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CIDADES, Comunidades e Territórios

versão On-line ISSN 2182-3030

CIDADES  no.31 Lisboa dez. 2015

https://doi.org/10.15847/citiescommunitiesterritories.dec2015.031.art08 

ARTIGO ORIGINAL

 

Reflexiones en torno a la vulnerabilidad social y residencial de los asentamientos informales de los cerros de Valparaíso, Chile.*

Reflexões em torno da vulnerabilidade social e residencial dos assentamentos informais nos montes de Valparaíso, Chile.

Christine BaileyI; Elizabeth ZentenoII

[I]Universidad de Playa Ancha, Chile. e-mail: christine.bailey@upla.cl.
[II]
Universidad de Playa Ancha, Chile. e-mail: elizabeth.zenteno@upla.cl.

 


RESUMEN

El incendio del pasado abril del 2014 ha abierto una serie de reflexiones respecto a las condiciones y riesgos que viven miles de familias de asentamientos informales de los cerros de Valparaíso. Aplicando una serie de entrevistas en profundidad a mujeres residentes en los cerros y quebradas, el estudio apunta a comprender las condiciones que las llevaron a habitar en aquellas zonas, visualizando el lento e infinito proceso de construcción de sus viviendas y asentamiento en éstas zonas de riesgo. Asimismo se identifican algunas acciones del Estado y municipio en un intento por mejorar las condiciones, pero que, al contrario de su propósito, viene a reforzar los riesgos. En este sentido, los desastres naturales, lejos de ser episodios puntuales, son una construcción donde no sólo está presente el entorno geográfico como factor de riesgo, sino que condiciones estructurales y sociales de las familias acentúan dichos riesgos. En conclusión, los riesgos a desastres naturales en los pobladores de los cerros de Valparaíso son el resultado de una vulnerabilidad social y residencial, y el actuar del aparato público.

Palabras clave: Asentamientos informales; Riesgos; Vulnerabilidad; Desastres naturales; Política pública.


 

1. Introducción

La ciudad de Valparaíso es la capital de la región que lleva su nombre, la tercera en población después de Santiago y Concepción no Chile. Posee una población de 275.982 habitantes, de los cuales casi la totalidad viven en áreas urbanas. Esta ciudad puerto concentra justamente en la actividad portuaria y en el turismo sus principales actividades económicas. "La ciudad de Valparaíso se encuentra emplazada sobre una sucesión de terrazas de abrasión marina, donde la zona más baja conforma un área casi plana que se eleva desde el mar al interior. El llamado "plan" de la ciudad (0 y 72 metros) limita abruptamente con los taludes de una terraza superior que fluctúa entre 120 y 170 m de altura aproximadamente. Cada fragmento de terraza litoral ha sido poblado en forma sistemática desde fines del siglo XIX y constituye un "cerro" o barrio, claramente diferenciado en términos de sus características socioeconómicas y culturales" (Padilla, 2012:15).

La particularidad de la ciudad es su especial topografía, ya que la ciudad, una vez que ocupó por completo el "plan", se ha construido sobre los cerros y quebradas, apelando a la imaginación para adaptar las viviendas al terreno, lo que ha convertido a Valparaíso en una de las ciudades con más alto componente de asentamientos irregulares de Chile. A diferencia de lo que ocurre en otras ciudades del país, la "toma" de suelos en Valparaíso no persigue una reivindicación social, es sencillamente funcional a la falta de vivienda propia y está permeada por el arraigo de lazos familiares en un territorio (Pino y Ojeda, 2013).

En abril del 2014 la ciudad se vio afectada por un gran incendio, que ha dejado al descubierto la cara más precaria del Chile que apunta hacia el desarrollo, aquella realidad que se esconde tras los cerros de la ciudad puerto. Una realidad oculta y silenciosa, que se ha expandido lenta y progresivamente durante los años, bajo la amplia tolerancia de las instituciones. Frente a la tragedia, emergieron muchas preguntas, entre ellas ¿por qué son siempre los sectores socioeconómicos más desprovistos, los más afectados por los desastres de esta naturaleza? Para dar respuesta a esta pregunta recurrimos al enfoque de la vulnerabilidad social y residencial, considerando que es precisamente esta condición de los pobladores lo que se constituye en uno de los principales factores de riesgo. Así, el presente artículo tiene como objetivo reflexionar en torno a las condiciones de vulnerabilidad social y residencial de las mujeres jefas de hogar de los cerros de Valparaíso. El eje central del artículo es la reflexión en torno a la producción y reproducción de los riesgos sociales y residenciales, que se han asentado en la ciudad ante el silencio y la tolerancia de las instituciones públicas. En este sentido, se han propuesto como o objetivos específicos describir la vulnerabilidad social de las mujeres jefas de hogar, en el proceso inicial de asentamiento habitacional en los cerros de Valparaíso e caracterizar los dos componentes de la vulnerabilidad residencial, las condiciones de la vivienda y el entorno, de las mujeres jefas de hogar de los cerros de Valparaíso bien como describir la política pública de vivienda, las acciones estatales y/o municipales a las viviendas en los cerros de Valparaíso.

Se hace como hipótesis que el riesgo, particularmente referidos a desastres naturales como terremotos, derrumbes e incendios, es un proceso histórico co-construido e influenciado por la situación de vulnerabilidad de los pobladores de los cerros y del Estado, mediante acciones que antes que prevenir riesgos, los refuerza entregando soluciones precarias y poco adecuadas ante el problema de los asentamientos irregulares.

Los relatos femeninos que se exponen a continuación otorgan el contenido al artículo, donde se hace evidente la precariedad de las condiciones de vida en los cerros y quebradas de Valparaíso. Se relata la dificultad de encontrar una estabilidad residencial, que es resuelta estableciéndose en zonas de riesgo que están al alcance de sus precarias economías.

La difícil realidad de las familias asentadas en los cerros y quebradas de Valparaíso empeora con el incendio de 2014, la pérdida de las precarias viviendas pone las familias en una encrucijada, pues muchas, a pesar de percibir el riesgo propio de los asentamientos irregulares, no quiere establecerse en otro lugar. De esta manera, la consolidación de estos asentamientos en las zonas irregulares del puerto dificulta cualquier intento de reubicación, ya que las comunidades se han arraigado al territorio y valorizan las ventajas de vivir en Valparaíso en comparación con las otras comunas periféricas, como Quilpué o Villa Alemana.

Así, la ciudad de Valparaíso se encuentra en un escenario de grandes cambios urbanos. Por un lado, el incendio que ha destruido más de 2900 viviendas y dejado más de 12.000 damnificadas. Por otro, se debe mencionar que, en abril del 2014, después de mucho tiempo de discusión[3], entra en vigencia el Plan Regulador Metropolitano de Valparaíso (PREMVAL), que regula toda el área metropolitana[4], el cual establece lineamientos macroestructurales del territorio en materia de planificación urbana. Los lineamientos del PREMVAL deberían ser posteriormente recogidos por el Plan Regulador Comunal (PRC) de cada ciudad, ya que son estos instrumentos que planifican a una escala más local. Valparaíso, de hecho, está en pleno diseño del Plan Regulador.

En este contexto, se plantean enormes desafíos y oportunidades para la institucionalidad pública. Se deberá, por ello, elegir entre realizar una intervención que enfrente la emergencia de vivienda o realizar políticas públicas integrales, que miren a mejorar el completo sistema urbano de la ciudad.

 

2. Aclaración metodológica

El presente artículo es una reflexión que se construye a la luz de diversas fuentes. Los datos empíricos citados en el análisis lo constituyen, en primer lugar investigación realizada el año 2008. Dicha investigación contó con un análisis estadístico de datos secundarios[5], con el objetivo de conocer cuáles son las variables más significativas que condicionan el egreso exitoso de um programa de assistencia. De éste análisis emergen cuatro variables que marcan la diferencia entre familias que egresan exitosamente y aquellas que no logran superar las condiciones establecidas. Las variables son: sexo del jefe de hogar, presencia de niños menores de 6 años, ingreso per cápita y edad. Con la conjugación de éstas cuatro variables, se realizaron cuatro categorías de familias[6] (A, B, C y D).

 

 

Para la realización de la segunda etapa de la investigación se restringe a la comuna de Valparaíso, siendo un universo de 2108 familias, de las cuales se seleccionaron 8 familias al azar para cada una de las categorías: 4 con egreso exitoso y 4 con egreso no exitoso, dando un total de 32 familias de la comuna de Valparaíso.[7] De las familias seleccionadas, se entrevista a la mujer, sea o no la jefa de hogar, que representa a la tipología de familia identificada. Se seleccionan mujeres ya que se entiende que más del 90% de las familias del Universo tienen jefatura familiar femenina, además se considera que la vulnerabilidad se percibe y vive de manera diversa según el género.

Otra de las fuentes de información a las cuales se recurre para sustentar la reflexión son observaciones etnográficas obtenidas el año 2012[8], en la cual se utilizó la técnica del shadowing (Czarniawska, 2007:22), es decir hemos seguido como una sombra a María [9] una jefa de hogar viuda de 65 años, residente en una modesta vivienda que comparte con dos de sus hijos, una nieta y un arrendatario[10], en una emblemática quebrada de Valparaíso[11], lo que nos ha entregado diversas entrevistas y notas de campo que contribuirán a complementar el análisis. La riqueza de las técnicas utilizadas en este segundo estudio, nos ha permitido conversar y registrar nuestras charlas mientras se desarrollaban las actividades cotidianas, con total naturalidad, desconectándose de la relación creada entre investigadora y entrevistada, creando una conexión que permite la obtención de información sin la presión de responder a preguntas de una entrevista.

Utilizando el programa Atlas.ti., todos los relatos disponibles han sido esquematizados para producir una reflexión en torno a cuatro categorías: enfrentar cotidianamente los riesgos, vulnerabilidad social, vulnerabilidad residencial, y la acción pública del Estado en la producción y reproducción de las vulnerabilidades. Así, intentando acercarnos a una comprensión de los diversos factores (externos e internos) implicados en producir riesgos ante desastres naturales.

 

3. Antecedentes Teóricos

 

3.1 Desastres, Riesgos y Vulnerabilidad

"Los desastres no son naturales" le dijo Rousseau a Voltaire a propósito de la situación que vivía Lisboa tras el terremoto de 1755. La situación que vivieron los residentes de los cerros y quebradas de Valparaíso el pasado abril del 2014, sin duda fue un desastre, pero hasta qué punto podemos afirmar que dichos eventos son apenas producto de las fuerzas de la naturaleza, es incierto debido al diverso impacto en las poblaciones. Los fenómenos naturales se constituyen en desastres toda vez que generan grandes pérdidas materiales o de vidas e alteran la normalidad o el orden natural de los sucesos cotidianos.

Los marcos teóricos que dan cuenta de los desastres naturales han variado, transitando de una visión centrada meramente en el evento puntual que genera desastre, sea un terremoto, maremoto, etc. hacia el enfoque de la vulnerabilidad social, donde "las causas de raíz de los desastres dependen de factores estructurales como la pobreza, el progreso social, los que hacen a las personas y sociedades vulnerables ante desastres" (Joseph, 2013:185). Así, los estudios de los desastres paulatinamente han abierto una serie de cuestionamientos que ha dado paso a la necesidad de considerar el factor social como uno de los principales componentes del desastre, donde la vulnerabilidad es el eje de análisis de muchos de dichos estudios.

Wisner et al. (2004:11) definen la vulnerabilidad como "las características de una persona o grupo y su situación, que influencian su capacidad de anticipar, lidiar, resistir y recuperarse del impacto de una amenaza". La vulnerabilidad interpretada como la acumulación de condiciones que afectan negativamente a la población, produce un efecto de sinergia que aumenta los niveles de riesgo a los que la población está expuesta. Así, la vulnerabilidad social es definida por Pizarro como el resultado de los impactos provocados por el contexto social, físico y ambiental pero también expresa la incapacidad de los grupos más débiles de la sociedad para enfrentarlos, neutralizarlos y obtener beneficio de ellos (Pizarro, 2001:7).

Así comprendida, podemos indicar que la vulnerabilidad, específicamente la vulnerabilidad social, se constituye en uno (pero no el único) factor de riesgo ante desastres naturales. La vulnerabilidad social se expresa en distintas dimensiones, educación, salud, trabajo y vivienda, entre otras. Es la dimensión de vulnerabilidad en la vivienda, es necesario tomar en consideración la vivienda y el hábitat, los dos elementos que contienen lo que llamaremos vulnerabilidad residencial.

La urbanización informal ha multiplicado en todo sentido – a veces por un factor superior a diez – los peligros naturales que afectan en los ambientes urbanos (Davis, 2006:115). Al unir bajo un mismo proceso el riesgo "natural" con la dinámica de la estructura social, es posible entender que la vulnerabilidad es mucho más que estar propenso a sufrir un daño. Es poder "anticipar, sobrevivir, resistir y recuperarse del impacto de una amenaza natural". Así, características relevantes de las familias y la comunidad (ya sea clase, género, edad, etc.) cobran relevancia al evaluar los grados de vulnerabilidad. Como ejemplo, podemos afirmar que un terremoto, como fenómeno natural, afecta indistintivamente a las personas. Sin embargo, la precariedad de las viviendas que se construyen en los cerros, dadas las características de la población que en ellos habita, expone a las familias a mayores riesgos. Ruiz (2012:65) señala que para medir la vulnerabilidad generalmente se han considerado dos elementos "la intensidad del peligro al cual determinados grupos están expuestos y su relación con las condiciones materiales objetivas de los individuos/hogares". Sin embargo, estas condiciones materiales son también producto de una estructura social determinada. El material de construcción de la casa, el terreno donde se desplaza, el acceso a grifos de agua son condiciones objetivas que, sin embargo, no siempre son determinadas por los sujetos.

Podemos afirmar que la importancia de estudiar la vida de las personas en los cerros de Valparaíso, radica en cómo la estructura social influye en la configuración del espacio y de las relaciones que en él se producen. De este modo, "el punto crucial de entender por qué ocurren los desastres es que no son sólo los eventos naturales los que los causan. También son el producto del medioambiente social, político y económico (diferente del medio ambiente natural) debido a la forma en que estructura la vida de diferentes grupos de personas" (Blaikie et at., 1996:9). En este sentido, no debemos confundirnos, aquello de lo que intentamos dar cuenta, no es cómo enfrentar un desastre natural, o qué espacio es apropiado para un asentamiento. Blaikie indica el peligro que esta concepción de los fenómenos puede implicar: "hay un peligro al tratar los desastres como algo peculiar, como eventos que merezcan su propio enfoque especial. Al estar separados de las estructuras sociales que influyen, se da demasiado énfasis en la gestión de los desastres, a las amenazas naturales propiamente dichas y no suficiente al ambiente social y sus procesos" (Blaikie et at., 1996:10).

Entendiendo entonces la complejidad de la vulnerabilidad, Blaikie concluye que "las causas de fondo más importantes que dan origen a la vulnerabilidad (y que reproducen la vulnerabilidad con el tiempo) son procesos económicos, demográficos y políticos" (Blaikie et at., 1996:29). En otras palabras, la estructura social es determinante en la configuración de vulnerabilidad y ésta a su vez, se constituye en un factor de riesgo relevante ante desastres naturales.

 

3.2 Acceso desigual a la ciudad

La migración campo-ciudad ha tenido un rol importante en la formación inicial de las ciudades desiguales, seguramente fueron los procesos migratorios desde las zonas rurales hacia las urbanas, durante los años ‘60 y ‘70 a impulsar el nacimiento de los asentamientos irregulares, marcando así profundas diferencias entre las zonas regulares e irregulares, urbanizadas y no urbanizadas, entre la ciudad y la no-ciudad. Pero el mantenimiento de los asentamientos informales no puede deberse aún a la migración. Según datos de la ONU, en el año 2010, aún el 23.5 por ciento de los habitantes urbanos de América Latina y el Caribe sigue viviendo en asentamientos informales, lo que representa 111 millones de personas. Han sido otros fenómenos que la han hecho establecerse en las ciudades. Entre los factores que explican el surgimiento o expansión de asentamientos irregulares, se cuenta el hecho de que la ciudad formal en América latina es extremamente costosa (Zenteno, 2015:131). Según Fernández, la construcción de la vivienda en sí no es el gran problema latinoamericano, sí lo es el acceso a la tierra urbanizada, bien ubicada y dotada de servicios (Fernández, 2008:31). Los tugurios son, en ese sentido, la manifestación física y espacial de la pobreza en las ciudades. Son una de las caras de la desigualdad (ONU-Habitat , 2014:104).

De hecho la presencia y permanencia en el tiempo de diversos tipos de precariedad habitacional y asentamientos informales representa las dinámicas extremadamente desiguales de nuestras sociedades, donde el acceso a la tierra urbanizada, bien ubicada, con servicios, sin contaminación es altamente costosa y por lo tanto inaccesible para grupos sociales más desprovistos y vulnerables.

En este sentido es posible entender que los residentes de los cerros y quebradas de Valparaíso, que han construido con sus propias manos sus viviendas en zonas inadecuadas, acumulan no sólo las características de la vulnerabilidad social, que en primer lugar los llevan a habitar determinados espacios de la ciudad, sino que además deben enfrentar diversos riesgos que conlleva el asentamiento en dichas zonas, en ubicaciones riesgosas y/o dañinas para la salud que son la definición en sí misma de los asentamientos informales.

 

3.3 Política Pública de Vivienda y su acción respecto a los asentamientos irregulares

El modelo de demanda habitacional en Chile durante los últimos 40 años ha sido exitoso en términos de suplir la falta de viviendas, aunque otros factores importantes han sido más lentos en ser abordados. A grandes rasgos se ha suplido la demanda habitacional con grandes conjuntos de vivienda social básica, periférica y de baja calidad e é nulo diseño urbano y escaso diseño arquitectónico desses conjuntos habitacionales (Rodríguez y Sugranyes, 2005). En las últimas décadas el boom inmobiliario ha generado una especulación inmobiliaria que eleva considerablemente el precio del suelo urbano a precios inaccesibles para una parte importante de la población. Por otra parte, las políticas públicas desplazan la residencia de los ciudadanos más vulnerables hacia la periferia, lo cual genera nuevas y profundas desigualdades en las ciudades (Zenteno y Sethman, 2015).

Si la realidad de viviendas sociales formales es precaria, la situación de los asentamientos irregulares es aún peor. La región de Valparaíso es una de las que cuenta mayor cantidad de campamentos a nivel nacional. En la ciudad de Valparaíso, con sus 42 cerros e innumerables quebradas, se han establecido micro campamentos. Los asentamientos irregulares en Chile tienen particularidades diferenciadoras en relación a las características que presenta el fenómeno en la región latinoamericana: en general las tomas de terreno en Chile, y en específico en Valparaíso tienen un carácter familiar y/o de pequeños grupos.

Progresivamente las familias que se instalaron en las quebradas y cerros de la ciudad han obtenido ciertas mejoras, como la pavimentación de calles, la conexión a las redes de servicios sanitarios (red de agua, alcantarillado, electricidad) y en algunos casos la regularización de la propiedad. Pero si bien las ocupaciones de terreno han seguido una lógica comunitaria o familiar, las intervenciones estatales que intentan solucionar el problema no lo consideran. Las políticas públicas de vivienda en Chile responden a necesidades a nivel nacional, y escasamente incluyen requerimientos locales. Las intervenciones proponen una lógica individualista, sin promover un enfoque comunitario o de barrio, que tenga en cuenta las relaciones establecidas precedentemente de los residentes con el entorno.

La regularización de los terrenos en las quebradas (sean de origen público o privado) en donde se asigna la propiedad de la vivienda y se provee de infraestructura es una solución económica, rápida y fácil para las administraciones comunales y nacionales. Mantienen las redes comunitarias, pero no afrontan los riesgos habitacionales. Se aceptan las condiciones de las viviendas que están situadas en lugares altamente riesgosos. No se modifica la calidad ni el posicionamiento de la vivienda, sólo se entrega la posesión. Aunque estas mejoras sean significativas, no cambia la situación estructural: es decir que una parte de la ciudad mantiene su situación de desventaja y se constituye como la anti-ciudad en relación con la otra parte de la ciudad, verdadera ciudad.

 

Re-construcción de las vulnerabilidades en los cerros de Valparaíso

Con el objetivo de describir los riesgos que enfrentan las mujeres de los cerros de Valparaíso, hemos analizado e interpretado la información de las entrevistas realizadas y guiándonos por nuestros objetivos, hemos logrado establecer cuatro categorías de análisis: en primer lugar, nos hemos concentrado en la experiencia de enfrentar cotidianamente los riesgos, para después explorar las condiciones de vulnerabilidad social que obliga a las mujeres a establecerse en cerros y quebradas de la ciudad. Una tercera categoría se relaciona a las vulnerabilidades residenciales que experimentan las mujeres en el eterno proceso de consolidar su vivienda con unas condiciones mínimas que por años no logran satisfacer. Finalmente, una cuarta categoría de análisis es temporalmente posterior, y se relaciona a la acción del Estado y municipio en intentos por mejorar la precaria situación de los pobladores de los cerros. Bajo este análisis daremos cuenta de las soluciones o asistencias que ofrecen los gobiernos centrales mediante el Programa Puente o mediante esporádicas intervenciones locales y cuyo resultado, lejos de mitigar los riesgos, los refuerza de diversas maneras.

 

4.1. Enfrentar cotidianamente los riesgos

Seguramente Chile no es un país fácil donde vivir, cada cierto tiempo fenómenos naturales pueden afectar drásticamente las condiciones sociales y económicas de sus ciudadanos, constituyéndose así en desastres. Dichos desastres afectan especialmente a los habitantes más vulnerables de Valparaíso.

Los riesgos de vivir en los cerros de Valparaíso son muchos. Uno de los principales que se mencionan son los derrumbes. Muchas de las viviendas están construidas en quebradas que eran naturalmente cursos de agua, en periodos de lluvia aumenta el riesgo de derrumbes que llevan consigo viviendas autoconstruidas: "Porque esas dos piezas son de puro, de bosque, puro palo de bosque, ellos cuando estaban sin trabajo hacían las dos piezas de puro palo de bosque… y así hacíamos una pieza, y después con puros palos de cholguán seguíamos para abajo, ya y la lata que está en el suelo, y después el palo de bosque se pudrió y se cayeron las dos murallas (…) Esa pieza de atrás no se puede construir, por los muros que caen para abajo" (Bernarda).

Otro elemento de riesgo son los terremotos. La ciudad, de hecho, se ha ido extendiendo después de los terremotos, como lo recuerda Viviana: "Nosotros nos criamos aquí, llegamos a vivir aquí en el ‘71 después del terremoto. Llegamos aquí a vivir con el terremoto en puras carpas y los papás de mi marido también llegaron así" (Viviana).

Por último, el más real y concreto, es el riesgo de incendio. Para ello se deben considerar ciertas condiciones: las conexiones eléctricas ilegales; el material utilizado para construir las viviendas es la madera; la cercanía entre las viviendas; la cercanía de las viviendas con los bosques; las calles estrechas y escaleras infinitas; sumado a una escasa red hídrica de emergencia hacen de Valparaíso territorio fértil para los incendios, que se difunden rápidamente. El incendio de abril ha sido uno de los más destructivos, pero en la historia de la ciudad se cuentan muchos otros, que están presentes en los relatos de las entrevistadas. Como también menciona Davis, los pobres del mundo no pierden el sueño en angustiarse por los terremotos ni por las inundaciones. Su preocupación mayor es un peligro más frecuente y omnipresente: el fuego (Davis, 2006:118).

 

4.2 Vulnerabilidad Social: Cuando no hay otra alternativa que vivir en el cerro

La vulnerabilidad social de las mujeres que habitan los cerros y quebradas de Valparaíso no se produce por su llegada al cerro, sino más bien, es una condición anterior que se refuerza y reproduce en el cerro. En el relato de las mujeres, es evidente que condiciones de vulnerabilidad social preexistentes de alguna manera han concluido en su asentamiento en los cerros.

Una primera consideración respecto a la vulnerabilidad de las familias entrevistadas que habitan los cerros, es que todas ellas fueron beneficiarias del Programa Puente, lo que implica que su situación socioeconómica antes de la intervención era de extrema pobreza. Un egreso exitoso implica salir de la condición de extrema pobreza y pasar a la categoría de pobre no indigente. De cualquier modo todas las entrevistadas están bajo la línea de pobreza, y más allá de eso, acumulan diversas características propias de la vulnerabilidad social como un bajo nivel de escolaridad, trabajos precarios, así como altos niveles de violencia intrafamiliar.

Pino y Ojeda mencionan que la toma[12] en Valparaíso tiene un carácter familiar, ya que integrantes de la misma familia o por comunidades reducidas que van progresivamente ocupando espacios de una quebrada, expandiendo el terreno ocupado (Pino y Ojeda, 2013:123). Cuando la familia se alarga, generalmente los nuevos integrantes se mantienen en la casa de uno de los padres, al menos por el primer periodo. En los relatos de diversas mujeres existe un periodo en el que viven de allegados[13], el cual se hace presente ya sea en los primeros años de su vida familiar o por condiciones de contingencia, como el desempleo. En ambos casos, generalmente se reviven estas circunstancias como un periodo incómodo: Como relata María "yo vivía allegada con mis padres. Lo que más deseaba era tener mi casa algún día. Al principio viví con mi suegra. Después mi papá tenía una parte de la casa desocupada que me la cedió. Viví con ellos, mi familia fue creciendo y ya estábamos mal ahí, estábamos estrechos".

Muchas veces la situación de los allegados se resuelve construyendo una nueva vivienda en un terreno cercano a la familia, aunque sean sólo un par de habitaciones. Pero no siempre la solución es la toma de terrenos, ya que para tomarse un terreno se debe contar con los recursos socio-comunitarios con los que no siempre se cuenta. Además la compra de un terreno a un antiguo propietario – o un ocupante que logró la regularización de la propiedad y sucesivamente capitaliza el bien – no suele tener altos costos, por lo que se vuelve accesible a las categorías las personas con menos recursos, que no obstante, con un pequeño ahorro logran acuerdos para habitar la propiedad: "ella (...) me dijo, Karina vendo en 800 mil pesos para usted. Yo dije, no es que no tengo la plata para comprarlo y como tenía 200 mil pesos, le pasé los 200 y hasta el día de hoy le he quedado debiendo el otro resto y no he tenido más" (Camila)

De hecho la gran mayoría de las entrevistadas afirma haber comprado sus terrenos y ser legítimas propietarias del mismo. Efectivamente han pagado por su casa o por su terreno, aunque éste tenga escasos servicios básicos, representa un logro producto del esfuerzo, tanto por la compra del mismo, como por la inversión que se ha realizado en construirla[14].

 

4.3 Vulnerabilidad Residencial: la construcción perenne y la hostilidad del hábitat

El camino hacia la vivienda digna y de propiedad está lleno de dificultades. Los relatos dan cuenta de una adaptación a las condiciones de las viviendas llena de dificultades, develando la vulnerabilidad residencial de los habitantes de los cerros. Esta vulnerabilidad residencial tiene dos dimensiones, por una parte la precariedad de la vivienda y por otra, la hostilidad del hábitat.

 

 

4.3.1 La construcción perenne

Los terrenos, ya sea ocupados ilegalmente o comprados a los legítimos propietarios, no siempre cuentan con los servicios básicos y deben adaptarse a vivir sin agua potable, sin electricidad, sin alcantarillado: "Estoy luchando y voy a luchar antes de morirme yo sé que voy a tener que tener mi baño, (...) porque aquí se bañan a la intemperie, afuera en el aire, ponen una manguera y ahí se bañan. No tengo, con mucho usamos un tarro" (Doris)

El hecho de estar sobre la colina, (ver imagen n. 1) facilita el escurrimiento de aguas sucias hacia la quebrada, por donde pasan pequeños cursos de aguas que se llevan los desechos. Si bien en la actualidad la porcentual de viviendas que no cuenta con alcantarillado es mínima, aún así hemos identificado algunas viviendas de reciente toma que utilizan baño de pozo y que cuentan con una conexión ilegal a la red eléctrica. Andrea relata las carencias en entrega de la mediagua por parte del FOSIS: "Así me la dejaron, esto es todo lo que me entregaron y según ellos dijeron que no había más y venía con todo si no me hicieron ni la instalación de la luz yo tuve que hacerla esa misma así, el techo me pusieron mal, el techo está así guateado cuando hay viento, falta poco para que se lo lleve todo y el piso también está malo que si uno camina y se mueve todo, así que la vecina ha tenido problemas por el baño porque adonde estamos con el tarro los niños tirando para abajo entonces dicen que hay suciedad y todo".

 

 

Las viviendas de las quebradas de Valparaíso están en permanente construcción. Generalmente comienzan con una o dos habitaciones que se destinan para dormir y cocinar. A medida que se van estableciendo las familias invierten en mejorar las condiciones de la vivienda. El mejoramiento permanente de la casa se hace necesario especialmente porque los materiales utilizados son madera para las paredes y zinc -nuevo y reutilizado- para el techo. Pero la madera no siempre resiste las fuertes lluvias del invierno de Valparaíso, que muchas veces llegan a ser diagonales por el viento, ello afecta directamente las paredes de madera que dejan entrar el agua a las viviendas. Las casas de Valparaíso deben resistir fuertes tormentas, para lo cual se recubren con latas de techo que protegen de las lluvias, ya que de otra manera la madera no impermeabiliza.

Una de las dificultades a nivel de vivienda más mencionadas es la carencia de forro interno, es decir, muchas viviendas se limitan a dividir el espacio exterior del interior, pero no protegen del frío ni de la lluvia. La prioridad en las construcciones es proteger de la humedad externa, cubrir internamente las viviendas es un paso sucesivo, por el que se puede esperar para invertir: "Lo que me hace falta por ser la pieza que tengo abajo, la tengo sin forrar, los niños pasan frío y yo no tengo como para comprar más materiales (...) no tengo agua, la tengo cortada, prácticamente estoy robando el agua." (Camila)

La protección interna de las casas es una de las inversiones que se suele postergar, incluso varios años. Por ello muchas de las viviendas carecen completamente o en parte del ‘cielo’, por lo que el espacio interno del hogar llega directamente al techo de zinc.

 

 

Muchas viviendas al ser de madera sirven poco de aislamiento, pero en los días más duros del invierno las paredes, el techo y el piso no protegen del frío y la humedad: "El techo se me llovía entero, tuve que conseguirme plata para arreglarme el techo, porque yo me llovía entera, entera, entera" (Constanza).

Las casas de la quebrada, en estilo palafito – adecuándose a la geografía del cerro – tienen el piso descubierto, por donde pasa el aire que entra por cada rendija. Se suman a ello los cursos de aguas, que recogen todas las aguas de los cerros más altos y que le aporta humedad al ambiente.

Así las ampliaciones y las mejoras se hacen en parte, poco a poco, cuando se tiene un poco de dinero se invierte en material y se construye una parte, un trozo de ampliación: el piso, las paredes que quedan inconclusas a la espera de que se vuelva a tener dinero para continuar la construcción. Esta espera puede durar años. La mano de obra son casi siempre familiares o amigos que ayudan a la familia en dificultad, hecho que no hace más que enorgullecer a sus integrantes por la colaboración y por haber construido su hogar ‘con sus propias manos’: "Todos nosotros la hemos construido, mis hijos, mi marido, mi cuñado, amigos, nunca ocupamos maestros. Y mis hijos cuando ya crecieron. Mi hijo mayor hizo todo esto hace como dos años – mostrando una parte de la casa – y ahora hace poco, esta parte de aquí, la hizo hace poco (…) Pero así de a poco nos hemos ido construyendo" (María).

 

 

La disposición geográfica de Valparaíso, como hemos mencionado, hace que las casas construidas en los cerros y quebradas cuenten con un ambiente muy hostil. Por un lado al construir la vivienda, los residentes muchas veces deben hacerse camino para acceder a las calles pavimentadas. El primer periodo de la construcción de una vivienda generalmente va de mano con excavar en la tierra una escalera de acceso. Si se tiene un poco más de dinero se puede hacer con cemento, pero muchas veces las escaleras tienen una parte en cemento y una extensión en tierra, que se adecua al crecimiento poblacional de la quebrada.

La escalera es la columna vertebral de las quebradas, en torno a ellas se construyen las viviendas. Y es una relación simbiótica: las viviendas no se puede construir sin que exista una escalera que lo conecte con el resto del cerro, pero al mismo tiempo si se construye una nueva vivienda, la escalera se extiende hacia nuevos confines. Desde una calle principal, hacia arriba o hacia abajo de la calle, emergen las escaleras que se extienden por los cerros como verdaderos brazos que se conectan con la colina.

Para adultos mayores la morfología del lugar constituye una de las dificultades más grandes de vivir en Valparaíso, ya que le implica un aislamiento territorial debido a las escaleras y las calles poco amigables. De hecho, Valparaíso tiene un alto componente de adultos mayores, para quienes la morfología de los cerros no es sólo característica, sino que se puede volver invalidante.

Si la inaccesibilidad de la calle la siente cotidianamente, la percepción de hostilidad e inaccesibilidad aumenta cuando hay enfermedades que restringen la movilidad: "La Teletón me dio la libreta de ahorro porque ya no quieren que vivamos aquí por la niña (con parálisis), por la situación del camino. Ahora está bueno para como está en el invierno, se forman hoyos que quedan de metros para abajo, se juntan las aguas de allá, las aguas de acá" (Beatriz).

Del mismo modo, aspectos que en una ciudad plana no significan mayores problemas, en una ciudad como Valparaíso las dificultades se potencian. Servicios tan importantes como el acceso de una ambulancia se vuelve imposible en algunas zonas. Así, los relatos de las entrevistadas reflejan una adaptación al territorio, es lo que sucede cuando se vive en las quebradas de Valparaíso.

 

4.4 La acción pública: "reconstruyendo los riesgos"

En el estudio de los desastres naturales, un factor que ha captado la atención de los investigadores, es precisamente la agencia humana en dichos desastres: "la creciente evidencia, derivada de estudios de caso, de que muchos de los desastres tradicionalmente atribuidos a causas naturales eran generados, en buena parte, por prácticas humanas relacionadas con la degradación ambiental, el crecimiento demográfico y los procesos de urbanización, todos estos vinculados en gran medida con el incremento de las desigualdades socioeconómicas a escala local, regional, nacional y, desde luego, internacional" (García, 2005:16-17).

Sin duda, las acciones por parte del gobierno central o local en su intento por mitigar las precarias condiciones de vulnerabilidad residencial de los habitantes de los cerros, no ha hecho más que configurarse como una solución precaria que, pocas veces tiene como resultado la superación de dicha vulneración.

Por una parte, la asistencia en terrenos inadecuados, consolida la idea en las familias de que dichos terrenos son habitables. Por otra parte, la ayuda muchas veces consiste en la entrega de materiales, pero sin la adecuada formación, difícilmente se puede asegurar una construcción que cumpla con requisitos mínimos de seguridad "yo tenía 2 piezas no más acá po y me dieron materiales, mi marido se la inteligentió (ingenió) por aquí por allá, nosotros vamos a trabajar en el verano y juntamos un poquito más de plata y nos acoplamos con los materiales que nos dieron y terminamos nosotros (Catalina).

En otras circunstancias, si bien el aparato público se hace cargo de las construcciones, no siempre son las más adecuadas, desde la perspectiva de los habitantes: "Me pararon las dos piezas arriba de mi casa porque no pudieron en ningún otro lado, no me hicieron los alcantarillados, no me pusieron las ventanas, no me pusieron los artefactos ahí quedaron las dos piezas paradas, ¿de qué me sirve?" (Bernarda).

 

5. Conclusiones

Describir la vulnerabilidad residencial a partir de las precarias condiciones de las viviendas y la hostilidad del hábitat, nos ayuda a entender que los riesgos son procesos que se desarrollan a lo largo del tiempo y que se potencian mutuamente: "es frecuente que los desastres se presenten por reacción en cadena. Esta se presenta cuando una amenaza inicial genera impactos destructivos en un sistema vulnerable y este, a su vez, se convierte en amenaza sobre otros sistemas y así sucesivamente. A mayor vulnerabilidad mayor posibilidad de generar condiciones de reacción en cadena" (Vargas, 2002:19).

Por ello nos ha interesado abordar una temática tan pertinente para la ciudad de Valparaíso. Bajo esa mirada, hemos profundizado en cómo los habitantes de estas zonas de la ciudad viven y enfrentan cotidianamente los riesgos, identificando que la propia vivienda para los residentes de los asentamientos irregulares, acumula una serie de micro inversiones y transformaciones que reflejan las modificaciones en la estructura familiar. De ese modo, las viviendas constituyen mucho más que un techo, sino que son la representación inmobiliaria del esfuerzo y trabajo familiar de toda una vida, son el producto físico de la ayuda comunitaria. Además, como se ha revisado, los asentamientos urbanos en Valparaíso tienen un componente fuertemente familiar, entonces al establecerse en una quebrada no se satisface sólo la necesidad de vivienda, sino que también aumenta la posibilidad de recurrir al capital social.

Pero así como hemos identificado las condiciones y modos de enfrentar el hostil ambiente de los cerros de Valparaíso, hemos también identificado el rol fundamental que tienen las instituciones públicas, en la medida que se configuran como re-constructores de riesgo, legitimando la construcción en un hábitat hostil. El distraído ojo de las instituciones ha decidido no intervenir profundamente en los cerros, permitiendo la expansión de asentamientos irregulares en zonas de alto riesgo de derrumbes e incendios.

Si bien las comunidades al mantenerse en el mismo espacio, mantienen sus redes, su capital social, su memoria de los barrios, y que las políticas de desalojo y relocalización se han demostrado nefastas. No podemos olvidar la precariedad que ha significado el asentamiento en zonas de alto riesgo. Lamentablemente, la sociedad hará responsable a quien decide volver a instalar y reinstalar su vivienda en el mismo lugar precario y riesgoso. Esto se reflejó claramente en los dichos del Alcalde de Valparaíso quien le pregunta a un poblador: ¿te invité yo a vivir aquí?, como una manera de revertir la culpa de la responsabilidad de los sucesos que ocurrieron. Al respecto Sjoberg (en Blaikie, 1996), indicaba que el riesgo de los desastres puede ser voluntario o involuntario, sin embargo, desde la perspectiva de la vulnerabilidad entendemos que ésta es en la mayoría de los casos involuntaria. El poblador que se instala en los cerros no decide vivir en tal lugar, sencillamente no tiene otra opción.

Entonces la dinámica de poblamiento de los cerros y quebradas de Valparaíso responde a una lógica de distribución desigual del espacio urbano, en donde quienes pueden pagar la ciudad formal, se asientan en zonas de menor riesgo (sísmico, de incendio, de inundaciones), mientras que quienes no pueden acceder a la ciudad formal, simplemente no tienen más opción de establecerse en zonas de alto riesgo, con el conocimiento de la precariedad que será parte de su vida. En definitiva, en esta distribución desigual de la ciudad, los excluidos de la ciudad son grupos de la población a los que difícilmente se les reconoce como parte de la sociedad urbana y no pueden por tanto tener pretensiones de formar parte de la ciudad entendida como institución política, de ser citoyens (ciudadanos) y no simples citadins (citadinos). (Balbo, 2003, 305-313). Considerando lo anterior, no es sorpresa que en desastres tales como incendios, terremotos, inundaciones, los que están más expuestos a los riesgos y son afectados por ellos, son siempre los más débiles y más vulnerables.

Los riesgos que produce un desastre, lejos de explicarse a partir del evento natural, son procesos que se construyen y re-construyen, donde un factor determinante son las condiciones de vulnerabilidad de los residentes de los cerros. Al incorporar esta visión que tiene en sus ejes no solo el riesgo natural, sino que la estructura y los procesos sociales, podemos justificar la relevancia sociológica del fenómeno urbano en cuestión.

Frente al desafío de la reconstrucción, las administraciones comunal y nacional no han quebrado patrones de conducta hasta ahora implementados, a pesar de que se encuentra en el contexto del diseño del Plan Regulador Comunal. Ello constituye una oportunidad histórica para dar un vuelco a la situación de los asentamientos irregulares en la ciudad, regularlos y planificar una efectiva inclusión a la red urbana, con un enfoque que no sólo resuelva la demanda habitacional, sino que potencie la vida barrial y la calidad de vida de sus residentes.

Si el Estado a través de sus políticas sociales desea legitimarse debe ser eficiente en el tratamiento de lo social, velando por el bienestar de su población; lo que en el caso de la política de vivienda y el tratamiento de los asentamientos irregulares, se identifican serios problemas. Se propone por ello crear políticas públicas de vivienda mixtas, que incluyan la creación de viviendas nuevas en zonas seguras y bien conectadas de los cerros; y en los casos en que el terreno sea apto, reconstrucción de viviendas sólidas en los terrenos de propiedad. Pero para ello se hace fundamental integrar a la población, empoderar a las comunidades y sus representantes en la planificación, ejecución y revisión de las intervenciones. Fomentando la participación de la comunidad se potencia también el control social y se logran políticas pertinentes, ya que como hemos relatado son sus mismos habitantes quienes cotidianamente viven la vulnerabilidad residencial, por lo que sus experiencias enriquecen y mejoran las intervenciones, que apunten no sólo a reconstruir las viviendas, sino también a la prevención de nuevos desastres. Ello incluye la creación de servicios de emergencia, ampliación y mejoramiento de calles, así como la distribución de servicios básicos, en pos de un acceso más igualitario a la ciudad.

 

 

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Notas

[*] Investigación apoyada por el Convenio de Desempeño UPA 1301: "Generación de conocimiento compartido: un modelo replicable de innovación social para el desarrollo territorial de Playa Ancha", Universidad de Playa Ancha.

[3] El instrumento regulador anterior (PIV) estaba vigente desde 1965.

[4] Comprendido por las Comunas de Valparaíso, Viña del Mar, Concón, Quilpué, Villa Alemana y Casablanca y, el denominado Satélite Quintero-Puchuncaví.

[5] Se ha utilizado la base de datos del Sistema Integrado de Información Social (SIIS), que se enmarca dentro del Sistema de gestión Chile Solidario. El universo del análisis estadístico considera al total de familias que al 31 de enero del 2007 han egresado del Programa Puente# en el Gran Valparaíso (comunas de Concón, Viña del Mar, Valparaíso, Quilpué y Villa Alemana), siendo un total de 4037 familias. El egreso exitoso del Programa Puente depende del cumplimiento de la totalidad de las 52 condiciones que el mismo programa establece, que se consideran fundamentales para la superación de la indigencia. Del mismo modo el no cumplimiento con una de las condiciones implica un egreso no exitoso.

[6] Se habla de familias y no de personas, porque es el enfoque utilizado por el Programa Puente.

[7] Para la realización de las entrevistas, se decidió restringirlo a la comuna de Valparaíso, ya que presenta condiciones de habitabilidad significativamente diferentes en relación a las otras comunas del Gran Valparaíso.

[8] En el marco de la investigación doctoral de una de las autoras.

[9] Los nombres de las entrevistadas que aparecen en el presente artículo han sido modificados para mantener la privacidad de las mismas.

[10] El arrendatario es una persona a quén se le alquila una habitación dentro de la misma vivienda. Esta práctica es muy común dentro de las familias vulnerables, ya que les permite tener un ingreso adicional al mes.

[11] Se entiende por quebrada el territorio que cae en pendiente y que constituye la división entre una colina y otra.

[12] La toma es la ocupación ilegal de un terreno, ya sea público o privado.

[13] Vivir de allegados implica convivir con la propia familia en la vivienda de otra familia. Frecuentemente son los hijos que en los primeros años de su vida en pareja viven en la casa de uno de los padres.

[14] De hecho en el último incendio de abril, muchas familias de los cerros incendiados han decidido acampar en el terreno donde antes estaba construida su vivienda, de la cual quedaban sólo cenizas. Se preocuparon que cercar e indicar su espacio. No lo abandonaron por el miedo a perderlo o a que fuera tomado por otra familia. Ese terreno es de propiedad de la familia y representa un importante capital en donde han invertido.

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