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Etnográfica

versão impressa ISSN 0873-6561

Etnográfica v.10 n.2 Lisboa nov. 2006

 

António Medeiros

Dois Lados de um Rio: Nacionalismo e Etnografias na Galiza e em Portugal

Lisboa, Imprensa de Ciências Sociais, 2006, 389 pp.

 

Dois Lados de um Rio es uno de los pocos, muy pocos, libros escritos por un antropólogo portugués en los que se aborda un estudio comparado de temas, ámbitos o territorios españoles y portugueses. Pues bien, aunque lo que acabamos de anotar es objetivamente cierto y se comprueba con facilidad si revisamos la bibliografía antropológica disponible a uno y otro lado de “la Raya”, la cuestión no es ni mucho menos tan evidente si se analiza desde una óptica nacionalista gallega. En efecto, el título de la obra de Medeiros hace mención expresa a que su objeto de estudio es el “nacionalismo” y las “etnografías” que se vinculan con Galicia y Portugal, no con España y Portugal. En este sentido, no estaríamos ante un ensayo comparativo de cuestiones relacionadas con ambos países, naciones o estados (elíjase el concepto que se considere más adecuado para identificar a la eternamente discutida España o, si se prefiere, al Reino de España). Pero, al margen de ironías, resulta que tampoco es del todo cierto que se pongan frente por frente a Portugal y a Galicia, pues el referente esencial que utiliza Medeiros del lado portugués es su territorio más septentrional y, más concretamente, la provincia de Miño. Finalmente, tampoco esta última afirmación es totalmente cierta. Es verdad que Miño y Galicia son los espacios geográficos sobre los que el autor desarrolla su trabajo de campo y sobre los que pivota su estudio comparativo. Sin embargo, el proyecto de Medeiros es de mayor calado; y no me refiero tanto a sus propuestas teóricas derivadas del análisis de los nacionalismos gallego y portugués — que no miñoto —, como al hecho de que dicho análisis traspasa con creces el espacio geográfico gallego, y también el miñoto, y tiene como telón de fondo las relaciones, los vínculos y los desencuentros entre España y los españoles y Portugal y los portugueses, aunque canalizados a través del río Miño. Lo único que cabría lamentar es que ese telón de fondo no se haya convertido aún en el escenario propiamente dicho, algo que quizás pueda plantearse el autor en el futuro.

Pero, dejémonos ya de divagaciones más o menos pertinentes y vayamos a los contenidos del libro. La obra se organiza en diez capítulos y unas muy breves conclusiones. No hay prólogo ni introducción, aunque el capítulo primero hace las veces de texto introductorio. La mera lectura de los títulos de los capítulos nos orienta ya sobre una de las principales características del libro: su estructura fragmentada, que no fragmentaria. En realidad, los capítulos no son fragmentos de nada, ni siquiera piezas de ningún puzzle: lo que ocurre es que tienen una entidad propia, acabada en sí misma. Es cierto que todos fluyen y confluyen en el estudio del nacionalismo y las etnografías de Miño y Galicia, pero parecen haber sido redactados de forma independiente. De hecho, al menos algunos de ellos han sido previamente publicados en revistas y obras colectivas, tanto portuguesas como españolas, circunstancia que debería haberse anotado en el libro y que, de forma incompresible, no se menciona.

Otro rasgo común a todos los textos es la presencia explícita, localizada en tiempo y lugar, del autor. Son numerosas las referencias a determinadas vivencias vinculadas con el trabajo de campo o, simplemente, con experiencias vitales del antropólogo en Portugal o en Galicia; de hecho, varios capítulos comienzan con la mención expresa de alguno de esos momentos de interacción entre el autor y alguno de sus informantes. Desde una perspectiva literaria, tal modo de proceder es todo un acierto, pues hace aún más grata una lectura que ya es de por sí notablemente ágil y fluida. Desde una óptica metodológica, sin embargo, esa reiterada presencia del antropólogo en el texto no es en ningún momento explicada. Es cierto que este proceder del autor está muy alejado del extremismo de algunos antropólogos posmodernistas, que en la década de 1980 parecían redactar monografías con el único propósito de hacer etnografías de sí mismos en interacción con los “otros”. Sin embargo, aunque el autor hace alguna que otra mención a las circunstancias y condiciones en las que se desarrolla su trabajo de campo, ese interés por introducirse a sí mismo en el relato, ese afán — afán materializado — por elaborar un relato con un notable nivel de calidad literaria, debería de haber sido completado con una explicitación de carácter metodológico sobre las circunstancias en las que se organizó y se desarrolló ese mismo trabajo de campo, ya fuera en una “remota” aldea miñota o en la “culta” y centrípeta capital de Galicia.

Demos ahora un repaso a los capítulos. “Estados no Noroeste” (cap. 1) asume el papel, como ya hemos anotado, de sucedáneo de intro­ducción. Aquí queda recogido, en primer lugar, el objetivo que se había propuesto alcanzar el autor al dar inicio a su trabajo de investigación hace ya algunos años: comparar las etnografías — y otros discursos literarios — elaborados sobre Galicia y Miño durante los siglos XIX y XX, con el propósito de reconocer las diferencias existentes entre ambos — pese a sus presuntas similitudes paisajísticas y “culturales” — debido sobre todo al desarrollo en Galicia de un discurso nacionalista singularizado, que no tiene equivalente en las tierras portuguesas del otro lado del río Miño. El planteamiento es tan interesante como atractivo, y ya desde este primer capítulo podemos comprobar cómo se articulan esas diferencias discursivas y cómo el nacionalismo gallego recurre desde época temprana a la etnografía para ayudar a construir sus mitos fundadores y su presunta singularidad “cultural”. Los discursos etnográficos sobre Miño no se orientan sin embargo hacia la creación de esas identidades regionales — que también se producen en Galicia aunque pronto viran hacia el nacionalismo —, sino que se limitan a presentar a la provincia como un elemento constitutivo, más o menos destacado o relevante, del cuerpo nacional portugués. Medeiros constata y documenta de forma precisa esa disparidad de modelos identitarios, pero no trata de “explicar” las causas o razones que los provocan. Por supuesto, la lengua podría ser una circunstancia destacada que explicara tales diferencias: en Galicia se habla una lengua diferente al castellano, mientras que en Miño — pese a ciertas peculiaridades dialectales — la lengua hablada es el portugués. Sin embargo, sabemos que la mera disparidad lingüística no basta para generar modelos de identificación nacionalista.

Los nueve capítulos restantes distribuyen sus contenidos de la siguiente forma: el 2, el 3, el 4 y el 6 tienen como referente básico Galicia; el 7, el 8 y el 9 se centran en un contexto miñoto; finalmente, el 5 y el 10 abordan un análisis más estrictamente comparativo entre los contextos gallego-español y miñoto-portugués. En “No Dia da Galiza” (cap. 2) se presentan — de forma amena y en ocasiones irónica — los peculiares contextos “españolista” y nacionalista gallego de celebración del 25 de julio, festividad de Santiago Apóstol, instituido como “Día Nacional de Galicia”. Es éste un texto especialmente ilus­trativo de las contradicciones e inconsistencias que rodean la articulación de mitos y referencias identitarias en el nacionalismo gallego, aunque también en el español o españolista. En “Precursores/Cultura Galega” (cap. 3) se hace un sugerente repaso a las actividades desarrolladas por la intelectualidad galleguista desde el Rexurdimento hasta la Guerra Civil de 1936, autores y planteamientos claves en el ámbito de las “políticas de memoria” desarrolladas en Galicia durante todo el siglo XX y, muy especialmente, después de 1978. En “Indianos, o País das Gaitas e Nazón de Breógan” (cap. 4) se amplia la perspectiva de análisis, asumiendo Medeiros el estudio de la muy intensa labor galleguista desarrollada por los indianos; además, se comentan algunos singulares ejemplos de “símbolos-problemas” nacionalistas: entre ellos el de los “gaiteiros de Fraga” (el apelativo es mío) y el debate suscitado sobre la denominación de un modelo de vehículo con el nombre — en gallego o en castellano — de una localidad gallega. En “Portugal na Galiza” (cap. 6) se hace primero un breve repaso sobre las imágenes generadas en ciertos ámbitos intelectuales portugueses sobre Galicia en el primer tercio del siglo XX, centrándose luego el autor en las muy peculiares formas de imaginar Portugal por parte de los nacionalistas gallegos durante las últimas dos décadas. El capítulo séptimo (“O Minho e a Pintura dos Costumes das Nações”) se enfoca casi exclusivamente hacia el ámbito portugués. En principio, el objetivo es presentar las formas de imaginar Miño por sus habitantes — formas que no acaban de ser claramente definidas por los propios miñotos — y por etnógrafos y escritores de la segunda mitad del siglo XIX y buena parte del XX, hasta la aparición de los primeros textos de antropología social. En realidad, lo que el autor plantea es una especie de revisión historiográfica de la etnología portuguesa, con el referente lejano de Miño como excusa. Sin dejar de hacer Medeiros un acercamiento interesante y perspicaz, quizás hubiera sido más adecuado no diferenciar de manera tan radical el momento y los autores aquí estudiados de la temática que se aborda en el capítulo quinto (“Na Pele do Touro: Estado e Lugares da Antropologia”), centrado en la revisión de las principales antropologías “modernas” desarrolladas en Portugal y España a partir de finales de la década de 1960 y comienzos de la siguiente, cuando entran en escena las obras de J. Cutileiro y C. Lisón. Por otra parte, son unos cuantos los autores y las líneas de investigación — desarrolladas básicamente entre las décadas de 1940 y 1980 — que no se abordan ni en el capítulo quinto ni en el séptimo. Y aunque el autor considere que su influencia en las posteriores formas de hacer etnología ha sido pequeña, no puede dejarse de lado sin más a personajes como J. Caro Baroja o A. Jorge Dias — aunque es cierto que a este último le dedica unas líneas–, pero tampoco a E. Veiga de Oliveira y sus colaboradores más o menos cercanos, especialmente a B. Pereira, a pesar de que muchos de sus trabajos tengan una orientación básicamente “culturalista” o que, simplemente, se interesen por la cultura mate­rial del mundo rural de una forma quizás excesivamente “tipologista”.

El capítulo octavo, aunque tiene un objeto de estudio aparentemente ajeno a la temática del libro — la Exposición Colonial Portuguesa celebrada en Oporto en 1934 —, en realidad no se interesa por la cuestión colonial ni por las exhibiciones etnológico-coloniales entonces tan en boga, sino por las formas de representación de las tierras y las gentes portuguesas de Entre Douro y Miño que se pudieron contemplar en sendos desfiles o cortejos folklóricos organizados durante aquel evento. Terminemos señalando que el capítulo noveno se centra en las singulares y contradictorias formas — académicas y populares — de imaginar un presunto reducto de arcaísmo rural portugués (la aldea de Soajo) y que el décimo y último plantea de forma inteligente, aunque quizás demasiado apresurada, las dispares reivindicaciones etnogenealógicas de los lusitanos, en el nacionalismo portugués, y de los “celtas”, en el gallego, con toda la parafernalia de símbolos, gestos e incongruencias que les acompañan, especialmente del lado galaico. El libro se cierra con una muy breve conclusión en la que se constata la disimilitud de las formas de imaginar y representar las presuntas identidades miñota y gallega: localista la primera, dirigida y articulada por el nacionalismo portugués; nacionalista la segunda, concebida y recreada como comunidad diferenciada del “Estado Español”, pero también — y esto es un añadido nuestro — regional-autonomista y, en este sentido, parte necesaria pero con identidad propia de la España de las Autonomías.

En resumen, el libro de António Medeiros es un trabajo tan interesante como necesario, que debería servir de referencia para posteriores proyectos de estudio comparativos entre territorios, modelos de identidad, prácticas culturales o cualquier otro ámbito de referencia español y portugués. Sin duda es un trabajo cuyos contenidos no habrán de ser muy estimulantes para no pocos nacionalistas, sobre todo –aunque no sólo – para los nacionalistas gallegos. La cuestión no es que Medeiros desenmascare a nadie, pues quizás es mejor dejar las máscaras donde están. Lo que ocurre es que, si asumimos — de acuerdo con E. Gellner y E. Hobsbawm — que “el nacionalismo radica en la modernidad” y — siguiendo a B. Anderson — que las naciones son ante todo “comunidades imaginadas”, todos esos discursos y estrategias primordialistas de las élites intelectuales nacionalistas resultan cuando menos patéticos. Y, por supuesto, ese patetismo sería propio de cualquier contexto nacionalista, no sólo del gallego. Lo que ocurre es que los nacionalismos que aún luchan por articular su propio Estado-nación, como ocurre con el nacionalismo gallego, se ven forzados a desarrollar unos discursos y a generar unos referentes identitarios excluyentes que dejan al descubierto con mucha más facilidad toda la tramoya teatral que los sostiene. De acuerdo con lo dicho, y teniendo en cuenta las evidentes conclusiones de la obra que reseñamos, mucho me temo que algunos de los nacionalistas gallegos – o quizás sólo los más recalcitrantes – que aparecen citados en el texto, y que se identifican como “amigos” del autor, pueden dejar de serlo tras la lectura del libro. Para terminar, no quiero dejar de hacer una puntual crítica formal, ajena por completo a la respon­sabilidad del autor. El libro Dois Lados de um Rio no tiene índice analítico, ni onomástico ni de materias. Es ésta una muy fea costumbre propia de muchos editores, especialmente en España — parece que también en Portugal —, que afecta de forma preferencial a las editoriales insti­tucionales, aunque también a no pocas privadas. El editor institucional dispone de un presupuesto que nunca parece permitir el gasto, que no creo que sea demasiado elevado, de elaborar esos índices, que tan útiles resultan al lector, especialmente en obras de carácter académico. Da la impresión de que publicar un libro en una editorial pública es una especie de favor que se hace al autor, y que éste debe aceptar resignado no sólo no cobrar – ¡por supuesto! –, sino que su obra se edite sin uno de los aditamentos más necesarios para un adecuado aprovechamiento.

 

Luis Ángel Sánchez Gómez

Dpto. de Prehistoria y Etnología, Universidad Complutense de Madrid

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