Introducción
El momento sociohistórico actual, especialmente por lo que se refiere a las cuestiones de género - aunque no solo, ya que estas están atravesadas también por otras lógicas de poder y dominación -, resulta especialmente interesante para, desde la investigación sociológica y los estudios de género y de masculinidades, tratar de aproximarnos mediante lo cuantitativo a cómo se distribuyen los hombres en relación con determinados discursos circulantes (sobre todo en redes y mediáticamente) sobre igualdad, género, feminismos y masculinidad, ya que esta cuestión ha sido poco abordada en estos campos de estudio, al menos para el caso español.
Este artículo pretende ofrecer un análisis de los posicionamientos, opiniones y valores de los hombres que habitan en las grandes ciudades de la Comunidad Valenciana en España (lo que se denominará como “hombres urbanos valencianos”) respecto al feminismo, la igualdad y la masculinidad. La pretensión es intentar determinar, más allá del reflejo y especificidades que los discursos del odio toman en redes sociales digitales, hasta qué punto estas narrativas reactivas, reaccionarias y negacionistas de ciertas realidades que afectan a la sociedad, están permeando entre los varones y pueden suponer una base social suficiente que toma forma y se intensifica dentro de las particularidades de determinados escenarios online.
A partir de una investigación de corte cuantitativo mediante una encuesta por muestreo (Corbetta 2003; Cea d’Ancona 2012) realizada a finales de 2021 y en la que se abordaban una serie de preguntas sobre igualdad, feminismo y masculinidad, se hace uso para el análisis que aquí se presenta de la variable del posicionamiento ideológico para contrastar si existe o se pueden intuir relaciones más o menos fuertes entre lo político y los posicionamientos masculinos respecto a las cuestiones anteriormente apuntadas, más allá de que somos conscientes de los límites que puede suponer el uso de esta escala respecto a lo ideológico-político.
Mediante un análisis estadístico de algunas de las principales preguntas de este cuestionario, se trata de demostrar cómo los varones que se sitúan en el espectro derecho del tablero político tienen mayor probabilidad de colocarse en posiciones más cercanas a discursos propios de la reacción patriarcal.
Para la interpretación de estos datos y desde una perspectiva teórica, se ha trabajado con bibliografía que aborda como cuestión central esta reacción patriarcal así como sus manifestaciones discursivas, sus derivas online introduciendo también el paradigma de lo político-ideológico y el voto en su relación con el género.
Reacción patriarcal, manosphere y antifeminismo desde lo ideológico-político
Son diversos los autores y autoras que recientemente, de forma más o menos directa, están abordando la cuestión que aquí fundamentalmente denominaremos como “reacción patriarcal” tanto a escala global como en diferentes campos y concretamente desde lo político-ideológico (e.g. Spierings y Zaslove 2017; Kantola y Lombardo 2019; 2021; Dietze y Roth 2020; Bernárdez-Rodal, Rey y Franco 2022; Cabezas y Vega Solís 2022; Cabezas, Pichel-Vázquez y Enguix 2023; Linders, Dudink y Spierings 2023). Se apuesta en este artículo específicamente por este concepto en tanto que se considera que es la denominación que mejor puede englobar toda una serie de estrategias, movimientos y articulaciones internacionales que pretenden dar respuesta a los avances de las mujeres, de las personas LGTBI e incluso a la puesta en duda del modelo tradicional de masculinidad y familia.
En esta línea, podríamos hablar de Susan Faludi (2006) y su obra Backlash: The Undeclared War Against American Women, publicada a principios de los noventa, como uno de los textos pioneros en abordar esta reacción que, ya por aquellos años, se daba en Estados Unidos. Concretamente, y en el contexto occidental de lo que se entiende como el período conservador-(neo)liberal, determinados medios de comunicación, políticos e incluso la propia academia, trataron de poner en duda o revertir los logros alcanzados por las mujeres en décadas anteriores. La apuesta por la familia tradicional y una lectura funcionalista (como ya ocurriera en este mismo país anteriormente como denunció Betty Friedan [2009]) pretenden ya en ese contexto finisecular, desestabilizar, en tanto que concebido como peligroso para el status quo patriarcal-capitalista, el avance de las mujeres y otros grupos que pusieran en cuestión esos valores conservadores. En esta obra, la autora va a dedicar un apartado a lo que, sin duda, al menos desde nuestra lectura, es una de las reacciones más claras y mejor articuladas en ese contexto: el denominado movimiento mitopoético (Bly 1992; Moore y Gillette 1993; Acosta 2016).
Aunque no se debería entender como mayoritario cuantitativamente, sin embargo, este movimiento es uno de los claros ejemplos históricos, aun siendo relativamente reciente, por el cual, frente a los avances feministas e incluso, frente a la emergente y minoritaria puesta en duda del modelo tradicional de masculinidad, van a surgir discursos reaccionarios, que, con aparente sutileza y no directamente presentados como misóginos, van a tratar de recuperar la supuesta verdadera y profunda masculinidad. Se van a centrar especialmente en la creación de espacios homosociales ritualizados donde redescubrir lo que esa nueva estructura social supuestamente les estaba arrebatando.
Para el contexto australiano, Michael Flood (2004), en “Backlash: Angry Men’s Movements”, describe todo el entramado de grupos de hombres que reaccionan contra los logros que se habían dado en la segunda mitad del siglo XX en materia de igualdad: “La resistencia organizada al feminismo ha existido durante más de un siglo, pero los grupos antifeministas de hombres organizados específicamente en base a su condición de hombres (o como padres) son más recientes, apareciendo solo en los últimos 30 años”1 (2004, 261).
Más recientemente, también en el ámbito occidental y anglosajón, vamos a encontrar en la obra de Michael Kimmel (2017) Angry White Men una certera lectura sobre la masculinidad estadounidense del aggrieved entitlement, aquella socializada y construida, en cierta forma paradójicamente, en el privilegio masculino, frente a una sociedad que avanzaba decididamente por los derechos de las mujeres y las minorías. Para estos varones, desnortados, con habitus (Bourdieu 2008) desfasados, con una masculinidad obsoleta y con principios de resquebrajamiento (Subirats 2013; Ranea 2021), pero intentando anclarse desde lo identitario a un modelo de masculinidad tradicional fordista, esa pérdida de los privilegios va a articularse a través de una reacción que, en cierta medida, ya se liga a lo ideológico en tanto que desde la derecha neocon, grupos supremacistas (neofascismos) o lo que se podrían considerar las primeras formas de alt-right, la cuestión de género va a significar un claro eje de engranaje.
En relación con este contexto de análisis va a surgir el concepto de manosphere, entendido, como señala Debbie Ging (2019), desde el cambio del “locus” del debate del activismo, que pasará ahora a la esfera online donde diferentes grupos, aparentemente desconectados, van a establecer complejas conexiones a través de blogs, fórums, comunidades y subculturas, no necesariamente unidas perfectamente por lo ideológico, sino más bien por ideas concretas como la conocida “Red Pill”(Van Valkenburgh 2021):
[...] una analogía que se deriva de la película de 1999, The Matrix, en la que a Neo se le ofrece la opción de tomar una de las dos píldoras. Tomar la píldora azul significa desconectar y vivir una vida de ilusión; tomar la píldora roja significa alcanzar la iluminación sobre las verdades desagradables de la vida. La filosofía de la Píldora Roja pretende despertar a los hombres sobre la misandria y el lavado de cerebro del feminismo, y es el concepto clave que une a todas estas comunidades2. (Ging 2019, 640)
A escala global, sobre todo en determinados lugares donde la reacción a los avances feministas y de otros colectivos está más presente, se va a encontrar un reciente interés en este nuevo escenario online, como así demuestran aportaciones en España (Bernárdez-Rodal, Rey y Franco 2022; García-Mingo, Díaz Fernández y Tomás-Forte 2022; Delgado Ontiveros y Sánchez-Sicilia 2023; Polo-Artal 2023) o en el ámbito anglosajón y latinoamericano (Maloney, Roberts y Jones 2022; Zabalgoitia 2022; Bates 2023), por poner solo algunos ejemplos.
YouTubers, “artistas” del ligue, activistas por los derechos de los hombres e incels entre otros, se van a encontrar, pese a sus diferencias, compartiendo, creando y viralizando contenidos con todas la nuevas formas de comunicación que facilitan las redes, y con un mensaje que mayoritariamente se puede categorizar como antifeminista, cuando no abiertamente misógino. Si bien es cierto que la red cobra un papel esencial y que la manosfera se convierte en un objeto de estudio ciertamente sugerente, no hay que olvidar que lo que ocurre en redes sociales no necesariamente representa al conjunto social, pero sí que ayuda en la creación y reproducción de discursos determinados que son capaces, por sus formas comunicativas y su simplificación de lo complejo, de alcanzar a públicos muy diversos.
Como se viene señalando, la ideología y su manifestación en las dinámicas políticas de partido puede ayudar en la comprensión de la reacción patriarcal en su fijación por las cuestiones de género, como así demuestran diferentes investigaciones (Spierings y Zaslove 2017; Kantola y Lombardo 2019; 2021; Bernárdez-Rodal, Rey y Franco 2022; Cabezas y Vega Solís 2022; Cabezas, Pichel-Vázquez y Enguix 2023; Linders, Dudink y Spierings 2023). El espectro político más escorado a la derecha, aunque los discursos también puedan impregnar a las posiciones de centro e izquierda, tiende, como se mostrará en este artículo, a posicionarse en cifras más elevadas a posiciones más cercanas a todo ese escenario que se sitúa en la génesis de los discursos del odio y que parte de la negación o relativización de la importancia de fenómenos como la violencia de género (específicamente la sexual) (Gotell y Datton 2016), la igualdad o las aportaciones del feminismo (Kantola y Lombardo 2019; 2021), además de aspectos concretos vinculados con la identidad masculina (Linders, Dudink y Spierings 2023).
En este sentido, se destacan aportaciones recientes para el caso español, como la de Maria Medina-Vicent (2022), quien realiza un sugerente análisis sobre la literatura antifeminista más actual en este ámbito territorial, o la de Marta Cabezas (2022), quien describe la emergencia electoral del partido VOX en España y su relación con el marco antifeminista, así como las de esta última autora junto con Alexandre Pichel-Vázquez y Begonya Enguix (2023) cuando analizan los discursos de votantes del Partido Popular (conservador) y VOX (derecha radical populista) y lo que denominan “giro generófobo”. Del mismo modo, Alba Polo-Artal (2023) desarrolla un interesante acercamiento a este mismo partido político, pero aplicado sobre la cuenta de la red social Twitter perteneciente a los jóvenes del mismo. Esta lectura se realiza desde lo que la autora entiende como “nativismo”, lugar donde, para este caso, interseccionan la “raza” y el género.
Johanna Kantola y Emanuela Lombardo (2019; 2021), por su parte, y desde un enfoque centrado en la cuestión populista, también han abordado la relación de este tipo de partidos con el feminismo y las políticas de género, visibilizando claramente, pese a los matices que se pueden poner en las lógicas organizacionales de partidos populistas de izquierdas, como los grupos políticos de la derecha populista se sitúan en marcos de oposición a las políticas de igualdad en el contexto europeo.
En conclusión, se puede afirmar que la teoría apunta, tanto a escala global como española, a una múltiple relación entre discursos propios de la reacción patriarcal en su vertiente más social y menos articulada en principio (puesta en duda del valor y aportación del feminismo, relativización de la violencia de género y sexual, etc.), desarrollos más sofisticados y articulados en las redes sociales digitalizadas y los posicionamientos políticos de diferentes agentes, específicamente la relación de las derechas, sobre todo las populistas, con este “pegamento simbólico” que deviene el género para sus proyectos sociopolíticos (Cabezas y Vega Solís 2022, 12).
Metodología
La metodología utilizada para la investigación que fundamenta este texto consistió en el desarrollo de una encuesta por muestreo (Corbetta 2003; Cea d’Ancona 2012) con población urbana masculina en la Comunidad Valenciana (España).
Para alcanzar este tipo de población se utilizaron las cuatro grandes ciudades de más de 100.000 habitantes - Elche, Castellón, Valencia y Alicante - como una especie de conglomerados (homogéneos entre sí, pero heterogéneos internamente) para los que se reservó en el diseño inicial un 25% del total de la muestra (n=750 error +3,6% con los parámetros estadísticos habituales). Dentro de cada una de las ciudades, y atendiendo a los datos del Instituto Nacional de Estadística, se crearon estratos por grupos de edad que fueron afijados de manera proporcional (jóvenes 18-34; adultos 35-64; mayores 65 o más años).
Se utilizó un cuestionario breve con prácticamente todas las preguntas cerradas, utilizando preguntas categorizadas3 y en batería (con escala numérica tipo Likert como opción de respuesta). La encuesta fue administrada de forma telefónica (80%) y online (20%) haciendo las adaptaciones necesarias para la aplicación del cuestionario en función de la modalidad. El trabajo de campo se realizó durante el otoño de 2021.
Para el análisis que se presenta, se utilizó la variable de la autoubicación ideológica (utilizando la escala 0-10 que deja en el centro al 5) en ese formato numérico o recodificada como variable nominal (izquierda-centro-derecha o solo utilizando las categorías izquierda-derecha4). Se pudieron medir, a través de la comparación de la diferencia de porcentajes (Épsilon ε) (García Ferrando y Escobar 2017, 167) las potenciales diferencias entre los grupos ideológicos en relación con las variables abordadas.
Además, se trabajó, en función de las características de las variables que se analizaron, con estadísticos que nos permitían aproximarnos a la determinación de la existencia o no (o su nivel de intensidad) de asociación o (co)relación entre la variable ideológica y las variables escogidas para los cruces.
La presentación de los datos, y específicamente los gráficos, nos permiten señalar las diferencias en los posicionamientos, opiniones o valores de los varones urbanos valencianos de la manera más visual posible.
El procedimiento de análisis se realizó con el soporte del programa SPSS en sus versiones 28 y 29, así como con Microsoft Excel para la elaboración de algunos cálculos y de los gráficos.
Las cifras de los discursos de relativización-negación de la igualdad y sus implicaciones
En primer lugar, se presentan dos preguntas categorizadas que, como se ha señalado, se analizan en esta ocasión desde la recodificación de la escala ideológica en tres grupos, izquierda (0-4) centro (5) y derecha (6-10).
En el primer gráfico se observa cuál es el posicionamiento o la opinión de los varones urbanos valencianos en relación con la igualdad a partir de tres opciones de respuesta que pretenden sintetizar los principales discursos circulantes sobre la cuestión.
Se aprecian visualmente y de forma clara las diferencias entre los tres grupos, aunque también se perciben ciertas tendencias centrales reseñables. Lo más significativo para este análisis, no obstante, es cómo, para la categoría “izquierda”, su respuesta mayoritaria, cercana al 60%, es la de reconocimiento del privilegio masculino, mientras que para los que se ubican en el centro su opción mayoritaria es la más aparentemente “neutral” (61,18%). Si bien en el caso de los hombres a la derecha del espectro político este posicionamiento más indeterminado también es mayoritario, se observa cómo la opción que percibe la existencia de una situación de discriminación hacia los hombres alcanza porcentajes significativos, acercándose al 40% (también alcanza casi un 20% para los varones de “centro”).
En otras palabras, cuanto más a la derecha, más probabilidad de encontrar lecturas sobre la igualdad entre hombres y mujeres más reaccionarias, puesto que casi un 40% apunta a una narrativa de inversión de la desigualdad que ahora afectaría a los varones.
En la siguiente pregunta, de similar estructura, se cuestionaba sobre el posicionamiento de los hombres urbanos valencianos en relación con el feminismo. Las diferencias entre los tres grupos observables en el gráfico son notables, y más específicamente entre izquierda y derecha, puesto que con el centro se aprecia cómo sus tendencias suelen responder bastante claramente a lo menos significado “políticamente”.
Mientras que para los hombres a la izquierda la opción mayoritaria es la de su reconocimiento como feministas/profeministas, para centro y derecha la opción mayoritaria es la que rehúye reconocerse en el feminismo (hay ya probablemente ahí un principio de negación o relativización y de distanciamiento), aunque sí que afirma creer en la igualdad, pese a que esto podría sonar paradójico para determinadas lecturas del feminismo. Esta opción, aunque también claramente mayoritaria en los hombres de la derecha política, sin embargo, se complementa con un porcentaje importante de respuesta, casi un 30%, que considera que el feminismo no es positivo para la sociedad, lo que podría entenderse como una posición antifeminista.
Tanto para la pregunta que cuestiona sobre la percepción que se tiene sobre la igualdad entre hombres y mujeres en la actualidad, como para la que aborda la cuestión del feminismo encontramos que la prueba Chi-Cuadrado5 indica que hay asociación entre variables (en ambos casos el indicador es menor de 0,05 - se rechaza la hipótesis nula de variables independientes - siendo <,001 y por tanto, sí se puede considerar que hay asociación entre variables).
Intentando afinar más es esta línea y para superar determinados límites de Chi-Cuadrado, se han utilizado dos medidas más de asociación que nos ofrece el programa estadístico SPSS y recomendadas para estos análisis (García Ferrando y Escobar 2017, 174-175). La primera de ellas es la denominada V de Cramer, que es una medida simétrica para dos variables nominales. En este caso, hay que indicar que los cálculos se han realizado de dos formas, teniendo primero en cuenta todas las respuestas a excepción de los NS/NC. En este caso, V de Cramer indica una relación simétrica baja o nula. Sin embargo, si solo utilizamos las respuestas acumuladas en las categorías izquierda y derecha, con la pretensión de comparar dos grupos con mayor claridad en su identidad política, vemos cómo, tanto en la V de Cramer como en otra medida como Lambda (en este caso de carácter direccional - utilizando lo ideológico como variable independiente), los resultados son más significativos: V de Cramer da como valor 0,547, lo que se podría entender como una relación media-alta, mientras que, en el caso de Lambda, esta influencia o capacidad predictiva de la variable independiente sobre la dependiente no es elevada, pero tampoco nula, obteniendo un valor de 0,2246.
En la pregunta sobre feminismo y con los mismos ajustes que en la pregunta anterior7, V de Cramer da un valor de 0,512, indicando nuevamente una relación simétrica media, mientras que Lambda da como valor 0,121, lo que señala una relación direccional baja, aunque nuevamente no nula.
La siguiente pregunta que se propone para el análisis se trata de una variable ordinal para medir el grado de importancia otorgado a la violencia de género como problema social. En esta ocasión se ha utilizado la variable de autoubicación ideológica en su formato originario, que entenderíamos también como variable ordinal.
En el siguiente gráfico de líneas se observa cómo a mayor valor en la escala ideológica, mayor probabilidad de no escoger las opciones que denuncian más directamente esta problemática, así como más probabilidad de relativizarla o prácticamente negarla.
Un análisis más concreto, a partir de algunos estadísticos usados habitualmente para variables ordinales, nos permite ver el tipo de relación. Cabe señalar en este punto que, en la codificación de los datos, el valor más bajo (1) fue asignado a la opción “muy importante” y así sucesivamente hasta el 4 “nada importante”, por lo que la lectura de algunos de estos estadísticos debe hacerse de forma cuidadosa.
El valor Gamma, para medir la intensidad de la relación (medida simétrica), es 0,431, lo que indica una intensidad media positiva, mientras que la medida direccional D de Somers da un valor inferior y también positivo 0,246. Se podría decir que existe una relación positiva aunque no fuerte, como así señalan los estadísticos, y que cuando aumenta el valor en la escala ideológica aumentaría la negación o relativización de la violencia de género.
Otra medida válida en estos casos podría ser el coeficiente de correlación de Spearman. En este caso, el valor resultante es 0,381, que va en la misma línea de los anteriores; intensidad de la relación media y positiva, aunque para algunos otros autores y autoras este valor representaría una asociación más bien débil (Reguant-Álvarez, Vilà-Baños y Torrado-Fonseca 2018).
La última pregunta que se analiza en este punto se trata de una pregunta en batería con 6 ítems donde se había de indicar el grado de acuerdo en una escala 1-5. Se propusieron de forma intercalada 3 ítems que corresponderían con prácticas o valores que se podrían considerar propios de masculinidades igualitarias y otros 3 que representarían, al menos desde la teoría, valores de corte más tradicional.
La simple forma del gráfico ya sintetiza visualmente dos ideas fundamentales: cuanto más a la izquierda en la escala, más altas resultan las puntuaciones a los valores igualitarios y más bajas a los tradicionales, al revés justo que pasa cuando nos vamos acercando a los valores de la derecha, puesto que ocurre lo contrario, aunque las puntuaciones medias asignadas a los valores “igualitarios” seguirían teniendo cifras relativamente elevadas (aquí se podría hablar de la deseabilidad social).
Destaca además una tercera idea que indicaría que la función “proveedora” sigue alcanzando grados de acuerdo medios en prácticamente todo el espectro político-ideológico, cuestión que, aunque interesante, no es motivo de análisis en este artículo.
Finalmente, en relación con esta pregunta se ha utilizado nuevamente el coeficiente de correlación de Spearman para ver la relación entre estas dos variables ordinales. En la tabla siguiente se observan dos tipos de datos: con el conjunto de los valores de la escala ideológica y eliminando el valor 5, que por cuestiones apuntadas anteriormente y con el objetivo de ver posibles efectos sobre los resultados finales, se ha suprimido.
Encargarse de las tareas domésticas | No mostrarse débil o vulnerable | Cuidar personas mayores, dependientes, etc. | Mantener a la familia | Cuidar a sus hijos e hijas | Ser heterosexual | |
---|---|---|---|---|---|---|
Coeficiente de correlación de Spearman | -0,251 | 0,292 | -0,189 | 0,113 | -0,210 | 0,327 |
Coeficiente de correlación de Spearman (Sin 5) | -0,262 | 0,309 | -0,214 | 0,154 | -0,185 | 0,349 |
Fuente: Elaboración propia a partir de los datos de la encuesta.
La tabla muestra cómo los valores de este coeficiente no son altos, aunque no indican total ausencia de relación, si bien, destacan, sobre todo por los objetivos de este artículo, justamente los dos ítems que mayores valores alcanzan: no mostrarse débil o vulnerable y ser heterosexual, que podrían situarse en niveles de fuerza de la correlación medios.
Discusión y conclusiones: ideología, género, igualdad y masculinidad
Como se ha pretendido mostrar, cómo se ubican los varones en lo ideológico tiene relación con sus opiniones, posicionamientos y valores sobre igualdad, feminismos, violencia de género y masculinidad, así como con la esfera de lo político-institucional.
En el apartado teórico se ha destacado la existencia de literatura científica reciente a escala global y también española, que ya viene relacionando las cuestiones de la reacción patriarcal con el posicionamiento ideológico-político. No obstante, cabrían interpretaciones cautelosas a la hora de asociar estos discursos más reaccionarios, en cuanto al género se refiere, únicamente con la gente de ideologías del espectro político de la derecha, puesto que la capacidad de impregnación de estas narrativas alcanza a muchos varones con otras sensibilidades ideológicas, aunque no necesariamente estos lo exterioricen discursivamente en determinados escenarios de lo social, tampoco en las encuestas.
Desde el punto de vista empírico, aunque hay ciertos elementos que condicionan la relación estadística en la escala utilizada y siendo conscientes de los límites que la propia escala pueda presentar para captar estrictamente lo ideológico, los datos ofrecidos nos muestran cómo esa relación, hipotetizable desde la teoría, se puede contrastar empíricamente, siempre con cautelas y atendiendo a ciertas particularidades sobre lo deseable socialmente en relación con las respuestas ofrecidas y registradas en el cuestionario. Todo ello reclama repensar la relación entre la metodología cuantitativa y el diseño de los cuestionarios para las encuestas sobre masculinidades en el contexto actual.
Lo que parece demostrado, sin duda, es que aquellos que se ubican en el espectro político de la derecha (6-10) tienen mayor probabilidad de situarse en discursos que relativizan o niegan realidades como la violencia de género, los aportes a la sociedad de la lucha feminista o de la propia igualdad entre hombres y mujeres como valor social, pese a que no se pueda hablar de relaciones “fuertes” estadísticamente stricto sensu.
De esta manera, se puede pensar que, en la base social de los discursos más sofisticados y articulados en redes digitalizadas que denominamos discursos del odio (misóginos, en este caso), hay un número importante de varones que es permeable y, por tanto, reproduce estos discursos de negación o relativización de fenómenos sociales sobre los que pareciera haber un consenso de denuncia política, social y mediática, hasta no hace tanto. En este escenario entra en juego también la retroalimentación discursivo-mediática que supone el hecho de que determinados líderes políticos de la derecha radical populista establezcan este marco dentro de la denominada “batalla cultural” y siempre en busca de electores fundamentalmente masculinos, por aquello de la conocida y controvertida cuestión del gender gap8 (Spierings y Zaslove 2017) y sus particularidades en contextos populistas.
En conclusión, encontramos volúmenes relativamente significativos de varones que se sitúan fundamentalmente en el espectro político de la derecha (especialmente en los valores extremos) que abiertamente ya apuestan en ese plano del decir por reproducir y acogerse a narrativas propias de esa reacción patriarcal, cuestión que tiene eco y anclaje visible y reconocible también en la esfera del comportamiento electoral, como demuestran, por ejemplo, las fracciones discursivas que obtienen con su análisis de grupos de discusión Marta Cabezas, Alexandre Pichel-Vázquez y Begonya Enguix (2023). Este análisis cualitativo, específicamente la fracción discursiva de lo que denominan como “reaccionarismo misógino” encaja bien con determinados posicionamientos en los que en este texto se está poniendo el foco: “El reaccionarismo misógino expresó una reacción patriarcal que se autodefinió como minoritaria, ‘políticamente incorrecta’, pero que, a la par de ser una minoría política, expresaría lo que mucha gente piensa” (2023, 108).
Más allá de los ecos y reproducciones en lo digital, que solo representa a parte de esta reacción, cabe destacar como han sabido nutrirse de estos estratos masculinos determinados líderes de la derecha radical populista, y es en ese contexto donde cabe analizar la “legitimación” de estos discursos, quizás latentes hasta no hace tanto, pero ahora con cierto reconocimiento en lo sociopolítico.
Lo que se presenta en este artículo pretende ser solo una aportación, un intento de contrastación empírica de esa “relación” entre ideología política y posicionamientos, valores y opiniones respecto a igualdad, feminismos, violencia de género y masculinidad, que ayude en la creación de un corpus teórico-empírico que dé respuesta a los retos a los que como sociedad nos enfrentamos actualmente. Eso, siempre que se considere que parte de estos discursos pueden tener implicaciones negativas en las relaciones de género y en las propias vidas, ya no solo de las mujeres, sino también de los mismos hombres.
Sería interesante abordar desde lecturas cualitativas complementarias a esta investigación, cómo diferentes estratos sociales de varones articulan esta relación, porque quizás en el escenario sociopolítico actual, la variable independiente no necesariamente debe ser lo ideológico, sino que puede que algunos hombres, no tan cercanos a posiciones reaccionarias de la derecha política, acaben atraídos a estos espacios, seducidos precisamente por las cuestiones de género.
Reivindicamos por tanto, la necesidad de investigaciones diversas metodológicamente sobre hombres y masculinidades que capten estas realidades desde posiciones emic, es decir, posiciones más empáticas con aquellos sujetos investigados, que permitan determinar las derivas que les conducen desde la posición política de derechas hasta la reacción patriarcal o cómo la reacción patriarcal les acerca a ese posicionamiento político.
Finalmente, consideramos que se debe apostar por estos estudios cuantitativos, que, entre otras cosas, nos ayudan a aproximarnos al conocimiento sobre los volúmenes de hombres que se sitúan en esos lugares del antifeminismo desde diferentes variables potencialmente explicativas, como en este caso la cuestión ideológica.