Sumario: 1. Introducción; 2. Crítica de la revolución; 3. Análisis de la opresión; 4. Una sociedad libre; 5. La sociedad en los años treinta; 6. Consideraciones finales: 7. Referencias.
Summary: 1. Introduction; 2. Critique of the revolution; 3. Analysis of oppression; 4. A free society; 5. Society in the thirties; 6. Final considerations: 7. References.
1 INTRODUCCIÓN
Este artículo enfatiza la aportación de Simone Weil al pensamiento filosófico sobre la libertad humana, en su ensayo “Reflexiones sobre las causas de la libertad y de la opresión social”2 Dicho ensayo fue redactado en el año 1934 y permaneció inédito hasta su publicación por Albert Camus en el año 19553.
La hipótesis que sostengo es que el texto contiene afirmaciones atemporales y relevantes sobre las condiciones de posibilidad de la libertad humana, con implicaciones para la Teoría Política4 y que independientemente de su adscripción a una filosofía u otra no pueden desoír aquellos que se posicionan en favor de la libertad.
Para probar dicha hipótesis, el método ha consistido en realizar un análisis textual de dicho ensayo, primero con una lectura general del texto que ha tenido en cuenta dos de sus ediciones en castellano separadas por veinte años (PAIDOS, 19955 y TROTTA, 2015 6)
Tras la lectura general se ha procedido a una segunda lectura más detallada del texto basándonos en la edición española de la Editorial Trotta, fijando especialmente la atención en lo que dice, con una mirada libre de los apriorismos7 que pudiera suscitar el conocimiento del contexto, trayectoria y personalidad de la autora.
Esa lectura detallada ha permitido seleccionar las afirmaciones más relevantes de cada capítulo del ensayo que nos ocupa, y que conducen a nuestra conclusión, que Simone Weil expresa en su ensayo ideas que deben incorporarse al canon teórico de la libertad.
Esas ideas surgen al hilo de las preocupaciones más concretas e históricas de Weil en su ensayo pero deben tenerse en cuenta con independencia de la adscripción filosófica de Weil, que podemos resumir aquí: escritora en los años de entreguerras y militante en la izquierda radical que mantuvo una postura crítica con la marcha de la revolución obrera, en lo teórico con el marxismo y en lo histórico con la Unión Soviética. Al igual que Orwell y Camus, Weil fue una voz aislada en la izquierda que denunció el comunismo con la misma convicción con la que denunció el fascismo8. En palabras de JIMÉNEZ LOZANO, siempre se comportó de manera atípica, indisciplinada, nada militante de ninguna dogmática sino como una instancia crítica. Su testarudez era digna de un místico, su sentido de la libertad verdaderamente intratable, y poseía una suma sensibilidad para la desgracia ajena. Y nunca alzó la voz, ni fue presa de la vehemencia9.
A todo ello se unió con el tiempo un profundo misticismo10 concepto que entendemos siguiendo a JIMENEZ LOZANO: un místico es alguien que no acepta los hechos de la naturaleza y de la historia como el fondo de la realidad11. La singularidad intelectual de Simone Weil nos conduce a enfatizar en sus escritos aquello que justifica considerarla una filósofa de la Libertad.
2 CRÍTICA DE LA REVOLUCIÓN
El correspondiente apartado del ensayo de Weil viene titulado como crítica del marxismo y comienza describiendo un presente angustioso especialmente en lo laboral y en unos términos cuya vigencia parece que aun hoy perdura:
La época actual es de aquellas en las que todo lo que normalmente parece constituir una razón para vivir se desvanece, en las que se debe cuestionar todo de nuevo, so pena de hundirse en el desconcierto o la inconsciencia. (…) El trabajo ya no se realiza con la orgullosa conciencia de ser útil, sino con el sentimiento humillante y angustioso de poseer, solo por el hecho de disfrutar, sencillamente de un puesto de trabajo, un privilegio concedido por un pasajero favor de la suerte, privilegio del que están excluidos muchos seres humanos (…) Vivimos una época privada de futuro. La espera de lo que vendrá ya no es espera, sino angustia12.
A la desesperanza por un presente hostil se une la que ocasiona constatar el fracaso de la revolución proletaria de 1917 y las pocas perspectivas de éxito que atribuye a los movimientos revolucionarios.
Todo sucede como si el movimiento revolucionario decayera con el régimen que aspira a destruir (…) Por ello, el primer deber que nos impone el presente es el de tener suficiente valor intelectual como para preguntarnos si el término revolución es algo más que una palabra, si tiene contenido preciso, si no es, sencillamente, una de las numerosas mentiras suscitadas por el desarrollo del régimen capitalista y que la crisis actual nos hace el favor de disipar. La cuestión parece impía, debido a los seres nobles y puros que han sacrificado todo, incluida su vida, a esa palabra. Pero solo los sacerdotes pueden pretender que el valor de una idea se mida por la cantidad de sangre que há hecho derramar.13
La palabra revolución es una palabra por la que se mata, por la que se muere, por la que se envía a las masas populares a la muerte, pero que no tiene ningún contenido14.
En palabras de REVILLA GUZMAN, esta situación de crisis proporciona la ocasión para llevar a cabo un cuestionamiento del sentido de la revolución y por eso las Reflexiones analizan su raíz más profunda, el mecanismo de la opresión social atendiendo a su despliegue en la mecánica del poder, y abordan la elaboración de una propuesta alternativa, articulada en torno a la noción de libertad15.
Weil se interroga aquí sobre el porvenir de la libertad y la opresión. Considera que una causa del fracaso de los movimientos revolucionarios es no identificar correctamente el origen de la opresión contra la que se dirigen. Marx explica el mecanismo de la opresión capitalista, pero no detalla cómo podría dejar de funcionar, y ello no se consigue, como se deduce del marxismo, suprimiendo la competencia o la propiedad privada. El “socialismo científico” ha llegado a convertirse en dogma.
La opresión no reside en el régimen de propiedad sino en el de producción: la gran industria basada en el maquinismo, la racionalización del trabajo y la sumisión de los que ejecutan a los que coordinan encuentra en la estructura de las fábricas el mecanismo de la opresión16.
Weil afirma que no se ha tenido en cuenta que la explotación de los trabajadores (reduciendo sus ingresos) surge de la necesidad de ampliar la empresa para hacerla más poderosa que sus competidoras, no del deseo de disfrute o consumo de los capitalistas, y aún más, que cualquier otro tipo de organización económica recortará también el consumo de sus miembros para competir con organizaciones de su entorno.
La explotación de los obreros perdurará mientras en el mundo exista lucha por el poder y el factor decisivo de la victoria sea la producción industrial.
La explotación no puede ser suprimida por ninguna transformación política y jurídica porque arraiga en los fundamentos mismos de nuestra cultura, en la especialización, que va unida al desarrollo científico. La ciencia es un monopolio no por causa de la instrucción pública sino por su propia naturaleza: los profanos solo acceden a los resultados y no a los métodos. Solo pueden creer, no asimilar.
La especialización implica la sumisión de los que ejecutan a los que coordinan. El régimen de producción moderno se basa en la separación del trabajo manual y el trabajo intelectual. Weil afirma en el año 1934 algo que muchos tardarían en llegar a comprender:
La total subordinación del obrero a la empresa y a quienes la dirigen reposa en la estructura de la fábrica y no en el régimen de propiedad17.
Los aparatos permanentes de gobierno, burocrático, militar y policial son también efecto inevitable de la distinción radical entre funciones de dirección y de ejecución.
De todo ello se comprende que la instauración de un régimen de libertad y de igualdad supone una transformación previa de la organización de la producción y de la cultura18.
Weil no se resigna a la inacción. Concuerda con Marx en que todo cambio se efectúa por transformaciones materiales. Por eso, hay que conocer las condiciones materiales que determinan nuestras posibilidades de acción. Una mejora metódica de la organización social supone un estudio previo y profundo del modo de producción para intentar saber qué se puede esperar desde el punto de vista del rendimiento y cómo puede ser transformado.
Weil descarta que la técnica moderna libere a los trabajadores y asegure para todos el suficiente bienestar y ocio como para que las condiciones de trabajo dejen de dificultar el desarrollo del individuo. También en el futuro porque un crecimiento continuo e ilimitado del rendimiento es inconcebible. Solo la rapidez del progreso técnico pudo hacer creer que el trabajo podría llegar a ser superfluo algún día. Pero es inútil esperar que el progreso técnico pueda aliviar, por progresiva y continua disminución del esfuerzo de producción, el doble peso de la naturaleza y la sociedad sobre el hombre.
La cuestión es si es posible una organización de la producción que aun sin eliminar las necesidades naturales y la coacción social permita que no se aplasten cuerpos y espíritus bajo la opresión.
Weil está a favor de preservar la propiedad personal que estaría constituida por la apropiación de objetos concretos tales como la casa, campo, muebles, útiles que el alma mira como una prolongación de sí misma y del cuerpo. pero excluye de esta propiedad la posesión de sumas de dinero, La justicia exige que la propiedad personal así entendida sea inalienable, como la libertad19.
Añade Weil que la supresión de la propiedad privada no hará menos pesado el trabajo en minas y fábricas.
Tampoco ve una solución en la eliminación del beneficio individual que se dice supondría la supresión de algunas formas de despilfarro, porque aparecerían otras.
Respecto a los sujetos revolucionarios debe tenerse en cuenta que Weil también es muy crítica con el papel de los partidos políticos en otro de sus ensayos20, porque independientemente de su ideología comparten tres rasgos esenciales: Primero, mediante la propaganda excitan las pasiones colectivas. Segundo, ejercen presión de grupo sobre la mente de sus miembros y Tercero, su fin último es la propia conservación. Vistas las tendencias totalitarias ínsitas en ellos, el mal sale victorioso en las democracias invalidándolas para alcanzar el bien. Por todo ello Weil aboga por la supresión de los partidos políticos. Weil se lamenta que casi en cualquier lugar los ciudadanos ya no piensan, sino que toman partido a favor o en contra. Nada es más cómodo que no tener que pensar, o lo que es lo mismo, que pensar colectivamente que es la razón de ser de los partidos21.
3 ANÁLISIS DE LA OPRESIÓN
Para Weil es necesario captar el mecanismo de la opresión. Comprender cómo surge, subsiste y se transforma. Cómo podría teóricamente, desaparecer. No se puede suprimir si subsisten las causas que la hacen inevitable y residen en condiciones objetivas, materiales, de la organización social.
Marx omite explicar por qué la opresión es invencible mientras es útil y porqué los oprimidos rebeldes nunca han conseguido fundar una sociedad no opresiva22.
Son muy raras las formas de organización social que en la historia aparecen verdaderamente limpias de opresión, correspondiéndose las que se conocen a sociedades con un nivel tan bajo de producción que la división social del trabajo es prácticamente desconocida.
La opresión aparece a partir de formas más elevadas de economía y resalta Weil que las acompaña siempre. Entre las economías primitivas y las avanzadas no existe solo una diferencia de grado, lo que vale para el consumo, sino que en la producción existe una diferencia de naturaleza. La producción, que es el factor decisivo, se transforma en su misma esencia.
En sociedades y economías primitivas cada hombre es libre respecto a los demás porque está en contacto inmediato con las condiciones de su propia existencia.
En las etapas superiores de la producción la coacción de la naturaleza continúa en apariencia menos inmediata, dejando margen creciente a la libre elección del hombre, su iniciativa y decisión. La acción humana continúa respondiendo a la necesidad inmediata, pero además el hombre está presionado por el hombre. Parece que el hombre no puede aliviar el yugo de las necesidades naturales sin sobrecargar en igual medida la opresión social. El dominio colectivo de la naturaleza se transforma en servidumbre cuando se desciende al plano del individuo. Los hombres nunca han dejado de estar empujados al trabajo por una fuerza exterior. El hombre no ha salido de la condición servil, el poder que le mantiene de rodillas ha sido como transferido de la materia inerte a la sociedad que él mismo constituye con sus semejantes. El dominio sobre la naturaleza es eficacia a largo plazo que solo las generaciones futuras aprovecharán, mientras por el contrario, la fatiga extenuante, los dolores, los peligros vinculados a estos trabajos se hacen sentir inmediatamente y siempre23.
La opresión procede de condiciones objetivas según Weil24.
La primera es la existencia de privilegios. Tales privilegios no tienen origen en las leyes de los hombres sino que los determina la naturaleza de las cosas. Los privilegiados, aunque dependen para vivir del trabajo de otros, disponen de la suerte de aquellos de los que dependen y desde ese momento muere la igualdad.
Los privilegiados son el sacerdote, los sabios y técnicos, los guerreros, los especialistas en la organización de los intercambios que controlan la moneda y se procuran los frutos del trabajo ajeno, dirigentes que monopolizan la coordinación. La primera ley que los privilegiados ponen en ejecución es exigir obediencia.
Respecto a la coordinación25, todo nivel elevado de producción requiere una cooperación más o menos amplia. El esfuerzo de cada uno tiene sentido y eficacia solo por su regulación y exacta correspondencia con el esfuerzo de todos los demás. Pero Simone Weil destaca26 que
Muchos espíritus humanos no se unen, en absoluto, en un espíritu colectivo y los términos “alma colectiva” “pensamiento colectivo” tan corrientemente utilizados hoy, están totalmente vacíos de sentido. Por tanto para que los esfuerzos de muchos se combinen es necesario que estén todos dirigidos por un único y mismo espíritu27 .
Si para Weil son ficciones el espíritu, el alma y el pensamiento colectivo resulta claro que considerando como solución al problema de la coordinación de esfuerzos la dirección de todos por “un único y mismo espíritu” se está refiriendo a un sujeto individual28 cuya voluntad se impone al resto, lo que hace que se convierta en opresor. La opresión social proporciona solución inmediata al problema de la coordinación creando dos categorías de hombres: los que mandan y los que obedecen. El jefe coordina sin dificultad el esfuerzo de los que están subordinados a sus órdenes. Y los resultados son prodigiosos cuando la división en categorías sociales es tan profunda como para que los que deciden los trabajos no estén expuestos a sentir, ni siquiera a conocer, ni las dificultades agotadoras, ni los dolores, ni los peligros, mientras los que ejecutan y sufren no tienen otra opción, al estar siempre bajo la amenaza, más o menos encubierta, de la muerte29.
Weil descarta los intentos de conservar la técnica deshaciéndose de la opresión, organizando cooperativas de producción a pequeña escala o cooperativas a gran escala en la Revolución Rusa, pues afirma que suscitan una pereza y un desorden tales que los que se han visto abandonados a ello se ven obligados casi inmediatamente a volver a poner la cabeza bajo el yugo30.
Los privilegios sin embargo no bastan por sí solos para determinar la opresión.
La segunda condición es la existencia de la lucha por conservar el poder, una necesidad vital para los poderosos al ser su poder lo que les alimenta, y debe conservarlo en una doble lucha contra sus rivales y contra sus inferiores, luchas que se mezclan y avivan una a otra. El más funesto de los círculos viciosos arrastra la sociedad entera detrás de sus amos31.
Solo de dos maneras se detendría este proceso: suprimiendo la desigualdad o con el establecimiento de un poder estable, que equilibre a los que mandan y los que obedecen. Esta segunda solución es la de los partidarios del orden, hombres de derechas sinceros y reflexivos.
Pero el poder es inestable por dos razones: porque32 los hombres son esencialmente activos y poseen una facultad de determinarse a sí mismos de la que no pueden abdicar, ni aunque lo deseen, hasta el día de su muerte, y en segundo lugar porque los instrumentos de poder: oro, armas, máquinas, secretos mágicos o técnicos existen siempre fuera de quien dispone de ellos y pueden ser tomados por otros.
En realidad, no hay nunca poder sino una carrera hacia el poder, sin término, sin límite y sin medida, y no los hay en los esfuerzos que la lucha exige, esclavizando a todos, tanto poderosos como débiles.
La ley que domina la existencia social es la inversión de los fines y los medios. Que se sacrifique la vida humana, propia y ajena, a cosas que solo constituyen medios para vivir mejor. Este sacrificio se reduce a la cuestión del poder. El poder por definición solo constituye un medio pero la búsqueda del poder, por su esencial incapacidad de apropiarse de su objeto, excluye cualquier consideración de fines33, llegando a ocupar el lugar de todos los fines.
La historia humana es la historia de la esclavitud que hace de los hombres, tanto de los opresores como de los oprimidos, el simple juguete de los instrumentos de dominación que ellos mismos han fabricado. En esta carrera no son los hombres sino que es la naturaleza de las cosas la que pone límite y leyes a la concentración del poder y su carácter tiránico. Los amos pueden soñar con la moderación pero si no quieren ser derrotados les está vedada esta virtud. A veces los oprimidos se deshacen de un grupo de opresores y lo reemplazan por otro. Poner fin a la opresión haría necesario suprimir todos los monopolios, los secretos que proporcionan dominio sobre la naturaleza, el armamento, la moneda, la coordinación del trabajo34.
Desde que la sociedad se divide en hombres que ordenan y hombres que ejecutan toda la vida social está dominada por la lucha por el poder y la lucha por la subsistencia apenas interviene sino como factor de la lucha por el poder35.
El poder se ve limitado36 intrínsecamente por varios factores:
Primero, se apoya en instrumentos y técnicas que tienen un alcance determinado, aun contando con la persuasión y las artimañas de los poderosos para conseguir que los oprimidos crean tener un interés inmediato en hacer lo que se les pide o para inspirar un fanatismo que les haga aceptar cualquier sacrificio.
En segundo lugar, los límites de la facultad de control son estrechos. Ningún hombre puede abarcar multitud de ideas a la vez ni estar a la vez en muchos lugares, la jornada tiene veinticuatro horas tanto para el amo como para el esclavo, y la colaboración de varios no está exenta de rivalidad. Facultades de control como examinar, comparar, pesar, decidir, combinar son esencialmente individuales y por lo tanto lo será también el poder para cuyo ejercicio son inseparables. El poder colectivo es una ficción.
Finalmente, cualquier poder tiene como condición un excedente de producción suficiente para que los que se consagran a la lucha por el poder en condición de amos o esclavos puedan vivir. Todo poder se esfuerza, en la medida de sus posibilidades determinada por la organización social, en mejorar la producción y el control dentro de su propio ámbito.
Todo poder extiende hasta el límite de lo posible las relaciones sociales sobre las que reposa y puede ensanchar esas bases hasta cierto punto, en el que sin embargo no le está permitido detenerse. La rivalidad le obliga a ir más lejos, sobrepasando los límites, extendiéndose más allá de lo que puede controlar e imponer, gastando más recursos de lo que dispone.
Esta es la contradicción que todo régimen opresor lleva en sí mismo como un germen de muerte; está constituida por la oposición entre el carácter necesariamente limitado de las bases materiales del poder y el carácter ilimitado de la carrera por el poder37.
Excedidos sus límites naturales por el régimen opresor lo que viene a continuación es que se agudicen sus contradicciones con ineficiencia y despilfarro, haciéndose incluso más opresivo el régimen antes de entrar en decadencia y desaparecer, pese a intentos de reforma, sin dar paso a otro régimen mejor organizado sino al desorden.
Cuando esto sucede de otra forma38 y aparecen nuevas formas de vida social es porque se ha preparado el cambio de régimen lenta y soterradamente, siendo que las nuevas formas se desarrollan en la medida que son compatibles con el orden establecido y no presentan en apariencia ningún peligro para los poderes constituidos. La victoria de las nuevas formas sociales no hace sino consagrar fuerzas que antes de la lucha constituían ya el factor decisivo de la vida colectiva.
La aparente inversión repentina de la relación de fuerzas que es lo que se entiende por revolución es algo desconocido en la historia, y en propiedad es algo inconcebible ya que supondría la victoria de la debilidad sobre la fuerza.
Lo que la historia nos presenta son lentas transformaciones de regímenes en las que los acontecimientos sangrientos, que bautizamos como revolución juegan un papel muy secundario y pueden incluso, estar ausentes39.
4 UNA SOCIEDAD LIBRE
En el capítulo titulado Bosquejo teórico de una sociedad libre Weil señala como tarea del pensador definir las condiciones objetivas que permitirían una organización social absolutamente libre de opresión y buscar medios de transformar las condiciones objetivamente dadas, para aproximarlas al ideal, encontrando la forma menos opresiva de organización social.
La buena voluntad ilustrada de los hombres de acción en tanto que individuos es el único principio posible del progreso social. Las causas de evolución social deben buscarse en los esfuerzos cotidianos de los hombres considerados como individuos. Estos esfuerzos dependen del temperamento, la educación, la rutina, las costumbres, los prejuicios, las necesidades naturales o adquiridas, y sobre todo de la naturaleza humana en general. Estas condiciones de existencia están determinadas por el medio natural, por la actividad y particularmente por la competencia entre grupos sociales40.
Su propuesta de una nueva organización social tiene como elemento central contrapuesto a la opresión la noción de libertad, concebida como la relación entre el pensamiento y la acción: ser libre es disponer de la capacidad de actuar y acción libre es la que procede del pensamiento41.
La libertad para Weil es una aspiración humana inextinguible e irrenunciable, asentada en la capacidad de pensamiento del ser humano.
Nada en el mundo puede impedir al hombre sentir que ha nacido para la libertad. Jamás, suceda lo que suceda, puede aceptar la servidumbre; porque piensa. Jamás ha dejado de soñar una libertad sin límites, bien como felicidad pasada, de la que se habría visto privado por un castigo, bien como felicidad futura, debida a una suerte de pacto con una providencia misteriosa42.
Weil dice que es hora de renunciar a soñar la libertad para dedicarse a concebirla. El planteamiento de Weil es proactivo y gradualista: Se trata de definir claramente la libertad perfecta, no esperando alcanzarla sino una menos imperfecta que la actual, ya que “lo mejor solo es concebible por lo perfecto” y distingue entre ideales y sueños: el ideal es tan irrealizable como el sueño, pero a diferencia de este mantiene relación con la realidad, y permite, a título de límite, ordenar las situaciones, reales o realizables, de su menor a su más alto valor43.
Weil pretende fijar en qué consiste la libertad y descarta alguna concepción: la libertad no es ausencia de necesidad. Primero porque mientras el hombre viva la presión de la necesidad jamás se relajará un instante. Segundo porque si se debiese entender por libertad la mera ausencia de toda necesidad, esta palabra estaría vacía de toda significación concreta.
Para Weil la libertad requiere dominio de sí. No hay dominio de sí sin disciplina, y no hay otra fuente de disciplina para el hombre que el esfuerzo requerido por los obstáculos exteriores. Son los obstáculos con los que se choca y que hay que superar los que proporcionan la ocasión de vencerse a uno mismo. Una vida de la que la noción de trabajo casi habría desaparecido quedaría abandonada a las pasiones y quizás a la locura. La libertad de la que disfrutarían los niños si sus padres no les impusieran reglas es en realidad solo sumisión incondicional al capricho.
La libertad no consiste en obtener sin esfuerzo lo que agrada. La libertad verdadera no se define por la relación entre el deseo y la satisfacción sino por una relación entre el pensamiento y la acción; sería completamente libre el hombre cuyas acciones procediesen, todas, de un juicio previo respecto al fin que se propone y al encadenamiento de los medios adecuados para conducir a este fin. Disponer de las propias acciones no significa en absoluto actuar arbitrariamente: las acciones arbitrarias no proceden de ningún juicio y no pueden llamarse libres. Todo juicio se refiere a una situación objetiva y por tanto a un tejido de necesidades44 Un hombre sería completamente esclavo si todos sus gestos procediesen de una fuente distinta a su pensamiento, bien las reacciones irracionales del cuerpo, bien del pensamiento de otro.
El hombre libre tendría constantemente su propia suerte en sus manos, forjaría en cada momento las condiciones de su propia existencia por un acto del pensamiento. El simple deseo no le conduciría a nada. Pero el hecho mismo de no obtener nada sin haber puesto en acción para conseguirlo todas las fuerzas del pensamiento y del cuerpo permitiría al hombre liberarse para siempre del dominio de las pasiones.
Tengamos en cuenta además lo que dice Weil en otro de sus textos: Es preciso que alrededor de cada persona haya espacio, un grado de libre disposición del tiempo, soledad, silencio, que esté a resguardo, para que el desamparo no le obligue a ahogarse en lo colectivo, y si tal es el bien, parece difícil ir mucho más lejos en el sentido del mal de lo que lo ha hecho la sociedad moderna, incluso democrática. Especialmente una fábrica moderna tal vez no se encuentra muy lejos del límite del horror. Cada ser humano está en ella constantemente acosado, hostigado por la intervención de voluntades extrañas, y al mismo tiempo, el alma está inmersa en la frialdad, el desamparo y el abandono. El ser humano tiene necesidad de un silencio cálido y se le da un tumulto helado. El trabajo físico, aunque sea un esfuerzo, no es por sí mismo una degradación. Tiene un valor absolutamente igual al del arte y al de la ciencia45.
Solo una visión clara de lo posible y lo imposible, de lo fácil y lo difícil, de las dificultades que separan el proyecto de la realización, borra los deseos insaciables y los vanos temores. De ahí y no de otra parte proceden la templanza y el valor, virtudes sin las que la vida es solo un vergonzoso delirio46.
Weil admite que su libertad es solo un ideal y no puede hallarse en una situación real pero es útil concebirlo si podemos percibir lo que nos separa de él y qué circunstancias pueden alejarnos o acercarnos.
El primer obstáculo es la complejidad y extensión del mundo. En cualquier situación hay lugar siempre para todo tipo de azar y las cosas escapan a nuestro pensamiento como el líquido que se quisiera coger entre los dedos. Podemos soportar que las consecuencias de nuestras acciones dependan del azar incontrolable. Lo que necesitamos sustraer al azar a toda costa son nuestras acciones mismas, con el fin de someterlas a la dirección del pensamiento. El hombre solo puede reducir el peso del instinto, la rutina el ensayo o la improvisación en sus asuntos gracias al progreso de la ciencia y la técnica. Lo que importa es que queden subordinados y no impidan que el método constituya el alma misma del trabajo.
Un segundo obstáculo que Weil reconoce a su ideal de libertad es la separación entre la especulación teórica y la acción47. Weil concibe como requisito de su ideal el que se aplique en el entorno laboral. Aun cuando se sometiesen todos los trabajos al pensamiento metódico y hasta el mínimo detalle, nada hay en común entre la resolución de un problema y la ejecución de un trabajo. Para acometer una dificultad teórica se procede de lo simple a lo complejo, de lo claro a lo oscuro. Los movimientos del trabajador no son en sí más simples o más claros unos que otros, aunque sí que los precedentes son condición de los que siguen. Y el pensamiento reúne lo que la ejecución debe separar o separa lo que la ejecución debe unir. Cuando un trabajo presenta dificultades que no son fácilmente superables, es imposible unir el examen de estas dificultades y la ejecución del trabajo.
Quien aplica el método no tiene necesidad de concebirlo mientras lo está aplicando ni tratándose de cosas complicadas puede hacerlo, ni aun habiéndolo elaborado él mismo, porque la atención, forzada a dirigirse al momento de la ejecución, no puede abarcar al mismo tiempo el encadenamiento de relaciones de las que depende el conjunto de la ejecución.
Por otra parte, una única y misma concepción es aplicable un número indefinido de veces por lo que a un único destello de pensamiento corresponde una ilimitada cantidad de acciones ciegas. Quienes reproducen indefinidamente la aplicación de un método de trabajo jamás se han tomado la molestia de comprenderlo. Además, cada uno se ocupa solo de una parte de la ejecución, siempre la misma. Hay método en los movimientos del trabajo pero no en el pensamiento del trabajador. Desde el momento en que el pensamiento ha elaborado un método de acción no necesita intervenir en la ejecución.
El único modo de producción verdaderamente libre sería aquel en el que el pensamiento metódico estuviese en práctica a lo largo del trabajo. Weil le da mucha importancia a este punto porque concebido el núcleo de la libertad como relación entre el pensamiento y la acción, sabe por su propia experiencia como obrera fabril que el acto de pensar es el primer damnificado cuando se trabaja en una fábrica48. Tampoco es suficiente con pensar una vez fuera del trabajo: ser libre y soberano como ser pensante durante una hora o dos y esclavo el resto del día, es una distorsión tan desgarradora que es casi imposible no renunciar(...) a las formas más altas de pensamiento49. Dicho en unos términos más contemporáneos, día a día vendemos parte de nuestra vida al sistema productivo para comprar un poco de libertad personal. Solo es verdaderamente libre quien no tiene necesidad de hacerlo50.
Para Weil se trata de ampliar poco a poco el ámbito del trabajo lúcido51.
Un tercer obstáculo es la vida misma en sociedad. Solo el hombre puede esclavizar al hombre52. En la medida en que el destino de un hombre depende de otros su vida escapa no solo a sus manos, sino también a su inteligencia. El juicio y la resolución no tienen ya a qué aplicarse. No hay límites a las satisfacciones y los sufrimientos que puede recibir de los otros hombres. Esta dependencia es envilecedora tanto para los oprimidos como para los poderosos.
En todas las sociedades opresoras un hombre cualquiera y en cualquier rango en que se encuentre depende no solo de aquellos que están por encima o por debajo de él sino sobre todo del juego ciego de la vida colectiva que determina las jerarquías sociales.
Weil advierte que la colectividad es algo absolutamente abstracto, inaccesible a los sentidos y el pensamiento, y el hombre no debe ser, “no está hecho para ser el juguete” de las ciegas colectividades que forma con sus semejantes. Más aún, en lo que concierne al pensamiento:
El individuo sobrepasa a la colectividad como cualquier cosa sobrepasa a la nada, porque el pensamiento no se forma sino en un espíritu que se encuentra solo frente a sí mismo; las colectividades no piensan en absoluto53.
El hombre no tiene nada esencialmente individual que le sea propio, salvo la facultad de pensar, y la sociedad de la que depende cada instante de su existencia depende a su vez de él pues necesita que él la piense. Y nada en el mundo puede forzar al hombre a ejercer su poder de pensamiento ni robarle el control de su propio pensamiento54.
Si se quiere concebir una sociedad en la que la vida colectiva esté sometida a los hombres considerados como individuos en lugar de someterlos, ello implica que cada trabajador controle sin referirse a ninguna regla exterior, no solo la adaptación de su esfuerzo a la obra sino también su coordinación con los esfuerzos de todos los demás. La técnica debería ser de tal naturaleza que pusiera en práctica la reflexión metódica.
Weil afirma, sin duda por ser necesario en su esquema, que quedarán automáticamente abolidos los privilegios fundados en el intercambio de productos, los secretos de la producción o la coordinación del trabajo, pero no justifica cómo deba ocurrir.
La función de coordinar no implicaría ya ningún poder porque un control continuo, ejercido por todos imposibilitaría cualquier decisión arbitraria. La dependencia recíproca de los hombres no implicaría ya el abandono de su destino a la arbitrariedad porque cada uno sería capaz de controlar la actividad de los demás apelando solo a su razón. No hay más que una y la misma razón para todos los hombres.
El estímulo necesario para superar fatigas, dolores y peligros cada uno lo encontraría en el deseo de obtener la estima de sus compañeros, y más aún en sí mismo.
Sería una sociedad de hombres libres, iguales y hermanos. La libertad supone el fin de la humillación y el envilecimiento del hombre por el hombre, lo que permite que florezca un bien más precioso aun que la libertad: la amistad. En este punto conviene señalar lo que decía a propósito de la amistad LA BOETIE, cuya obra nos consta que Weil conocía:
La amistad es algo sagrado, solo la conocen los hombres de bien, y solo se mantiene fuerte por el amor mutuo y se alimenta no tanto de beneficios como de una vida honorable; lo que hace que un amigo esté seguro de otro es el conocimiento que tiene de su integridad; tiene como garantía de ello la naturaleza de su carácter amable, su confianza y su constancia. No puede haber amistad donde hay crueldad, deslealtad o injusticia; y cuando se reúnen los infames, se trata de una conspiración, nunca de una asociación amistosa; no se aman, se temen; no son amigos sino cómplices55.
Weil propone un nuevo método de análisis social que no es el de Marx56 por cuanto en su ensayo analiza los modos de producción no en función del rendimiento sino de las relaciones entre el pensamiento y la acción, aunque niega la existencia de un progreso histórico desde formas de producción menos conscientes a más conscientes. La noción de progreso es indispensable para proyectar el futuro, pero desorienta cuando se estudia el pasado.
Para comparar sociedades en función de las nociones de servidumbre y libertad se hace preciso trazar un mapa de la vida social que indique los puntos en que es indispensable que se ejerza el pensamiento, y por tanto, las zonas de influencia del individuo sobre la sociedad.
El pensamiento puede intervenir en la vida social en tres maneras: mediante la elaboración de especulaciones teóricas de las que los técnicos aplicarán después los resultados, puede ejercerse en la ejecución, y puede ejercerse en el mando y la dirección. Es un ejercicio parcial pero que Weil entiende suficiente para que aquellos que están obligados a pensar cuando cumplen su función social conserven mejor la forma humana.
El pensamiento toma parte en el ejercicio del poder según el grado de complicación y extensión de los asuntos, según el carácter general de las dificultades a resolver y según el reparto de funciones. Otro factor muy importante es el control sobre las diversas funciones, que esencialmente consisten en coordinar, que pueden ejercer los hombres que no están investidos para ellas. Cuanto más escapan al control estas funciones, más abrumadora es la vida colectiva para el conjunto de los individuos. Finalmente hay que tener en cuenta el carácter de los vínculos que el individuo tiene respecto a la sociedad.
La sociedad menos mala es aquella en la que con más frecuencia el común de los hombres se encuentra en la obligación de pensar al actuar; tiene las mayores posibilidades de control del conjunto de la vida colectiva y posee una mayor independencia57.
El mero debilitamiento de la opresión social no basta como objetivo. Es preciso dar a la gente de buena voluntad, una idea de la civilización a la que se desea llegar. Describir un estado de cosas que sería mejor es una utopía, pero es necesario, siempre que esté dictada por la razón.
La civilización más plenamente humana tendrá el trabajo como centro, constituyendo el trabajo manual el supremo valor, no por su relación con lo que produce sino con el hombre que lo lleva a cabo, constituyendo aquello que necesita para que su vida tome por sí misma sentido y valor a sus propios ojos.
Para Weil la noción de trabajo considerado como un valor humano es la única conquista que ha hecho el pensamiento después de Grecia.
El papel de la cultura no es la distracción ni ser medio de evadirse de la vida real sino por el contrario preparar la vida real, y el trabajador no puede permanecer ajeno a ella.
El pensamiento es la suprema dignidad del hombre, pero solo se ejerce en apariencia si se ejerce en el vacío. Solo adquiere valor si es directa o indirectamente aplicable. La ciencia debe ser concreta y hacer que el trabajo sea consciente. Para comprender las nociones científicas deben percibirse sus aplicaciones y deben aplicarse las nociones científicas conociéndolas y comprendiéndolas a fondo.
El trabajo será el centro de las relaciones sociales. Todas las relaciones humanas tendrán algo de esa fraternidad viril que une a los compañeros de trabajo. Los hombres se agruparán en pequeñas colectividades de trabajadores donde la cooperación será la suprema ley (cooperativas, cabe entender) y donde cada uno podrá comprender claramente y controlar la relación con el interés general de las reglas a las que su vida estaría sometida58.
El movimiento obrero, siempre que ha sabido escapar a la demagogia es porque ha fundado las reivindicaciones de los trabajadores en la dignidad del trabajo59.
5 LA SOCIEDAD EN LOS AÑOS TREINTA
Dice Weil en el capítulo Esbozo de la vida social contemporánea que:
Jamás el individuo ha estado tan completamente abandonado a una colectividad ciega y jamás los hombres han sido más incapaces no solo de someter sus acciones a sus pensamientos sino, incluso, de pensar.(...) la causa de este doloroso estado de cosas es muy clara: vivimos en un mundo donde nada es a la medida del hombre60;
De todo lo que el individuo acaba siendo incapaz de dominar se adueña la colectividad. Así es como la ciencia desde hace tiempo y en una medida cada vez mayor, es una obra colectiva. El individuo como tal es cada vez más insignificante. El progreso de la técnica y la producción en serie reducen cada vez más a los obreros a un papel pasivo. En todos los ámbitos los hombres que se encuentran en puestos importantes de la vida social están encargados de asuntos que sobrepasan considerablemente el alcance de un espíritu humano61.
La función social más esencialmente vinculada al individuo, que consiste en coordinar, dirigir, decidir, sobrepasa las capacidades individuales y es demasiado pesada para la inteligencia y el pensamiento de un solo hombre por lo que deviene en cierta medida colectiva y anónima: se confía a la organización burocrática, una máquina cuyas piezas son hombres, y los engranajes están constituidos por reglamentos, relaciones y estadísticas. Todas estas cosas ciegas imitan el esfuerzo del pensamiento hasta el punto de confundirse con él62. Los mecanismos burocráticos casi consiguen reemplazar a los jefes.
En todos los ámbitos el pensamiento, patrimonio del individuo, se subordina a vastos mecanismos que cristalizan en la vida colectiva, hasta el punto de que casi se ha perdido el sentido de lo que es el verdadero pensamiento.
La inversión de la relación entre medios y fines es ley de toda sociedad opresora. Las máquinas no funcionan para permitir a los hombres vivir sino que hay que resignarse a alimentar a los hombres para que ellos sirvan a las máquinas63.
El desposeimiento del individuo en beneficio de la sociedad no es total ni puede serlo pero es difícil pensar cómo pueda ir más lejos de donde ha llegado. La mayoría de los hombres solo puede conseguir la mayor parte de las cosas que consume por medio de la sociedad y a cambio de dinero.
Un estado de cosas tan sofocante suscita aquí y allá reacciones individualistas. El arte y la literatura llevan las huellas de esto, pero como en virtud de las condiciones objetivas esta reacción no puede alcanzar ni el pensamiento ni la acción, queda encerrada en la vida interior.
Llegados a este punto Weil sorprende cambiando de registro al realizar observaciones sobre la realidad y transformaciones de la economía de su tiempo.
En el ámbito económico reina el caos: se juzga una empresa no por su utilidad real de las funciones sociales que desempeña sino por la extensión y rapidez con la que se desarrolla. El juicio de valor está confiado a las cosas en lugar de al pensamiento. En el trabajo, la subordinación de trabajadores irresponsables a jefes desbordados por la cantidad de cosas que vigilar y en buena medida también irresponsables, es causa de defectos e innumerables negligencias. La formidable extensión del crédito impide que la moneda juegue su papel regulador en lo que se refiere a intercambios y relaciones entre distintas ramas de producción. Es inútil intentar remediarlo mediante estadísticas. El incremento paralelo de la especulación acaba por independizar la prosperidad de las empresas de su buen funcionamiento por el hecho de que cada vez cuentan menos los recursos aportados por la producción frente a la aportación permanente de nuevo capital.
El éxito ha llegado a ser algo casi arbitrario y como el éxito constituye la única regla en todas las ramas de la actividad humana, nuestra civilización está invadida por un desorden que crece continuamente y arruinada por un despilfarro proporcional al desorden.
Se han operado muchos cambios profundos. El eje del sistema social está cambiando. La lucha por el poder ha cambiado completamente de naturaleza bajo las mismas formas. Múltiples factores impiden que la actividad social tenga aún como base el desarrollo de la empresa por la transformación del beneficio en capital: el crecimiento de la parte de capital material en proporción al trabajo vivo y la disminución de beneficios que conlleva, la masa creciente de gastos generales, el despilfarro, y la ausencia de todo elemento regulador que permita ajustar las diversas ramas de producción64.
Se trata de arrebatar la mayor parte posible de capital disponible y disperso en la sociedad, a fuerza de especulación vendiendo acciones, y la mayor cantidad posible del dinero, disperso en todas partes, a fuerza de publicidad vendiendo productos. Todo se juega en el dominio de la opinión y casi de la ficción. El crédito es la llave de todo éxito económico y el ahorro es reemplazado por los gastos más locos.
El término propiedad ha llegado a estar casi vacío de sentido, el ambicioso no trata de prosperar en un negocio del que es propietario, sino de controlar el máximo posible de la actividad económica65.
Los medios de la lucha económica (publicidad, lujo, corrupción, inversiones formidables) se apoyan casi totalmente en el crédito, en la circulación de productos inútiles, en especulaciones destinadas a arruinar las empresas rivales y tienden a minar las bases de la vida económica más que a ampliarlas.
El estado tiende progresiva y rápidamente a convertirse en el centro de la vida económica y social. La complicación de las operaciones de intercambio y crédito impide que la moneda baste para coordinar la vida económica y se recurre a la organización burocrática del estado para suplir la coordinación. Es muy natural que el carácter cada vez más burocrático de la actividad económica favorezca el progreso del poder del estado que es la organización burocrática por excelencia.
Cuando los competidores son estados, todo progreso en la confiscación de la vida económica tiene como efecto orientar la vida industrial a la preparación de la guerra. La humanidad contemporánea tiende casi por todas partes a una forma totalitaria de organización social, a un régimen en el que el poder del estado decidiría soberanamente en todos los ámbitos, incluso y sobre todo en el del pensamiento.
La fórmula de Marx según la cual el régimen engendraría sus propios sepultureros recibe todos los días crueles desmentidos y Weil se pregunta cómo Marx pudo creer que la esclavitud pudiese formar hombres libres. Todavía nunca en la historia un régimen de esclavitud ha caído golpeado por los esclavos. La libertad solo es preciosa a ojos de quienes la poseen efectivamente.
La cultura del trabajo: la imposibilidad de establecer una relación entre lo que se da y lo que se recibe ha matado el sentido del trabajo bien hecho y el sentimiento de la responsabilidad. Ha suscitado la pasividad, el abandono, la costumbre de esperarlo todo de fuera, la creencia en los milagros. El obrero no tiene conciencia de ganarse la vida produciendo; simplemente la empresa lo esclaviza a diario durante largas horas y le concede cada semana una suma de dinero que le da el poder mágico de hacer surgir productos fabricados en un momento, exactamente como lo hacen los ricos66.
La relación entre el trabajo y el dinero recibido es tan difícilmente comprensible que el trabajo se presenta como esclavitud y el dinero como favor. La confusión mental y la pasividad dejan campo libre a la imaginación.
Cada uno cree que el poder reside misteriosamente en medios a los que no tiene acceso porque casi nadie comprende que no reside en ningún sitio.
Se dice que la fuerza es incapaz de doblegar el pensamiento. Pero para que sea verdad debe haber pensamiento.
Resistir significa no tomar nunca una opinión por un hecho, una conjetura por un análisis o una autoridad por una verdad. Hace falta dedicar un tiempo diario a pensar como se lo dedicamos a comer y dormir67.
Allí donde las opiniones irracionales sustituyen a las ideas, la fuerza lo puede todo. Cualquier intento de embrutecer a los seres humanos encuentra a su disposición poderosos medios. En cambio aun con la mejor de las tribunas es imposible difundir ampliamente ideas claras, razonamientos correctos y perspectivas razonables.
Aclarar el pensamiento, rechazar intrínsecamente las palabras sin sentido y definir el uso de otras a través de un análisis preciso(...) solo si entendemos bien las palabras y describimos el mundo tal y como es podemos actuar correctamente y resistir en nuestro nombre y en el de los demás. El totalitarismo usa mal las palabras. Las usa para describir un mundo que no existe y así crea un mundo que no debería existir68.
Con los presidios industriales que son las grandes fábricas solo es posible fabricar esclavos pero no trabajadores libres. Con los grandes diarios y la radio se pueden hacer tragar con el desayuno o la comida de la tarde, opiniones hechas y, por eso mismo, absurdas.
Siempre que los oprimidos han querido constituir agrupaciones capaces de ejercer una influencia real, estas agrupaciones, llámense partidos o sindicatos, han reproducido íntegramente en su seno todas las taras del régimen que pretendían reformar o abatir, a saber, la organización burocrática, la inversión de la relación entre los medios y los fines, el desprecio del individuo, la separación entre el pensamiento y la acción, el carácter mecánico del pensamiento mismo, la utilización del embrutecimiento y de la mentira como medios de propaganda69.
Los que poseen poder, cuanto más animados se sientan por buenas intenciones más impulsados estarán, a su pesar, a extender su poder con el fin de extender su capacidad de hacer el bien, lo que equivale a oprimir con la esperanza de liberar, como hizo Lenin.
Quienes se obstinan aún frente y contra todo en respetar la dignidad humana en ellos mismos y en los otros poco pueden hacer salvo70 poner un poco de holgura en el engranaje de la máquina que nos tritura. Captar todas las ocasiones de despertar un poco el pensamiento, favorecer todo lo que es susceptible en el ámbito de la política de la economía o de la técnica de dejar aquí y allá al individuo cierta libertad de movimiento en el interior de las ataduras con las que lo rodea la organización social
La vida será menos inhumana en la medida en que la capacidad individual de pensar y de actuar sea mayor71.
La máquina instrumento ha adquirido formas cada vez más automáticas y el trabajo realizado es cada vez más mecánico, ello se debe a la creciente concentración de la economía72.
Preparar el futuro: Afirma Weil que: Comprendida la situación, nuestra impotencia casi completa respecto a los males presentes nos dispensa de preocuparnos por la actualidad, asumiendo la tarea noble de preparar un futuro. Una tarea que sobrepasa con mucho las muy restringidas posibilidades de una vida humana; orientarse por ese camino es condenarse con seguridad a la soledad moral, a la incomprensión, a la hostilidad tanto de los enemigos del orden existente como de sus servidores73. Pero nunca un alma firme puede dejarse desviar cuando percibe claramente que debe hacerse una cosa, y solo una. Se trataría de separar en la civilización actual lo que, por derecho, pertenece al hombre considerado como individuo y lo que, por naturaleza, proporciona a la colectividad armas contra él, buscando los medios de desarrollar los primeros elementos en detrimento de los segundos74.
Solo los fanáticos pueden conceder valor a su propia existencia en la medida solamente en que sirve a una causa colectiva; reaccionar contra la subordinación del individuo a la colectividad implica comenzar por rechazar la subordinación del propio destino al curso de la historia. Para decidirse a semejante esfuerzo de análisis crítico basta con comprender que permitiría a quien lo emprendiese escapar al contagio de la locura y el vértigo colectivo, renovando por su cuenta, por encima del ídolo social, el pacto original del espíritu con el universo75.
6 CONSIDERACIONES FINALES
Mediante la lectura atenta de su ensayo de las “Reflexiones” hemos traído a la luz a una Simone Weil partidaria de la libertad individual, concepto que vincula estrechamente a las condiciones que permiten su desarrollo en el lugar de trabajo y contraria a cualquier opresión social sobre el individuo, opresión cuyos mecanismos advierte están ínsitos en la organización de las sociedades complejas y la lucha por el poder.
En este camino era ineludible encontrar una Simone WEIL crítica con la revolución proletaria, con los movimientos revolucionarios en general, con el marxismo vulgar y aun con Marx mismo, todo desde su militancia en la izquierda. Indudablemente siempre a favor de los humildes, que en el ensayo son los trabajadores, y partidaria de la prognosis y prospectiva social desde una perspectiva materialista en pro de transformaciones radicales que estimulen la creatividad individual y la mejora de las condiciones de trabajo y vida de la clase obrera.
Junto a esto se trasluce la religiosidad y misticismo que han ido mostrándose en otros escritos según se han publicado tras su muerte.
Es cierto que Weil, con su complejidad, es mucho más que su idea de la libertad. Baste pensar en otras obras suyas como La condición obrera76 y Echar raíces77.
Sería por tanto erróneo pretender hacer de Weil una pensadora que se pueda adscribir a una categoría de liberalismo redefinido para la ocasión. Pero sí se trata de un espíritu libre que apuesta por la Libertad del individuo Su voz sobre la Libertad, en positivo, y sobre su contraria, la opresión, debe ser tenida en cuenta. Su concepto de la libertad es lo que nos concierne y hemos querido remarcar en este estudio.