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Faces de Eva. Estudos sobre a Mulher

Print version ISSN 0874-6885

Faces de Eva. Estudos sobre a Mulher  no.32 Lisboa  2014

 

LEITURAS

Mernissi, F. (2013). Sueños en el umbral. Barcelona: Ediciones B, 304 pp.

Susana Cámara Marín


Fatema Mernissi (Fez, Marruecos, 1940) es considerada una de las voces más destacadas en el mundo árabe y ha sido reconocida por diferentes premios como el Príncipe de Asturias a las letras en 2003. En “Sueños en el umbral”, obra editada inicialmente en 1995 y reeditada en 2013, Fatema Mernissi nos muestra, de forma autobiográfica y a través de sus recuerdos de infancia, Marruecos en una época que abarca los años comprendidos entre los 40 hasta los 60. Para ello, utiliza a los diferentes personajes que formaban su cotidiano en el contexto del harén donde se crió. A través de estos y de la enorme curiosidad que la protagonista presenta ante la realidad compleja y llena de contrastes en la que vive, nos acercamos al escenario marroquí del momento. La situación socio­‑política, la cultura y las costumbres nos son presentadas desde las implicaciones que estas tienen sobre la vida de las mujeres marroquíes del momento. En este contexto histórico Marruecos era un protectorado de Francia y España, situación que generaría un gran malestar en el pueblo marroquí favoreciendo movimientos en contra de ambos protectorados. En el libro, se nos habla especialmente de los movimientos nacionalistas, a los que se mostraban partidarios en la familia Mernissi. Este movimiento instaba a los protectorados de España y Francia a conceder la independencia de Marruecos.

Desde el contexto del harén la autora se interesa especialmente por mostrarnos la vida cotidiana de las mujeres con las que convive, su aislamiento, la diferente forma en la que afrontan esta situación, entre otros aspectos. El harén de Fatema es un harén doméstico, muy diferente del harén imperial que fascinó a occidente. En este harén residen diferentes generaciones de mujeres, sus maridos y los hijos e hijas de estos: la abuela paterna, guardiana de la tradición y de las normas; las tías, que ostentan diferente estatus en función de su estado civil y del rango que dentro de la familia ocupa el hombre con el que están casadas (las tías divorciadas/repudiadas o viudas ostentan el estatus más bajo dentro de la familia); y por último los niños y niñas. La vida de estas mujeres discurre de forma casi permanente en este espacio, ya que tienen prohibido abandonarlo si no es en compañía de un hombre.

Desde la frontera física del harén, sus propios muros, se nos van mostrando otras fronteras más allá de las materiales que condicionan el día a día de hombres y mujeres en el Marruecos de la época. Para hablarnos de estos límites la autora recurre a la palabra “hudud”, que significa “lo permitido o deseado por una sociedad”. Aplicada a las relaciones entre mujeres y hombres delimitan las relaciones de poder de ellos y ellas. En el contexto del libro, los hombres ejercen un enorme poder sobre las mujeres generándoles enormes limitaciones que influyen en su desarrollo personal y en su libertad: “La frontera señala la línea de poder, porque dondequiera que haya frontera, hay dos clases de criaturas que caminan por la tierra de Alá: de un lado, los poderosos, y, de otro, los impotentes. (…) Si no puedes salir, estás en el lado de los impotentes” (Mernissi, 2013, p. 299).

A través de la insistente curiosidad de la protagonista para entender el mundo que le rodea, la autora nos ayuda a entender qué es un harén y sus diferencias. Fatema niña, pregunta a sus primos y primas, a sus mayores, pero continúa sin comprender el significado de esta palabra que corresponde a diversas realidades vividas desde su experiencia. Por un lado se nos presenta el harén en el que vive su abuela Yasmina, muy diferente al suyo, un harén sin muros, una granja abierta en el campo en la que las mujeres pueden entrar y salir sin tantas limitaciones. A lo largo del libro vamos entendiendo la complejidad y variedad en torno a esta figura mítica del mundo musulmán que la autora nos aclara a pie de página: “no es la poligamia lo que lo define como harén, sino el deseo de los hombres de recluir a sus esposas y mantener una familia ampliada en vez de dividirla en unidades nucleares” (Mernissi, 2013, p. 47).

La situación política de Marruecos en la época, favorece la convivencia de la cultura marroquí con otras culturas occidentales. Esta diversidad proporciona a las mujeres marroquíes otros modelos de ser mujer que serán la base en la construcción de su discurso feminista. En la ciudad de Fez, donde se desarrolla el libro, la libertad de la que gozan las mujeres francesas supone una referencia para algunas de las mujeres del harén. Sin embargo, este modelo de mujer es rechazado por las generaciones de mujeres más conservadoras y por los hombres. La madre de Fatema y alguna de las tías consideran anticuado y sin fundamento el modelo tradicional de mujer marroquí anhelando para sus hijas el modelo proveniente de occidente. La madre de Fatema resume en una frase la caducidad que supone el modelo tradicional: “El poder de los hombres ya no se mide por el número de mujeres que puede encerrar” (Mernissi, 2013, p. 61).

A través de sus conversaciones nos transmiten sus tradiciones, en algunos casos cuestionadas por algunas de las mujeres más jóvenes del harén. La autora aborda la desigualdad entre hombres y mujeres desde la mirada inocente de una niña, pero no por ello se le resta dureza a lo que nos relata. El repudio por parte del marido, la falta de libertad, el analfabetismo, el uso del velo, la educación de niños y niñas, la poligamia, la esclavitud, la sexualidad, etc. son analizados de forma crítica por parte de algunas de las mujeres del harén: “Alá nos hizo a todos iguales” (Mernissi, 2013, p. 17), afirma en un momento la madre de Fatema a su hija.

Los movimientos nacionalistas brindaron alguna apertura a las normas tradicionales, si bien estas solo afectaban a los hombres. A ellos les era permitido vestir al modo “occidental”, con trajes y cabello corto, pero no a ellas. La justificación ante esta y otras diferencias radicaba en la concepción que se tenía en torno a la mujer. Ellas, eran las depositarias de la tradición, de la cultura, del honor y del prestigio de los hombres de la casa. Cualquier cambio en aquello que era permitido y aceptado por la mayoría se traducía en riesgo de pérdida y en el abandono de una cultura milenaria: “existe armonía cuando cada grupo respeta los límites de los demás; la transgresión solo causa pena y desdicha. Pero las mujeres soñaban con ella continuamente” (Mernissi, 2013, pp. 7­‑8). Por ello, las mujeres de la época estaban condenadas a un encierro que iba más allá del propio encierro físico o el control de las rutinas del harén, como los estrictos horarios o la imposibilidad de decidir cuándo escuchar la radio: “Ahmed, el portero, controlaba todos los interruptores desde la entrada. Apagaba las luces a las nueve, para comunicar que… el tránsito quedaba oficialmente interrumpido” (Mernissi, 2013, p. 27). Por ejemplo, el analfabetismo era denominador común en todas las mujeres del harén, lo que limitaba sus posibilidades de desarrollo e independencia fuera de sus muros.

Sin embargo, y a pesar de su encierro, estas mujeres soñaban con otro mundo diferente. Imaginaban el mundo que querrían pero que en ese momento no podrían tener. Pero ese mundo anhelado se lo transmiten a las generaciones más jóvenes, la generación de sus hijas, proporcionándoles medios y estrategias que les permitirían cambiar su vida con respecto a la suyas: “Mis posibilidades de ser feliz dependerían de mi habilidad con las palabras” (Mernissi, 2013, p. 24). El acceso de las niñas a la educación, el conocimiento de biografías de otras mujeres musulmanas que rompieron con la tradición y la cultura que consideraban opresora, a través del teatro, la música, la literatura… permiten acercarnos a mujeres musulmanas, egipcias, turcas, hasta se nos muestran mujeres feministas, que representan otro modelo de ser mujer musulmana. Con sus experiencias y la forma de vivir sus vidas nos trasladan la idea de que otro mundo es posible para las mujeres en Marruecos.

 

Una mujer feliz era aquella que podía ejercer toda clase de derechos desde el derecho a moverse hasta el derecho a crear, competir y retar y al mismo tiempo, sentirse amada por hacerlo” (Mernissi 2013 p. 99).