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Revista Diacrítica

versão impressa ISSN 0807-8967

Diacrítica vol.28 no.2 Braga  2014

 

EFEMÉRIDES

Miguel de Unamuno: despertar de la conciencia española en el laberinto de saudade portuguesa

 

Mª Aránzazu Serantes López*

*Universidad de Santiago de Compostela, Espanha.

arantxa.serantes@usc.es

 

RESUMEN

El presente artículo pretende ser una síntesis-homenaje a la figura de Don Miguel de Unamuno en el que se conmemora su 150 aniversario. Desde el punto de vista testimonial, para aquellos que lo conocían, tenía una personalidad singular plagada de raptos místicos, obsesión imaginativa y ansia de trascendencia. Sus intentos por dar sentido a la vida se podrían resumir en un intento de racionalizar la fe para convertirla en una cuestión de razón práctica. En medio de ese camino, se encontró con la angustia, la agonía y la incertidumbre el infranqueable umbral del conocimiento humano. De ahí el carácter polivalente de sus obras en las que ejerció como novelista, pensador, ensayista e incluso guía por tierras de España y Portugal. Fue un intelectual capaz de despertar conciencias y plantearse preguntas que no dejan indiferente a cualquier lector que se acerque a su obra. A través de este escrito, pretendo hacer un breve análisis de sus hitos más significativos así como una reflexión sobre la relación de Unamuno con Portugal, especialmente, con Teixeira de Pascoaes.

Palavras-chave: Unamuno, filosofía española, saudade, Teixeira de Pascoaes, conocimiento, conciencia.

 

ABSTRACT

This article is an homage-synthesis of Don Miguel de Unamuno´s figure in conmemoration of his 150th anniversary. From a testimonial point of view, for those who knew him, he had a singular personality plagued by mystical raptures, imaginative obsession and longing for transcendence. His attempts to make sense of life can be summed up in an effort to rationalize the faith to make it a matter of practical reason. Amid the way, he met with the anguish, agony and uncertainty impassable threshold of human knowledge. Hence the multipurpose nature of their works made him works like novelist, philosopher, essayist and even guide by lands of Spain and Portugal. It was an intellectual capable of awakening consciousness and consider questions that do not leave indifferent any reader who approaches his work. Through this paper, I intend to make a brief analysis of its most significant milestones as well as a reflection on the relationship with Portugal Unamuno, especially with Teixeira de Pascoaes.

Keywords: Unamuno, spanish philosophy, saudade, Teixeira de Pascoaes, knowledge, conscience.

 

1. Breve apunte biográfico

Don Miguel de Unamuno (1864-1936) fue un hombre ligado a su tierra, a la tradición y a la lectura de los clásicos, tanto en su niñez como en su adolescencia, períodos en los que fue forjando su carácter al amparo de su abuela materna Doña Benita Unamuno Lazarra, lo que en euskera se denomina etxekoandre. Ella auspició su formación académica y le aportó estabilidad material en momentos difíciles para la familia. El misticismo que le había acompañado por aquel entonces se tradujo, en su etapa universitaria, en un interés por la escolástica que poco a poco fue desviándose hacia una lógica hegeliana, acompañada de lecturas kantianas y krausistas. Su crisis religiosa va en aumento, tras licenciarse y doctorarse. Estudia los clásicos grigos así como filósofos y teólogos protestantes. El problema religioso se convierte en una constante en sus creaciones literarias.

Con el desastre del 1898, momento en que la nación española perdía su imperio hispánico, su actitud se volvió introspectiva, llevándolo a estudiar a fondo sus motivaciones y replantearse su sistema de creencias. La etapa académica como rector de la Universidad de Salamanca causó tanto escándalo entre sus iguales como admiración entre sus pupilos. La rebeldía y la independencia de su pensamiento engalanaban sus discursos y fundamentos teóricos, pero su fracaso estuvo en tratar de someter la vida conforme al canon científico. Su obsesión por encauzarlo de ese modo, era motivo de profundas crisis que plasamaba en novelas y poemarios donde trataba de solucionar asuntos trascendentes para los que no tenía respuesta.

A partir de 1918, con el estallido de la I Guerra Mundial, comienzan las preocupaciones políticas del escritor. Procesado y condenado por un artículo en el que censura al Rey Alfonso XIII, fue sentenciado sin que la condena llegara a cumplirse. Posteriormente, en 1924, Primo de Rivera le retira su cátedra y lo destierra. A pesar de ser amnistiado, decide exiliarse voluntariamente. Tras su regreso a España en 1930 es aclamado y reincorporado a la universidad. También ejercería en el ámbito político como diputado. Al comenzar la Guerra Civil, su situación cambia y Azaña lo destituye del rectorado por traición a la República. Lo mismo harán los militares, que lo restituyen para volverlo a cesar. Unamuno no se deja manipular ante la disconformidad que siente por el nuevo régimen y en 1936, tras este incidente, es recluído en su casa bajo arresto domiciliario. No mucho tiempo después, fallecería en estas mismas condiciones.

2. Unamuno como despertar de la conciencia española

Como escritor, Unamuno, se mostró reaccionario hacia el realismo decimonónico. Motivo por el cual, sus novelas no están exentas de un tono ensayístico que se aventura en la descripción paisajística y en el lirismo intimista. Una prosa impresionista que tiende a lo fragmentario por su imprecisión y vaguedad. Este recurso del autor para llegar al lector con la intención de transmitirle sugerencias y preguntas de honda transcendencia, en busca de un modo de expresión psicoanalítica profunda de la realidad interior. No resulta extraño que su “yo” lírico se convierta en guía espiritual transformado en héroe que necesita interpretar el mundo a través de sus percepciones, en las que se elude toda referencia temporal a favor del momento presente.

Desde la novela y el ensayo combatía vehementemente aquello que no seguía su propia lógica, por eso toda su obra es la máxima expresión de un sentimiento agónico (una lucha, en el sentido griego del término) que parte de un análisis pormenorizado de la decadencia española dentro del ambiente regeneracionista finisecular, lo que le llevó a considerar un alejamiento del casticismo español a favor de un acercamiento a Europa. No en vano, acuñó el término intrahistoria, en la que el hombre de carne y hueso se hace dueño de sus actos, tomando las riendas de su propio destino por encima de los grandes hechos históricos. En Niebla (1913) se puede encontrar un ejemplo paradigmático, en el que un personaje se enfrenta directamente a su creador.

Su crisis espiritual provocó que los ejes temáticos de sus obras se centraran en temas de índole ético-religioso. En ellas se hace un fiel retrato de un Unamuno temeroso de la muerte que ve la necesidad de creer en un Dios que garantice la inmortalidad personal. Tal es su temor, que trata por todos los medios, de aportar argumentos y certezas racionales que demuestren que tal Dios no puede existir. En El sentimiento trágico de la vida (1913) o La agonía del cristianismo (1925), entre otras, trata de estos asuntos que bien pudieran parecer una contradicción en sí mismos.

A través de estos conflictos interiores, reafirma su personalidad, porque sus personajes se hacen eco de sus auténticos pensamientos donde abundan reminiscencias autobiográficas y hondas raíces afectivas y familiares, como en Paz en la guerra (1987). Un asunto que también fue objeto de su atención era el cainísmo hispánico o la envidia, que trató en Abel Sánchez (1917). Sobre esta novela, decía María Zambrano, que aquel era:

Uno de esos libros tan puros, a causa de su transcendencia, que el español finge no haber leído [pues] (…) Unamuno jamás buscó curación alguna que no fuese a sangre y fuego, aunque por la palabra, curación que consistiera en soltar el demonio, el demonio mudo del Evangelio, que tanto cita (…) quiere, ante todo, salvarnos por la palabra” (Zambrano, 2003: 129).

La tragedia de España representada en personajes como Abel Sánchez y Joaquín Monegro emula a la Historia Sagrada, en un pasaje de dimensiones bíblicas, personifi ada en Caín y Abel. Desde este mítico horizonte se representa el mal que subyuga nuestra vida como nación, desde entonces hasta la actualidad, si se me permite decirlo. La envidia se convierte en un mal sagrado, una afrenta que divide a los pueblos y a las personas, a título particular. Unamuno transmuta ese dolor en compasión tratando de aportar luz y claridad al motivo de esta herida que no parece tener cura. Pues, en cierto modo, aún nos sentimos observados por una Europa que no admite concesiones.

El ímpetu de poeta trágico, sumado a la forma objetiva de pensar – como consecuencia de la formación recibidase ajusta a la definición zambraniana del Guía y su proceder intelectual, que se rige por:

Una forma de pensamiento paternal en que alguien, acuciado por la pasión, quiere conducir al pueblo a través del laberinto de su destino. Forma propia del que quiere transmitir su substancia moral, la propia de un hombre como él y tan necesaria a un pueblo como el español (Zambrano, 2003: 109).

Al igual que el hidalgo Don Quijote, era un caballero andante a lo divino, en su búsqueda de unidad perdida, sitiada por la conmoción que suponía ver cómo sólo dejaba tras de sí las ruinas del viejo mundo, en el que generaciones de españoles se habían criado. Unamuno fue el espejo donde se reflejaron aquellos que vivieron una crisis espiritual profunda en el preciso momento en el que caían en la cuenta de que no era posible recomenzar –siguiendo el dantesco“incipit vita nova”. Todo lo contrario, más bien tenían ante sí el vertiginoso abismo de un porvenir tan incierto como lleno de posibilidades sesgadas.

Don Miguel Oromí afi maba que Unamuno, llevado por “sus ideas político-religiosas liberales y revolucionarias que entusiasmaron a la juventud [terminó por arrastrarla] a la ruina moral y al indeferentismo religioso” (apud Onieva, 1964: 188)[1]. Es posible que así fuese, que sumergiera a sus discípulos en la duda, que no es otra cosa que la semilla de la que parte el discurso filosófi y el método científi . Es por esto que opone básicamente la razón a la vida, en la cual la filosofía es la ciencia de la tragedia de la vida misma y la refl n que despiertan los sentimientos en contacto con ella. Todo lo contrario a lo que defendía José Ortega y Gasset[2], contrario a su forma de pensar. Así se lo hace saber en una carta del 6 de enero de 1904:

He de confesar que ese misticismo español-clásico, que en su ideario aparece de cuando en cuando, no me convence; me parece una cosa como musgo, que tapiza poco a poco las almas un poco solitarias como la de usted, excesivamente íntimas (no se indigne) y preocupadas del bien y del alma del vicio intelectualista. Sólo el que tenga una formidable intuición podrá, con pocos datos, con pocas piedras, hacer un templo (Epistolario, 1987: 30).

Ortega buscaba una armónica integración de lo real, por eso tenía cierta desafección a la corriente existencialista en la que suele adscribirse a Unamuno. Ortega ve en esta línea de pensamiento una reducción de la filosofía a una forma melodramática y equívoca de ver el mundo, que sólo puede verificarse desde un orden meramente testimonial mediante un determinado sistema de creencias.

La misión de la filosofía es ser un saber de salvación, la búsqueda de una claridad a través de los conceptos, las circusntancias vitales y la conciencia, en un ejercicio de libertad personal hacia la transcendencia. Unamuno era su opuesto, en este sentido, porque se encontraba a medio camino entre el anhelo de inmortalidad y el tormento de la razón, lo que provoca su patético sentido. Una concepción heredada del positivismo, cuya noción de razón era la de potencia analítica que reduce lo real a hechos concretos para reconstruirlos siguiendo unas categorías de causalidad lógica. Esa fue la misma razón que actuó como corrosivo de su fe, incluso de su certidumbre, quedando así al servicio de sus pasiones -según lo establecido por Hume-. Las cuestiones derivadas de esta razón práctica dependen de emociones y sentimientos, incluso de la imaginación. De ser así, ya no habría acuerdo posible entre la imaginación y los sentidos, porque son los sueños, la razón de la superviviencia en la vida mortal. Una forma mental en la que se puede seguir siendo y experimentando como sujeto personal.

Aunque Unamuno no es capaz de albergar en sí mismo una unidad de vida – el corazón dice una cosa y la cabeza lo contrario haciendo de ello una lucha por la supervivenciasu coherencia no la aporta la lógica entendida como adecuación del pensamiento a la realidad, que sería lo más sencillo, sino el empirismo radical o lo que es lo mismo, su licencia poético-literaria, que es capaz de ensanchar la razón.

1. Unamuno como laberinto de saudade portuguesa

La actividad poética de Unamuno se dio a conocer con posterioridad a su faceta novelística y ensayística, a la edad de 43 años y con su primer libro Poesías. Dignificó la poesía, no como género literario, sino como expresión habitual de la palabra. Como ejemplo de esta afirmación está el Cancionero, una obra a modo de diario compuesta entre 1928 y 1936 aunque vió la luz en 1953. Cada poema es una vivencia poética, un espacio de reconciliación del ser con el mundo, porque tras el lenguaje sagrado de la poesía brotan los grandes ideales.

Unamuno fue criticado y erróneamente concebido como un poeta de ideas, anti-modernista y anti-simbolista. Incluso se le llegó a negar su consideración como tal entre algunos de sus contemporáneos. Su ritmo y rima, no provenían de una musicalidad artificiosa o palabras grandilocuentes. Prefería seguir los cánones del alma antes que las normas establecidas, porque de ese modo pueden llegar a fusionarse existencia y poesía. Como muestra, este emotivo diálogo entre Dios y el poeta[3]:

-Pai, dá-me um pouco de fío

-Para qué o queres, meu Filho?

-Para enfiar os meus sonhos

-Deixa-os soltos desenfiados

-Tenho medo de perdê-los

-Não busques sonhos perdidos

-Mas eu quero dar-te un mundo

-En má hora esse capricho…

-Quero fazer um rosário

-Para rezares, meu Filho?

-Só para ver se o entendo

-Deixa-te de fío e canta

-O canto, Pai, não é fío?

-Vai de nada ao infinito (Unamuno, 1993: 44)

Más que un poema, parece una oración, una confesión fijada por escrito, que captura el instante preciso. Este poema recuerda a Bécquer, quien hablaba de la idea del poeta como padre de sus criaturas, las que pelean por salir de la casa del Padre para encontrar su sitio en el mundo y ganarse la vida eterna.

La creación es la posibilidad de dar un nombre, pero en la poesía esa expresión sólo se sugiere (noción) porque no se trata de tomar posesión de un mundo sino de apuntar mejor a su sentido. Por esta razón Unamuno termina encontrándose con lo inefable, ante la imposibilidad de describirlo todo. Eso es lo que origina la desesperación, algo que Wittgenstein calificó como “lo místico”. Así como no podemos conocernos del todo, como seres humanos, la palabra tampoco puede. Tan sólo evoluciona a la medida de su ser y de su capacidad para ver aquello que está ahí antes de ser nombrado (proto-palabras según la nomenclatura de Rilke).

Detrás de estas nociones hay un tono existencialista cuyo imperativo recorre los espacios naturales y el fluído sentir de la vida misma. En la poesía está su filosofía, que siempre desea alcanzar algo concreto mediante una ontología paisajística que representa a la conciencia. Un descenso a las entrañas de la meditatio mortis: “El perfecto equilibrio entre el espíritu y el mundo es imposible (…) siempre sobrepuja nuestra vitalidad espiritual a la necesaria para mantenernos o quedarnos por debajo de ella. Y así, o la tenemos para verterla o vamos languideciendo” (Unamuno, 1951:58).

A medida que se va recuperando la intrahistoria, se va reconduciendo el problema de la personalidad individual o lo que es lo mismo, se descubre su verdadera máscara. Máscara que es diálogo pero también “nívola” una verdad humana hecha niebla que transita desde la más espesa bruma a la claridad más transparente, como si se tratase de una fenomenología del claroscuro, ya que Unamuno supone “que tienen alguna conciencia, más o menos oscura, todos los vivientes y las rocas mismas, que también viven” (Unamuno, 2003: 101).

Teniendo en cuenta que el pensamiento de Unamuno transcurre y se desarrolla de la mano de la poesía, no es de extrañar que su patria espiritual no sólo fuese España, sino también Portugal. Ambas eran la sístole y diástole de su corazón ibérico. La amistad con autores como Teixeira de Pascoaes y su colaboración activa con la Renacença hicieron el resto.

Es particularmente entrañable la imagen que ofrece de Portugal en su soneto homónimo. La asemeja a una madre melancólica que mira al mar con sus manos en las mejillas mientras admira una puesta de sol y el mar entona un “trágico cantar de maravillas”. Compuesto durante un viaje a O Porto en 1906 y descrito prosaicamente en Por tierras de Portugal y España un año después, debe interpretarse como un desafío épico que invita a seguir luchando por un nuevo horizonte, aquel que se encuentra “ao longe do mar”-como dice un fadorevelando su espíritu atlántico.

Como decía Teixeira, es posible que el contenido de su libro Por tierras de Portugal y España no fuese asimilado debidamente, aunque su análisis de la cultura portuguesa haya sido de los más minuciosos, viniendo de un autor español. Si es cierto que “a tristeza lusitana é a névoa d´uma religão, d´uma filosofía” (Teixeira, Amarante, 19/3/1911) nadie mejor que Unamuno, que era la viva expresión del alma dolorida y soñadora, como lo era y sigue siendo Portugal.

La sabiduría portuguesa no se halla en la Academia, hay que buscarla en sus poetas y escritores como Camões o Pessoa porque al igual que en España, el pensamiento es “infilosófico”, ya que no se muestra por una vía lógica sino cardíaca, en la mística, en la música o en el canto:

Apanha a alma nun momento Para a meter numa cançao, Tenho un tesouro inteiro em casa

E a casa no coraçao (Unamuno, 1993: 98)

Gracias a la poesía, tanto el portugués como el español guardamos como pueblo, una conciencia de nuestro ser aunque la razón histórica la hiciese callar como consecuencia de fanatismos y dogmatismos de diversa índole.

En Portugal, la vía saudosista ha servido para lograr una reflexion pluridimensional sobre la idea de país, definiendo sus límites, derechos y deberes en ínitima conexión con las circunstancias. Algo que me atrevería a llamar “paixão práctica”.

Llegados a este punto, algunas de las preguntas que podría hacerse cualquier investigador/a que le interesase la relación de Unamuno con Portugal serían: ¿Por qué Unamuno se sentía identificado con Portugal? ¿Cuál era el motivo de su interés? Él mismo lo confiesa en una carta a Teixeira poco conocida: “Portugal me interesa mucho porque me interesa España y nosotros vamos a donde Portugal ya está” (Unamuno, 2004: Carta 1). También por el paisaje y el carácter de su gente: “Esa quietud campesina portuguesa no es fácil encontrarla aquí; ese reposo de Ulises que vuelto de sus navegaciones y colgando el remo cuenta a sus hijos, junto al fuego del hogar, sus viajes” (Unamuno, 2004: Carta 2).

¿Y en qué se parecían Teixeira y Unamuno? ¿Cuáles eran sus afinidades electivas?

La respuesta la aporta Jorge Coutinho de una forma muy clara y concisa: “Um e outro preocupados como a decadência nacional dos respectivos países e alimentando un sonho de renascimento pátrio (…) ambos possuídos de um mesmo sentimento trágico da vida y de uma mesma fome de imortalidade” (Coutinho, 1995:54).

Unamuno jamás olvidará aquellos días eternos, en los que se detenía el tiempo recorriendo los diversos parajes de la tierra portuguesa, llegando incluso hasta “las rientes tierras del minho [donde] se asoma sobre escarpadas garras a los campos de Traz-os-Montes” (Unamuno, 1966:193) en compañía de Teixeira.

Pero no sólo encontró en él una fuente de inspiración. En el fondo, era un continuador de Oliveira Martins, en lo que se refiere a la morfología de la cultura ibérica. Algo que Oliveira puso de relieve, pero no tuvo continuadores. Sus pensamientos eran favorables a la unidad de los pueblos peninsulares dentro de la diversidad.

Unamuno hace hincapié en el Portugal navegante y heróico en contraste con el Portugal campesino y sencillo. Una idiosincrasia llena de posibilidades, como las que se relatan en Os Lusíadas -gran epopeya nacionalque relataba el fin de la decadencia y conmueve por la melancolía y elegante nobleza. Sin embargo Oliveira Martins era más duro en sus términos y lo veía más bien como el epitafio de una nación, de la pérdida histórica de su cohesión. La versión satírica de Guerra Junqueiro – amigo de Unamunoen Patria era más beligerante y política pues representaba al portugués como un “loco autómata errante, alma cega e funérea”. Un alarido de dolor que expresaba la necesidad de evitar el anacronismo perecedero y progresar tanto en la vida espiritual como material. Sobre todo, cuando el espectro de Europa, se cierne sobre el indiferentismo peninsular hundido ya en el remoto entonces, dejando su herencia mítica en nuevas manos.

Por este motivo, en Portugal todavía queda un mito viviente – a juicio de Unamunoel sebastianismo subconscientepor ser este un símbolo de redención moral, de expiación de la desgracia que trajo consigo una historia sobrevenida. Es Portugal, un paisaje que se ve o se sueña “en esas horas abismáticas en que al separarse uno de la dulcísima ilusión de la sociedad de sus hermanos, de sus semejantes, de sus compañeros, cae de nuevo en la realidad de sí mismo” (Unamuno, 1986: 15).

De Unamuno se desprende que no hay motivo para seguir llevando sobre nuestra existencia, el peso de la historia, como si fuésemos un Prometeo atado a la roca, pues la realidad es la forma de un sueño. Quizás menos aún, sólo su sombra.

 

Referências

Coutinho, Jorge (1995), O pensamento de Teixeira de Pascoaes. Estudo hermenêutico e crítico, Braga, UCP.         [ Links ]

Diego, Gerardo, “Fray Luis y Don Miguel”, El noticiero universal, 28/9/1953, p.4        [ Links ]

Onieva, Antonio, J. (1964), Unamuno, Madrid, Compañía Bibliográfica Española.         [ Links ]

Epistolario completo Ortega-Unamuno, ed. Laureano Robles, Madrid, El Arquero.         [ Links ]

Unamuno, Miguel de (1951), Ensayos, Madrid, Aguilar.         [ Links ]

---. (1966), Obras completas, t.1, Madrid, Escelier.         [ Links ]

---. (1986), Paisajes del alma, Madrid, Alianza.         [ Links ]

---. (1993), Creio no futuro, Braga, Editorial A.O.         [ Links ]

---. (2003), Del sentimiento trágico de la vida, México, Porrúa.         [ Links ]

---. (2006), Por tierras de Portugal y España, Madrid, Alianza.         [ Links ]

Salamanca, Casa museo Unamuno (CMU)Correspondencia Gerardo DiegoMiguel de Unamuno.         [ Links ]

Zambrano, María (2003), Unamuno, ed. Mercedes Gómez Blesa, Barcelona, Debate.         [ Links ]

 

[Submetido em 14 de maio de 2014 e aceite para publicação em 19 de julho de 2014]

 

Notas

[1]En una carta datada el 22 de abril de 1922, dirigida a Unamuno, el joven Gerardo Diego afirmaría: “Aprovecho la ocasión para manifestarle mi adhesión espiritual y mi veneración por su espléndida y profunda obra literaria” (CMU, D.2, 2) [1922, IV-22]. Este sería un buen ejemplo de la admiración que despertaba entre sus alumnos. Original consultado disponible en la Casa Museo Miguel de Unamuno. También G. Diego afirma en su artículo “Fray Luis y Don Miguel” (1953): “Don Miguel siempre combativo y arriesgado hasta el borde de la herejía (…) quizá para cambiar él mismo la contínua borrasca de su alma a fuerza de predicar paz en Cristo para el prójimo” (p.4).

[2]Tampoco consideraba a Unamuno como poeta y así se lo hace saber en una carta: “Y hago… poesía. Ya sé que usted no pasa por mi poesía” (2/9/1911) algo que le corrige Ortega en una carta posterior, mostrándole que su afirmación es errónea. Unamuno tiene muy claro su papel como intelectual: “Ni de filósofo ni de pensador, ni de erudito, ni de filólogo me precio; sólo presumo de ser un buen catedrático y un sentidor o un poeta” (Salamanca, III, 1912). En Epistolario, 1987: 104.

[3]Aunque los versos originales fueron escritos en español he optado por una traducción portuguesa como muestra de la universalidad de su palabra poética y guiño a su lusofilia.