo empleado para la cumplimentación fue de entre 20 y 25 minutos y, una vez finalizada la recogida de información, los datos fueron trasladados y analizados mediante el programa informático SPSS 24.0.
2.4. ANÁLISIS DE DATOS
Los análisis efectuados se inician con un bloque de resultados descriptivos (porcentajes, medias y desviación típica) para cada una de las dimensiones planteadas (satisfacción familiar y satisfacción vital). A continuación, se presentan contrastes de medias según las diferentes variables de clasificación de la muestra, entre las que se han seleccionado el sexo (chico/chica), el curso académico (agrupado en 1º y 2º de ESO frente a 3º y 4º), haber repetido algún curso (sí/no), las expectativas académicas del alumnado (estudios universitarios/otros), el nivel de estudios de la madre (estudios universitarios, bachillerato y FP frente a sin estudios y Educación Secundaria), el nivel de estudios del padre (estudios universitarios, bachillerato y FP frente a sin estudios y Educación Secundaria), la estructura familiar (biparental clásica/otras estructuras familiares) y la situación económica (ingresos inferiores a 1500 euros al mes/más de 1500 euros mensuales). Las diferencias significativas se analizaron con el estadístico de contraste t de Student y el tamaño del efecto se indica con la d de Cohen, considerando que valores inferiores a .30 presentan un efecto pequeño, entre .30 y .50 mediano y superior a .50 grande, aunque se ha de considerar que un tamaño del efecto pequeño también puede conllevar una significación práctica (Kirk, 2016). Además, con el fin de estudiar la relación entre ambas dimensiones, se ha calculado la correlación de Pearson entre las variables de una y otra dimensión.
3. RESULTADOS
3.1. SATISFACCIÓN FAMILIAR
En primer lugar, atendiendo a la satisfacción familiar manifestada por el alumnado, si se consideran los resultados globales (Tabla 1), se observan que estos son bastante positivos puesto que todos los ítems tienen medias próximas o superiores a 3. En este sentido, y a pesar de encontrar valores de satisfacción muy altos en cuestiones como el grado de cercanía entre los miembros de la familia (3.1), la capacidad para compartir experiencias positivas (3.2) o la preocupación mostrada por cada familiar hacia el resto (3.2), se observa margen de mejora en aspectos como la flexibilidad o adaptabilidad (3.0), la capacidad para resolver conflictos (3.0) y, sobre todo, el modo de tratar los problemas (2.9) y lo justa que es la crítica en la familia (2.8).
Nada | Poco | Bastante | Mucho | M | DT | |
El grado de cercanía entre los miembros de mi familia (SF1) | 5.8% | 14.4% | 39.4% | 40.4% | 3.1 | .87 |
La capacidad de mi familia para afrontar las situaciones de tensión (SF2) | 5.1% | 18.4% | 45.9% | 30.6% | 3 | .83 |
La capacidad de mi familia para ser flexible o adaptable (SF3) | 5.1% | 16.1% | 49.7% | 29.1% | 3 | .81 |
La capacidad de mi familia para compartir experiencias positivas (SF4) | 4.1% | 15.1% | 38.7% | 42.1% | 3.2 | .84 |
La calidad de la comunicación entre los miembros de la familia (SF5) | 5.1% | 16.3% | 46.3% | 32.3% | 3.1 | .83 |
La capacidad de mi familia para resolver conflictos (SF6) | 5.9% | 18.6% | 46.2% | 29.3% | 3 | .85 |
La cantidad de tiempo que pasamos juntos como una familia (SF7) | 6.1% | 20.8% | 41.6% | 31.4% | 3 | .88 |
El modo en que los problemas son tratados (SF8) | 6.5% | 20.9% | 50.7% | 21.9% | 2.9 | .82 |
Lo justa que es la crítica en mi familia (SF9) | 9.2% | 24.8% | 47.2% | 18.8% | 2.8 | .86 |
La preocupación de cada uno de nosotros por los otros miembros de la familia (SF10) | 3.7% | 11.9% | 39.8% | 44.6% | 3.2 | .81 |
En cuanto al contraste de medias, cabe destacar que no se han encontrado diferencias significativas teniendo en cuenta el sexo. Para analizar el resto de variables sociodemográficas se presenta la Tabla 2 con el fin de facilitar su comprensión:
Curso | Repetir | Expectativas | Estudios del padre | Estudios de la madre | Diversidad familiar | Situación económica | |
SF1 | .021(.27) | .000(.58) | .022(-.28) | .033(-.28) | .002(.55) | .000(-.48) | |
SF2 | .025(.27) | .001(.44) | .003(-.40) | .007(.45) | .000(-.41) | ||
SF3 | .002(.35) | .000(.59) | .000(-.42) | .003(-.39) | .003(-.41) | .049(.47) | .000(-.30) |
SF4 | .001(.40) | .000(.48) | .000(-.40) | .007(-.35) | .000(-.50) | .004(.34) | .005(-.43) |
SF5 | .000(.44) | .000(.48) | .015(-.29) | .004(-.39) | .030(-.29) | .004(.34) | .007(-.44) |
SF6 | .001(.39) | .002(.41) | .039(-.27) | .003(-.30) | |||
SF7 | .003(.36) | .006(.36) | .027(-.25) | .006(-.37) | .015(-.16) | ||
SF8 | .001(.37) | .034(.26) | .024(-.30) | .043(-.28) | .048(.45) | .000(-.31) | |
SF9 | .004(.35) | .001(.46) | .002(-.38) | .001(-.47) | .002(-.45) | .000(-.26) | |
SF10 | .001(.40) | .013(.32) | .017(-.29) | .029(-.29) | .012(-.33) | .003(.47) | .000(-.44) |
Nota. SF = Satisfacción familiar
Como puede observarse, el curso y ser o no repetidor son dos elementos clave en la valoración que se hace de la satisfacción familiar (diferencias en todos los ítems). De igual modo, las expectativas de estudio también se sitúan como una cuestión relevante, aunque en menor proporción (7 ítems con diferencias de 10). En todos los casos recogidos, el alumnado de 1º y 2º de ESO, el que no es repetidor y el que tiene expectativas de estudio más altas reportan niveles de satisfacción más elevados.
A estas variables sociodemográficas habría que sumar el nivel de estudios de ambos progenitores, la diversidad familiar y la situación económica, pues todas cuentan con al menos siete ítems (de diez) con diferencias significativas. Concretamente, llama la atención el peso de los estudios de las madres frente a los del padre (7 frente a 9), aunque ambos presentan tamaños del efecto medianos. De igual modo, la diversidad familiar también es un condicionante clave y, sobre todo, la situación económica, presentando diferencias significativas en todas las variables. En relación con las diferencias descritas en la Tabla 2, el alumnado que reporta medias más elevadas es el que cuenta con padres y madres con estudios superiores, pertenece a estructuras familiares biparentales clásicas y tiene mayores ingresos económicos.
3.2. SATISFACCIÓN VITAL
En cuanto a la satisfacción vital, los resultados generales (Tabla 3) también son positivos, destacando los relacionados con creer que la vida va bien (3.2) y llevar una buena vida (3.2). No obstante, es relevante considerar el porcentaje de alumnos, en torno a un 20%, que considera tener una vida no demasiado buena (13.7% bastante de acuerdo y 8.1% mucho), que desearía tener una vida distinta (8.8% bastante de acuerdo y 13% mucho) y que no tiene lo que quiere en la vida (6.7% no está nada de acuerdo y 25% poco de acuerdo con tener lo que quieren en la vida). En esta línea, destaca el alumnado que está bastante o muy de acuerdo con la idea de cambiar muchas cosas de su vida (37.4%).
Nada | Poco | Bastante | Mucho | M | DT | |
Mi vida va bien (SV1) | 5.3% | 14.1% | 38.2% | 42.4% | 3.2 | .86 |
Mi vida no es demasiado buena (SV2) | 49.6% | 28.5% | 13.7% | 8.1% | 1.8 | .96 |
Me gustaría cambiar muchas cosas de mi vida (SV3) | 26.2% | 36.4% | 17.8% | 19.6% | 2.3 | 1.06 |
Ojalá tuviera una vida distinta (SV4) | 56.5% | 21.8% | 8.8% | 13% | 1.8 | 1.06 |
Llevo una buena vida (SV5) | 4.2% | 13% | 40% | 42.8% | 3.2 | .83 |
Tengo lo que quiero en la vida (SV6) | 6.7% | 25% | 40.5% | 27.8% | 2.9 | .89 |
Mi vida es mejor que la de la mayoría de la gente de mi edad (SV7) | 17.4% | 37.4% | 30.9% | 14.3% | 2.4 | .94 |
Atendiendo a las diferencias por grupos, el contraste de medias permite comprobar que no se dan diferencias estadísticamente significativas en cuanto a satisfacción vital en función del sexo y las expectativas académicas. El resto de variables sociodemográficas se presentan en la Tabla 4 al presentar un elevado número de diferencias significativas:
Curso | Repetidor | Estudios padre | Estudios madre | Diversidad familiar | Situación Económica | |
SV1 | .002(.38) | .031(.29) | .001(.41) | .000(-.68) | ||
SV2 | .007(.38) | .024(-.28) | ||||
SV3 | .009(-.31) | .022(-.30) | .002(-.37) | .042(.31) | ||
SV4 | .035(.28) | .010(-.31) | ||||
SV5 | .000(.43) | .033(-.29) | .000(.47) | .005(-.43) | ||
SV6 | .000(.47) | .011(.33) | .031(-.29) | .024(-.32) | .005(.35) | .038(-.32) |
SV7 | .005(.36) | .012(-.40) |
Nota. SV = Satisfacción vital
Como se puede apreciar, en esta ocasión el componente diversidad familiar es el que presenta mayores diferencias (7 ítems de 7), seguido de la situación económica (5), lo que vincula directamente la satisfacción vital con la situación familiar. Con un menor número de diferencias, pero aún considerables, se encuentran el curso (4), la repetición de curso (3) y el nivel de estudios de la madre (4, mientras que el del padre únicamente presenta diferencias en una variable). Concretamente, el alumnado con mayores índices de satisfacción vital en todos los ítems señalados es aquel que estudia 1º o 2º de ESO, no ha repetido, sus padres cuentan con estudios superiores, forma parte de familias biparentales y tiene un nivel económico más alto.
Por último, si se busca analizar la relación entre la satisfacción familiar y vital, las correlaciones entre ambas (Tabla 5) muestran un claro vínculo entre una y otra, destacando una relación positiva entre las variables formuladas en afirmativo (sobre .40) e inversa cuando una de las dos se formula con una redacción negativa (sobre .30).
SV1 | SV2 | SV3 | SV4 | SV5 | SV6 | SV7 | |
SF1 | .45 | -.32 | -.41 | -.39 | .45 | .41 | .21 |
SF2 | .39 | -.29 | -.34 | -.36 | .38 | .40 | .21 |
SF3 | .36 | -.29 | -.28 | -.33 | .36 | .37 | .18 |
SF4 | .37 | -.27 | -.34 | -.35 | .41 | .39 | .19 |
SF5 | .46 | -.31 | -.38 | -.31 | .47 | .41 | .21 |
SF6 | .45 | -.33 | -.34 | -.35 | .42 | .45 | .22 |
SF7 | .42 | -.29 | -.31 | -.28 | .40 | .35 | .21 |
SF8 | .43 | -.29 | -.36 | -.35 | .42 | .40 | .19 |
SF9 | .49 | -.35 | -.38 | -.39 | .44 | .44 | .26 |
SF10 | .43 | -.37 | -.36 | -.42 | .42 | .34 | .20 |
Nota. Todas las correlaciones son significativas en el nivel 0.01
4. DISCUSIÓN Y CONCLUSIONES
En esta investigación se ha indagado sobre la satisfacción vital y familiar de un conjunto de adolescentes que cursan Educación Secundaria Obligatoria. En primer lugar, se encontró que los mayores niveles de satisfacción familiar se localizan entre el alumnado que no ha repetido curso y que posee unas elevadas expectativas académicas. Este resultado coincide con los hallazgos de Álvarez y Martínez (2016) en una investigación realizada sobre alumnado en riesgo de abandono escolar. En este estudio, la repetición de curso se asociaba, según los progenitores, con castigos y riñas sobre el comportamiento, las tareas escolares o las bajas calificaciones escolares. Parece lógico pensar que, si el rendimiento académico es positivo u óptimo, la carga negativa de las interacciones entre padres e hijos se reducirán notablemente, favoreciendo con ello que el hijo se sienta más satisfecho y cómodo en el hogar.
A su vez, y de manera complementaria, la existencia de una satisfacción y expectativas académicas positivas se asocia con el éxito escolar (Hernández et al., 2018), entendiéndose estas como factores desencadenantes y producto de una marcada motivación hacia el estudio, implicación y proactividad del alumnado en el proceso de enseñanza-aprendizaje, incrementando el compromiso formativo personal y el éxito escolar (Cazalla-Luna & Molero, 2018). A semejantes resultados llegaron Veiga et al. (2015) en una investigación sobre la relevancia de la motivación escolar y el autoconcepto en la comprensión del ajuste académico.
En esta misma línea, Valle et al. (2018) corroboran una asociación positiva entre el desarrollo de tareas escolares y el rendimiento, de manera que a mayor cantidad de deberes ejecutados, mayor dedicación temporal a la realización de estos y mejor aprovechamiento de dicho tiempo, mayor es el rendimiento escolar del estudiante. Como se observa, la concurrencia de factores como el clima escolar, el apoyo parental y docente percibido, cuestiones internalizantes del menor (cognitivos y emocionales) y la satisfacción escolar informan sobre el ajuste escolar, indicadores clave del éxito académico (Antonio-Agirre et al., 2015).
Asimismo, esta percepción subjetiva del bienestar en el entorno familiar se observa de manera más marcada en este estudio entre los estudiantes de cursos inferiores, circunstancia que podría guardar relación con el mayor tiempo que estos comparten aún con sus progenitores (convivencia dentro del hogar, realizando tareas domésticas o actividades de ocio conjunto). En los primeros cursos, el tiempo de estancia en el hogar suele ser superior al de los últimos, etapa en que las demandas de independencia, autonomía y mayores concesiones de libertad horaria contribuyen a que esos momentos de convivencia se compartan y sean extensivos preferentemente al grupo de iguales y las incipientes parejas, en detrimento de la propia familia (Ricoy & Fernández, 2016; Smith et al., 2016).
A estas premisas debe añadirse, atendiendo a los resultados, que las puntuaciones medias más elevadas coinciden con alumnos que pertenecen a familias biparentales en las que los progenitores poseen estudios superiores y sus niveles de ingresos son más elevados. A este respecto, la posibilidad de que el adolescente conviva con los dos progenitores en el hogar favorece, de no existir disfuncionalidades o problemáticas asociadas, un incremento en las opciones de contacto y tiempo compartido entre todos (Oliva et al., 2014). A idéntica conclusión llegan autores como Guijarro et al. (2021) y Jiménez-Iglesias y Moreno (2015) en sus trabajos sobre la calidad de las relaciones familiares y el ajuste psicosocial del adolescente, apuntando que la satisfacción vital es menor entre los adolescentes pertenecientes a modelos familiares no tradicionales, subrayando, no obstante, la particularidad de que en la interpretación de dichas puntuaciones influye la cantidad y signo de estas interacciones, indicador que logra minimizar los efectos negativos atribuidos a la convivencia en hogares no biparentales.
Con respecto al nivel de ingresos de la unidad familiar, una economía solvente en el hogar permite satisfacer en mayor medida las necesidades básicas de todos los miembros (alimentación, seguridad, vivienda, etc.), así como atender las demandas de material escolar y disponer en el domicilio de recursos de acceso a la información como ordenadores, conexión a internet o libros de lectura. Estos niveles de ingresos también dan respuesta a intereses ligados a actividades de ocio y tiempo libre dentro de la familia (viajes, teatro, museos, etc.). Estos hallazgos concuerdan con las correlaciones obtenidas por Luna et al. (2011) entre la satisfacción familiar y variables tales como la calidad de vida, los logros personales, el dinero, la educación, la salud, el trabajo y la economía, lo que revela lo importante que es la familia para el adolescente como fuente proveedora de bienes de naturaleza fundamentalmente económica.
Por otra parte, con la presente investigación se constata una satisfacción vital positiva, conceptualizada como el efecto y experiencia personal de las interacciones del individuo con su entorno sociofamiliar (Cantú et al., 2010), que se traduce a su vez en la creencia personal de que su vida es de calidad. Esta satisfacción vital se erige como una dimensión clave en el grado de ajuste psicosocial del sujeto, de modo que como señalan Palomera et al. (2012) al estudiar los efectos de la percepción emocional en adolescentes, a medida que la adolescencia avanza mayor es la importancia de esta habilidad perceptiva en el ajuste, resultando de especial interés en la etapa intermedia en que tienden a incrementarse los problemas comportamentales y de salud mental de los adolescentes.
De igual modo, en otro trabajo desarrollado por Carrascosa et al. (2016) sobre posibles indicadores de ajuste psicológico y social, con adolescentes de entre 12 y 19 años, los resultados confirman que quienes vivencian frecuentes experiencias de victimización también muestran un menor autoconcepto familiar, mayores problemas de comunicación con la figura materna, rasgos depresivos y menor satisfacción con su propia vida. En esta línea, Cava et al. (2014) al estudiar la influencia de la comunicación familiar en la satisfacción vital de los adolescentes concluyen que, independientemente del sexo, la existencia de una comunicación positiva entre los hijos y sus respectivos progenitores se asocia directamente con una mayor satisfacción vital general de estos.
No obstante, y al margen de los resultados generales positivos de la presente investigación, existe un grupo de estudiantes que se declaran insatisfechos (una quinta parte de la muestra total) con su vida, conclusión a la que también han llegado autores como Estévez et al. (2018) al constatar que el alumnado que percibe negativamente el clima familiar manifiesta peor ajuste escolar y mayores problemas en las relaciones sociales (como rechazo y aislamiento) y, como consecuencia, un elevado sentimiento de soledad y baja satisfacción con la vida. Como se aprecia, las variables de índole emocional gozan nuevamente de un protagonismo en la explicación de la satisfacción familiar (cohesión y adaptabilidad) y vital en la adolescencia (Alarcón, 2017; Urbano Contreras, Álvarez, et al., 2018).
Los resultados obtenidos también ponen de manifiesto que la satisfacción vital a la que se está aludiendo es, de idéntico modo a lo obtenido en la dimensión de satisfacción familiar, mayor entre el alumnado de cursos inferiores, que pertenece a familias biparentales y que no ha repetido curso. En este caso las diferencias estriban en cuanto al nivel de estudios de los progenitores, de modo que este sentimiento de satisfacción con la vida se asocia en mayor medida con el nivel de estudios materno. Una posible razón explicativa puede radicar en el mayor apoyo escolar, pues estudios como los de Álvarez y Martínez (2016) han encontrado que cuanto mayor es el nivel de estudios de las madres más ayuda ofrecen a sus hijos en el plano escolar y emocional.
Otro posible argumento referente a la mayor influencia por parte de las madres se refiere al mayor tiempo compartido y de estancia con esta figura de referencia, quedando patente la inexistencia de una igualdad real y efectiva ante la corresponsabilidad educativa por parte de ambos miembros de la pareja (García, 2013). Esta misma idea es compartida por trabajos más recientes en los que se alerta sobre la desigual dedicación al trabajo doméstico entre hombres y mujeres, así como también la segregación de tareas según su contenido (Moreno-Colom et al., 2018).
Por su parte, tal y como se señalaba anteriormente, el propio factor edad también arroja diferencias en este trabajo, corroborando los hallazgos de Ronen et al. (2016) en una investigación realizada con adolescentes entre 13 y 17 años sobre el bienestar subjetivo, advirtiéndose menores niveles de satisfacción vital entre los adolescentes de mayor edad comparativamente con los de edad inferior.
Para finalizar, es necesario comentar las contribuciones que se desprenden de este estudio y líneas futuras de investigación. En referencia a las aportaciones, sobresale el hecho de que esta investigación supone el análisis de una realidad educativa y social concreta de la que se deriva una comprensión bastante exhaustiva de dicho contexto con la finalidad de intervenir en ella para reducir carencias, incrementar potencialidades y prevenir futuras situaciones que repercutan negativamente en el alumnado, sus respectivas familias y el propio centro escolar. Por otro lado, en este trabajo se ha procurado integrar variables de diferentes sistemas y contextos de desarrollo de los que el sujeto forma parte: esfera familiar y personal, concediendo la voz al propio adolescente. Este propósito se ve reforzado por la selección y empleo de instrumentos de recogida de información ya validados y que han resultado fiables en el contexto español, lo que confiere a los datos una mayor solidez y fiabilidad en la extrapolación de los hallazgos.
Por otro lado, partiendo de las limitaciones de este estudio y en alusión a futuras líneas de trabajo e investigación derivadas de estas, se sugiere incorporar otras fuentes de recogida de información al margen de los autoinformes con el fin de minimizar el sesgo vinculado a la deseabilidad social de las respuestas. Una opción serían la entrevista y la observación, instrumentos que permitirían ampliar los datos obtenidos y otorgar mayor validez a los resultados.
Asimismo, parece procedente incrementar el tamaño de la muestra, contemplándose para ello un aumento en la diversidad de los propios sujetos y su entorno (ciudades, entornos urbanos y rurales, etc.), así como una pluralidad de niveles educativos (por ejemplo, estudiantes universitarios) con el fin de conocer la tendencia que siguen los resultados y, en consecuencia, valorar qué edades y perfiles requieren mayor atención y qué acciones son necesarias para cada segmento de edad.
Por último, a tenor de los resultados, cabe enunciar la necesidad socioeducativa de atender la esfera emocional (Delhom et al., 2020) y comunicativa del alumnado adolescente, al saberse que aspectos como el éxito escolar, el desarrollo de expectativas académicas futuras positivas, el desarrollo integral del individuo (psicológico, afectivo, físico y emocional) y la pertenencia a familias biparentales influyen en la satisfacción familiar y vital percibidas por este colectivo. Con ello, sería conveniente diseñar, implementar y evaluar programas que, desde los fundamentos teóricos y directrices dictadas por el Consejo de Europa (2006) en materia de Parentalidad Positiva, busquen atender estas demandas, incluyendo acciones que integren, acerquen y mejoren la situación de todos los agentes educativos.