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Etnográfica

Print version ISSN 0873-6561

Etnográfica vol.26 no.2 Lisboa Sept. 2022  Epub Sep 19, 2022

https://doi.org/10.4000/etnografica.10961 

Artigo Original

Tejer y destejer el proceso de realización de una tesis doctoral: encrucijadas feministas y colaborativas

Tercer e destecer a realização de uma tese de doutoramento: encruzilhadas feministas e colaborativas

1Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Granada, España, carmengg@ugr.es,

2Instituto Universitario de Estudios de las Mujeres y del Género, Universidad de Granada, España, ariana@correo.ugr.es


Resumen

Teresa del Valle con las nociones de hito, encrucijada e intersticio nos invita a realizar un ejercicio reflexivo personal, retrospectivo, de evocación y memoria encarnada, como metodología para la elaboración de una autobiografía. Nosotras en este artículo realizaremos este ejercicio entretejiendo nuestros hilos de acción metodológicos, a partir de nuestras experiencias compartidas de investigación como directora de tesis y doctoranda. Desde ese ejercicio de evocación revisitamos la investigación que realizamos en la Universidad de Granada entre 2009 y 2010 que llevó por título “Representaciones de las mujeres inmigrantes como sujetos de acción política”, entendiéndola como hito, desencadenante de nuestros diálogos sobre la metodología etnográfica. Identificaremos en este ejercicio de memoria encarnada diferentes encrucijadas desde las que vislumbramos intersticios, pequeñas ranuras por las que se cuela, a modo de luz, aquello que pasó desapercibido y que nos permiten seguir pensando la convergencia entre etnografías feminista y colaborativa.

Palabras clave: etnografía feminista; etnografía colaborativa; representaciones; tejer; mujeres migrantes

Resumo

Teresa del Valle com as noções de marco, encruzilhada e interstício convida-nos a realizar um exercício reflexivo pessoal, retrospetivo, de evocação e memória corporificada, como metodologia para a elaboração de uma autobiografia. Neste artigo realizaremos este exercício entre-tecendo os nossos fios de ação metodológicos, com base nas nossas experiências de investigação compartilhadas como diretora de tese e doutoranda. A partir desse exercício de evocação, revisitamos a investigação que realizámos na Universidade de Granada entre 2009 e 2010, intitulada “Representações de mulheres imigrantes como sujeitos de ação política”, entendendo-a como um marco, capaz de desencadear os nossos diálogos sobre metodologia etnográfica. Neste exercício de memória corporificada identificaremos diferentes encruzilhadas das quais vislumbramos interstícios, pequenas fendas por onde se esgueira, a modo de luz, o que passou despercebido e que nos permitiram seguir pensando na convergencia entre etnografias feminista e colaborativa.

Palavras-chave: etnografia feminista; etnografia colaborativa; representações; tecer; mulheres migrantes

Miradas: nuestro hito

Del Valle (1995: 285) se refiere con la noción de hito a aquellas decisiones, vivencias, que al recordarlas se constituyen en una referencia significativa. El proyecto Miradas1 sin duda lo ha sido en las trayectorias de investigación de cada una de nosotras y es por ello que evocarlo desencadena la escritura de este artículo, diez años después.

Este proyecto se inscribe en las líneas de investigación de la directora del mismo, la profesora Carmen Gregorio Gil, y se desarrolla por un equipo de investigación poco al uso en la Universidad,2 del que formó parte Ariana S. Cota.

La relación entre género y migración venía ocupando a Carmen Gregorio desde los inicios de su carrera investigadora (Gregorio 1996, 1998) y en los años en los que se desarrolla el proyecto Miradas repensábamos las categorías teóricas y las metodologías con las que las ciencias sociales y en particular la antropología social se venía acercando al estudio de las desigualdades de género en los contextos migratorios.3 Al tiempo que se iban institucionalizando los estudios migratorios,4 era mayor la impotencia que sentíamos desde una ciencia social crítica ante la inexistencia de cambios profundos en las políticas migratorias. Muy al contrario, las leyes que supuestamente protegían los derechos y libertades de la población extranjera se fueron endureciendo y más aún después de la crisis económica del 2008. El conocimiento acumulado no era suficiente para combatir la xenofobia y el racismo institucional.5 Era desalentador seguir realizando investigaciones desde la idea de “conocer a los otros/as” y su correlato “poner voz a los otros/as”, desde la que se venían orientando las investigaciones sobre poblaciones migrantes. Parecían urgentes acciones que contestasen de forma radical el régimen de fronteras materiales y simbólicas, resultado de un orden socioeconómico cada vez más desigualitario a nivel mundial, y una antropología social crítica, pensábamos, debería orientarse a evidenciar las lógicas de poder y desigualdad, quizás contribuyendo también a desdibujar las fronteras entre un “nosotros/as” y un “otros/as” en sus propias prácticas de investigación.

Desde ese sentido de desaliento, pero al tiempo de interrogación constante sobre cuál podría ser nuestra contribución desde nuestra mirada feminista, nos preocupaban especialmente las formas de participación y construcción de ciudadanía “desde los márgenes” y en particular de las mujeres inmigrantes. Junto con la entonces doctoranda Daniela Cherubini presentamos un proyecto de investigación a la Dirección General de Coordinación de Políticas Migratorias de la Junta de Andalucía con el objeto de indagar sobre esas prácticas “desde los márgenes” (Cherubini 2010; Gregorio y Arribas 2008).6 Dicho proyecto fue concedido,7 y a pesar de que habíamos contemplado que el trabajo de campo lo realizaría Daniela Cherubini como parte de su tesis doctoral, finalmente no se pudo desplazar desde Milán donde en ese momento estaba residiendo y se contrató para el desarrollo del proyecto a Alberto Arribas, que en ese momento realizaba en la Universidad de Granada el máster en Migraciones Desarrollo e Intervención Social (Memdis), en el que la profesora Gregorio impartía clases de metodología etnográfica. Alberto tenía un perfil muy valioso para este proyecto, formado en sociología y estudios culturales, había estado implicado en Madrid en la defensa de las personas inmigrantes, desde lo que en esos años se estaba conformando como red de Oficinas de Derechos Sociales (ODS) que se expandía por diferentes comunidades autónomas, incluyendo la andaluza.8 Además se incorporaron en el equipo María Luz Morante, formada en trabajo social y alumna en prácticas del máster mencionado, y Ariana S. Cota, como alumna de la asignatura Prácticas de Trabajo de Campo de la licenciatura de Antropología Social. Las discusiones epistemológicas en este proyecto, dada la riqueza de trayectorias formativas y políticas del equipo, estuvieron atravesadas por la tensión entre práctica política y teoría, entre investigación militante y académica, entre investigación e intervención. Esta tensión nos hizo replantearnos cuestiones como para quién, cómo y con quiénes investigamos desde la universidad y con ello revisitar nuestras metodologías al objeto de descolonizarlas desde una perspectiva feminista (Gregorio 2014b).

Uno de los objetivos que nos propusimos con esta investigación fue compartir con las personas y grupos entrevistados nuestros conocimientos sobre asociacionismo y participación, pero tratando de huir de la promoción de cualquier tipo de proceso tutelado o amadrinado por la universidad. Deseábamos problematizar la relación vertical (jerárquica) y de dependencia entre la administración y el movimiento asociativo en general e inmigrante en particular,9 y obviamente no queríamos reproducir desde la universidad una relación similar. Una vez finalizado nuestro trabajo de campo, las asociaciones a quienes entrevistamos no nos otorgaron ningún lugar en su espacio político y, por ello, desde nuestro posicionamiento epistemológico, vimos claro que nuestro lugar era retirarnos y respetar sus propios procesos, en todo caso quedarnos a su disposición ante posibles demandas derivadas de las redes tejidas durante la realización del proyecto. Algunas de las entrevistas que realizamos incidían precisamente en esta cuestión: la crítica hacia la instrumentalización por parte de las instituciones públicas - incluida la universidad - de la cuestión migrante, el lugar de prestación de servicios al que se aboca a su asociacionismo y la necesidad de construir espacios de autonomía desde los que resistir y construir proyectos propios.

Finalizado el proyecto, las diferentes personas del equipo fueron definiendo sus propios objetivos de vida e investigación. María Luz rompió su vínculo con la universidad y la investigación para dedicarse a otros proyectos vitales y profesionales, Alberto y Daniela se sumergieron en la realización de sus tesis doctorales,10 y las autoras de este texto, ya como doctoranda y directora de tesis, nos quedamos reflexionando sobre las discusiones epistemológicas que habían emergido en el proceso de esta investigación, así como las problemáticas que salieron a la luz, en relación con los procesos de participación y construcción de ciudadanía. Escuchando de nuevo las grabaciones de las entrevistas realizadas para este proyecto, encontramos un hilo de convergencia entre nuestras inquietudes y las que expresaban las personas entrevistadas. A nosotras nos preocupaba desentrañar cómo la categoría “mujeres inmigrantes” era utilizada para afirmar esa idea de otredad, como amenaza al proyecto civilizatorio europeo (Gregorio 2009b). Imagen homogénea, estereotipada, colonialista, peyorativa y victimizante, que en poco se correspondía con las realidades complejas, cambiantes y diversas de las mujeres residentes en territorio español procedentes de diferentes países que nosotras habíamos conocido. En las entrevistas realizadas se manifestaba la preocupación por las imágenes que propagaban los medios de comunicación sobre la población inmigrante, dicho de otro modo, sobre la construcción de la categoría “inmigrante” de forma tal que alimentase el miedo y el odio, o dicho de otra forma el racismo y la xenofobia.

En los espacios en los que habíamos compartido nuestros análisis se expresaba la necesidad urgente de cambiar las imágenes que proyectaban los medios de comunicación de las mujeres inmigrantes como pobres, racializadas y etnicizadas, diferenciadas culturalmente de un “nosotras” que además les negaba su agencia al presentarlas como víctimas y vulnerables. Nuestro foco de atención al objeto de contrastar esas representaciones hegemónicas y explicar lo que estaba detrás de esos imaginarios habían sido espacios fundamentalmente académicos. Ahora sin embargo nos situábamos como investigadoras desde otro tipo de relación con las “sujetos”, pensando desde un espacio de diálogo de saberes y nos preguntábamos: ¿Qué pensarían las propias mujeres objeto de discurso al respecto de estas representaciones? ¿Cómo se sentirían viéndose reflejadas en las diferentes imágenes que crean los medios de comunicación? ¿Incluso en las representaciones de las políticas públicas cuando nombran a las “mujeres inmigrantes”? ¿Compartirían nuestro análisis? ¿Qué tendrían que decir al respecto y cómo les gustaría decirlo? ¿Cómo podríamos acompañarlas como investigadoras para hacer valer sus narrativas más allá de su inclusión en nuestras producciones académicas? Ambas nos proponíamos poner nuestros conocimientos teóricos y analíticos al servicio de las propias mujeres de carne y hueso, pero generar este proceso dialógico junto con las representadas se nos presentaba como un desafío metodológico ¿Cómo no reproducir la categoría “mujer inmigrante” cuando por otro lado son nuestras destinatarias, “los sujetos”, de nuestra investigación?

Con estos interrogantes perfilamos el proyecto Miradas, considerando un primer momento de reflexión conjunta sobre las representaciones hegemónicas de “las mujeres inmigrantes” - cómo me ven - y un segundo momento de producción de representaciones - cómo quiero que me vean. Para este segundo momento quisimos repensar el lenguaje con el que las participantes escribirían sus representaciones a través de sus experiencias y reivindicaciones. En relación a ello nos pareció inspirador el trabajo de María Viñolo con arpilleras11 y el trabajo que Intercultural Life realizaba con jóvenes mediante audiovisuales,12 en tanto que formas de expresión y creación, por lo que fueron propuestos en el proyecto, abriéndonos también a la escucha de otras formas posibles de expresión que pudiesen proponer las participantes.

Para acometer este proyecto requeríamos crear un equipo de investigación que compartiese estas formas de (re)conocer. Nosotras estábamos ahí, haciendo esta apuesta desde dentro de la academia, pero ni la investigadora principal podía dedicarse a tiempo completo a este proyecto, ni la novel investigadora podía sostener sola el trabajo de campo que habíamos previsto. Por ello incorporamos en el equipo a una persona con experiencia en la dinamización de grupos para conducir el proceso de reflexión sobre las representaciones. Una vez más el máster Memdis nos trajo a Raquel Cantos, formada en metodologías de participación e intervención social con grupos, quien además en ese momento se mostraba muy interesada por hacer parte de un equipo de investigación y conocer más sobre la investigación feminista que se realiza desde las universidades como parte de su proceso formativo. Las tres comenzamos a tejer la investigación poniendo en diálogo nuestras miradas, conocimientos y capacidades atravesando diferentes encrucijadas a las que dedicaremos los dos siguientes apartados. Utilizaremos esta noción de encrucijada que nos propone Teresa del Valle (1995) para evocar esos momentos o situaciones que nos enfrentaron a una elección, pero que solo a partir de nuestra mirada retrospectiva hemos podido reconocer como tales, también como tensiones creativas (Del Valle 2006-2007) que han ido marcando nuestras posiciones epistemológicas.

Etnografía de un taller: devenires entre “científica social”, “matrona” y “compañera”

Conocer el mundo en un taller tan pequeño

[Diario de campo, 10 de octubre de 2009]

Con esta cita recogida en el diario de campo de Ariana, una de las participantes, Patricia, se refería a lo que para ella estaban significando los talleres que realizamos en el marco del proyecto. Nos parece que igualmente refleja una forma de entender el conocimiento etnográfico, conocer el mundo, lo macro, desde lo micro: un taller tan pequeño. Pero más allá de nuestra propuesta etnográfica de concebir los talleres como lugares de construcción de sentido antropológico, al tiempo que, de politización de malestares, desde una perspectiva de investigación feminista, éstos, sin proponérnoslo, generaron en el equipo de investigación un espacio de confrontación e interrogación desde nuestras diferentes posiciones epistemológicas.

Como decíamos, Miradas era la primera experiencia de investigación de Ariana como etnógrafa por lo que vivía con entusiasmo y avidez la posibilidad de poner en práctica todo lo aprendido durante sus estudios de licenciatura en Antropología Social. En el proyecto que antecede a éste, al que nos hemos referido, había desarrollado algunas tareas de investigación (realización de bases de datos de asociaciones, revisión de la literatura académica, transcripciones de entrevistas y observación participante en eventos públicos y en algunas entrevistas) pero no se había enfrentado a la realización del trabajo de campo en solitario, ese momento ritualístico, casi mítico, por el que ha de pasar una “verdadera” antropóloga, tal y como había aprendido en la carrera. Para su sorpresa - y, por mucho tiempo, frustración - en esta ocasión no iba a ser la etnógrafa que había imaginado. Si bien, en el proyecto de investigación en el que participó posteriormente desde los presupuestos de una etnografía colaborativa,13 su frustración se convirtió en posicionamiento epistemológico, pues llegaría a la conclusión de que ya no querría serlo, trayendo a Van Maanen (1993) “solo el sentido de la dificultad, la dispersión, la promesa no realizada y la duda nos conducen a interrogarnos acerca del producto del oficio” (1993: 52).

Ciertamente el contexto para desempeñar el “oficio” no era el imaginado. En primer lugar, en Miradas el campo no era un lugar al que “viajar” (una comunidad, una asociación, un barrio, una escuela…), un paisaje social ya creado por relaciones previas en el que ya estaban las otras (nativas, asociadas, vecinas, alumnado…) y tendríamos que generar nuestras propias interrelaciones como antropólogas para ganarnos la confianza. En este proyecto el campo lo iríamos construyendo día a día entre todas las participantes desde la puesta en juego de nuestras intersubjetividades, además trabajaríamos en equipo.

Para echar a andar nuestra investigación partimos de contactos creados en el proyecto anterior y activamos otros, fruto de nuestras redes personales y políticas en la ciudad de Granada, y fuimos compartiendo nuestra idea o proyecto. Nuestra propuesta era la realización de un taller (ver la figura 1) en el que conversaríamos sobre las representaciones de las “mujeres inmigrantes”, sobre cómo nos ven, al objeto de crear nuestras propias representaciones. Por tanto, no llegaríamos a un espacio predefinido en donde las “otras” habitaban, sino que seríamos agentes en la construcción de ese espacio. No nos preocupaba que las personas saliesen de su “entorno habitual”, de su cotidianidad, como nos advertía la teoría etnográfica desde esa idea de interferir lo menos posible en las vidas cotidianas de la gente pues, como acaso no se ha escrito hasta la saciedad ¿No se ve interrumpida la cotidianidad con nuestra presencia sin más? pero sobre todo ¿No ancla este presupuesto a las personas en determinados lugares, impidiendo la construcción de otras relaciones, también por qué no, con las científicas sociales? Lo que nos preocupaba, era que ese escenario fuese creado desde el principio por parte de todas desde el deseo de construirlo, de hacer parte del mismo, aprender, también disfrutar. Tampoco nos guiamos por la aplicación de categorías sociológicas previas al uso en la investigación con poblaciones migrantes como la edad, nacionalidad, lugar de origen, manejo del castellano, etc. en la selección de las personas que participarían en los talleres ¿Cómo hacerlo si lo que nos proponíamos era justamente deconstruir estas categorías en tanto constructoras de otredad? En nuestra muestra, lo que nos importaba era fundamentalmente que se entendiese bien la propuesta y que quién participase lo hiciese desde su voluntad de hacerlo, desde la atracción que le produjese la invitación. Por eso fuimos muy cautelosas con la presentación de la actividad. Insistiendo mucho en ello en las conversaciones que tuvimos previas con las participantes y tratando de ser claras en los contenidos del folleto que hicimos para difundir la actividad.

Figura 1 Material que elaboramos para invitar al taller “Miradas: Cómo me ven y cómo quiero que me vean  

En segundo lugar, nuestro objetivo no era extraer información en el espacio construido, al objeto de interpretarla desde nuestra autoridad científica para hablar de las “otras” o “dar voz”, sino ganarnos la autoridad en ese espacio, para que nuestros conocimientos teóricos y metodológicos pudiesen servir para politizar los malestares que emergiesen al conversar sobre las representaciones de las “mujeres inmigrantes”. Para convertir, lo “personal” en “político”, compartiendo nuestras claves interpretativas no como las únicas posibles. Y autorizarnos, no solo desde nuestra capacidad interpretativa como científicas sociales, sino desde una fuerte base ética y empática que considerase sus tiempos, la expresión de sus deseos, sus sentimientos, también sus silencios, incluso los nuestros. Lo que es muy diferente a un “relativismo ético” en el que se nos suele entrenar para el trabajo de campo: ver, escuchar, registrar y callar. Deseábamos escapar de esa autoridad que nos infunde formular las preguntas que nos interesan para tener datos para nuestra investigación eligiendo a los y las informantes a partir de nuestras categorías de selección (Vasco 2011: 27). Por ello, comenzamos el taller dejando lo más claro posible los objetivos y co-creando el espacio para adaptarlo a nuestras peculiaridades, atendiendo especialmente al idioma y acordando las normas básicas de escucha y respeto, para que ninguna voz tuviese más autoridad sobre las otras.14 Construyendo, al fin, un espacio en el que participar y sentirnos cómodas, escuchadas y reconocidas. A Raquel le gustaba hablar de su papel en el grupo como “facilitadora del proceso como matrona que pone al grupo a través de diversos ejercicios en situaciones que fomenten el debate y la expresión de sus opiniones sobre el objeto del proyecto: cómo son vistas y cómo desean ser vistas” (Cantos 2010: 22).

Ariana tuvo que aprender diferentes modos de ser y estar en el campo, en un ir y venir como observadora participante, compañera de Raquel en la dinamización del grupo, pero también como compañera de las participantes.15 Así describió Raquel, al reflexionar sobre su experiencia en el taller el lugar de la antropóloga en el campo, no con cierta perplejidad y asumiendo en parte el “mandato” científico desde su desconocimiento del método etnográfico.

“La otra, Ariana, realizaría observación participante, recogiendo con la mayor literalidad posible las opiniones y reflexiones volcadas en el grupo por cada una de las participantes, tratando de interferir lo menos posible en las discusiones del grupo y dejando al margen sus posibles opiniones al respecto de las discusiones.” (Cantos 2010: 22)

Lugar, sin embargo, que se tornaría bien distinto en un proceso de búsqueda de “[…] espacios de convergencia, reconocimiento y empatía (Scheper-Hughes 1995: 418) y no del exotismo o la otredad (Gregorio 2014a: 314). El “cuaderno de campo” de Ariana parecía en ocasiones el acta de una asamblea donde se recogían las diferentes opiniones, en otras una guía para formadores en dinámicas de grupo, con lo que no terminaba de ver la utilidad de lo que allí se apuntaba para una investigación en la que las autoras serían las participantes y además lo que escribiésemos de esta investigación, sus resultados, seguramente no sería en el lenguaje escrito mediante el que desde la academia comunicamos nuestros resultados. Entonces ¿Para qué tomar notas y cuáles eran los datos que habría que tomar para este proyecto? Por si fuese poco, expresar su opinión en alguna ocasión, como “una más” entendiendo que ello tendría cabida en un taller participativo, había provocado en el grupo cierto malestar por el lugar de autoridad desde el que fue enunciado. Por más que se hubiese documentado y leído sobre mujeres inmigrantes y tuviese mucho que decir en un espacio de grupo, ahora se trataba de escuchar las experiencias, pero no para ponerles palabras o teorizar sobre ellas cuando eran compartidas en el grupo desde un lugar de autoridad académica. Debía despojarse de la agencia que la había constituido en sus procesos de formación académica y socialización política en diferentes movimientos sociales en los que estaba acostumbrada a tomar la palabra y visibilizarse, tocaba por tanto resituarse en el grupo para que su voz no se impusiese sobre las otras (Cota 2019).

Pero en esa búsqueda de la posición epistemológica adecuada en el contexto de un taller que se iba expresando en su diario de campo, tampoco se trataba de desechar todo lo aprendido en la carrera del oficio de antropóloga. Como documentadora del proceso, recoger la literalidad de lo expresado por las participantes fue de gran utilidad para seguir caminando en esta investigación. Con sus registros elaboramos nuestro Cuaderno de Bitácora. Este cuaderno en formato papel que elaboramos para entregar a todas las participantes a modo de memoria de lo expresado en el taller, constituyó la guía para los talleres que habíamos previsto para la creación de representaciones sobre “Cómo quiero que me vean”. En el cuaderno diferenciamos aquellas expresiones que tenían relación con “lo que más me ofende” y con “lo que quiero dejar claro o reivindicar”.

“Lo que más me ofende:

Que me vean diferente, rara. Soy como las demás, si me haces un corte, sangro como todo el mundo.

Que me hagan cosas que nunca harían a una persona española

Que piensen que yo valgo menos, que tengo menos derechos y que la gente se crea superior a nosotras porque somos de otro lugar.

Que me traten mal, que hablen mal de mí, que piensen mal de mí únicamente porque soy inmigrante.

Que piensen que vengo a quitarles algo porque ejerzo mis derechos o que me digan “vete a tu país”, y piensen que España no es mía también. ¿De quién es España? Es de todo el mundo que vive en ella y trabaja en ella.

Que abusen de mí o se aprovechen porque no tengo trabajo, no conozco el idioma o cómo funcionan las cosas.

Que me pregunten todo el tiempo por qué estoy acá.

Que piensen que no tengo derecho a hablar mi idioma o a mantener mis costumbres.

Que digan que no sé hablar, que mi idioma es un ruido raro.

Que esperen otro tipo de favores por darnos trabajo.

Lo que más me molesta es que señalen todo el rato la diferencia.

Lo que menos me gusta es que se aprovechen de mí. No se debe tratar a ninguna persona como una esclava solo porque le estés ofreciendo dinero.

Lo peor que te traten como un perro, que te contraten de interna y no te ofrezcan ni una habitación y te hagan dormir en el pasillo.

Las imágenes que se transmiten sobre nosotras y que venden a la mujer como una mercancía.

No quiero dar pena, no me gusta.

Lo que quiero dejar claro

Todas las personas somos iguales: Todas soñamos, sentimos, aprendemos, trabajamos, queremos mejorar, que nuestras familias estén bien…

No quiero que me encasillen o que me limiten en mis posibilidades.

No mires mi pasaporte porque eso no es lo importante de mí.

No soy una amenaza, soy una más, como las demás.

Mis derechos son derechos, no favores.

Soy igual que tú pero tus ideas me hacen diferente.

No pido nada extraordinario, quiero lo mismo que tú.

Vivo aquí, estoy aquí, no solo trabajo.

Yo soy como todas las mujeres, capaz de amar y sentirme amada. Eso es lo que necesito expresar. Para ello quiero bailar, pero no de una manera técnica sino bella, porque mi cuerpo transmite en ese momento amor.

No soy una víctima, no quiero dar pena. Quiero que me vean como una persona más.”

Los cuadernos se imprimieron y fueron entregados a las participantes y con ellos iniciamos el segundo taller de elaboración de representaciones después del lapsus vacacional del verano. Las mujeres retomaron las expresiones con las que se sentían identificadas para escribir sobre cómo querían ser vistas en un lenguaje textil o audiovisual.16

El lenguaje textil ¿escritura científica o política?

Aun recordamos el impacto que nos produjeron las fotografías de arpilleras realizadas en diferentes lugares del mundo que nos compartió María Viñolo cuando estábamos valorando la inclusión de esta herramienta metodológica en el proyecto. No sólo eran hermosas, también eran muy potentes por su valor narrativo y por su capacidad de conmover. Entonces ¿Por qué no explorar otros modos de narración, diferentes a la narración textual, a las transcripciones de las voces, en las que sostenemos nuestras etnografías? Si entendíamos la etnografía como una forma de testimoniar ¿por qué no hacerlo cosiendo? Pero ¿qué significaba cambiar nuestros registros etnográficos en el ordenador y la grabadora por la arpillera? ¿Qué implicaba cambiar el ejercicio intelectual de escucha, interpretación y escritura, por un ejercicio in-corporado donde son las manos las que narran cosiendo pequeños retazos de tela que condensan significados?

Desde un punto de vista teórico-político, sin duda considerábamos relevante resignificar y valorizar aquellos oficios feminizados aprendidos en el espacio doméstico (del Valle 1992-1993; Foster et al. 2006), pero investigar cosiendo nos confrontaba con nuestras propias trayectorias de género marcadas por el rechazo a coger las tijeras, el hilo y la aguja, también desconocimiento de este oficio. A Ariana, nacida en una familia de mujeres costureras profesionales que se habían dejado la vista, la espalda y las manos en este trabajo para subsistir y que se apartaba de la senda de la costura para ser la primera mujer de su familia que iría a la universidad, le costaba comprender el acto de coser como algo científico, pero también como una práctica política. Al fin y al cabo, pensaba entonces, queríamos contraponer las imágenes mediáticas que construyen y/o reproducen la opinión pública dominante sobre las mujeres migrantes, de modo que lo propio debía ser hacerlo desde un mismo lenguaje. ¿No caeríamos en reproducir esa imagen de feminidad tradicional que nos proponíamos cuestionar? Lo que venía reforzado desde su forma de entender lo político como militancia activa en diferentes acciones reivindicativas en el espacio público. Por esos años participaba además activamente en encierros, manifestaciones y todo tipo de actos políticos relacionados con la defensa de los derechos de las personas migrantes.17 Se sentía cómoda resolviendo su tensión entre la academia y la militancia formando parte de colectivos que producían materiales escritos y audiovisuales con el objeto de llegar a públicos diversos, a través de la divulgación masiva en redes.18

Carmen, por su parte, nacida en el tardofranquismo, en el seno de una familia tradicional de clase obrera y obligada a aprender el oficio de la costura tanto en el colegio como en casa con su madre y con sus tías, como parte del proceso de socialización de género conducente a hacer de ella una buena madre y esposa, se sentía muy alejada de la costura por sus asociaciones con el ideal de feminidad que tanto había rechazado. Por ello, le fascinó la obra de María Viñolo por lo que tenía de subversiva contra sus propias creencias,19 al poner en el centro del museo los trabajos relacionados con la cocina y la costura, con lo doméstico, como forma de resignificarlos y con ello politizarlos. Pero sobre todo, porque incorporar estos conocimientos, en caso de que las futuras participantes los tuviesen, sería una forma de ponerlos en valor al sacarlos del espacio doméstico para llevarlos al museo y a la academia y entender el lenguaje textil como una forma de escritura, de narración.20

No era la primera experiencia que conocíamos sobre la utilización del tejido y la costura en el espacio público como acto performativo y reivindicativo feminista y en nuestro contexto cercano y de la mano de María Viñolo habíamos conocido el uso de las arpilleras por las mujeres represaliadas durante la dictadura de Pinochet en Chile,21 pero era la primera vez que pensábamos en la costura como forma de escritura, de narración etnográfica y por ello teníamos nuestras dudas y temores al respecto. ¿El acto de coser colectivamente produciría conocimiento? ¿Sería además un conocimiento puesto al servicio de las protagonistas? ¿Qué de político sería ese saber-hacer desde nuestros posicionamientos feministas? ¿Podríamos estar cayendo, como nos interpela Abu-Lughod (1990b), a partir de su experiencia etnográfica con mujeres beduinas, en una cierta romantización, incluso exotización en nuestra apertura epistemológica hacia la captación de formas de resistencia?

Nuestra experiencia en el proceso de realización de las arpilleras con las mujeres, así como su resultado, la arpillera en sí misma, nos hizo replantearnos nuestras concepciones de lo político, también de la etnografía (figura 2).22

Figura 2 Fotografía realizada por Adriana Nicosia durante la realización del Taller de arpilleras  

Ariana rememora los trayectos en bus de regreso a su casa después de participar en el taller de arpilleras con mucha agitación. Recuerda esa sensación que la acompañaba entre el entusiasmo por el descubrimiento de ideas nuevas y el agotamiento y frustración por el cuestionamiento constante de algunas de sus nociones bien asentadas de lo político. En el proyecto anterior, al que ya hemos hecho referencia, habíamos debatido sobre la noción de ciudadanía vivida desde la que dar relevancia a dimensiones relacionales, afectivas y de cuidados y este debate asaltaba de nuevo a Ariana, pero de una forma mucho más encarnada.23 Si en el proyecto anterior no había dejado de ser un debate conceptual, en éste era activado desde el cuerpo, desde las emociones que desencadenaba el acto de estar junto a las mujeres cosiendo. A partir de sus conversaciones con ellas se interrogaba acerca de las razones por las que diferentes propuestas de militancia en las que había participado anteriormente podrían no interpelar a las mujeres con las que ahora cosía cuerpo a cuerpo. ¿Quizás la arena política formal estaba hecha para convocar a determinados cuerpos? ¿Sería por eso, que sus propuestas sobre cómo contestar a las miradas dominantes desde otros modos más formalizados de participación no habían salido adelante o lo habían hecho de una manera que ella valoraba muy limitada? Escuchar a Turia, Salja o Carolina mientras decidían qué querían denunciar con su arpillera, le hizo repensar su militancia en diferentes actos y campañas en los que estaba implicada en relación con el derecho al voto o la adquisición de la nacionalidad española. No es que dejase de creer en ello, pero le aportó otras dimensiones sobre la vida de estas mujeres que iban más allá de tener la nacionalidad o tener “papeles”. Por ejemplo, le impactó mucho escuchar a Carolina cuando explicaba como a ella no le había cambiado tanto la vida al conseguir su permiso de residencia.

“Yo antes pensaba que, cuando tuviera papeles, me los iba a pegar en la frente para que todo el mundo los viera. Pero luego me daba cuenta de que daba igual que tuviera papeles o no, siempre iba a ser una inmigrante.” [Diario de campo, 5 de junio de 2009]

El proceso de costura y el producto, la arpillera, posibilitaron la emergencia de narraciones sobre sus historias de discriminación y racismo, desvelando su potencial etnográfico (descriptivo) y político. A modo de ejemplo traemos la arpillera de Turia, con el título “No a la marginación en las aulas” mediante la que quiso relatar una de las experiencias vividas de discriminación (figura 3).

Figura 3 Fotografía realizada por Carmen Gregorio Gil, de la arpillera titulada “No a la marginación en las aulas” de Turia Bousserg  

Turia con esta arpillera quería denunciar su vivencia de discriminación en un curso organizado por el ayuntamiento de Granada. A Ariana le llamó especialmente la atención, como recogió en su diario, su falta de confianza en otro tipo de acciones (la denuncia formal) y que ello fuese lo que la moviese a participar en este taller y realizar su arpillera.

“Lo mío, es una manera o una idea, es para denunciar un hecho, una discriminación. Quiero denunciar que, en un momento que yo quería aprender, me rechazaron por ser diferente. El caso, yo había pensado de hacer una denuncia directamente al ayuntamiento, pero no me iba a hacer caso nadie, no me iba a ayudar nadie. Cuando se presentó la oportunidad dije: esta es la mía. ¿Para qué denunciar este hecho? Para que no vuelva a ocurrir, no a mí, a nadie. Que va a volver a ocurrir. Pero enseñarlo.” [Diario de campo, 25 de octubre de 2009]

Coser juntas desencadenó procesos afectivos y de intimidad que politizaron nuestros malestares. Coger la aguja, tocar la tela, que nuestras manos se tocaran buscando retales nos permitió dejar el bolígrafo y la grabadora y con ello dejar a un lado nuestra obsesión como etnógrafas por registrar las palabras, los discursos, para habitar los silencios y aprender con. Situarnos en el campo, aprendiendo con el cuerpo y el contacto implicó no sólo una forma de renuncia a las palabras para encontrar la literalidad en lo textil, también en ejercicio de renuncia a la autoridad, como agudamente señala Frasier (1993) en su análisis de la obra de Reichard (1934) “The practice of learning involves a kind of relinquishing of authority and willingness to assume risks” (Frasier 1993: 369).

Escribir para seguir tejiendo nuestras relaciones académicas

Desde nuestra epistemología feminista en esta investigación quisimos superar la distancia entre personas que investigan “sujetos del conocimiento” y personas investigadas “objetos de conocimiento” para buscar caminos más dialógicos e intersubjetivos (Gregorio 2006). Por lo que se refiere a los resultados concretos de la misma, también queríamos replantearnos su difusión en otros circuitos diferentes a los académicos e intelectuales, al tiempo que cuidábamos tanto el proceso como el producto. Trayendo la metáfora con la que Frasier (1993) describe la etnografía feminista, inspirada en el texto Spider Woman de Gladys Reichard (1934) realizado con las tejedoras navajo, nos preocupaba el proceso meticuloso y cuidadoso de aprender junto a las mujeres, pero también el sentido de nuestros productos finales.

“Thus, in Reichard’s work, the process of learning to weave exemplifies, her general approach to the project of anthropological research. I find this metaphor of fieldwork as weaving compelling. It conveys a careful, meticulous recognition of the centrality of process in crafting ethnography as well as the importance of the aesthetic appeal of the finished product” (Frasier 1993: 373).

No hay empresa etnográfica que no tenga riesgos, como escuchamos decir en una ocasión a Claudia Fonseca.24 Si para Carmen Gregorio era la primera investigación realizada desde la universidad en la que se propondría subvertir la relación sujeto/objeto desde su propio diseño, para Ariana S. Cota sería su primera experiencia como etnógrafa una vez terminados sus estudios de licenciatura en Antropología Social. En esta investigación entre los riesgos para la directora estaría la gestión de la incertidumbre de las temporalidades etnográficas, que difícilmente encajarían en los tiempos de un proyecto financiado por la administración para desarrollarse en un año. De hecho, se realizó la justificación del proyecto, pero el trabajo con las mujeres continúo bastantes meses después. Otro de los riesgos era embarcarse una vez más en un proyecto al que como directora le dedicaría un tiempo no reconocido por parte de su universidad, en tanto proyecto menor conseguido en el marco de convocatorias no consideradas competitivas como las del Plan I+D+i (nacional, autonómico o europeo). También minusvalorado en tanto sus productos o resultados carecerían de la validación o reconocimiento de las agencias de evaluación, dado que priorizaríamos el ejercicio de escritura para documentar el proceso, y los resultados tomarían formas textiles y audiovisuales y no papers publicados en revistas científicas.25 Incluso susceptible de ser considerado más cercano a la intervención que a la investigación, como de hecho se planteó cuando se presentó el proyecto en unas Jornadas sobre Metodologías Feministas.26 Dicotomía investigación/intervención sobre la que creemos necesario reflexionar profundamente al respecto de la jerarquización que puede comportar el uso de clasificaciones que ponen en duda investigaciones con un fuerte componente participativo y de acción social (Biglia 2014: 28-29). Por otra parte, el riesgo de quién se estaba iniciando en su carrera investigadora lo localizábamos en su posición de incertidumbre y vulnerabilidad como principiante de la práctica de campo etnográfica. Más si cabe, en un proceso de investigación en el que el diálogo entre saberes nos requeriría ir acomodando nuestras herramientas etnográficas e ir más allá del registro y análisis de los discursos y las prácticas sociales, para el que salimos entrenadas al terminar nuestra formación de Grado en Antropología Social.

Con este texto nos hemos propuesto escribir sobre la metodología etnográfica, desde nuestros interrogantes epistemológicos, teniendo como punto de arranque el proyecto Miradas. Como nos recuerdan Castañeda (2019), Hernández (2019) y Pérez-Bustos (2019), los métodos de investigación no sólo afectan a lo que estudiamos, también lo que estudiamos nos afecta y nos va construyendo como sujetas de investigación. Es por ello que, al escribir sobre nuestras experiencias de investigación, lo hacemos desde nuestro devenir como etnógrafas feministas, devenir que en lo que aquí traemos no es ajeno a nuestra situacionalidad como directora de tesis y doctoranda, como maestra y discípula. Por ello, en este ejercicio de memoria encarnada para la escritura de este texto, explicamos cómo hemos sido afectadas, tanto nuestros métodos, como nuestra relación, en tanto tejido que ha sostenido la realización de una tesis doctoral durante diez años. Tejido realizado con las puntadas de intersubjetividad con la gente que ha formado parte de nuestro trabajo de campo, pero también con las que hemos ido dando entre nosotras. Nuestras encrucijadas han implicado andar y desandar, tejer y destejer, seguir unos caminos metodológicos para abandonar otros, que ahora leemos juntas como intersticios o puntos de luz, no como roturas. Nuestro campo, al fin, ha sido también este camino recorrido, en absoluto lineal, por el contrario, lleno de entradas y salidas, de un ir y venir del trabajo académico al militante, de un proyecto a otro, de unas tareas y responsabilidades a otras, habitando la precariedad entre la búsqueda del trabajo y el cuidado a los seres queridos en la doctoranda y la ausencia de tiempo pausado para pensar y escribir juntas. Lo intentamos en alguna otra ocasión, pero la escritura por una razón y otra siempre quedó interrumpida. Haciendo nuestras las palabras de Katherine Collins, que recoge Pérez-Bustos (2019), nuestra forma de escribir no busca ese “sentido reconfortante de progreso y control” desde el que habitualmente escribimos las investigaciones como si “las teorías y los argumentos fueran edificios… una enorme pared de ladrillos rectangulares, ordenada y recta, que progresa hacia arriba y hacia adelante…” (Collins 2016 apud Pérez-Bustos 2019: 2).

Escribir la cifra de diez años nos duele a ambas por diferentes razones. En los tiempos que corren en la academia se premian las carreras rápidas y lineales, expresadas en publicaciones de revistas incluidas en los rankings de impacto y, por tanto, nuestro trabajo prolongado puede leerse como fracaso, incapacidad, incluso desubicación por su falta de rentabilidad académica. Por eso también con este texto reivindicamos el valor de la experiencia como fuente de conocimiento etnográfico (Del Valle 1997; Gregorio 2006), el valor de la reflexividad sobre la propia experiencia intersubjetiva de los procesos de investigación, no como ejercicio estetizante, sino como un ejercicio honesto y de responsabilidad desde el compromiso feminista con el desmantelamiento de las relaciones de poder (Gregorio 2019). Aunque no vamos a negar la “urgencia” de este texto para ser publicado en una revista de impacto al objeto de conseguir el tercer artículo necesario para presentar la tesis doctoral en el Programa de Estudios de las Mujeres y del Género de la Universidad de Granada, escribirlo ha sido no sólo un ejercicio intelectual, en parte ha sido también sanador. La etnografía feminista nos ha entrenado para localizar las relaciones de poder en el campo, no sólo con las otras, también entre nosotras, ¿Cómo devenimos investigadoras en contextos donde se ponen en juego las relaciones de poder y autoridad? ¿Cómo dialogar con cuerpos rebeldes que confrontan la autoridad? ¿Cómo nos interpelan esos cuerpos cuando se ponen en juego autoridades múltiples? ¿Cómo gestionar nuestras relaciones de poder y autoridad cuando son mediadas por emociones? La frustración por no haber respondido a las expectativas de una para la otra; la pérdida del lugar de autoridad intelectual de la directora en el devenir investigador de la doctoranda; la contradicción de la doctoranda entre el rechazo a la academia, pero también hacer parte de la misma; la culpa en términos éticos cuando sentimos que no hemos sido justas en el reconocimiento de la otra. Directora y doctoranda al escribir desde el hito que supuso el proyecto de Miradas escribimos nuestra relación académica. Al compartir nuestros diálogos y escribirlos, al publicar lo que en tantos procesos de tesis doctoral se silencia, también creemos estar haciendo etnografía, porque “como feministas, necesitamos encontrar modos para no reproducir la gramática patriarcal” (Ahmed 2017: 4). No tratamos de romantizar los procesos encarnados, ni proponer una lectura celebratoria de nuestras encrucijadas o el hito que ha desencadenado nuestros diálogos, el paso de tiempo y la necesidad de evocarlo nos ha traído hasta aquí sin necesidad de forzar costuras, desde el reconocimiento de que “las tensiones que llevan a cambios y transformaciones en los métodos, objetivos y resultados de la investigación son indicadores de que existe un verdadero ejercicio de interlocución y de negociación, en el cual se van articulando intereses de ambas partes” (Leyva et al. 2018: 15).

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1 Financiado en el marco de la convocatoria de subvenciones de “Programas e infraestructuras destinados al arraigo, la inserción y la promoción social de personas inmigrantes” del año 2008, en el ámbito de las competencias de la Dirección General de Coordinación de Políticas Migratorias de la Junta de Andalucía. “Cómo me ven y cómo quiero que me vean” fue la traducción que hicimos del título con el que presentamos a la entidad financiadora nuestra investigación, al objeto de clarificar los objetivos que nos proponíamos. Por su parte Miradas fue la expresión corta con la que nos referimos a esta investigación las personas que hicimos parte de la misma.

2La convocatoria mediante la que se financiaba el proyecto no estaba dentro de ningún plan de investigación I+d+i, nacional o autonómico, que son a los que habitualmente concurrimos el profesorado de las universidades públicas. En estos proyectos considerados competitivos, los equipos de investigación se conforman por personal con relación contractual permanente con la entidad solicitante y con currículum considerados de excelencia por las personas que evalúa. Además, no suelen contemplar gastos de contratación para personal investigador, que en todo caso pasa por la concesión de fondos para la dotación de becas de personal investigador en formación, poco común por otro lado su concesión para un proyecto de Humanidades o Ciencias Sociales. Con la expresión “poco al uso”, nos referimos por tanto a la conformación de un equipo de investigación desde otras lógicas diferentes a las descritas. En este proyecto habíamos presupuestado fondos para gastos de ejecución y para la contratación de personal para la realización de diferentes tareas, por lo que con las diferentes profesionales que integraron el equipo de trabajo se negociaron sus dedicaciones y remuneraciones y en el caso de Ariana S. Cota, como alumna de la licenciatura de Antropología Social se incorporó mediante una beca de iniciación a la investigación.

3Ejemplo de ello es el artículo publicado con el título “Silvia ¿quizás tenemos que dejar de hablar de género y migraciones?” (Gregorio 2009a).

4A finales de la década de los 90 se fueron institucionalizando los congresos nacionales sobre migraciones en el Estado español, y en la siguiente década aparecerán los primeros institutos de investigación sobre migraciones en diferentes universidades públicas españolas.

5Entendemos por racismo institucional “la rutinización social y la institucionalización de un poder de administración y regulación (como leyes, reglas, políticas, disciplinas)” (Hesse 2007: 656) que construye, reproduce o perpetúa discursos y prácticas de exclusión, represión y deshumanización de la población racializada (migrante y autóctona), enraizadas histórica y estructuralmente (Stolcke 1992; Santamaría y De la Haba 2013). Estos dispositivos no solo no han dejado de ampliarse y ramificarse, sino que en el último año, con la llegada del partido político de ultraderecha Vox a las instituciones, dichos discursos y prácticas, en lugar de combinarse con otras políticas “más blandas” (integración, inmersión lingüística, “buenas prácticas”), han acabado por obtener notoriedad y relevancia, calando “de arriba abajo” desde lo institucional a lo social.

6Cherubini desarrollaba su tesis doctoral en el Programa de Estudios de las Mujeres y del Género de la Universidad de Granada bajo la dirección de la profesora Carmen Gregorio Gil y en cotutela con la profesora Carmen Lecardi en el marco del Programa de Sociología Aplicada y Metodología de la Investigación en la Universidad de Milano-Bicocca.

7“Análisis de buenas prácticas participativas desde la perspectiva de género” para cuyo desarrollo se nos concedió 12.000€.

8Puede consultarse su tesis doctoral (Arribas 2014) que presentó años después sobre este movimiento nucleado en torno a la defensa de los derechos de los “sin papeles”, de las personas inmigrantes, cuyo trabajo de campo desplegó desde la intención de un “hacer junto con”, presupuesto epistemológico que será central en lo que el autor denominará junto con otras académicas etnografías colaborativas (Álvarez, Arribas y Dietz 2020).

9Como habíamos puesto de manifiesto en esta investigación, la administración no había promovido y fortalecido un tejido asociativo autónomo, convirtiendo a las asociaciones de población inmigrantes en entidades prestatarias de servicios cuyo reconocimiento, legitimidad y obtención de recursos tiene necesariamente que pasar por su pertenencia a una “red institucional creada (y controlada) por la misma administración” (Zapata-Barrero 2004, in Gregorio y Arribas 2008: 261).

10Daniela Cherubini presentaría su tesis en el año 2010 con el título “Diventare Cittadine”: Cittadinanza e Pratiche Partecipative delle Donne Migranti in Andalusia, traducida al castellano como “Llegar a Ser Ciudadanas”: Ciudadanía y Prácticas Participativas de las Mujeres Migrantes en Andalucía, y Alberto Arribas en el año 2014 con el título Formas de Hacer: Experimentación y Prácticas Emergentes en los Movimientos Sociales. Una Etnografía de las Oficinas de Derechos Sociales.

11En esos momentos dirigía su trabajo de investigación de tesis doctoral.

12Intercultural Life - Educación Activa por Un Mundo Intercultural es una asociación dedicada a la educación intercultural formal y no-formal, que trabajan creativamente con colectivos para desarrollar habilidades de interacción, reflexión y acción social, disponible en http://www.intercultural-life.com/ (última consultación mayo 2022).

13Nos referimos al proyecto I+D+i “Procesos emergentes y agencias del común: praxis de la investigación social colaborativa y nuevas formas de subjetivación política” (CSO2014-56960-P)”, cuya investigadora principal fue Aurora Álvarez Veinguer y en el que participó Ariana como parte del equipo que realizó el trabajo de campo con la plataforma Stop Desahucios - 15M Granada”, aunque en esta ocasión Ariana era ya parte de ésta como activista.

14Pueden verse en Cantos (2010: 21-40) la descripción del proceso de los talleres de análisis y reflexión grupal.

15Usamos el término compañera (Gregorio, Pérez y Espinosa 2020) en sustitución de “informante”, más habitual en enfoques positivistas, tampoco nos convence para esta investigación el de “sujeto epistémico” propuesto desde enfoques colaborativos (Arribas 2014) por el peso que le otorga a la noción de epistémico al conocimiento racional en tanto frente a otras fuentes de conocimiento (Gregorio 2006).

16Puede accederse a la producción audiovisual realizada en el proyecto en https://vimeo.com/56012489 y a las arpilleras creadas por las participantes en Blanco et al. (2010).

17Cabe destacar la campaña “Papeles para todos y todas” (Suárez, Maciá y Moreno 2007), el III Foro Social Mundial de las Migraciones, así como la Red Estatal por los Derechos de los Inmigrantes (REDI) que cristalizó en Sevilla y Granada al modo de las Oficinas de Derechos Sociales para población migrante (ODS) (Arribas y García-González 2013).

18Tal y como ha venido haciendo parte del colectivo de investigación autónoma denominado Grupo de Estudios Antropológicos La Corrala, desde el que han generado herramientas teórico-políticas como las memorias colectivas sobre los principales conflictos sociales acontecidos en Granada en la última década, situándose en una “etnografía militante” (García et al. 2015).

19“Arpilleras, mujeres cosiendo historias”, proyecto realizado junto con Alba Pérez en la Fundació Ateneu Sant Roc, disponible en https://www.fundacioateneusantroc.org/es/mujeres-disruptivas-cosiendo-arpilleras/ (última consultación mayo 2022).

20Usamos metáforas que evocan el tejido para reivindicar aquellas formas de conocer que han sido deslegitimadas por su relación con lo femenino y que a nosotras nos interesa destacar especialmente desde una etnografía feminista (Pérez-Bustos, Tobar y Márquez 2016; Gregorio 2019).

21“Artesanía como expresión del compromiso político de las mujeres chilenas”, exposición realizada en el Espai Francesca Bonne Maison, Barcelona, del 4 de noviembre al 18 de diciembre de 2008, disponible en http://www.psicosocialyemergencias.com/wp-content/uploads/2011/06/exposicion_arpilleras.pdf (última consultación mayo 2022).

22Los talleres fueron realizados en la Asociación AKIBA, una entidad sin ánimo de lucro pro-inmigrantes, ubicada en el municipio de Santa Fe, en el área metropolitana de Granada (disponible en http://akiba.org.es/).

23Habíamos trabajado las propuestas teóricas de Kabeer (2007) y Lister (2007). Lister propone la noción de ciudadanía vivida para llamar la atención sobre la consideración de las personas y colectivos excluidos como víctimas pasivas y sin agencia política, por ello desde esta noción propone la realización de “investigaciones sobre el mundo cotidiano, las prácticas sociales y políticas que diversos colectivos llevan a cabo en diferentes contextos” (Lister 2007: 60). Cherubini (2011), tras revisar la literatura concerniente a esta noción, centró su trabajo de investigación precisamente en la localización de las prácticas cotidianas de las mujeres inmigrantes en la Comunidad Autónoma Andaluza.

24En el marco del seminario realizado en septiembre de 2017 en Florianópolis (Brasil), “Trabajo de campo, ética y sexualidades”, en el que intervino como comentarista de las ponencias presentadas que pueden consultarse en Grossi et al. (2018).

25Compartimos algunas reflexiones metodológicas en la comunicación que presentamos con el título “Crossing borders between researchers and research subjects: the production of immigrant women representations”, en el marco de la 8th European Feminist Research Conference, organizada por ATGENDER en 2012 en la Central European University (Budapest).

26Las jornadas estaban organizadas por HEGOA y SimRF y se celebraron en Donostia en junio de 2014. Se puede consultar el texto publicado en el que se recogen las ponencias presentadas (Mendia Azkue et al. 2014).

Recibido: 15 de Julio de 2019; Revisado: 09 de Noviembre de 2020; Aprobado: 12 de Febrero de 2021

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