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SOCIOLOGIA ON LINE

versão On-line ISSN 1647-3337

SOCIOLOGIA ON LINE  no.25 Lisboa abr. 2021  Epub 08-Fev-2022

https://doi.org/10.30553/sociologiaonline.2021.25.2 

Artigos Originais

Sombras de la bancarrota. Trayectorias de desclasamiento en familias de pequeños comerciantes en Buenos Aires

Sombras de falência. Trajetórias de declínio social em famílias de pequenos comerciantes em Buenos Aires

Shadows of bankruptcy. Trajectories of social decline in families of small merchants in Buenos Aires

iConsejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina. Universidad de Buenos Aires, Facultad de Ciencias Sociales, Instituto de Investigaciones Gino Germani. Uriburu 950, 6to piso, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina, CEP C1114AAD.E-mail: gonzaloseid@gmail.com


Resumen

En este artículo se presentan resultados de una investigación cualitativa sobre movilidad social en Buenos Aires, Argentina. Desde las perspectivas teóricas de Pierre Bourdieu y Daniel Bertaux respecto de las trayectorias de clase social, se realizó un relevamiento mediante relatos de vida y árboles genealógicos de itinerarios económicos y familiares. En este artículo se analizan tres trayectorias de descenso social de individuos provenientes de familias de pequeños comerciantes. Cada una de ellas muestra una variante de descapitalización económica familiar dentro de los sectores medios. Este tipo de procesos son sociológicamente relevantes tanto por las particularidades de la historia económica argentina como por haber sido poco explorados en la sociología local de la estratificación y movilidad social.

Palabras clave: clase social; desclasamiento; descapitalización; movilidad social.

Resumo

Este artigo apresenta os resultados de uma pesquisa qualitativa sobre a mobilidade social em Buenos Aires, Argentina. Do ponto de vista teórico de Pierre Bourdieu e Daniel Bertaux sobre as trajetórias da classe social, foi realizado um estudo por meio de histórias de vida e árvores genealógicas de itinerários econômicos e familiares. Neste trabalho são analisadas três trajetórias de declínio social de indivíduos de famílias de pequenos comerciantes. Cada um deles mostra uma variante de descapitalização econômica familiar nos setores médios. Esses tipos de processos são sociologicamente relevantes, devido às particularidades da história econômica argentina e por terem sido pouco explorados na sociologia local da estratificação e mobilidade social.

Palavras-chave: classe social; declínio social; descapitalização; mobilidade social.

Abstract

This article presents a qualitative research on social mobility in Buenos Aires, Argentina. Following the theoretical perspectives of Pierre Bourdieu and Daniel Bertaux on social class trajectories, we carried out life stories and family trees of economic and family itineraries. More specifically, we analyzed three trajectories of social decline of individuals from families of small merchants. Each of these trajectories shows a variant of family economic decapitalization within the middle sectors. These kind of processes are sociologically relevant both for the particularities of Argentine economic history and for not having been adequately explored in local sociology of stratification and social mobility.

Keywords: social class; social decline; decapitalization; social mobility.

Introducción

La sociología de la movilidad social es un área tradicional de la disciplina, que históricamente ha privilegiado las técnicas cuantitativas para abordar sus objetos de interés. Las tablas de movilidad, en las que se comparan categorías ocupacionales de padres e hijos - tomadas como indicadores de origen y destino de clase -, han sido y siguen siendo emblemáticas de toda una concepción sobre los fenómenos de movilidad social y sobre la manera de estudiarlos. El principal crítico de los abordajes tradicionales en movilidad social ha sido Daniel Bertaux, quien ha propuesto entender de manera más amplia estos procesos y, a la vez, estudiarlos desde una aproximación cualitativa mediante relatos de vida.

El presente trabajo se inscribe en la propuesta de Bertaux y Thompson (2007) para el estudio de la movilidad social. El objeto de estudio son las trayectorias de clase (Cachón Rodríguez, 1989), entendidas desde la perspectiva teórica de Pierre Bourdieu (2011, 2012) como trayectorias de enclasamiento y desclasamiento en el espacio social. Mientras que algunas inquietudes teóricas están emparentadas con las de estudios convencionales en movilidad social, difiere la estrategia teórico-metodológica para buscar las respuestas. Los relatos de vida complementados con árboles genealógicos permiten reconstruir en detalle las trayectorias de clase, con el fin de tornar comprensibles los mecanismos y el proceso mismo entre un origen y un destino de clase. En este sentido, se considera relevante analizar dos dimensiones: a) la evolución del patrimonio de distintas especies de capital (económico, cultural, social) tanto de una generación a otra como intrageneracionalmente; b) la dimensión familiar y de género, que se articula con la esfera económica/laboral y constituye un cariz menos explorado de los procesos de movilidad social.

En lo que sigue, se detallan las características de la investigación general, se justifica la selección aquí expuesta y se analizan con cierto nivel de detalle tres relatos de vida que ejemplifican un tipo de trayectoria particular: el desclasamiento en familias de pequeños comerciantes.

Problema y diseño metodológico

El objeto de interés de este trabajo son las trayectorias de clase de largo plazo de familias de pequeños comerciantes de Buenos Aires. Entre los antecedentes en Argentina, pueden mencionarse los estudios sobre trayectorias que tienden a enfocar alguna dimensión particular, típicamente trayectorias laborales y educativas (Muñiz Terra, 2012). Las investigaciones que recurren al concepto de trayectorias de clase por lo general son estudios con el enfoque clásico de la movilidad social que incorporan en algún punto la aproximación cualitativa, a manera de complemento, en búsqueda de hipótesis que renueven las tradicionales inquietudes en el tema (entre otros, Dalle, 2016; Pla & Rodríguez de la Fuente, 2014), aunque también ha habido algunos trabajos que abordaron las trayectorias de clase específicamente en el sentido de Bourdieu y Bertaux mediante aproximaciones cualitativas (Jiménez, 2014). El estudio de las trayectorias de clase típicamente se hace sobre alguna sobre alguna comunidad o categoría social específica - como pueden ser migrantes -, sobre alguna cohorte en particular, o sobre algún ámbito de actividad determinado.

La investigación de la que surgen los resultados que se presentarán se propuso caracterizar trayectorias de clase en familias de distintas posiciones en el espacio social (obreros, empleados, comerciantes, profesionales), en relación con las desigualdades de género. El problema de investigación discurrió sobre qué configuraciones de formas de capital, condicionamientos sociales y disposiciones subjetivas familiares se presentaron en las trayectorias de clase de mujeres y varones en distintas posiciones del espacio social, residentes en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA). El enfoque teórico de base ha sido la teoría de las clases sociales de Pierre Bourdieu. Conceptos como espacio social, formas de capital, disposiciones subjetivas, estrategias y prácticas, de uso extendido en la sociología contemporánea, han sido utilizados en este estudio para abordar preguntas relativas a las trayectorias de movilidad social de individuos en familias.

Se reconstruyeron a partir de relatos de vida (Bertaux, 2005; Bertaux & Bertaux-Wiame, 1994) y árboles genealógicos las trayectorias de 35 individuos - y sus familias -, nacidos entre mediados de la década del sesenta y mediados de la década siguiente. Se seleccionó esta cohorte para analizar a quienes ingresaron al mercado laboral entre fines de la década de 1980 y comienzos de la década siguiente, cuando tuvieron lugar transformaciones estructurales que empobrecieron a una parte de los sectores medios. La muestra se segmentó según género y según origen de clase. En las entrevistas, realizadas en 2015, se apuntó a reconstruir las trayectorias de clase, el volumen global y la composición de capitales de cada caso, profundizando en los momentos cruciales de cambios individuales y familiares. Los instrumentos de registro que se emplearon para la reconstrucción de las biografías fueron una guía de pautas de entrevista y la técnica del árbol genealógico. Para el análisis de los relatos se usaron los procedimientos de la Teoría Fundamentada (Strauss & Corbin, 2002). Si bien la investigación no adopta esta estrategia con todos sus componentes e implicancias, los procedimientos de codificación de la información textual y de comparación constante resultaron de suma utilidad para ganar validez en el trabajo con los relatos (Seid, 2017). El punto de partida del análisis fue una clasificación de los casos según el capital económico y el capital cultural en origen (padre y madre) y destino (entrevistade), tomando la ocupación y el nivel educativo como indicadores básicos, pero considerando también otras informaciones como patrimonio y consumos culturales.

Entre la diversidad de itinerarios de ascenso, descenso y reproducción relevados en distintos orígenes de clase, en este artículo se presentan los resultados de un tipo particular de trayectoria que reunió dos características: en la familia eran pequeños comerciantes y tuvo lugar descapitalización económica a través del tiempo. A partir del interés público que suscita el tema del cierre de pequeños comercios, consideramos relevante observar detenidamente algunos pormenores de estas situaciones objetivas y cómo las personas involucradas las experimentan subjetivamente.

¿Por qué importan los comerciantes que cierran sus negocios?

Las distintas formas de medición y la heterogeneidad de situaciones en la pequeña burguesía comercial pueden dar lugar a discrepancias respecto a cuál es la proporción de esta población en la estructura social argentina. Aunque la cuestión excede los propósitos de este trabajo, para contar con una noción aproximada podemos sostener que se trata de un quinto de la población. Según Rodríguez de la Fuente (2020, p. 26) en base a estadísticas oficiales de la Ciudad de Buenos Aires, la pequeña burguesía de propietarios de pequeñas empresas y pequeños productores autónomos entre 2003 y 2015 osciló entre 18 y 20%. Según Elbert (2020, p. 168), en base a una encuesta del equipo PI-Clases, siguiendo el esquema de Erik Olin Wright, un 20.7% de la población del AMBA en 2016 pertenecía a la pequeña burguesía (12.7% informal y 8% formal). Según Maceira (2018), en base a datos de la encuesta nacional del Programa de Investigación sobre la Sociedad Argentina Contemporánea (PISAC) de 2015, la pequeña burguesía

representa al 23,9% de los hogares con PSH [Principal Sostén del Hogar] activo. En ella, se diferencian los autónomos con altas calificaciones (3,6%), una capa de autoempleados de calificación operativa con algún capital, cuantitativamente importante en nuestro país (15,7%), y los pequeños productores (5,3%), que si bien emplean fuerza de trabajo de terceros (operativamente aquí hasta cinco ocupados), su escasa acumulación no los desliga de la propia participación en el proceso productivo (p. 54).

Pese al interés público por el cierre de pequeños comercios que no resisten las condiciones de la economía argentina, son escasos los estudios sociológicos sobre el tema. Las referencias más afines son los estudios que se realizaron sobre la “nueva pobreza” (Boltvinik, 2003; Minujin & Kessler, 1995) desde la década de 1980. Si bien estos estudios no se centraban particularmente en los pequeños comerciantes, el concepto que proponían los incluía: los nuevos pobres son personas de clase media, con un modo de vida, capital cultural y residencia en barrios de clase media, pero que por la adversidad económica pasaron a ser pobres en términos de ingreso. Ya en los estudios pioneros de Gino Germani (1955) se había caracterizado a la estructura de clases de Argentina por sus clases medias amplias - especialmente en comparación a otros países de América Latina. Desde las últimas décadas del siglo XX, se consideró que la clase media argentina se debilitó y se polarizó entre “ganadores” y “perdedores” (Svampa, 2001); estos últimos serían los nuevos pobres. Con todo, los análisis de la estructura de clase no exhibieron con nitidez una reducción de los estratos ocupacionales tradicionalmente considerados de clase media.

Más allá del contexto argentino, otra aproximación sociológica a fenómenos de desclasamiento de sectores medios han sido los estudios sobre la bancarrota personal y familiar, que se llevaron a cabo especialmente en Estados Unidos. En este país, a partir de información de 1991, 2001 y 2007, se ha observado que la bancarrota personal es un fenómeno que ocurre mayoritariamente - y cada vez más - en familias que poseen su propia vivienda, con altos niveles educativos y altos status ocupacionales (Warren & Thorne, 2012). El único indicador inconsistente con la clase media es el ingreso menor de la población en bancarrota en comparación a la población general, lo que se debe precisamente a la caída reciente. Se ha afirmado que la bancarrota familiar es un fenómeno eminentemente de clase media y, por ende, esta pertenencia de clase en la sociedad norteamericana habría dejado de tener como característica la seguridad financiera (Sullivan, Warren & Westbrook, 2020).

En distintos países, la bancarrota personal y familiar como producto de un espiral de endeudamiento ha dado lugar a discusiones jurídicas sobre condonación de deudas, procedimientos concursales para la quiebra personal y políticas de “borrón y cuenta nueva” que ofrezcan alguna oportunidad de recomenzar a las personas que cayeron en quiebra (Efrat, 2002; Ramírez, 2009). Una de las principales tensiones legales y políticas reside en proporcionar ayuda a quienes realmente la necesiten sin que sea suficientemente atractiva para que saquen provecho quienes no la necesiten ni incentivar quiebras fraudulentas. Desde un punto de vista sociológico, se ha señalado que el análisis costo-beneficio del deudor también está permeado por convicciones morales y por el miedo a ser estigmatizado, así como por las definiciones culturales acerca de qué es lo correcto o lo preferible, por ejemplo, cuando un deudor debe optar entre honrar su deuda o el bienestar de su familia (McIntyre, 1989).

Sin embargo, aunque la bancarrota pueda ser una condición suficiente del desclasamiento que aquí nos interesa, no es una condición necesaria. Un negocio puede cumplir todas sus obligaciones financieras y cerrar prolijamente su persiana. En América Latina, especialmente desde la Economía como disciplina se realizaron investigaciones interesadas en los motivos del fracaso empresarial, en particular de los establecimientos pequeños (Romero Espinosa, Melgarejo Molina & Vera-Colina, 2015). En estos países, “considerando la economía formal, las mipymes representan el 99,5% de las empresas de la región y la gran mayoría son microempresas (88,4% del total)” (Correa, Leiva & Stumpo, 2018, p. 13). Habida cuenta de la baja competitividad y del irregular desempeño de estas economías, la vulnerabilidad de las microempresas, que constituyen una fuente relevante de puestos de trabajo, ha sido una preocupación recurrente, por ejemplo, en los trabajos de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL).

También en Argentina el desempeño de las mipymes ha sido un tema de interés académico y político. Este país ha tenido históricamente un entramado económicamente relevante de micro, pequeñas y medianas empresas, pero con los procesos de desindustrialización desde el último cuarto del siglo XX se redujo el número de establecimientos en distintos momentos, en particular durante la dictadura (1976-1983) y durante la recesión entre 1998 y 2002, para volver a crecer entre 2003 y 2011, momento en que comenzó un nuevo ciclo de estancamiento y caída en el nivel de actividad económica del país (Kulfas, 2018). Entre 1996 y 2005 Argentina ha tenido, en comparación con otros países, una elevada proporción de mortalidad de mipymes, que incluso supera la creación de nuevas mipymes (Kantis & Federico, 2007). La elevada mortalidad de microempresas constituye el contexto económico y macrosocial del foco de interés del presente artículo: cómo impacta la descapitalización económica en las trayectorias de clase de pequeños comerciantes.

Por último, antes de pasar al análisis de los relatos de vida seleccionados, mencionemos algunos elementos contextuales que permiten entender qué tipo de dificultades afrontan comerciantes y pequeños propietarios en Argentina. La quiebra de comercios y la confiscación de ahorros - bajo distintas modalidades como el canje compulsivo de depósitos a plazo fijo del Plan Bonex en 1989 y la inmovilización de depósitos con el “corralito” bancario de 2001 - son problemas que afectan en particular los intereses de clase de la pequeña burguesía y que la arrastran hacia la proletarización. Cominiello, Desalvo, Telechea y Villanova (2005, p. 11), a partir de un relevamiento en periódicos sobre motivos que desencadenaron protestas “vecinales”, identificaron una serie de fenómenos que descapitalizan a la pequeña burguesía, además de los robos y la presión tributaria:

Los cortes de servicio arruinan electrodomésticos en los hogares y mercadería en los negocios; las inundaciones provocan daños en la estructura de las edificaciones; las ocupaciones de terrenos parecieran hacer descender el valor de las propiedades; por último, los peajes aparecen como una forma de expropiación más directa, al igual que los impuestos.

Por supuesto, hay otras condiciones que actúan en sentido opuesto y resultan favorables para la valorización de algunos pequeños capitales. Sin embargo, entender las fuerzas que arrastran a la descapitalización de la clase media en Argentina parece tan apropiado como lo es la cuestión del sobreendeudamiento familiar en Estados Unidos.

Resultados

Se presenta a continuación el análisis de tres relatos de vida que tienen en común el desclasamiento desde un origen social de pequeños comerciantes. Se seleccionaron casos bastante diferentes entre sí con el fin de evidenciar la heterogeneidad interna de esta fracción de la pequeña burguesía y la diversidad de trayectorias dentro de quienes serían agrupados en una misma posición en las categorizaciones cuantitativas. El análisis se enfoca en los casos singulares y en la dimensión microsocial, pero ello no implica una opción teórica “subjetivista”. La descapitalización que se describe en estas trayectorias de clase no es algo que pueda explicarse por las acciones individuales, sino por el devenir de una fracción de clase de la estructura social argentina desde fines del siglo XX. Este proceso, a su vez, debe pensarse en términos relacionales respecto de otras posiciones de clase y de la situación de la pequeña burguesía comercial en otras sociedades nacionales.

Transmisión y desclasamiento

Una primera hipótesis que surge del análisis de las trayectorias intergeneracionales desde familias de comerciantes consiste en que lo transmitido de una generación a la siguiente conlleva estrategias y decisiones no siempre plenamente conscientes acerca de qué ha de transmitirse, cómo y a quiénes. Las especificidades de las actividades económicas imponen restricciones a lo que es posible transmitir y ser heredado. En ocasiones se prevé, en función del número de hijos y de sus géneros, quiénes tomarán el relevo de los padres y quiénes se dedicarán a otras actividades. El derecho del primogénito que en sociedades de antaño fungía como principio organizador de la herencia ya no tiene cabida - aunque puedan persistir resabios -, pero la diferenciación por género sí está muy presente en la diferenciación de herencias.

Caso 1. La historia de Domingo

Domingo nació en 1973 en una familia de pequeños comerciantes en el barrio de Villa Ortúzar de la Ciudad de Buenos Aires. Durante la infancia de Domingo, en los años setenta y ochenta, sus padres tuvieron varios comercios barriales que atendían ellos mismos. Por aquel entonces llegaron a tener al mismo tiempo una verdulería, una pescadería y una heladería, que se alternaban para atender. La madre atendía la verdulería y, el padre, la pescadería por la mañana y la heladería por la tarde. Ya desde pequeño, cuando Domingo salía de la escuela, debía ayudar a sus padres en el trabajo. El momento en que empezó a trabajar no puede entenderse como un punto de transición, porque la vida familiar y el trabajo estaban indiferenciados. “Mi papá a los nueve años me puso una bolsa de zanahorias que pesa once kilos y me dijo: ‘Dale, entrala’” (Domingo).

Domingo abandonó la escuela secundaria en tercer año, para trabajar junto a su padre luego de que éste padeciera varios infartos y una enfermedad pulmonar. Durante toda la década de 1990, hasta que su padre falleció durante la crisis de 2001-2002, Domingo fue a la par de su padre, responsable y aportante del sustento al hogar. En aquel tiempo, su padre se asoció con otra persona para encargarse de una cochera para treinta automóviles, aportando sobre todo su trabajo -junto a Domingo- y repartiéndose las ganancias. Luego de cinco años trabajando en el garaje, su padre adquirió el fondo de comercio de un bodegón y comenzó la familia a trabajar allí. Domingo, su padre, su madre y una hermana se ocuparon de llevar adelante el nuevo emprendimiento, que duró cuatro años. Luego de ese periodo, Domingo y su padre trabajaron como remiseros turnándose para trabajar con su automóvil particular.

Los comercios familiares resultaban rentables en algunos períodos, pero no siempre los ingresos eran suficientes para cubrir los gastos. Tanto la vivienda familiar como los locales comerciales fueron siempre alquilados. Entre los gastos de la familia, se destacan los automóviles que el padre de Domingo renovaba con mucha frecuencia.

Mi viejo era muy hábil en los negocios, hoy te venía con un Fiat 600 y al otro día te venía con un Mercedes Benz, y al otro día lo veías de vuelta con un rastrojero, ¿pero qué pasa?, él invertía, vendía, hacia otro negocio, vendía, iba para atrás el auto, y con la plata que sobraba, iba y pagaba las deudas o el alquiler de la casa y así, iba jugando con los coches también que teníamos (Domingo).

Luego del fallecimiento de su padre, Domingo compró una camioneta y comenzó a trabajar haciendo fletes. Años más tarde, entró a trabajar como empleado en un taller mecánico y luego en un servicio de lubricación automotriz hasta el año 2008. Durante este tiempo, Domingo fue el principal aportante de ingresos en su familia, aunque sus hermanas también trabajaban y contribuían en menor medida. Cuando falleció el dueño del servicio de lubricación, el lugar cerró sus puertas y Domingo cobró una indemnización. Con ese dinero, Domingo adquirió un puesto de flores, donde trabaja hasta la actualidad.

Por el tiempo en que comenzó a trabajar en su puesto de flores, Domingo se fue a vivir con su pareja, con quien habían estado de novios hacía más de diez años. Domingo se ha rehusado a casarse, pero hace dos años, luego de perder un embarazo, él le propuso y contrajeron matrimonio como modo de sobrellevar la pérdida. Ella trabaja en un centro de recuperación de adicciones en Villa Palito, en la localidad de La Matanza. Su esposa sigue deseando tener un hijo, pero a Domingo le preocupa resolver primero las dificultades económicas. Actualmente, él está evaluando cambiar de rubro comercial o buscar otro empleo, porque la florería no resulta rentable. (figura 1)

Figura 1: Árbol genealógico 1: Domingo 

En la historia de la familia de Domingo ha tenido lugar, en principio, un proceso de reproducción de la posición social a través de numerosos cambios de situaciones laborales y oficios. Aunque siempre se dedicó al comercio, el padre de Domingo varias veces llegó a la quiebra con algún negocio, cambió de rubro, combinó más de uno o invirtió en un nuevo emprendimiento. La reconstrucción retrospectiva a través del relato permite vislumbrar que el vertiginoso movimiento no motorizó un ascenso social, por lo menos para la generación de sus padres y para Domingo. En su relato, Domingo pone el acento en la variedad de emprendimientos llevados a cabo por su padre, lo que desde su punto de vista es entendido como habilidad para los negocios. Evidentemente, la contracara de esto es que cada nuevo emprendimiento comercial puede entenderse como el fracaso del anterior. La riqueza del relato permite rastrear en el análisis varios factores que operaron como impedimentos para una acumulación sostenida de capital económico.

En lo que respecta al patrimonio, el hecho de que no fueran propietarios de los locales donde funcionaban los comercios ni de la vivienda familiar significaba importantes erogaciones de alquileres, gastos fijos que aminoraban las ganancias que pudieran obtenerse en momentos de prosperidad y constituían una pesada carga en momentos en que los negocios no funcionaban bien. Por otra parte, al estar entremezclada la actividad económica con la vida familiar, muchas de las decisiones y estrategias estuvieron regidas por una lógica ajena a la de la propia administración de los negocios. En los períodos en que se generaban ganancias, éstas a menudo se destinaban a gastos familiares extraordinarios, como la adquisición de automóviles, o para saldar deudas acumuladas. Cuando mermaban las ganancias, el alto nivel de gastos resultaba apremiante y podía forzar a tener que vender un automóvil o un fondo de comercio para poder pagar alquileres o deudas, en momentos en que desprenderse de sus posesiones no era lo más conveniente de no ser por la necesidad inmediata.

Para Domingo, ser el hijo varón y el mayor de la familia significó asumir la responsabilidad del sustento familiar en su adolescencia, lo cual desalentó que concluya sus estudios secundarios. Los problemas de salud de su padre lo obligaron a reemplazarlo en momentos críticos, pero incluso cuando este recobraba la salud continuó acompañándolo en los distintos trabajos. Tanto los comercios como el estacionamiento y el trabajo de remisería eran actividades organizadas y decididas por su padre, pero involucraban a la familia, porque requerían más de una persona para atender o cubrir largas jornadas, y se daba por sentado que Domingo era el primer miembro de la familia a quien le correspondía prestar esa colaboración.

El itinerario económico de su padre fue inestable y, en los últimos años de su vida, descendente. En la sociedad para explotar el garaje, Domingo y su padre aportaban la fuerza de trabajo. En el bodegón, se necesitó la fuerza de trabajo de toda la familia para que funcionase y aun así la rentabilidad era baja. Finalmente, terminaron usando el automóvil las veinticuatro horas del día como remise, turnándose entre Domingo y su padre. Al tener que acompañar a su padre, Domingo vio atada su propia suerte a la de éste, justo en el tramo temporal menos conveniente.

Tras el fallecimiento de su padre, Domingo replicó una vez más la experiencia de un emprendimiento por cuenta propia, en esta ocasión un servicio de fletes, que nuevamente no resultó exitoso luego de algún tiempo. En los años previos, Domingo había realizado cursos de mecánica automotriz, adquiriendo competencias laborales que le fueron de utilidad para trabajar como operario del taller mecánico y del servicio de lubricación. Cuando la pérdida del pequeño capital económico, tantas veces transformado en los distintos emprendimientos familiares, era casi completa, fue este capital cultural, adquirido más por gusto que por una decisión planificada, lo que le proporcionó un oficio para ofrecer en el mercado de trabajo. Respecto al capital social, no resulta sencillo identificar sus efectos en la trayectoria. Si bien la red de conocidos, clientes y proveedores está presente en los contextos que posibilitaron los emprendimientos, no emergieron en el relato oportunidades laborales o de lucro decisivas ni tampoco redes de apoyo allende la familia.

Su esposa trabaja todos los días, sin fines de semana ni días francos. A pesar de tener un salario que apenas alcanza para cubrir las necesidades básicas, el ingreso de ella es más estable que el de Domingo, que tiene el puesto de flores en el que con el paso del tiempo fue decayendo el nivel de ventas. Domingo relata que su esposa quiere tener un hijo, pero a él le preocupa garantizar primero el sustento económico que percibe en peligro. Tiene en claro que necesita buscar otro medio de vida, pero no ha decidido aún de qué podría trabajar. Piensa que podría trabajar en una fábrica o como chofer de colectivo, pero que difícilmente contratarían a alguien de su edad, por lo cual otro empleo por cuenta propia es la alternativa que considera más factible.

En suma, la trayectoria de Domingo ha sido inestable y en cierto modo descendente con respecto a los mejores momentos comerciales de su padre en las décadas de 1970 y 1980. El hecho de no haber heredado capital económico y no contar con ninguna propiedad inmueble ni para vivienda ni para el comercio, aparece como un factor clave para comprender la vulnerabilidad ante los vaivenes de la actividad comercial en la década de 1990 y con la crisis de 2001-2002. La pendiente de la trayectoria puede considerarse incluso descendente puesto que sus padres lograban obtener mayores ingresos y sustentar una familia más numerosa con los ingresos de los comercios. Los propios avatares de los negocios y las decisiones económicas de su padre han condicionado fuertemente las oportunidades de Domingo para la acumulación de capital económico y cultural. Sus hermanas, en cambio, han tenido oportunidades que Domingo careció, como tiempo para estudiar antes de ingresar al mercado laboral; incluso una de ellas llegó a recibirse de abogada. El mandato de acompañar a su padre en el trabajo por ser el hijo mayor y varón parece haberlo desfavorecido. Lo que desde el punto de vista de la familia pudo entenderse como un modo de enseñarle oficios, brindarle experiencia y alentar su autonomía económica, en los hechos significó una entrada prematura al mundo del trabajo, que lo privó de otras oportunidades y lo dejó más desprotegido.

La indagación de los relatos de vida permite conocer este tipo de detalles - algunos bastante gruesos - que complementan la información que puede proporcionar una tabla de movilidad. Aunque la ocupación de Domingo haya sido la misma que la de su padre, existen diferencias cualitativas entre la situación y posición de clase de uno y otro. Hay una pendiente descendente y una situación relativa más desventajosa para Domingo que se oculta bajo lo que aparece como reproducción de clase. Asimismo, el devenir de esta trayectoria no se comprende del todo si se deja de lado la comparación con sus hermanas y la descripción acerca de cómo el modelo masculino moldeó sus prácticas. Por último, el hecho de que evalúe algunas ocupaciones obreras como posibilidades adecuadas a su situación actual corrobora el desclasamiento en el plano de las disposiciones subjetivas.

El capital heredado y el heredero descapitalizado

La diferenciación de herencias conlleva una serie de efectos a mediano y largo plazo. Algunas trayectorias que parten de un mismo origen pueden acentuar sus divergencias a través del tiempo. La herencia directa de algún pequeño capital económico puede convertirse en una plataforma para la ampliación de la acumulación, pero en ciertas circunstancias, como ilustra la trayectoria de Domingo, puede socavar las oportunidades de ascenso social. El capital cultural, en cambio, por su propia naturaleza, no se transmite de manera directa como la herencia económica pero, en contrapartida, no puede perderlo un individuo cuando ya lo adquirió.

Caso 2. La historia de Lara

Lara nació en Buenos Aires en 1975 en una familia de pequeños comerciantes. Sus abuelos paternos habían vivido en un pequeño pueblo cercano a Pergamino en la provincia de Buenos Aires. Allí desde fines de los años cuarenta su abuelo tuvo un primer almacén de ramos generales y su abuela era maestra rural. Luego su abuelo tuvo restoranes y cafeterías en otras ciudades, entre ellas Córdoba y Buenos Aires. Este provenía de una familia catalana de buena posición económica: su padre, el bisabuelo de Lara, había sido propietario de un hotel en Buenos Aires desde las primeras décadas del siglo XX. Sus hijos tuvieron educación secundaria en una época en la cual esto no era lo más habitual, y uno de ellos llegó a completar estudios superiores como farmacéutico.

El padre de Lara trabajó desde que terminó la secundaria y durante gran parte de su vida en los negocios de su padre. Estudió para ser martillero público, probablemente incentivado por la administración de los inmuebles que por entonces poseía la familia, pero nunca ejerció el oficio. Trabajó hasta la edad de cuarenta y cinco años en los distintos emprendimientos que fue teniendo su padre y su familia: en el hotel de los abuelos, en restoranes y en un criadero de pollos con granja de venta al público. En la época de mayor prosperidad en la década de 1980 llegaron a tener cerca de veinte empleados entre dos negocios en simultáneo. Pero no siempre resultaban rentables a través del tiempo los comercios e incluso llegaron a implicar importantes pérdidas desde mediados de la década de 1990. El último negocio familiar, también dentro del rubro gastronómico, fue una rotisería, que duró quince años. Con la apertura de un gran supermercado enfrente del local - en aquella década abrieron varios shoppings y numerosas sucursales de cadenas de supermercados - no pudieron resistir la competencia y la rotisería entró en declive durante tres años hasta que llegó a la quiebra en 1999. Los alquileres del local y los salarios adeudados los forzaron a vender inmuebles para saldar las cuentas.

Por aquel entonces el abuelo de Lara se retiró y el padre debió comenzar a trabajar en relación de dependencia como vigilante privado. Con la nueva situación económica familiar y la crisis de principios de siglo, la madre de Lara también comenzó a trabajar en relación de dependencia, como vendedora en una empresa de medicina prepaga, luego de haber sido hasta entonces ama de casa. Cuando Lara terminó la secundaria, comenzó a trabajar y a estudiar la carrera de veterinaria, que tardaría doce años en finalizar. Trabajó en un restaurante de comidas rápidas, en un locutorio y luego en empleos vinculados al rubro veterinario, como promotora de alimentos balanceados para mascotas y como viajante de un laboratorio de productos veterinarios. Los viajes dificultaban la cursada de la carrera y para completar el último tramo debió renunciar al empleo. Cuando se graduó en 2006, comenzó a trabajar como asistente en veterinarias con las que había entrado en contacto en sus empleos anteriores como vendedora.

Al poco tiempo, con una ex compañera de estudio abrieron una veterinaria propia, un negocio que funcionó bien algunos meses, pero debió cerrarse por fuertes conflictos entre las socias por el manejo del dinero, que incluso desembocaron en un litigio en la justicia. Lara volvió a trabajar en relación de dependencia en una veterinaria y al tiempo se preparó para rendir el examen que le permitiera ingresar a la residencia veterinaria en un instituto público de zoonosis de la ciudad de Buenos Aires. Actualmente está realizando el cuarto y último año de dicha residencia.

La historia familiar de Lara encierra una evidente pérdida de capital económico a través de los años y una lenta adquisición de capital cultural de tipo educativo aprovechando las oportunidades ofrecidas por la universidad pública. La descapitalización económica comenzó ya en la propia trayectoria intrageneracional de su abuelo, que había llegado a obtener ingresos de dos prósperos comercios y rentas de propiedades, pero sucesivos reveses comerciales hicieron decrecer su patrimonio. Como el padre de Lara trabajó gran parte de su vida junto a su padre, su trayectoria de clase quedó atada a la suerte de esos negocios. Tampoco se manifestó un papel clave del capital social en la trayectoria de clase: la red de contactos a partir de los comercios no impidió el declive ni ofreció oportunidades que tuerzan la pendiente de la trayectoria.

Pueden conjeturarse distintas posibilidades acerca de la trayectoria alternativa que podría haber transitado el padre de Lara si hubiese decidido emprender una carrera laboral independiente de los negocios familiares. Por una parte, las microempresas familiares pueden beneficiarse de que los miembros de la familia se involucren y concentren sus energías en sus negocios preexistentes. Puede suponerse que quienes mejor los administrarán serán los más interesados en resguardar y acrecentar el capital familiar. En el extremo opuesto, puede ocurrir que el desarrollo de una carrera individual disociada de la actividad familiar resulte una estrategia más exitosa. Si concebimos a los recursos de los miembros de la familia como formas de capital, la estrategia de “despegarse” conlleva las ventajas de la diversificación de los riesgos. En este sentido, emprender un nuevo camino solitario, que desde el punto de vista individual y en un momento determinado puede percibirse como más arriesgado, o incluso como un desaire por descuidar o desaprovechar las oportunidades que ofrece la familia, desde el punto de vista del interés de la familia a largo plazo, puede constituir la mejor forma de conservar o acrecentar el patrimonio mediante su reconversión. (figura 2)

Figura 2: Árbol genealógico 2: Lara 

En cuanto a la trayectoria individual de Lara, se destaca su perseverancia para llegar a la meta de concluir su carrera universitaria, aunque ello le insumió el doble del tiempo previsto por el plan de estudios. De esta manera, superó el capital educativo de ambos padres. También uno de sus hermanos, que aún está cursando su carrera, parece seguir un recorrido similar. Ambos carecen de grandes responsabilidades familiares: están solteros, no tienen hijos y viven solos. Este tipo de trayectoria contrasta otras en las cuales el trabajo y el formar una nueva familia condujeron al abandono de los estudios. En el caso de Lara, si bien trabajó desde joven, llegó a renunciar a un empleo cuando se tornó incompatible con el estudio, algo impensable para otros entrevistados, que dieron por sentado que ante dicha incompatibilidad solo cabe resignar lo segundo. La adquisición de capital cultural en forma de título universitario pudo haber tenido un atractivo mayor como modo de compensar la pérdida de capital económico familiar que experimentaron y presenciaron en su padre.

En términos de las etapas del ciclo de vida, la de Lara es una trayectoria “prorrogada”, donde las etapas según rangos etarios se prolongaron en comparación con otras en las cuales las circunstancias laborales están más definidas y consolidadas para esa edad biológica. Probablemente no ha encontrado aun el punto más alto de sus posibilidades de desarrollo laboral. Cuando finalice la residencia, planea presentarse para concursar por un cargo en el sector público. Si no lo logra, volverá a trabajar en una veterinaria en relación de dependencia o abrirá una propia. Las posibilidades más diversas están abiertas y la incertidumbre es alta.

Actualmente está en pareja, pero no convive con él. Los planes sobre formar una familia existen, pero para un futuro indeterminado. Todo esto contrasta especialmente con las trayectorias analizadas en la investigación de mujeres obreras de más bajo capital económico y cultural, que a una edad similar a la de Lara tienden a identificarse en lo familiar como abuelas y en lo laboral como retiradas del mercado. La trayectoria de Lara es una trayectoria “joven”, donde la moratoria social de la juventud (Margulis, 1996) se ha visto notablemente prorrogada. La singularidad de su historia exhibe algunos aspectos de la relación entre clase y categorías etarias abordados por Bourdieu, relativos al carácter socialmente manipulable de la edad como dato biológico, variable según la posición social (Bourdieu, 1990).

Caso 3. La historia de Marcelino

Marcelino nació en la localidad de Chacabuco (Provincia de Buenos Aires) en 1968. Su bisabuelo paterno había sido propietario de una estancia a principios del siglo XX, de la que su abuelo heredó el casco y una porción de tierra laborable que se dedicó a trabajar como chacarero. Su padre fue un trabajador especializado en la clasificación de granos en una empresa de la zona. Su madre, hija de un comerciante del pueblo, era docente y llegó a ser inspectora escolar. Ambos se conocieron en los años sesenta cuando ella era maestra de la escuela rural situada en el casco de la estancia.

Cuando Marcelino tenía catorce años, en 1982, sufrió un accidente automovilístico y como consecuencia tuvo que usar silla de ruedas y hacer un sacrificado tratamiento de rehabilitación. Las dificultades físicas y la depresión resultante lo llevaron a abandonar la escuela. Al año siguiente, ya avanzada su recuperación motriz, sus padres le ofrecieron abrirle una disquería en la ciudad, para que tuviese una ocupación. El negoció funcionó como se esperaba y la actividad se adecuaba bien a sus posibilidades. Aunque retomó la escuela, volvió a dejarla antes de graduarse. En su tiempo libre, hizo un curso de piloto, actividad que luego realizaría como hobby. A partir de la segunda mitad de la década de 1980, cuando cumplió dieciocho, con sus amigos abrieron un boliche bailable en la ciudad. Los siguientes siete años continuaron con el negocio, organizando bailes en varias ciudades cercanas. La actividad de aviación de Marcelino fue aprovechada para publicitar el boliche.

Por aquel entonces, Marcelino contrajo matrimonio con la madre de sus hijas, de la que ahora está divorciado. Ella le puso como condición abandonar la aviación, la actividad en los boliches y la permanente movilidad de una ciudad a otra, para asentarse nuevamente en Chacabuco. En esta nueva etapa, Marcelino emprendió junto a un socio una nueva actividad: estudió informática y abrió un local de computación al lado de la vivienda donde residían. Por aquel entonces, a principios de la década del noventa, los conocimientos de informática eran algo que pocos detentaban y que permitían llevar a cabo actividades redituables. Entre ellas, capacitar a docentes cuyas escuelas habían recibido computadoras de parte del Estado y desconocían casi por completo su manejo. Asimismo, lograron que se les adjudique la instalación de los equipos en un banco público, así como la capacitación del personal en el manejo de los sistemas, lo cual podía insumir varios meses en cada sucursal, totalizando unos dos años de trabajo en aquel proyecto con el que obtuvieron importantes ganancias. Terminado aquel proyecto, volvió a ocuparse de lleno en el negocio, al que incorporó empleados y un reparto en tres camionetas para cubrir las zonas cercanas a Chacabuco. En esta época de prosperidad, su esposa dio a luz a su primer hijo.

Con la crisis de 2001, los artículos importados se encarecieron y las ganancias del negocio mermaron. Su socio decidió vender su parte y Marcelino continuó algunos años más, pero la situación económica desfavorable y la pérdida de exclusividad en el rubro por la aparición de competidores y la mayor difusión de conocimientos, no permitían volver a los niveles de beneficio previos. En el año 2005 finalmente cerró el negocio, cuando nació su segunda hija.

La niña padece Síndrome de Down y desde su nacimiento requirió cuidados especiales que modificaron la vida cotidiana de la familia. Un accidente cerebrovascular que sufrió su esposa a los pocos meses alteró más aun la vida de la familia. Tras varios meses internada, en los cuales Marcelino la acompañó permanentemente, su esposa logró recuperarse. Luego, la convivencia entre ambos se fue deteriorando, hasta que decidieron separarse. Ella se quedó en Chacabuco cuidando a sus hijos y Marcelino se mudó a Buenos Aires, a una vieja y destartalada casa heredada de su abuelo. En esta casa comenzó una nueva etapa en su vida, viviendo solo y prácticamente sin trabajar. Su tiempo lo ha dedicado a reparar la casa y a construir muebles artesanales con materiales que recicla. El último emprendimiento que tuvo consistió en comprar varios automóviles para que fueran trabajados por choferes en una remisería. Tras algunas dificultades, decidió deshacerse de los coches y compró un departamento para poner en alquiler, el cual sumado a una habitación anexa a su vivienda que también pone en alquiler, constituyen sus fuentes de ingresos. Como sus gastos superan los ingresos, paulatinamente va gastando también sus ahorros, a un ritmo calculado para que le duren hasta su muerte. Eventualmente vende algunos de los muebles que fabrica, y piensa que ello podría constituir una fuente de ingresos adicional, pero no tiene planeado conseguir un empleo o lanzar un nuevo emprendimiento, ya que padece algunos trastornos psiquiátricos, leves pero que le impiden mantener la calma ante dificultades cotidianas.

La trayectoria de Marcelino encierra muchos acontecimientos que signaron la historia de vida y que afectaron la posición de la familia en el espacio social. En primer lugar, se destaca el fraccionamiento de la estancia del bisabuelo al repartir la herencia entre sus diez hijos. Su abuelo y su padre tuvieron trayectorias descendentes con respecto al capital económico. De una generación a la siguiente un capital puede volverse demasiado pequeño y luego insignificante.

La madre de Marcelino, como docente que llegó a inspectora escolar, exhibe un importante capital educativo e institucional. Sin embargo, este capital no se transmitió o no fue recibido por Marcelino, al menos bajo la misma forma. El accidente automovilístico fue la razón inmediata por la cual abandonó la educación formal. Luego, cuando estuvo en condiciones de retomarla, prefirió abocarse a otros planes, algo a lo que los padres no se opusieron. Los emprendimientos comerciales que realizó en distintos momentos, como la disquería, la discoteca y la casa de computación, tendieron a ser rentables, pero fundamentalmente eran actividades que hacía porque - de acuerdo a su relato - lo apasionaban. En este sentido, la única diferencia entre estas ocupaciones y su afición por la aviación es que esta última constituía un gasto en vez de un ingreso.(figura 3)

Figura 3: Árbol genealógico 3: Marcelino 

El capital cultural relativo a destrezas útiles para el mundo laboral no fue adquirido mediante un plan a largo plazo, sino para dominar aquellos ámbitos de actividad que le producían interés inmediato. El aprendizaje de computación en la década del noventa, cuando aún no estaban muy difundidos esos saberes en el país, fue una inversión relativamente poco costosa y muy rentable durante un período de tiempo, pero al no adquirir nuevos conocimientos perdió la ventaja de exclusividad que había tenido. Sus distintos emprendimientos siguieron un mismo patrón: rindieron mucho, pero por un corto o mediano plazo. La estrategia no planeada de diversificar sus habilidades según sus inquietudes temporales, de manera casi impulsiva, parece haberle hecho desaprovechar la posibilidad de concentrar todas sus energías en una actividad y especializarse.

El capital social indudablemente debió haber jugado un papel significativo en el emprendimiento de la discoteca y luego para la adjudicación de instalaciones y capacitaciones informáticas. La construcción de redes de vínculos en distintos ámbitos, condición necesaria para hacer rentables las inversiones de capital económico y cultural, no parece haber perdurado en el tiempo ni rebasado los contextos específicos en los que se creó capital social. El capital social posibilitó rendimientos mayores de las otras especies de capital, pero no tuvo la misma eficacia para contrarrestar las dificultades económicas y los infortunios personales devenidos en desventajas acumuladas (Dannefer, 2003; Dewilde, 2003).

Los problemas de salud fueron un factor que tuvo gran peso en su trayectoria. Su accidente automovilístico de joven, el accidente cerebrovascular de su esposa y la enfermedad de su hija marcaron puntos de viraje en su vida familiar y laboral. De hecho, su relato se organiza a partir de estos acontecimientos, que resultaron traumáticos para Marcelino. Además de las energías y la tensión psíquica, los asuntos de salud de su esposa e hija significaron grandes erogaciones de dinero. Cuando su esposa se recuperó, el vínculo de la pareja se fue deteriorando, hasta que decidieron separarse. Entonces Marcelino decidió el último gran cambio en su vida: mudarse a Buenos Aires y dejar de trabajar, por lo menos de manera formal y permanente. Su modo de vida relativamente aislado, luego de lo que él denomina “haber pateado el tablero”, se aproxima a la posición de retraimiento de la tipología de Robert Merton (1992) sobre adaptaciones individuales a los mandatos culturales. La misma refiere al individuo sumido en el desencanto y la resignación, que lo lleva a renunciar a metas y normas, alejándose de un juego social que considera hipócrita.

Por eso te conté, así explayado, todo lo pasado hace que yo hoy por hoy no quiera nada, nada que ver con el sistema, no quiero banco, no quiero tarjeta de crédito, no quiero mutuales, porque en los momentos que las precisé, que realmente las precisé, no estuvieron, y las precisé en serio. Las precisé con mi hija, no estuvieron; las precisé con mi mujer, no estuvieron (Marcelino).

Este tipo de disposiciones subjetivas son producto de una trayectoria con bruscos cambios y adversidades difíciles de sortear, que ha experimentado como impotencia. La trayectoria probable de Marcelino tuvo en distintos momentos potencialidades que luego no se realizaron. A pesar de las dificultades, algunos ahorros e ingresos por las rentas de dos propiedades heredadas le permitieron decretar su propia jubilación anticipada. La estrategia actual consiste en gastar sus recursos administrándolos de modo tal de hacerlos durar lo máximo posible. Le envía una mensualidad a su esposa, quien tiene a cargo a los hijos, entre ellos la niña con Síndrome de Down, quien requiere cuidados especiales que realizan su ex esposa y el resto de la familia en Chacabuco.

En suma, la trayectoria de Marcelino ha tenido varias aristas y recodos que la hacen compleja. Ha partido desde una posición intermedia en capital económico y cultural. El pequeño capital económico familiar proveniente de sus abuelos le ha permitido financiar sus emprendimientos, solventar gastos en los momentos críticos y en la actualidad obtener un mínimo de ingresos que tornó factible su decisión de abandonar su vida laboral. El capital cultural de su madre no puede reconocerse en él más que fragmentariamente, como habilidades que ha desarrollado en direcciones distintas y poco sistemáticas. El capital social parece haberse diluido rápidamente en más de una ocasión, cuando las circunstancias llevaron a alejarse de un ámbito de actividad o lugar geográfico. Si simplemente se comparase la ocupación obrera de su padre con el status de “rentista” y ex pequeño empresario de Marcelino, la imagen que se tendría sobre la movilidad social de este caso poco tendría que ver con las vicisitudes del itinerario recorrido, con la sub-realización de potencialidades que estaban inscriptas en su situación objetiva y con las vivencias subjetivas que refiere.

Situaciones objetivas y disposiciones subjetivas

La historia de Lara y la de Marcelino tienen en común una descapitalización económica a través de las generaciones. En el caso de Lara, el descenso económico se produjo en la trayectoria intrageneracional de su padre, que de tener varios comercios pasó a ser un asalariado en un empleo de baja calificación. En el caso de Marcelino, el descenso fue paulatino y se concretó sobre todo en la vida de su padre, que tuvo ocupaciones obreras, pero en una familia que aún mantenía una pequeña propiedad rural. En general, las historias que exhiben la pérdida de una actividad económica familiar implican una disociación de la trayectoria individual respecto a las generaciones anteriores, con nuevas estrategias, como la apuesta de Lara a la acumulación de capital cultural y las sucesivas apuestas de Marcelino, que por múltiples vicisitudes no resultaron sostenibles.

Los comercios de los padres de Domingo y Lara fueron varios, duraron algunos años y, de acuerdo a sus relatos, con el paso del tiempo y los emprendimientos, las condiciones fueron cada vez más dificultosas para lograr el éxito comercial. El padre de Domingo emprendía nuevos negocios que no resultaban rentables, porque no tenía el capital acumulado suficiente para esperar el mejor momento o buscar la oportunidad más ventajosa, situación que transmitió a su hijo. Domingo no pudo estudiar por trabajar con el padre, pero no obtuvo en compensación un negocio familiar cuando éste falleció. Al contrario, debió conseguir empleo asalariado sin estudios secundarios completos. Cuando se quedó sin ese empleo, abrir un pequeño comercio fue más una necesidad que una elección, puesto que no podía conseguir fácilmente otro empleo asalariado. Respecto a la familia de Lara, también puede observarse la importancia de la temporalidad: el último negocio familiar se mantuvo abierto demasiado tiempo más del que era conveniente. En el caso de Marcelino, su trayectoria presenta un recorrido sinuoso, donde los problemas de salud familiares resaltan como puntos de inflexión del itinerario. Las apuestas económicas, aunque no fracasaron e incluso sus productos morigeraron el impacto negativo de las conmociones en la vida familiar, se vieron interrumpidas intempestivamente varias veces, impidiendo una consolidación y ascenso social sostenido a través del tiempo.

El cambio de rubro comercial y el comienzo de un nuevo emprendimiento supone una importante inversión económica inicial para la economía de un pequeño comerciante. Además, tratándose de negocios familiares, puede suponerse que también hay una importante inversión de energías de la familia puestas a disposición del emprendimiento. El riesgo que conllevan, cuando la incertidumbre recae nada menos que sobre el bienestar futuro de la familia, que se añade a los costos económicos y morales, permite suponer que el cambio de rubro tenderá a ser evitado toda vez que sea posible o conveniente. Por ende, salvo los casos en los que dicho cambio obedece a un crecimiento económico, lo más probable es que constituya más bien un intento de salvar la economía familiar de la debacle que se avizora, más cerca de un “manotazo de ahogado” que de una manifestación de la actitud proactiva prescripta por la ideología del emprendedorismo. En este sentido, no parece casual que las trayectorias cuyas familias de origen pasaron de un comercio a otro sean las que tuvieron más dificultades para un trayecto ascendente o bien experimentaron un desclasamiento.

La transformación económica de Argentina en la década del noventa dificultó la subsistencia de muchos pequeños comercios, que no pudieron competir con grandes empresas, como cadenas de supermercados, o que estuvieron en una posición dependiente respecto a empresas líderes, como en el rubro informático. La recesión desde 1998 y la mega-crisis de 2001-2002 remataron el proceso. La secuenciación temporal es una de las claves para entender cómo pueden bifurcarse los destinos de clase ante condiciones similares. El menor volumen de capital económico permite resistir muy poco tiempo un negocio que no rinde lo suficiente o que va a pérdida. Este estrecho margen de maniobra no alcanza a evitar que fracasen, por inoportunas o precipitadas, las siguientes estrategias de los miembros de las familias. La reactivación económica a partir de 2003 parece haber llegado tarde en estos casos para recuperar el capital perdido.

La diversidad de los casos puede sintetizarse de distintos modos. Según la pendiente de la trayectoria, todos son recorridos sinuosos, con momentos de descenso y otros de recuperación. Lara logró compensar la pérdida de capital económico de la generación anterior a través de la adquisición de capital educativo, Marcelino presenta un descenso educativo respecto a su madre y sus apuestas económicas se vieron truncadas por dificultades de salud y problemas familiares, mientras que Domingo está en una posición económica más frágil que la de sus padres sin que ello sea compensado por la adquisición de otra especie de capital como Lara. A partir de estos casos analizados, es posible identificar dos configuraciones entre las distintas especies de capital en las trayectorias descendentes desde orígenes comerciantes:

Compensación de la descapitalización económica a través de la adquisición de capital cultural. El capital cultural -principalmente educativo- suscita interés y prioridad, a pesar de las restricciones económicas, precisamente para hacerles frente (Lara).

Fragilidad económica no compensada por capital cultural. Las pérdidas o dificultades en la actividad económica no logran ser superadas mediante recursos culturales ni de capital social (Domingo, Marcelino).

Respecto al capital social, no resulta sencillo identificar sus efectos en estas trayectorias, a diferencia de las trayectorias de ascenso social en las cuales los recursos y oportunidades de la red social se activaron en momentos decisivos de las biografías. Abordar empíricamente el capital social requiere un análisis de redes de interacciones que, desde la perspectiva bourdieusiana, no dejan de ser un efecto de la posición estructural (Bottero, 2009). Un desafío para futuros trabajos sobre trayectorias de clase en Argentina reside en buscar las mejores alternativas para la medición del capital social y examinar sus articulaciones contextuales con otras especies de capital, algo que investigaciones como Li, Savage y Pickles (2003) y Li, Savage y Warde (2008) en Reino Unido han mostrado que está asociado con las trayectorias de clase, fundamentalmente reforzando privilegios.

Por último, otro modo de resumir las diferencias en las trayectorias analizadas resulta de las combinaciones de condiciones y disposiciones subjetivas respecto al ascenso social (Tabla 1).

Tabla 1: Tipos de trayectorias según oportunidades y disposiciones para el ascenso social 

Situación objetiva favorable al ascenso
+ -
Disposiciones subjetivas favorables al ascenso + Beneficio asegurado Sacrificio contracorriente
- Potencial desaprovechado Conformidad impuesta

Domingo y Lara no tuvieron condiciones favorables al ascenso social, a pesar de lo cual han tenido disposiciones subjetivas para enfrentar las adversidades que la pendiente más bien descendente de las trayectorias les impuso. Podríamos denominar a estas como trayectorias de sacrificio contracorriente. Marcelino contaba en principio con ciertas oportunidades objetivas por su posición de origen favorables al ascenso social, pero las vicisitudes de su vida han arruinado sus disposiciones subjetivas más favorables al ascenso social y optó por abandonar la lucha económica. Podríamos denominar a una trayectoria como esta de potencial desaprovechado - no voluntariamente, sino en el sentido de que un habitus no originó las prácticas que la posición exigía para el ascenso. Si, en cambio, se considera la posición social de Marcelino no en su origen familiar sino en un momento posterior a las dificultades personales que debió atravesar, las condiciones ya eran más bien desfavorables, y su resignación puede entenderse como una conformidad impuesta. La situación de beneficio asegurado, que completa la tipología, se verificó en otros casos que quedan fuera de este análisis de descensos sociales.

Conclusiones

En las trayectorias desde familias de comerciantes y pequeños propietarios, la actividad económica familiar ha sido a menudo el eje de organización de la vida familiar. La esfera doméstica y la económica tienden a permanecer unidas. Las transmisiones suelen diferenciarse según género, de modo tal que en los casos analizados los hijos varones heredaron el negocio familiar mientras que las mujeres apostaron a la adquisición de capital educativo. El rol masculino como continuador del negocio familiar, ligado a la concepción del varón proveedor, beneficia a ellos en las oportunidades de acumulación económica, pero si el negocio fracasa, el heredero varón termina más desprotegido que sus hermanas. Cuando tiene lugar una descapitalización económica familiar a través del tiempo, esta induce cambios en las estrategias en las siguientes generaciones y las trayectorias individuales se tornan más sinuosas.

La posibilidad de movilización de recursos familiares en los momentos apropiados puede ser decisiva para las generaciones siguientes. Si la familia no cuenta con un capital económico de reserva - con suficiente liquidez -, difícilmente se pueda evitar el desclasamiento intergeneracional cuando un negocio en que se tiene invertido prácticamente todo el capital económico deja de ser rentable.

En los estudios de movilidad social convencionales, estos desclasamientos tienden a permanecer como puntos ciegos. Alguien que sigue siendo comerciante como sus padres, sería clasificado como un caso de reproducción de clase. Alguien que no es comerciante como sus padres, pero es profesional con título universitario, sería clasificado como un caso de ascenso social. La descapitalización económica queda oculta cuando se usan exclusivamente las ocupaciones como indicadores de clase.

Las tendencias contrapuestas que las investigaciones sociológicas han hallado en materia de desigualdades en Argentina y Latinoamérica a principios de siglo (Benza & Kessler, 2020; Kessler, 2015) enmarcan estas trayectorias de una fracción de sectores medios que mantuvo o incluso mejoró la posición de clase ocupacional, pero vio reducidos sus ingresos y experimentó una descapitalización económica. Este tipo de situaciones ofrecen pistas sobre uno de los “enigmas” de la sociología sobre la estructura social argentina: que las distribuciones porcentuales por clase social no manifiesten una reducción de los sectores medios en las últimas décadas, cuando se sabe del empobrecimiento relativo de importantes franjas de sectores medios, especialmente en momentos de crisis. Los relatos de vida permiten completar algunos huecos del análisis de clase cuantitativo, sabiendo que las grandes crisis económicas, recurrentes en Argentina - 1975, 1989, 2001, 2020 -, no pueden dejar indemnes la estructura y las experiencias de clase.

Agradecimientos

Gonzalo Seid es Becario postdoctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) de Argentina e Director del proyecto “Trayectorias de sectores medios: indicadores concurrentes y divergentes” (Facultad de Ciencias Sociales, UBA).

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Recibido: 13 de Julio de 2020; Aprobado: 04 de Febrero de 2021

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