1.Introducción
Las reflexiones de los estudios de las relaciones humano-animal, han alentado nuevos referentes metodológicos como la etnografía multiespecie. Esta propuesta ha revirado hacia el punto de atención de lo humano hacia lo animal, en contextos de coimplicación, dando un papel protagónico a la presencia y el actuar de las entidades animales.
En ese sentido, consideramos que la presencia de animales no humanos inspira la dimensión creativa del animal humano, lo cual se hace presente en por lo menos dos aspectos: la necesidad de expresar la complejidad de un mundo tan diverso en sus interacciones; por otro lado, la presencia metafórica como una dimensión creativa, pero al mismo tiempo, definitoria de la condición ontológica de las relaciones entre especies.
Retomando la propuesta de Haraway sobre las figuras «como nodos o nudos materiales-semióticos en los que diversos cuerpos y significados se dan forma mutuamente» (Haraway, 2008, p.4), asumimos que la presencia de las metáforas sobre la alteridad puede ser entendida a partir de un proceso comprensivo de los entornos co-habitados, en los cuales se forja una interacción por la sobrevivencia y la vida, un conjunto de relaciones que marca el “devenir-con” de las especies (Ibid). De igual forma, la comprensión sobre la presencia de la otredad se vivifica en diversas formas que forjan un sentido de las propias relaciones interespecie, algunas de ellas fundamentadas en lo que Sahlins (1997) define como mito- praxis.
El objetivo de este texto es describir y analizar las relaciones de convivencia interespecie de dos entidades -humanos y perros-, así como las representaciones artísticas metafóricas gestadas a partir de la significación de esta relación en una comunidad indígena de México.
El origen de esta investigación se debió a un primer acercamiento a la comunidad en el cual identificamos el interés de los propios pobladores -la mayoría de ellos dedicados a la actividad artesanal- de representar a diferentes especies animales, pero caracterizados a partir de aspectos fantásticos o metafóricos.
Partimos de las reflexiones teóricas generadas sobre las relaciones multiespecie, para definir su relación con la metodología desarrollada en un estudio de caso en la comunidad zapoteca de San Martín Tilcajete, Oaxaca. Asumimos la necesidad de una etnografía de la alteridad multiespecie, para comprender la representación y resignificación de las experiencias compartidas.
Kirksey y Helmreich (2010) plantean el concepto de etnografía multiespecie, en el cual se considera la presencia de una nueva visión del trabajo etnográfico, donde las criaturas que antes aparecían en los márgenes de la antropología, es decir, como parte de los procesos humanos y de sus entornos, (por ejemplo, como paisaje, alimento para los humanos, o como símbolos) ahora o cada vez más, empiezan a hacerse presentes en un primer plano en las etnografías.
A partir de la posibilidad de desdibujar las fronteras entre lo humano y lo no humano, la etnografía multiespecies se vincula a la preocupación ecológica sobre el devenir de las especies en su relación con otros. La propuesta de Kirksey y Helmreich es una invitación para ampliar la mirada antropológica desde una visión posthumanista, la cual se ha convertido en un fundamento de las investigaciones contemporáneas que se acercan al campo de las relaciones interespecie.
En esta diversidad de entidades y presencias, vale la pena recuperar lo que plantea Kohn, “el objetivo de la etnografía multiespecífica no debería ser solo dar voz, agencia o subjetividad a lo no humano, reconocerlos como otros, visibles en su diferencia, sino obligarnos a repensar radicalmente estas categorías de nuestro análisis en cuanto pertenecen a todos los seres” (en Kirksey & Helmreich, 2010, p. 562-563).
La etnografía en gran medida es la posibilidad de captar, definir y adentrarse hacia las realidades conscientes e inconscientes de la otredad. El ejercicio comunicativo entre entidades humanas y no humanas se construye a partir del habla, la escucha, el tacto, compartir miradas, escenarios y caminos que conjugan experiencias.
A partir del método etnográfico, utilizamos tres técnicas de análisis: observación de las prácticas cotidianas de convivencia interespecie; entrevistas semiestructuradas para la recopilación de narrativas de tradición oral; registro de las representaciones artísticas como lo son los alebrijes y los murales, donde se manifiesta la representación metafórica de la convivencia interespecie.
La investigación se efectuó durante julio de 2019 a agosto de 2021, en el cual se realizaron tres periodos de trabajo in situ. En las estancias de campo se realizó observación participante en conjunto con entrevistas abiertas y semiestructuradas y registro de los procesos creativos de las obras artísticas. Se efectuaron 33 entrevistas, 12 fueron con la población en general y 21 con artesanos y/o artistas. De igual forma, se realizaron diversas pláticas informales con los propios artistas, artesanos y la población en general. En el contexto de la pandemia provocada por la COVID-19, efectuamos entrevistas a través de medios virtuales, en algunos momentos pudimos realizar trabajo de campo in situ cuando la situación de riesgo fue menor, sobre todo durante el 2021.
Realizamos una descripción de las experiencias cotidianas que vinculaban a los perros con los humanos, sus espacios de convivencia, contextos, valoraciones, para dar cuenta de las relaciones interespecie, los fundamentos que las inspiran y lo que de ello genera. Se Recabó un corpus de narraciones, del cual identificación etnocategorías a partir de un análisis contextual. En el caso de los murales y obras artísticas o artesanales se trabajó con tres murales y quince obras artísticas denominadas alebrijes, a partir de la intencionalidad creativa de los autores, sus imaginarios e inspiraciones culturales -tanto de la tradición oral como de las experiencias cotidianas y artísticas-.
Nuestra aportación hacia la perspectiva multiespecie se sustenta en la articulación de los tres niveles implicados en el trabajo etnográfico: la etnografía como método, la etnografía como una dimensión reflexiva (Guber, 2001), y como escritura, en el cual, el ejercicio textual amplía el proceso reflexivo del investigador (Clifford, 2001).
En el proceso reflexivo es cómo buscamos conectar dos ejes: la que nos permite asumir a las sociedades humanas como parte de un entramado más complejo vinculado en una condición relacional con otras entidades como los animales no humanos; por otro lado, la presencia de la alteridad en sus condiciones de representación que nos hablan de las formas en que se construyen las diversas urdimbres de convivencia o relaciones en los entornos diversificados.
En este abordaje metodológico nos enfrentamos a diferentes elementos que deben ser abordados: la representación de lo natural y lo interespecie desde sus figuraciones metafóricas; así como la definición de las relaciones interespecie desde la conexión con otros mundos supranaturales. El punto de vista se convierte en un punto de partida sobre la proximidad de la alteridad, lo cual no significa algo fragmentado o en una escisión con lo propio, sino que, en el sentido de su representación metafórica, se configura como realidad.
2.Más allá de lo humano: las relaciones interespecie
La experiencia humana tanto en su reflexión sobre lo considerado propiamente humano, como en su resonancia animal no ha podido escapar al interés y fascinación por las alteridades con las cuales comparte su mundo. A pesar de la propia construcción ontológica de la modernidad, que ha separado a lo humano de lo animal, no hay límites precisos que marquen una diferencia entre entidades, “puesto que los entornos de vida son entramados que envuelven y atan a las diferentes entidades de maneras muy diversas, en algunos casos en un nivel íntimo” (Figueroa y Bernal, 2021, p. 174).
En el proceso civilizatorio de occidente, donde se ha marcado una delimitación ontológica entre las entidades animales, Derrida (2008) asume que el judeocristianismo fue un elemento fundamental para el posicionamiento antropocéntrico que dio pie al sometimiento del resto de los animales y de la naturaleza. En esa tendencia, Kundera (2005) plantea la usurpación que los seres humanos han cometido, a través de la invención de Dios para “convertir en sagrado” el dominio sobre otros animales.
En ese mismo campo de reflexión, se ha generado una crítica sustancial sobre las limitaciones del humanismo totalizante, así como de diversos dualismos presentes en la tradición occidental, entre ellos podemos referir la separación entre ser humano/naturaleza y ser humano/animal. Los trabajos de Agamben (1998, 2002), Derrida (2008), Calarco (2008, 2016), Wolfe (2010), entre otros, son un ejemplo de ello.
Jaques Derrida asume que en el pensamiento occidental existe un «logocentrismo» humano que ha implicado una condición de dominio sobre «el animal», el cual ha sido privado de logos. Esta perspectiva ha generado una homogeneización de todas las entidades no humanas en un concepto: «lo animal», negando la posibilidad de diferencia de su heterogeneidad y, con ello, radicalizando su relación con lo humano (Derrida, 2008).
En esa misma tendencia, Giorgio Agamben (1998) ha puesto énfasis en la separación entre zoé -lo salvaje e indiferenciado de la vida- y de la bios -vida política-. Esta escisión ha dependido de la formalización de su fragmentación a partir de una fuente de autoridad, quien marca las condiciones de lo definido en campos caracterizados por su ambigüedad. A partir de ello queda delimitado lo que está adentro de la ley y lo que queda excluida de ella; es en ese campo donde la distinción entre lo humano y lo animal o la vida y la muerte se hacen presentes. En esa perspectiva, Calarco (2008) plantea que debemos cuestionarnos sobre la existencia de las líneas que dividen el mundo animal del humano, puesto que dichas fronteras son inciertas.
Derrida vincula lo animal con una otredad significativa que define lo humano. Esta condición manifiesta el «ser-con» el animal, en las posibilidades de seguirlo, estar a su lado, o el animal que, a su vez, nos sigue. En esa vinculación interespecie, el punto de vista de ellos y sobre ellos interacciona en diversas posibilidades del decir, vivir y morir en una experiencia conjunta.
La mirada del otro, la cercanía, la convivencia y la sobrevivencia en los devenires interespecie, nos lleva a pensar en el ejercicio de representación como construcción metafórica donde se articulan los sentidos sobre lo diverso: el animal, tanto como una entidad lejana, agreste o, por el contrario, como una relación íntima, pero que se constituye como alterno. En ello, se genera una convivencia reflejada en diversas posibilidades de lo simbólico, relaciones que se extienden de lo biológico a lo metafórico, de las formas de vida a su representación (Figueroa y Bernal, 2021).
Nuestras aproximaciones sobre la diversidad de las especies, es un proceso ontológico forjado históricamente a partir de la aprehensión y diferenciación entre entidades vecinas. Por ello, nos interesa abordar el proceso metafórico que se gesta en la dinámica interespecie, asumiendo, como lo plantea Derrida, que no sólo importa la posición de las entidades en cuanto a su relación, sino los puntos de vista sobre ellos, en este caso sobre una alteridad vecina o un prójimo, en los cuales se conjugan los puntos de vista y la posibilidad de entender dicha otredad a partir del ser-en-el-mundo, estar-en-el- mundo y ser y siguiendo lo denominado animal.
3.El trabajo etnográfico en la perspectiva de la alteridad multiespecie
En la investigación de campo realizamos una etnografía de la convivencia cotidiana y la discursividad sobre la experiencia compartida entre dos entidades compañeras: los perros y los humanos. Nos enfocamos a la narrativa de tradición oral donde se transmiten historias que posicionan a los animales como protagonistas o como parte relevante en la trama social. En gran parte de las narraciones, el referente mítico es central para manifestar la importancia cultural de los perros. Por otro lado, se trabajó con la descripción e identificación de valores otorgados a las obras de arte popular conocidas como alebrijes, así como en los murales comunitarios que manifiestan una trama de convivencia entre estas dos entidades compañeras.
En la comunidad de San Martín Tilcajete, Oaxaca, México, la mayoría de las familias se dedican a la actividad artesanal. Se reconocen por crear alebrijes: figuras de madera de copal caracterizadas por representaciones zoomorfas y quiméricas. Los animales mitológicos y del imaginario zapoteco son los referentes principales de esta actividad. Son creaciones que se caracterizan por una metaforización de los animales u otras figuras fantásticas, en las cuales se da una conjugación de diversos atributos en una sola entidad. Resalta el perro-alebrije, el cual identificamos como una representación creativa de la experiencia interespecie.
La actividad artística se hereda y transmite entre generaciones. Los abuelos y los padres inculcan a las nuevas generaciones diversos valores sobre el entorno. Principalmente a través de la tradición oral se transmiten narraciones míticas y anecdóticas que exponen ciertas condiciones axiológicas sobre los bosques, el agua, los animales, algunas plantas, las cuales llegan a estar presentes en relaciones supranaturales. Algunos valores haceren referencia a un sentido de sacralidad de la naturaleza, así como a la capacidad supranatural de algunas entidades animales en el contexto del nahualismo.
Son comunes las narraciones en la comunidad que manifiestan la importancia de algunos animales conceptualizados como seres sobrenaturales que combinaban atributos físicos, los cuales representaban a brujos y protectores que nombran en la comunidad como tonas y nahuales, seres que crean a los alebrijes.
Esto es más espiritual, es más a fondo, hablar de tonas y nahuales representa a un guía espiritual y a un espíritu protector… Cuando el alma deja de existir en el mundo terrenal y se encamina a la otra vida, es cuando se forma o se fusiona lo que es el nahual y el tonal y nace el alebrije. Viene ya de muchísimo tiempo atrás, nosotros trabajamos apegados a las raíces ancestrales (Entrevista realizada a Edilberto G. San Martín Tilcajete, Oaxaca, julio 2019).
Los perros, en algunos casos, siguen siendo llamados becues: término zapoteco que además de hacer referencia al perro como especie, se vincula a éste como entidad sagrada, sobre todo en las generaciones de mayor edad: “Como ser vivo, como animal, es parte de lo que rodea nuestro pueblo y es parte de un todo, un todo espiritual que nos alimenta, que nos cuida. Entonces es nuestro deber como hombres el cuidarlos también y venerarlos, todo tiene que ser de vuelta” (Entrevista realizada a Enrique O. San Martín Tilcajete, Oaxaca, mayo 2021).
El cuidado de los perros no sólo es con los perros de la propia casa, es una actitud general, también se cuida a los perros de los vecinos y los callejeros. Este aspecto tiene un antecedente antiguo, algunos pobladores consideran que viene desde la época prehispánica, ya que se tiene conocimiento de que el perro xoloitzcuintle era venerado por los pueblos de origen mesoamericano, sobre todo, por su trascendencia como entidad psicopompa que ayudaba a los difuntos a cruzar el río que los llevaría a la región de los muertos. La tradición oral ha servido para darle continuidad a este sistema de creencias; incluso los colores son importantes en la simbolización de los perros como entidades vinculadas al inframundo. En algunas pláticas se nos llegó a mencionar que los xoloitzcuitles debían ser totalmente negros, ya que si tenían manchas, eso era un signo de que habían servido al alma de otro difunto. No obstante, de forma general se reconocen las capiacidades de transición supranatural en todos los perros más allá de la raza y el color.
En las narraciones de tradición oral se menciona que si las personas maltrataron a su perro, entonces éste, en su momento, le negará la entrada al alma del difunto al mundo de los muertos; pero si el perro fue bien tratado, entonces el perro lo guiará a su descanso eterno. Estas narraciones manifiestan una condición deontológica entre estas dos especies, lo cual se hace presente tanto en la convivencia cotidiana como en la visión espiritual.
Desde la infancia se construyen las bases deontológicas de la relaciones entre perros y humanos. «De niño cuando vas creciendo siempre te dicen: llévate una tortilla extra para el perro, lo tratas bien, le vas hablando en el camino” (entrevista realizada a Enrique F. San Martín Tilcajete, Oaxaca, mayo 2021). El respeto y cuidado de este cánido favorece en la generación de un vínculo emocional y de protección entre ambas entidades.
En el mural «Huellas» creado por Himed y Hokzyn (2020) se plasma la relación entre los niños y los perros. Esta obra caracterizada por un fondo rojo que se va atenuando hacia un naranja claro, resaltan las figuras de niños y perros corriendo en señal de un juego entre amigos así como un acompañamiento lúdico. Los personajes se representan en escala de grises, generando la sensación de una nostalgia de la infancia.
Los perros además de ser compañeros de juegos, tambien suelen ser acompañantes en los espacios de trabajo. Cuando la gente va al monte a pastorear a sus animales, a sus milpas o a cazar, suelen ir acompañados de sus perros, esto se debe a la condición funcional del perro para espantar a otros animales que estén afectando la milpa, apoyan en la cacería, así como en la protección de la familia por posibles amenazas de otras personas. Más allá del aspecto funcional, los perros suelen ser una compañía para las personas en esos momentos, ya que en varios casos, las personas suelen ir solas, sólo acompañados por sus perros. De igual forma, durante las noches, es común que los grupos de amigos que se reunen en la galera municipal para convivir, suelen ir acompañados del perro de su casa, o no faltan los perros cercanos a la familia que se unen a la compañia.
El mural «La vida es un carnaval / calaveras y diablitos invaden mi corazón», realizado por Muertitos de hambre (2018), representa a unas señoras que está haciendo tortillas, quesadillas y sopes. Una representación de las mujeres que venden en la calle “antojitos”, las cuales se caracterizan por su comal donde preparan dichos alimentos a base de maíz. Al lado del comal está descansando un xoloitzculcle. Una característica de esta señora es su representación como calavera, mientras que los comensales son esqueletos y diablitos, todos ellos desde una representación amigable. Esta obra es una representación de la vida cotidiana, pero marcando la relevancia de los perros como entidades que están en el plano terrenal y como mensajeros del inframundo.
La presencia cotidiana e íntima de los perros con los humanos ha fortalecido la posibilidad de crear metáforas de la realidad en las obras artísticas y artesanales. Durante el mes de noviembre de 2020, se realizó una exposición por parte de uno e los talleres artesanales más grande del municipio. En este presentación, hubo un espacio exclusivo donde se mostró la amplia gama de alebrijes basados en la imagen del xoloitzcuintle y su vínculo con el ser humano. La mayoría de ellas, representaban la fusión entre el perro y el humano a partir de conpartir ciertos atributos corporales, así como el vínculo de los perros con el inframundo.
El perro no solo es un referente temático para la creación de los alebrijes. Esta entidad también resalta en los murales comunitarios. Un ejemplo es el mural «El encuentro» creado por Diske Uno y Mafer (2019), el cual presenta a un indígena sentado en el piso colocándose una máscara de xoloitzcuintle, en señal de transición identitaria, un proceso de apropiación y reproducción de los conocimientos ancesrales del cánido. Es una fusión de cualidades que entrelaza a las dos entidades animales. En ese sentido, otro de los artistas de la comunidad manifiesta lo siguiente: «partimos de una tradición antigua y del vínculo con estos seres superlativos, el xoloitzcuintle era considerado como un ser antiguo, un ser imperial, es lo que queremos transmitir ahora nosotros a través de nuestro arte en cada línea y trazo» (entrevista realizada a Ricardo M. San Martín Tilcajete, Oaxaca, noviembre 2020).
Rodolfo Morales, uno de los artistas más añejos de la comunidad, ha sido una influencia importante para los jóvenes creadores, sobre todo por las temáticas que plasman imaginarios comunitarios. El tema de los perros en su obra plástica ha tenido reconocimiento por la propia comunidad. Al respecto, Edilberto, un artesano de la comunidad menciona lo siguiente: «siempre se les ve a los perros en el pueblo, acompañando a su dueño, con niños, en los mercados, están en el día a día. A mí me gustan las pinturas del maestro Rodolfo Morales, y él pinta eso: la gente con sus perros, las mujeres con sus mandiles y los perros. En todas sus pinturas aparecen los perros, pintaba realidades» (Entrevista, San Martín Tilcajete, Oaxaca, julio 2019).
El perro, en la relación interespecie, es un símbolo de la presencia de los ancestros en la vida cotidiana, precisamente por ello, es reconocido por su sabiduría. Para algunos pobladores como Ricardo, el perro es “una mezcla entre lo ordinario y lo fantástico, es la muerte con toda su espiritualidad” (Entrevista, San Martín Tilcajete, Oaxaca, noviembre 2020). En esa misma tendencia, otro artesano manifiesta lo siguiente: “están unidos a nuestra naturaleza, para nosotros se trata de respetar otra forma de vida, porque los perros son animales bien sabios que tienen su propia vibración, nosotros no tenemos ni tantita capacidad para percibirla o verla, pero ellos son guardianes de la vida y de la muerte” (entrevista realizada a Jorge V. San Martín Tilcajete, Oaxaca, mayo 2021). Como se ha manifestado en los datos de campo expuestos, existe una relación entre el discurso y las prácticas cotidianas que manifiestan estas relaciones entre entidades compañeras, y un interés entre los artesanos y artistas por representar esta cercania tanto funcional como espiritual.
4.Algunos resultados del trabajo etnográfico
Durante la investigación identificamos que la convivencia entre especies compañeras -humanos y perros- es alentada por la presencia mítica, lo cual ha marcado un vínculo emocional representado en las narrativas orales, la producción de objetos artesanales y/o artísticos, así como murales comunitarios. La metaforización de las entidades animales identificadas como sujetos con los cuales se puede generar una comunicación permite construir puentes para la convivencia cotidiana y la experiencia interespecie.
En ambos casos identificamos referencias de origen prehispánico, donde el perro ha sido vinculado a diversas divinidades y, comúnmente identificado como una entidad psicopompa, que puede transitar de la vida hacia la muerte. Se expresaron narraciones que refieren la importancia de cuidar a los perros, porque son compañeros de vida, además de que son las entidades que nos ayudarán a cruzar el río que lleva hacia la región de los muertos. De igual forma, se reconoce la capacidad de los perros para comunicarse con otros animales y el mundo supranatural, incluso pueden tener la capacidad de premonición de acontecimientos nefastos.
En ese sentido, el perro es una entidad compañera por antonomasia, vinculado a la subsistencia, puesto que es un acompañante para la cacería; también en los diversos recorridos que la gente hace hacia sus milpas o al monte, donde el perro es un protector, no solo contra otras personas, sino incluso contra diferentes entidades espirituales que pueden afectar a la gente. A ello, sumariamos el acompañamiento del perro hacia la muerte. Por estos aspectos, así como la convivencia cotidiana, el perro es una especie trascendental que ha definido una condición deontológica en su relación con los animales humanos a partir del cuidado mutuo.
La presencia de los animales en la representación material y simbólica posee un gran valor. En el caso zapoteca, en la realización de alebrijes se retoma al perro como una constante, sobre todo el xoloitzcuincle, ya que es una entidad que ha adquirido una condición casi de veneración. El “becue”, como lo llaman en zapoteco, tiene una relación significativa que lo enlaza con la convivencia familiar y los atributos ya antes señalados (su cualidad psicopompa). El perro es considerado un animal guía, no sólo por el rol que cumple en la transición de la vida hacia la muerte, sobre todo porque se le considera una entidad sabía que ha adquirido su conocimiento en vinculación con otras entidades (naturales y supranaturales, entre ellas los ancestros); por tanto, son una fuente de conocimiento sobre el mundo y de ellos debemos aprender.
El perro, en términos de su construcción interespecie, es visualizado como un ícono que vincula a los seres humanos con sus ancestros y otras entidades del mundo. Por ello, además de reconocer su sabiduría, se les identifica como una entidad liminal, entre lo ordinario y lo fantástico, la vida y la muerte, la comunidad humana y la comunidad de otras especies. En otras palabras, es el puente o elemento que articula las dualidades de forma integral, a diferencia de la visión occidental, la cual ha fragmentado lo humano y lo animal, la cultura y la naturaleza, la muerte como ausencia de vida y la vida trascendental.
5.Consideraciones finales
La separación entre animales humanos y no humanos gestada desde los afluentes culturales de occidente ha delineado formas de percibir y construir las relaciones interespecie. En ello, la superioridad de lo humano y su logos ha marcado el ejercicio de dichas relaciones. Sin embargo, en otras tradiciones culturales -como las analizadas en esta investigación-, las relaciones interespecie se gestan a partir de inherencias y convivencias donde el “logocentrismo” no es el fundamento de diferenciación. La búsqueda y la cercanía con lo “animal” se genera a través de diversas figuraciones metafóricas donde la acción o la conjunción de su mito-praxis son latentes.
El contexto de la enunciación redefine la praxis como metáfora continua. Las narrativas sociales son, en estas condiciones, un elemento clave para comprender las discursividades que expresan esa gama de concepciones sobre la vida interespecie y que permiten acercarnos a la intertextualidad implícita en toda condición de intersubjetividad.
El ser humano en sus diversas metaforizaciones sobre la otredad vuelve constantemente a la búsqueda de su «naturaleza animal». En ese sentido, hay una conexión entre las presencias biológicas que lo constituyen, así como sus posibilidades semióticas donde se establece una multiplicidad de dimensiones sobre la presencia de la alteridad. En este sentido, el perro en la representación de las comunidades indígenas de estudio responde a una medialidad desde diversas narrativas: orales, materiales y visuales, las cuales se constituyen como medios y trazos, más que como fines por sí mismas.
Las comunidades indígenas qua han forjado diferentes tradiciones narrativas de largo aliento, ya sea orales, plásticas u otras, se apoyan de éstas para recrear sus imaginarios. Este proceso creativo concibe diversas posibilidades del ser y del convivir con las entidades con las cuales se comparte el mundo.
Los constructos metafóricos son una rememoración de lo diverso y que en gran medida nos constituye. Son el énfasis de la vida como una trama diversa caracterizada por las presencias y ocultamientos de las entidades que acompañan nuestras experiencias del mundo.
Las simbologías antropoanimales, son un referente en la imperiosa necesidad de transformar la ética interespecie (Figueroa y Bernal, 2021). La interacción, el convivir y morir desde y a través de esas relaciones interespecie también se vuelven parte de esa trama constituida por lazos biológicos, históricos, de protección, negación y reconocimiento de la otredad que nos complementa.