SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.3 número5La llum i la muntanya: Una aproximació a la pintura de Jordi FullaNovaEspacialidade Híbrida na Obra de Peter Greenaway: as Circunscrições Pictórico-Cinéticas das Instalações índice de autoresíndice de assuntosPesquisa de artigos
Home Pagelista alfabética de periódicos  

Serviços Personalizados

Journal

Artigo

Indicadores

Links relacionados

  • Não possue artigos similaresSimilares em SciELO

Compartilhar


Revista :Estúdio

versão impressa ISSN 1647-6158

Estúdio vol.3 no.5 Lisboa jun. 2012

 

OBSERVAR

Interiores y exteriores: Las ventanas de Anna Malagrida

Interiors and exteriors: The windows of Anna Malagrida

 

Marta Negre Busó* & Joaquim Cantalozella Planas**

*Marta Negre Busó: Espanha, artista visual. Profesora do Departamento de Pintura, Facultad de Bellas Artes, Universidad de Barcelona (UB). Doctora en Bellas Artes, UB.

**Joaquim Cantalozella Planas: Espanha, artista visual. Doctor en Bellas Artes. Professor do departamento de pintura, Facultad de Bellas Artes, Universidad de Barcelona.

Endereço para correspondência

 

 

RESUMEN
La ventana es el sujeto que articula muchas de las obras de Anna Malagrida. Sus fotografías y vídeos plantean una dicotomía entre exterior e interior. En el presente artículo analizo diferentes piezas que abordan conceptos como lo público y lo privado, a la vez que expongo la forma que tiene la artista de entender la ciudad contemporánea.

Palabras clave: arte contemporáneo, fotografía, vídeo, la ventana, Anna Malagrida.

 

 

ABSTRACT
The window is a leitmotif in many of Anna Malagrida's works. Her photographs and video productions examine the dichotomy between outer and inner worlds. This paper analyses a series of pieces which deal with the public and the private and proposes how the artist understands our contemporary city.

Keywords: contemporary art, photography, video art, the window, Anna Malagrida.

 

 

Introducción

La artista catalana Anna Malagrida (Barcelona, 1970) plantea sus fotografías como ventanas por donde observar la realidad, remitiéndose así a la tradición artística occidental. El marco – cuadrado o rectangular – fue el formato instaurado a partir del siglo XV, como una ventana al mundo a través de la cual el pintor representaba diferentes realidades. Pero la aparición de la fotografía en el siglo XIX hizo tambalear este fundamento, convirtiéndose en la técnica idónea para captar la realidad de forma mucho más rápida y veraz. Sin embargo, desde mediados del siglo pasado se ha visto que la fotografía también es una imagen mediada entre el referente, el fotógrafo y el espectador, lo que pone en cuestión su carácter puramente neutro y objetivo. En los trabajos de Malagrida, tras una estética engañosamente naturalista, se vislumbra el artificio y lo imaginario, de manera similar a como sucedía en la imagen pintada. El concepto de tableau fotográfico se hace evidente en unas obras donde el límite entre lo escenificado y lo documental se torna ambiguo. La autora intencionadamente trabaja con opuestos en una misma obra: la ficción y el documento, lo íntimo y lo colectivo, lo visible y lo oculto. Tratar de analizar esta ambivalencia es el punto de partida de este artículo.

 

1. Los cuadros fotográficos de Anna Malagrida

Jean-François Chevrier designa el cuadro fotográfico como cierta clase de fotografía concebida en relación con el modelo pictórico, sin que por esto intervenga el gesto de pintar, cuyas características son: 'delimitación clara de un plano, frontalidad y constitución en clave de objeto autónomo' (Baqué: 2003: 45). Los artistas que trabajan en estos fotocuadros no son tan ingenuos como para creer en la absoluta veracidad de la imagen fotográfica, sino que entienden que toda representación es ficción y artificio. De todas formas, de la misma manera en que refutan la imagen documental pura e instantánea, tampoco se someten al simulacro y la apropiación. Ellos mantienen referencias descriptivas con el motivo; 'ya no es la mera huella de una experiencia vivida, un recuerdo, sino una nueva realidad objetiva: la realidad de la imagen como cuadro' (Chevrier, 2004: 271). Una vez más, el formato cuadro se restablece en la historia del arte, pero en este caso desde la fotografía. Malagrida elabora su obra dentro de estas perspectivas; las escenas que aparecen en sus fotografías han sido construidas, son ficciones, pero al mismo tiempo se confrontan con un contexto actual, existente.

La serie Interiores (2000-2002) (Figura 1 y Figura 2) consta de dieciocho piezas distribuidas en dos grupos: el primero, un conjunto de retratos de personajes que posan en sus habitaciones, se contrapone al segundo, compuesto por las fotografías nocturnas de un edificio neoplasticista del arquitecto Jean Dubuisson, cercano a la estación parisina de Montparnasse. Con una temática similar, la instalación En la sombra (2005-2006), formada por varios vídeos, presenta escenas cotidianas filmadas a través de una ventana. El movimiento de la imagen es casi imperceptible. Los personajes que habitan en el interior desarrollan acciones mínimas, que solo la atenta mirada del espectador puede percibir.

 

 

 

Malagrida elabora estas representaciones, fotográficas y videográficas, como si de cuadros se tratara. El equilibrio en la composición, la importancia del encuadre, la luz tenebrista y la actuación de los personajes así lo demuestran. De la misma manera, la inclusión de cierta narración nos remite a la pintura. Pero huyendo del pictorialismo y el costumbrismo evidentes, sus ficciones presentan un modo de estar en el mundo; o mejor dicho, de habitar la ciudad. Y no lo hacen de forma activa, sino todo lo contrario: los protagonistas aparecen abstraídos e incomunicados. En su cotidianidad no sucede nada: un violento silencio puebla estas sobrias escenas. Tras el cristal de las ventanas se vislumbra la ciudad, ejemplificada en cada una de las imágenes del edificio racionalista que la artista ha capturado. Su fachada, formada por una rígida retícula de luces y sombras, nos remite a la abstracción geométrica; otro guiño a la pintura que Malagrida utiliza para evidenciar el fracaso de la utopía moderna: un modelo arquitectónico basado en el funcionalismo que ha permitido el desarrollo de un urbanismo vulgar e impersonal, donde la promesa de felicidad no se ha cumplido. Las escenas que vemos apenas cuentan algo, no revelan dato biográfico alguno; no hay dramas, pero tampoco momentos de alegría: al voyeur le quedan pocas cosas para ver.

En la serie Escaparates (2008-2009) (Figura 3) la mirada del espectador también rebota en los ventanales. Estas fotografías muestran cristales de tiendas parisinas empañados con blanco de España, cuyo efecto de opacidad impide ver el interior de estos espacios. Los referentes pictóricos vuelven a ser claros: si las series anteriores nos remitían a la estética barroca, aquí los trazos que ha dejado el material recuerdan el informalismo europeo o el expresionismo abstracto norteamericano. De todas formas, y lejos de la abstracción, en las obras de Malagrida la superficie del vidrio refleja también el entorno urbano, convirtiendo las pinceladas en metáforas del proceso de transformación de la ciudad, y aún más, del impacto de la crisis en nuestros días. Estamos delante de espacios comerciales cerrados o en reformas; es decir, en traspaso. Su presencia habla de lo efímero y lo inestable que supone vivir en la metrópolis contemporánea.

 

 

 

2. Interiores y exteriores

La ventana siempre está presente, ya sea como encuadre o como elemento dentro de la representación, planteando una relación implícita entre lo público y lo privado. El interior (vivienda, comercio) se confronta con el exterior (ciudad) estableciendo una relación umbilical entre ambos entornos. Por ejemplo, en Interiores, las fotografías de Malagrida sugieren un mirar hacia fuera. Los personajes, absortos, dirigen su vista hacia un lugar que no alcanzamos a ver, pero que intuimos: una ventana, un monitor o un televisor. Así, su cotidianidad se ve inundada por una exterioridad aplastante. Los artefactos tecnológicos se inmiscuyen como otros habitantes más de estos hogares, interfiriendo en su organización. La televisión funciona como una ventana a una nueva realidad fabricada por el dispositivo audiovisual. El espacio deja de ser únicamente privado para convertirse en receptor de un mundo 'reconstruido y representado a distancia una y otra vez' (Echevarría, 1995: 82).

Lo público también penetra en el hogar de La dormeuse (2003-2006). Esta instalación se constituye como un trompe-l'oeil que reproduce un dormitorio a partir de dos vídeos y de objetos comunes como una cama, unas mesitas, una silla y unas cortinas. Sobre el lecho se proyecta la imagen de una mujer durmiendo. En otra proyección, enmarcada por altos cortinajes, vemos imágenes de grabaciones realizadas con cámaras infrarrojas durante la guerra del Golfo. Así, en la misma estancia cohabitan dos universos en paralelo que nada tienen que ver el uno con el otro: mientras las bombas resuenan, la mujer sigue durmiendo. Como si de fuegos artificiales se tratara, las imágenes televisivas de esta guerra se convierten en un espectáculo que no hiere, sino que incluso resulta seductor. Si bien lo público entra en el espacio íntimo, no altera su devenir natural, porque lo real, aquí, se constituye como una ficción tan onírica como el propio sueño de la durmiente.

Los paisajes urbanos que encontramos en Vistas veladas (2007) (Figura 4) también parecen irreales. Las fotografías realizadas en Amman, a través de grandes ventanales de hoteles de lujo, nos ofrecen panorámicas privilegiadas de la ciudad desde un punto de vista que se asemeja a una especie de panóptico. Estos espacios de tránsito se erigen como símbolo del poder de unos pocos, alejándose de la realidad que se encuentra detrás del cristal. La artista también aprovecha el efecto de velado producido accidentalmente por los rayos X de las máquinas de seguridad de los hoteles, convirtiéndolo en un elemento más de la pieza. Precisamente, el azar configura la obra: desde la seguridad y el distanciamiento se observa un entorno que se diluye.

 

 

 

Conclusión

Las ventanas de Malagrida parecen acercarse a lo cotidiano, pero detrás del cristal no vemos acción alguna: la quietud emana de unos personajes estáticos y de unas ciudades frías y vacías. El tiempo detenido de sus obras nos remite a estados de soledad, donde lo social se vive en privado, delante del ordenador. El exterior penetra a través de dispositivos tecnológicos. La ciudad que vemos a través del cristal está tan cerca y tan lejos como lo puede estar cualquier otra ciudad del mundo.

 

Referencias

Baqué, Dominique (2003) La fotografía plástica: un arte paradójico. Barcelona: Gustavo Gili. ISBN: 84-252-1930-2         [ Links ]

Chevrier, Jean-François; Lingwood, James (2004); "Otra objectividad" dentro de: Ribalta, Jorge (ed.) (2004) Efecto real. Barcelona: Gustavo Gili. ISBN: 84-252-1973-6         [ Links ]

Echevarría, Javier (1995) Cosmopolitas domésticos. Barcelona: Anagrama. ISBN: 84-339-1393-X         [ Links ]

 

 

Artigo completo submetido em 20 de janeiro e aprovado em 8 de fevereiro de 2012.

 

Endereço para correspondência

Correio eletrónico: martanegre@ub.edu (Marta Negre).

Creative Commons License Todo o conteúdo deste periódico, exceto onde está identificado, está licenciado sob uma Licença Creative Commons