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Etnográfica

versão impressa ISSN 0873-6561

Etnográfica vol.20 no.2 Lisboa jun. 2016

 

ARTIGOS

 

La crianza en una población vulnerada: más allá de los discursos institucionales

 

Child rearing in an infringed settlement: beyond institutional discourses

 

 

Jaider Camilo OtálvaroI; Fernando PeñarandaII; Míriam BastidasIII; Nicolás TorresIV; Johanna TrujilloV

IFacultad de Ciencias Sociales y Humanas, Universidad de Antioquia, Colombia. E-mail: jc.otalvaro@gmail.com
IIFacultad Nacional de Salud Pública, Universidad de Antioquia, Colombia. E-mail: fernando.penaranda@udea.edu.co
IIIFacultad de Medicina, Universidad de Antioquia, Colombia. E-mail: miryam.bastidas@udea.edu.co
IVFacultad de Medicina, Universidad de Antioquia, Colombia. E-mail: jnicolastorres@gmail.com
VInstituto Colombiano de Bienestar Familiar, Colombia. E-mail: manujoh@gmail.com

 

 


RESUMEN

Este artículo presenta los aprendizajes logrados en relación con la crianza y su utilidad para reflexionar sobre educación en el ámbito del sector salud. Es el producto de una investigación dirigida a comprender el proceso educativo en un programa de orden nacional para la atención de familias con madres gestantes y lactantes con hijos menores de dos años en Colombia (programa FAMI). Se llevó a cabo una investigación con orientación etnográfica interpretativa, realizada mediante observaciones de las actividades educativas, entrevistas y reuniones del equipo de investigación. El análisis se hizo mediante la codificación y categorización de los textos y un proceso de reflexión grupal sobre los hallazgos identificados. Las madres FAMI, educadoras comunitarias del programa, logran realizar una crianza más productiva y satisfactoria, ya que su participación en el programa les permite realizar una crianza más reflexionada, además de favorecer su desarrollo humano y la construcción de condiciones socioeconómicas más propicias para el logro de la vida que valoran para ellas y sus hijos. El avance que hacen las madres FAMI al realizar la crianza que valoran constituye un insumo para aprender de educación sobre la crianza y la forma de acortar la brecha entre los discursos institucionales y científico-disciplinares con los discursos populares, a fin de lograr así un proceso pedagógico más sensible y pertinente.

Palabras clave: crianza, educación para la salud, desarrollo humano, etnografía, capacidades, reconocimiento


ABSTRACT

This paper presents the learning achieved in relation to child rearing and its usefulness for reflecting on education about this topic in the health sector. This is the result of a research study aimed at understanding the educational process of a governmental program of national scope which is focused on attending families with pregnant and breast-feeding women in Colombia (FAMI program). An interpretative ethnographic study was conducted through meetings, observations of educational activities and interviews. The analysis was done through the coding and categorization of texts and a group reflection process on the findings identified. FAMI mothers who are community educators of the program achieve a more productive and successful child rearing, because their involvement in the program helps them to develop a reflective child rearing, foster their human development, and to build better socioeconomic conditions to achieve the lives they have reason to value for themselves and their children. The progress accomplished by FAMI mothers in fulfilling the child rearing they appreciate becomes an important input to learn about education on child rearing, and a way to bridge the gap between the institutional or scientific-disciplinary discourse and the popular discourse, facilitating a more sensitive and relevant educational process.

Keywords: child rearing, health education, human development, ethnography, recognition and capacities


 

 

Introducción

Muchas familias de Colombia viven en situaciones de pobreza extrema y violación de sus derechos fundamentales, por lo que no cuentan con las oportunidades para llevar la vida que valoran y, por lo tanto, para realizar la crianza que desearían (García Mora y Salazar Henao 2013).[1]

Las grandes transformaciones socioculturales de las últimas décadas han favorecido la emergencia de nuevos discursos, demandas y exigencias sobre la vida de las personas: la mujer que aspira a otros proyectos de vida diferentes de la maternidad, que la entiende como una opción y que puede no estar dispuesta a dedicarse a la vida doméstica; las nuevas masculinidades desde las que se expresan hombres sensibles, cariñosos y vinculados al cuidado directo de sus hijos; y los niños que se posicionan cada vez más como sujetos activos de derecho.

Discursos como el biomédico, el de la puericultura científica y el de los derechos de los niños generan una tendencia hacia la normalización de la vida doméstica (Barrios-Acosta 2013), la cual se entendía como una experiencia en la esfera de lo privado, pero que, con el paso del tiempo, empieza a ser objeto de control público (Benhabib 1992; Arendt 2005 [1958]), lo que hace más difíciles las relaciones entre padres e hijos y genera tensiones que antes no se presentaban o que se tramitaban en el orden de lo privado y a través de las normas familiares. Muchas veces estos discursos proponen otras formas de crianza y de relaciones familiares sin tener en cuenta que las madres y los padres colombianos no fueron criados bajo estos ideales, así que no hallan suficientes referentes en sus experiencias de crianza como hijos que les permitan asumir como significativas esas otras formas de relacionamiento que se les proponen.

Las situaciones anteriores se relacionan con transformaciones de estructuras demográficas, sociológicas, culturales y económicas que han impactado la vida cotidiana de las personas, así como las formas de organización social y familiar. Como consecuencia de ello, las familias colombianas se enfrentan a grandes retos e incertidumbres sobre la crianza que hacen, y el sector de la salud, así como la sociedad en general, se enfrenta a preguntas trascendentales como las siguientes: ¿Cómo podemos comprender la crianza de manera más pertinente y productiva? ¿Cómo entender la crianza que valoran las madres y los padres y cómo promoverla para el logro de una vida mejor para niños y adultos? ¿Cómo podemos contribuir a los procesos de florecimiento humano desde un acompañamiento pertinente al cuidado y a la socialización de los niños en sus contextos familiares, comunitarios e institucionales?

Este artículo forma parte de los conocimientos adquiridos en una investigación etnográfica [2] orientada a comprender los significados del proceso educativo sobre la crianza para los adultos cuidadores y los agentes educativos en el programa FAMI del Centro Zonal Nororiental del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICFB) [3] en la ciudad de Medellín [4] y, asimismo, para avanzar en la conceptualización teórica sobre la crianza.

El programa Hogares Comunitarios Familia Mujer e Infancia (FAMI) es una iniciativa concebida para acompañar a las familias que se hallan en estado de gestación y lactancia con niños menores de dos años. Se empezó a implementar en 1996, amparando dicha actuación institucional en la Ley 7 de 1979, la cual fue modificada mediante la Ley 1098 de 2006, o Código de la Infancia y la Adolescencia del país.

En principio, las madres FAMI seleccionadas eran mujeres de la comunidad con bajos niveles educativos, pues se exigía únicamente saber leer y escribir, tener algún grado de escolaridad (no necesariamente haber terminado el proceso formativo básico y/o secundario), reconocimiento comunitario, experiencia como madres en sus propios hogares, y realizar una capacitación en temas de primeros auxilios, cuidados preventivos, saneamiento básico, con lo que se certificaban como “vigías de la salud”, y en temáticas sobre crianza.

En ese momento inicial, cada hogar funcionaba con 25 familias usuarias, ahora lo hacen con 14. Las madres FAMI realizan sesiones educativas, y visitas domiciliarias en las que ofrecen asesorías, hacen seguimientos a los compromisos que establece el programa para las familias que tienen a cargo, y las acompañan en campos como el emocional, la nutrición, la estimulación, las relaciones intrafamiliares, la economía doméstica, entre otros.

La particularidad del programa es que se realiza en el ámbito comunitario y es liderado por una madre líder del mismo contexto local al que pertenecen las familias usuarias. Las madres FAMI realizan procesos educativos enmarcados en el saber cotidiano de las familias usuarias sobre la crianza, pero también se ubican en los marcos del saber técnico y científico.

De esa forma, para ellas, ambos conocimientos son complementarios, y no en todos los casos se pueden usar de forma directa, sino que se deben tener en cuenta aspectos como la conformación familiar, las realidades en salud de las familias, las creencias sobre la crianza, las dinámicas del territorio, la historicidad de los sujetos que participan de la crianza, las debilidades del sistema de salud, entre otros aspectos para brindar un acompañamiento más efectivo a las familias. Este programa, localizado en el sector de la protección social, puede resultar útil para avanzar hacia una comprensión sobre la crianza más allá de las fronteras biomédicas y, por lo tanto, aportar a la construcción de perspectivas transdisciplinares e intersectoriales más pertinentes para promover la salud.

Finalmente, es importante anotar que esta investigación se realizó mientras Colombia está cambiando el programa FAMI por uno que pretende alcanzar un mayor nivel de calidad con la construcción de infraestructura nueva y remplazo de esas madres comunitarias por profesionales. Pensamos que esta política podría cuestionarse si se tienen en cuenta las situaciones vitales complejas (culturales, económicas, históricas) de las madres y las familias de los niños usuarios. La complementariedad de estos programas sociales con otros de orden comunitario sería lo más apropiado como se mostrará en el texto, pues con ello se recuperan conocimientos valiosos para realizar una crianza prudente y pertinente, generando de esa manera acciones sinérgicas entre el hacer de los profesionales y el hacer de las madres comunitarias.

 

Materiales y métodos

Se realizó una investigación de orientación etnográfica interpretativa (Geertz 1993) basada en un trabajo investigativo intensivo y con profundidad (Guber 2001), dirigida a la comprensión de un fenómeno en particular (Boyle 2003), en un caso (Geertz 1993). En este sentido, es un esfuerzo microscópico, pues necesita un ámbito de familiaridad (Geertz 1993) para poder analizar sistemas complejos de significados e interacciones en el marco de fuerzas contextuales poderosas.

El análisis de la crianza implicó trascender el espacio microsocial, recurriendo a los aportes de la macroetnografía descrita por Ogbu (1981) para dar cabida al análisis de los discursos institucionales y de las subjetividades. Asimismo, se recibieron influencias de algunas propuestas latinoamericanas (Rockwell 1980; Santillán 2009) para comprender los procesos de reproducción y producción cultural y la forma en que los sujetos, de manera activa, se apropian de la cultura.

Otros aportes valiosos provinieron de perspectivas críticas de la antropología médica desde las cuales la enfermedad – y en nuestro caso, la crianza – no es solo un asunto de significados, sino también una expresión de situaciones de injusticia debidas a las condiciones de vida de los sujetos y los grupos humanos, como consecuencia de un modelo de desarrollo capitalista que los explota y los margina (Martínez 2009).

Se hace necesario entonces comprender la crianza y la pobreza – que son correlativas – en el marco de un contexto histórico, social y político. Desde una perspectiva neomarxista, la tendencia del culturalismo crítico busca trascender las nociones ortodoxas de clase social y relaciones de producción para recoger conceptos como los de poder y control, propuestos por autores como Foucault. Asimismo, profundiza la crítica a la biomedicina por su poder de control social y político e, incluso, por su capacidad de producir daño iatrogénico (Martínez 2009).[5]

Concuerda esta visión con la crítica que hace Santillán (2009) a la asociación lineal entre cultura y pertenencia social (clase, género o etnia) para pasar al análisis del proceso de producción social de las obligaciones y responsabilidades parentales.

El análisis de los significados se situó dentro de una perspectiva interpretativa de descripción densa (Geertz 1993), en el marco de un proceso simultáneo e interactivo de trabajo de campo y análisis (Boyle 2003). Para esto, se organizó la información por medio de códigos (Strauss y Corbin 2002), según categorías que emergieron del proceso de análisis mediante un procedimiento de comparación constante (Glaser y Strauss 1967). El análisis estuvo cruzado por un proceso de reflexión colectiva, por lo que los procedimientos convencionales de codificación y categorización corresponden a procedimientos técnicos al servicio de esta aproximación analítica.

El equipo de investigación estuvo conformado por cuatro profesores-investigadores: tres del área de la salud y uno de las ciencias sociales. Se integró con una funcionaria del ICFB del área de la nutrición, quien hizo parte de las funciones de trabajo de campo, análisis de información y producción del informe final en calidad de co-investigadora. El trabajo de campo se realizó en un barrio con población vulnerable de la ciudad de Medellín, en el cual hay un importante número de familias desplazadas desde zonas rurales por la violencia armada que vive Colombia en la actualidad. Estas personas preceden de otros municipios del departamento de Antioquia o de otros departamentos. Se seleccionó la asociación que tiene el mayor número de madres FAMI en ese sector de la ciudad y se pidió su participación voluntaria.[6] Nueve de ellas aceptaron participar en el estudio.

Se realizaron seis reuniones con ellas y tres observaciones de las sesiones educativas que desarrollan con las madres usuarias (14 madres usuarias para cada FAMI) y otros adultos significativos (abuelas, padres y otros familiares que participan en la crianza). Además, se hicieron tres entrevistas semiestructuradas individuales, dos de las cuales requirieron dos encuentros.

El proceso de análisis de la información se desarrolló simultáneamente con el trabajo de campo en encuentros semanales del grupo de investigación, en los cuales se socializaron los hallazgos y se plantearon las principales categorías analíticas. Los resultados de las entrevistas fueron presentados en forma de relatos de vida y consolidados en un proceso de sistematización.

 

Hallazgos

La crianza vivida por las madres FAMI

Las madres FAMI que participaron en el estudio viven en la comuna nororiental de la ciudad de Medellín hace varios años y provienen de zonas rurales de Colombia. Su llegada a este municipio se dio como consecuencia del desplazamiento producido por el conflicto político armado del país, o en medio de búsquedas de mejores oportunidades laborales y de calidad de vida.

El territorio en el que viven las madres FAMI y donde realizan las actividades de acompañamiento a las familias usuarias se caracteriza por los altos niveles de pobreza, dificultades de acceso a bienes y servicios para satisfacer las necesidades básicas y problemas de violencia urbana e intrafamiliar. Además un número cada vez más elevado de divorcios se hace perceptible para ellas en sus barrios.

Las madres FAMI tuvieron una crianza en medio de circunstancias muy difíciles. Durante las entrevistas, estas mujeres señalaron el abandono por parte de sus padres y madres cuando ellas eran niñas. Mencionaron con frecuencia que varias personas opinaban sobre sus problemas y necesidades, interviniendo en su cuidado y educación. Además narraron la violencia entre sus padres, el maltrato que recibían de parte de sus cuidadores y el hecho de que no se cuestionaran las decisiones ni las normas rígidas y arbitrarias que se les imponían.

Sobre las relaciones familiares cuando eran niñas, algunas tenían bajo su responsabilidad el cuidado de sus hermanos, el aseo de la vivienda y la preparación de los alimentos para toda la familia, además sentían mucho temor hacia sus padres y un poco más de confianza en sus madres, aunque fueran frecuentes los castigos que ambos les infligían, entre los cuales mencionaron golpizas, gritos, amenazas, maltratos verbales; algunas de ellas se refirieron a la indiferencia y el silencio de sus padres hacia ellas como sanciones más angustiantes que las físicas o manifiestas.

Una característica significativa de este programa es que las madres FAMI vivieron experiencias en su propia crianza que resultan similares a las de las familias que ellas acompañan. De esa manera, estos agentes comunitarios y educativos son sensibles a los problemas de sus usuarias y procuran brindar apoyo pedagógico y psicosocial desde la escucha activa, el acompañamiento y la búsqueda de soluciones, por lo que tienden a realizar una educación más comprensiva y con menos juzgamientos.

Las madres FAMI han construido estas características de su labor, combinando la reflexión constante sobre su experiencia de vida con los aprendizajes que se derivan del acompañamiento que ofrecen a los miembros de las familias usuarias, a quienes pueden percibir más cercanos y, por lo tanto, pueden reconocer como interlocutores. A esas aptitudes integran los procesos formativos que han tenido en el ICFB, con los cuales han apropiado los elementos conceptuales, metodológicos y técnicos sobre gestación, lactancia, crianza y de derechos de los niños, entre otros. Asimismo, en el programa se ha promovido la terminación de la educación básica y muchas han ingresado a programas de profesionalización en el campo de la infancia.

De acuerdo con lo anterior, su labor educativa en el hogar comunitario les ha permitido realizar una crianza que consideran “buena” y lograr reconocimiento en sus familias y en la comunidad como líderes. Con su experiencia de maternidad más satisfactoria y con su trabajo, mediante el cual reciben una remuneración, tienen más capacidad de decisión y mayor autonomía financiera lo cual les permite ser menos dependientes de sus esposos.

Como resultado de ese proceso, las madres FAMI han reflexionado sobre las circunstancias difíciles por las que pasaron durante su crianza, como la ausencia de sus padres durante largas temporadas, al irse a trabajar lejos de casa; o el asumir los adultos trabajos mal remunerados y de alta exigencia física que les generaba estrés, con lo que llegaban los castigos, regaños, las restricciones y las prohibiciones injustificadas, que buscaban promover enseñanzas y por tanto consideraban que era la forma que tenían sus padres y madres de hacer presencia o, en sus palabras, “estar ahí”.

Para ellas, “estar ahí” es la base de una crianza comprometida con el cuidado y la educación de los hijos, y esto en sus casos se logró en medio de carencias económicas, exposición a múltiples formas de violencia en el contexto y desconocimiento de sus padres de otras formas de criar más humanas. Al poner en contraste la crianza vivida como hijas – la que sus padres pudieron hacer –, con la crianza valorada – la que sus padres quisieron hacer – con las situaciones del contexto, muchas de ellas terminaron concluyendo que tuvieron una buena crianza, aunque no repetirían varias de esas situaciones.

También las madres FAMI lograron entender que los ciclos repetitivos de problemas y experiencias difíciles por las que atravesaron ellas con sus madres y sus padres – y estos con sus abuelos – podían romperse. Para ellas, es fundamental asumir una crianza diferente con sus propios hijos, lo cual es algo que ponen en práctica porque además les permite educar con el ejemplo a las familias usuarias y sentir más satisfacción por la coherencia entre la crianza que hacen y la que valoran.

Una “crianza buena” se hace aprendiendo de la propia experiencia

Un principio con el que las madres FAMI realizan la crianza es el de no repetir experiencias pasadas indeseadas, y reforzar los aspectos que ellas consideran positivos de su pasado para el cuidado y la educación de sus hijos. Otro aprendizaje que han logrado estas mujeres en su trabajo es que la educación (formal y no formal) es un medio muy efectivo para realizar una crianza más pertinente. Como resultado de ese desarrollo humano, las madres FAMI consideran que, en la crianza, es necesario:

– la participación de ambos padres, pues ello es clave para el desarrollo de los hijos;

– que la madre ceda espacios y el padre se comprometa con otras funciones distintas a la de la provisión;

– no ignorar a los hijos cuando quieren participar o expresar sus sentimientos, opiniones y emociones;

– delegar responsabilidades del hogar en la medida de las capacidades de cada persona;

– considerar y hacer saber a todas las personas que son importantes y valiosas;

– acompañar y evitar que personas extrañas se inmiscuyan en los asuntos que solo les conciernen a sus hijos;

– manifestar afecto siempre que sea posible;

– tener en cuenta que cada hijo es diferente;

– escuchar a los hijos activamente y de forma permanente.

Las madres FAMI se refirieron de manera recurrente a las normas en la crianza y a los dilemas que enfrentan actualmente las familias usuarias, plantearon que se han hecho más complejas las relaciones de las madres y los padres con los hijos. Los padres y madres, de un lado, sienten que cuentan cada vez con menores recursos para sancionar a sus hijos y educarlos, y que las instituciones del Estado son más exigentes con los cuidadores. Los niños, según las madres FAMI, se vuelven manipuladores al contar con una protección de los derechos que consideran excesiva, amenazan a sus padres y madres con demandarlos si los reprenden o les pegan.

Para ellas, las leyes no son claras frente a ciertas situaciones, pues buscan el bienestar de los niños pero exigen mucha permisividad, lo que tiene consecuencias negativas para los mismos niños. Las madres FAMI piensan que en muchos casos las familias se encuentran ante una serie de amenazas del entorno comunitario, como son los grupos violentos que usan a las personas menores para delinquir o para fortalecer los mercados ilegales del consumo de psicoactivos, haciéndolos consumidores; según ellas, todo esto se hace cada más frecuente en los barrios y ha sido naturalizado por sus moradores.

Estas amenazas le agregan más tensiones a la crianza y deben enfrentarse con firmeza y rigidez para proteger a los hijos. De acuerdo con algunas madres FAMI, en ocasiones la ley y los discursos institucionales, por lo descrito en párrafos anteriores, hacen sentir maniatados a los padres y madres ante este tipo de circunstancias, pero al tiempo los hace sentirse responsables y culpables, desdibujando el actuar de los grupos armados y la capacidad de actuar sobre el desarrollo de niños, niñas y adolescentes.

Su propia experiencia como madres y como educadoras las hace enfrentar las tensiones sobre las formas de sanción, los castigos y la autoridad con los hijos, de una manera más sensible y prudente con las familias usuarias, procurando entender las necesidades y sentimientos de las madres y los padres, los cuales tienen que ver con la impotencia, el temor a ser cuestionados por castigar a sus hijos, las incertidumbres sobre la forma más apropiada de corregirlos y educarlos.

Las madres FAMI han concluido que reprender a los hijos con palmadas (mesuradamente), sin rabia, con la finalidad de educar y como último recurso ante otras opciones puede resultar propicio ante la necesidad de educar y cuidar a los hijos, en contravía de los discursos disciplinares; según ellas, los padres y las madres deben realizar estas prácticas (palmadas mesuradas) si a ello le integran el otorgamiento de responsabilidades a sus hijos, si no son complacientes en extremo cuando ocurren otras situaciones y si además interponen el diálogo y las relaciones más democráticas con mayores manifestaciones de afecto.

La crianza que realizan las madres FAMI con sus hijos: la crianza que se valora no es la que siempre se puede realizar

Las madres FAMI realizan la crianza en medio de vicisitudes, cuestionándose las normas, los principios y los valores que los discursos institucionales y científicos les plantean, a los que se refieren al mencionar la puericultura (en sus campos de nutrición, estimulación, autoridad y afecto), la pedagogía, la nutrición, y los planteamientos sobre protección de las leyes y normas, desde los cuales el castigo físico es visto como una forma de agresión, es algo sancionado y disciplinado. Ellas califican estos discursos como positivos, puesto que buscan la protección de los niños, pero también los ven como rígidos e inflexibles, al no considerar situaciones particulares.

Son conscientes de que no siempre el cuidado y la educación de sus hijos puede ser como ellas quisieran porque, en medio de todo ello, están las presiones sociales del contexto, las que les imponen sus propios familiares y los conflictos y los riesgos a los que se exponen sus hijos tanto en la escuela como en el colegio y en el barrio.

Las presiones de las que hablan las madres FAMI tienen que ver con su papel como madres, el cual está atravesado por formas de evaluarlas a ellas como mujeres y que generalmente las ubican en el plano de lo doméstico. También está la demanda constante que deben hacerles a los padres (sus parejas) para que asuman un papel más activo en la crianza. En cuanto a la experiencia con cada hijo, enfrentan dificultades porque estos han aprendido sobre sus derechos y los demandan, pero con esas posiciones a veces buscan evadir sus responsabilidades en el hogar.

Los vecinos, las suegras y los maestros de las escuelas intervienen en la crianza y coadyuvan a hacer más compleja esa labor con sus opiniones, cuestionamientos y consejos, a veces contradictorios entre ellos. Las madres FAMI son sensibles a las experiencias de sus hijos y saben que la crianza tiene grandes repercusiones sobre sus vidas, lo que les genera dilemas por las responsabilidades que acarrean.

Otra presión que enfrentan las madres FAMI es la de ser madres y líderes al mismo tiempo, puesto que deben enseñar y dar ejemplo de valores, normas y principios que en ocasiones se hacen difíciles de seguir, tanto para ellas como para las familias usuarias. Algunas de sus experiencias muestran que las recomendaciones de los médicos, y los asesores del ICFB, son insuficientes para realizar la crianza, y que para tomar decisiones se deben tener en cuenta su experiencia como hijas, la experiencia de las abuelas, la misma posición de sus hijos, el contexto cambiante y también los conocimientos científico-técnicos.

Ellas se refieren por ejemplo a la lactancia materna exclusiva durante los primeros seis meses de vida, que se presenta como algo muy importante para el desarrollo del niño desde este tipo de discursos, pero que también termina haciendo cuestionable el no realizarla, inclusive cuando no se puede. Han visto cómo algunas madres tienen dificultades para lactar, porque el hijo no quiere consumir, no producen alimento, están lastimadas, o experimentan temor o pena al sentir estimulación placentera lactando.

Estos asuntos no son abordados en los encuentros con el personal de salud, con asesores profesionales de instituciones y programas y proyectos de otro tipo. Según las madres FAMI, todo esto requiere un abordaje más cauteloso y un encuentro educativo basado en la confianza y en el reconocimiento del otro.

Muchas veces las madres FAMI piensan que al seguir las normas y las pautas propuestas desde los discursos institucionales terminan realizando una crianza muy permisiva, a veces también la ven como algo imposible, pues para realizarla se requieren condiciones económicas, psicológicas, sociales y culturales muy diferentes de las que ellas tienen. Al no seguir estas directrices las madres FAMI pueden perder la estima y el respeto de sus hijos y vecinos; es decir que ellas realizan una crianza vacilante, con dudas y temores debido a las presiones de los discursos y a las exigencias propias del proceso de crianza de sus hijos y que se les presenta por ser agentes educativos comunitarios.

Al reflexionar sobre las experiencias de crianza, varias de las madres FAMI concluyeron que han hecho bien su labor y que esas vicisitudes hacen parte del papel de la maternidad y de la crianza. Por su lugar como educadoras y consejeras saben también que esto les ocurre a las familias usuarias y que es justamente una de las situaciones que les demanda más acompañamiento como líderes educadoras y acompañantes de las familias.

En medio de los dilemas mencionados, las madres FAMI consideran que realizan una crianza más democrática porque el dudar las ubica en una posición de apertura frente a las necesidades de cada persona y de ellas mismas como madres, mujeres y esposas. Es decir que ceden en ocasiones pero en otras se imponen, evitando caer en posiciones excesivamente autoritarias o permisivas. En algunos casos, las madres FAMI también sienten que sus esfuerzos no son recompensados porque ocasionalmente sus familiares no valoran esos aportes y no entienden los dilemas que enfrentan.

Finalmente, se puede notar cómo la experiencia en el hogar FAMI se hace enriquecedora porque transforman sus vidas como mujeres, compañeras y madres, lo que les hace sentir que están creciendo y aprendiendo constantemente en el seno de su familia y en su interacción con otras madres de la comunidad. Han construido autonomía y fortalecido su autoestima porque sienten que su voz es tenida en cuenta en la comunidad y en sus hogares.

De esa manera, ellas señalan algunas de las experiencias que han tenido como madres FAMI y que hacen enriquecedor ese papel comunitario. Desde que ingresaron al programa manifiestan más afecto a sus hijos, tratan de entenderlos más en sus procesos de aprendizaje, evitando juzgarlos y animándolos, comprendiéndolos como personas que cometen errores. Han establecido relaciones más horizontales con sus compañeros (esposos), rompiendo vínculos de dependencia emocional o económica y favoreciendo la crianza; algunas se han divorciado al reconocer situaciones injustas o de maltrato, ante las que estaban expuestas ellas y/o sus hijos, pues son temas que tratan con sus usuarias y sobre los que reciben formación institucional.

De acuerdo con sus relatos, algunos de sus hijos agradecen el ingreso de su madre al programa como agente educativa, pues su forma de criar se ha enriquecido y convertido en algo de mucho provecho para ellos como hijos.

 

Discusión

La crianza que realizan las madres FAMI se debe entender como un ­complejo histórico, sociocultural y ontológico (Peñaranda 2011) cruzado por ­demandas que, según Sousa Campos (2009), se pueden definir como internas (­aspiraciones, intereses y deseos) y externas (provenientes de otros sujetos, instituciones, organizaciones y el contexto económico, cultural y social).

Dichas demandas ponen en tensión la crianza que valoran ellas (ideal de crianza) con la crianza que finalmente pueden llevar a cabo (crianza real). Estas demandas generan conflictos (Santillán 2009) que son el resultado de un sujeto concreto, producto y productor de una sociedad y una cultura particulares. Sujeto y ambiente, desde una visión dialéctica, son lo mismo, pero distintos; están en continuo devenir (cambio) y la transformación de uno es la transformación del otro (Sousa Campos 2009; Houlgate 2006).

Esta relación dialéctica entre un sujeto concreto y un ambiente particular se puede entender como la materialización de unas experiencias del sujeto, unas subjetividades provenientes del ambiente simbólico y unas condiciones socioeconómicas en las que la madre FAMI lleva a cabo la crianza (figura 1).

Los significados que para el sujeto adquiere la crianza se relacionan con sus experiencias. En este caso, son especialmente significativas la experiencia de crianza que la madre FAMI haya vivido como hija, como madre, como miembro de su familia (Stern 1997) y otras experiencias relacionadas con su función en el programa. Al analizar los significados que para las madres FAMI tiene la crianza, se podría decir que experimentaron en su niñez una crianza muy difícil y en condiciones socioeconómicas precarias.

A pesar de que recuerdan con dolor muchas de estas experiencias, consideran que tuvieron una crianza buena porque su madre “estuvo ahí” (hizo presencia). Esta categoría hace referencia a un significado de cuidado que no encaja completamente con el discurso biomédico o con el de la protección de la niñez. Este sentimiento de una buena madre que se preocupaba por ellas así estuviera ausente, estuvieran en las condiciones materiales más precarias, las sometieran a castigos físicos, o no les expresaran manifestaciones de cariño (como se propone desde los discursos institucionales), tenía que ver con la seguridad que produce el tener alguien que estaba pendiente de sus necesidades fundamentales, alguien con quién contar “siempre”, lo que remitía a un sentimiento de “certeza”.

Así que ellas juzgan positivas y valiosas algunas de estas prácticas y discursos que incluyen en su ideal de crianza, pero también juzgan como inapropiadas y perjudiciales otras. Tal como lo plantea Santillán (2009), las experiencias sociales y culturales de las madres cumplen un papel importante en los significados y en las prácticas de crianza en las poblaciones subalternas.

Estos juicios los emiten como resultado de un proceso de reflexión y aprendizaje continuado producto de la crianza que vivieron cuando eran niñas, la que han hecho con sus propios hijos y también como resultado de sus experiencias como educadoras en crianza. Dicha interacción con otras madres ha sido importante para reflexionar sobre su propia crianza y la crianza en general. Se evidencia así el papel activo en la producción de sentido en la crianza por parte de las poblaciones subalternas, lo que controvierte, como lo afirma Santillán (2009), la supuesta pasividad en las madres de este tipo de barrios.

Por otro lado, los acontecimientos vividos las fortalece, pues las obliga a un acto de conciencia renovada en el que se hace real el pasado para no quedar atrapadas en él, rompiendo de este modo con la concepción lineal de tiempo, como lo expresa Zemelman Merino (2016).[7] De esta manera la madre FAMI se recupera del pasado como conciencia renovada; el pasado se hace real porque se sintetiza en el presente, y lo articula con el futuro (Zemelman Merino 1998). Esto permite comprender los conocimientos sobre crianza como el resultado de resignificar y revalorizar las experiencias, conocimientos, valores y prácticas que vienen desde la experiencia infantil sobre la crianza.

La madre FAMI sufre la imposición de subjetividades relacionadas con ser mujer, madre, pareja, educadora y líder comunitaria (ver Everingham 1997).[8] Estas subjetividades, producto de discursos propios de saberes populares, institucionales y científico-disciplinares, se dan en un escenario de conflicto en la medida en que representan diferentes estatutos de verdad (Berger y Luckmann 1968). El sujeto resignifica (singulariza) esas subjetividades recogiendo, relativizando o rechazando los diferentes discursos y conciliando, a su manera, las contradicciones y conflictos que estos generan (Peñaranda 2011).

De este modo, la madre FAMI aborda las subjetividades que se le proponen desde los diferentes ámbitos institucionales y sociales sustentada en sus experiencias, sus condiciones como sujeto y sus condiciones socioculturales, con lo cual resignifica (singulariza) estos discursos. Esto se observa, por ejemplo, en los desacuerdos para con algunas demandas provenientes de los discursos institucionales, como el de los derechos de los niños, que las madres FAMI identifican – en algunos aspectos – como exagerados y, por lo tanto, inconvenientes porque fomentan la permisividad y la pérdida de la función continente de la madre, quien debería ejercer una crianza con firmeza.

No obstante lo anterior, a su vez los aprendizajes institucionales y científico-disciplinares les permiten desarrollar una reflexión más amplia desde la cual abordan críticamente los discursos de los saberes populares, aceptando unos y rechazando otros o confiriéndoles nuevos sentidos. La crianza, entonces, se desarrolla en un escenario configurado por sentidos en disputa, en el cual las madres FAMI también producen alternativas y resistencia a los discursos institucionales que pretenden controlar y vigilar la sociedad, por medio de nuevas demandas y exigencias y por la imposición de prácticas (Santillán 2009; Barrios-Acosta 2013).

Estas disputas sobre los derechos de los niños no sólo se producen en este programa; distintas voces en el contexto internacional proponen miradas críticas de los procesos de “modernización” que supone la implementación de la Convención de los Derechos de los Niños (CDN) (Llobet 2006, 2011; Fonseca 2004, 2007; Schuch 2009; Villalta 2010).

Las políticas de infancia que se sustentan en la CDN y en el paradigma de protección integral que esta promueve (Villalta 2010; Fonseca 2007) despliegan significaciones y representaciones sobre la infancia desde donde se trata a los niños y niñas como casos (sociales, psicológicos, en riesgo), se parte de entender la desigualdad y las asimetrías generacionales y entre países como naturales y objetivas (Llobet 2006, 2011), por lo que no se tienen en cuenta las fuerzas históricas, familiares, comunitarias, culturales, territoriales e institucionales con las que se cuenta para la garantía de derechos de niños y niñas en lo local (Fonseca 2007; Llobet 2006).

Se puede plantear también que no se tienen en cuenta las posibilidades y limitaciones para la ampliación de derechos para niños y niñas por parte de sus cuidadores significativos, quienes son los que enfrentan en muchos casos las vicisitudes de las inequidades y las desigualdades sociales para lograr una crianza más productiva y satisfactoria, lo cual incide en la forma en que estas personas cuidan y educan a los niños. Llobet (2006) se refiere a este asunto al mencionar que las necesidades de los niños y niñas deben ser debatidas y sintetizadas por los adultos, y esto, según lo que se ha venido exponiendo, implica retomar los discursos populares como parte integral del reto para garantizar los derechos de los niños.

Un aspecto clave para comprender la crianza y el significado que ella tiene para las madres FAMI consiste en reconocer las condiciones socioeconómicas en que realizaron (o realizan) la crianza de sus hijos y sus circunstancias como sujetos (en términos de desarrollo humano). Esto implica considerar al sujeto singular como síntesis de sus características y condiciones de orden biológico, afectivo-emocional e intelectual-cognitivo, así como la situación socioeconómica en la que el sujeto se encuentra, su interacción con otros sujetos, organizaciones e instituciones y su inserción en una cultura particular (Sousa Campos 2009).

Como producto de un sujeto que hace parte integral de un ambiente sociocultural surgen intereses (dimensión racional y consciente del sujeto), deseos (dimensión inconsciente no sujeta a la racionalidad) y necesidades (entendidas no solo como carencias, sino también como potencialidades y configuradas como resultado del desarrollo de habilidades y los recursos ofrecidos por el medio) (Sousa Campos 2009; Max-Neef 1993; Nussbaum 2011).

En este orden de ideas, el programa les ha facilitado mejores oportunidades para avanzar en su florecimiento como mujeres, madres, compañeras/esposas (o madres cabeza de hogar), educadoras y líderes comunitarias, con lo cual ellas también han avanzado en la transformación de sus ambientes inmediatos. Así que explicar la crianza que las madres FAMI realizaron (o realizan) implica también comprender la forma como se promovieron sus capacidades y se fortaleció su autonomía (en un marco de interdependencia) y cómo, además, ganaron reconocimiento (García Mora y Salazar Henao 2013).

 

A manera de conclusión

Analizar la crianza va más allá de las prácticas de crianza y de los significados que a estas se le atribuyen. Tiene que ver con las condiciones de vida en las que cada crianza se lleva a cabo no solo comprende el bienestar y desarrollo humano del niño, sino también el de la madre, el padre y demás cuidadores, lo cual se refiere a las oportunidades para vivir la vida que se valora y, por lo tanto, corresponde a un asunto de justicia social.

Las madres FAMI han experimentado valiosos cambios como resultado de su experiencia como agentes educativas, pues ese papel les ha servido para superar dilemas de otras dimensiones de sus vidas y de sus posiciones como madres, mujeres, esposas o ciudadanas. Por la autonomía económica que construyeron con el subsidio que les aportaba el ICFB, por la seguridad alcanzada como madres y mujeres al realizar una crianza con firmeza, pero cuestionada por ellas mismas para mejorarla, por su reconocimiento como líderes, por haber avanzado en sus grados de formación, y como resultado de los aprendizajes en su trabajo como educadoras de otras madres, estas mujeres lograron un florecimiento humano en muchas dimensiones de sus vidas.

Las madres FAMI hacen una mejor crianza no solo porque saben más, sino fundamentalmente porque el programa les ha brindado mejores oportunidades para avanzar en su desarrollo humano y, por lo tanto, en la realización de la crianza que valoran – una crianza más constructiva y productiva tanto para ellas como para sus hijos. Esto también es el producto de una crianza reflexionada en la que ellas se cuestionan como sujetos para enfrentar y resolver dilemas morales, preguntándose si sus cuidados y enseñanzas son las que sus hijos requieren y que ellas deben realizar. Es una crianza que tiene en cuenta al niño como sujeto y que se pregunta por las repercusiones en la vida de este, con tensiones de diferente orden que generan incertidumbre, pero que se hace más satisfactoria en la medida en que se adquiere una conciencia más amplia.

Sin dejar de valorar la educación realizada en el sector salud por la necesidad de contar con los conocimientos científicos, también debe reconocerse su carácter normalizador, el uso frecuente de prácticas pedagógicas culpabilizantes y las limitaciones para responder a las necesidades y particularidades de los sujetos. Por esta razón, la educación sobre crianza que se lleva a cabo en los diferentes programas e instancias de los servicios de salud, en ocasiones, pueden generar demandas y exigencias que, en vez de aportar en la conciliación de los conflictos en la crianza, puede exacerbarlos.

Es necesario comprender a esta educación como un proceso de producción social de significados, obligaciones y responsabilidades sobre la crianza, pero también como una práctica de reproducción y producción cultural que implica el ejercicio del poder y control sobre las vidas de las personas, y la definición de realidades a partir de la ficción que produce la acción estatal, al instalar conceptos y categorías que definen a los sujetos, les exigen formas particulares de comportarse y definirse (hábitus en un sentido bourdeano) en la familia, el hogar, y los escenarios públicos, impactando y transformando realidades y creando un campo de relaciones reguladas y controladas (Bourdieu 1997). Al reconocer su carácter político, estos procesos podrían orientarse hacia la promoción de acciones educativas más dialógicas, democráticas, pertinentes y productivas.

Las madres FAMI, en su reflexión para la acción como educadoras, tienen en cuenta los contextos de las familias a su cargo, así como las características particulares de cada una, que han ido conociendo en su contacto día a día. Pueden entonces resignificar esos conocimientos que desde el discurso de las ciencias han recibido. Aparece por tanto una educación pertinente en la que el sujeto en sus circunstancias es valorado.

En otros escenarios, como el de la protección social, se impulsan discursos como el de los derechos de los niños, cuya importancia para el logro de la vida que se valora es indudable, pero la rigidez y verticalidad con la que en ocasiones se hace limitan su poder para promover una crianza más productiva y satisfactoria para madres e hijos. Así, aunque reconocemos la necesidad de darle preeminencia a los derechos de los niños, se debe tener cuidado con los discursos que se fundamentan sólo en estas posiciones, ya que según autores como Théry (1992, citada por De Dinechin 2006) puede generarse una atomización de los derechos de los miembros de la familia y la creación de categorías de “lobbies” que se enfrentan entre sí. Esto puede afectar una perspectiva de relación mutua que debe prevalecer al interior de la familia, que además debilita la concepción de valores colectivos (Carbonnier 1996, citado por De Dinechin 2006).

Se puede notar cómo muchos de estos discursos se aplican sin tener en cuenta el contexto sociocultural y al sujeto mismo, lo que es propio de posiciones universalistas de la ética, criticados por perspectivas feministas (Benhabib 1992) y comunitaristas. Dichos debates, que vienen de la sociología jurídica y la filosofía moral, indican la necesidad de una perspectiva transdisciplinar para abordar la comprensión de la crianza y de los derechos de los niños.

Los derechos de los niños desde la perspectiva que se plantean en la CDN pueden entenderse como fenómenos sociales que concretan una mirada sobre la infancia (Villalta 2010; Llobet 2006) y resultan de fuertes tensiones producidas en el encuentro de diferentes miradas sobre el ser niño, los derechos humanos, la justicia, la protección y el bienestar (Llobet 2011; Fonseca 2004; Schuch 2009).

Todo lo anterior se desata en lo que Llobet (2006) define como las interacciones sociales al interior de los programas sociales. Para la autora, estos fenómenos son propios de la modernidad avanzada y acarrean la construcción de un sujeto político (ciudadanía de la infancia) como resultado de llevar a los niños y niñas desde una vida pública (escenarios laborales) hacia otra, instalándolos en el hogar y en la escuela (asumidos como escenarios naturales de niños y niñas), y demandándole a sus actores significativos una transformación radical de sus posiciones y actitudes particulares en relación con los niños y niñas.

Las posiciones frente dichas transformaciones, como se mostró aquí, generan tensiones entre los cuidadores significativos de niños y niñas, representantes de instituciones, y actores comunitarios como las madres FAMI, ya por sus propias experiencias de crianza que permiten asumir posiciones diferentes a la hegemónica, por los retos y problemáticas que deben enfrentar en el cuidado y en la educación estos actores significativos de la crianza de los niños, o ya porque los objetivos de los discursos institucionales como los que se promueven desde la CDN, al asirse en las políticas, son por lo general el control y el disciplinamiento (Schuch 2009).

Las políticas tienen al menos dos tendencias de ampliación de los derechos al basarse en la CDN (Llobet 2006). Una de ellas es transformadora de las condiciones de vida de niños y niñas, la otra tendencia es reproductora de las desigualdades sociales y las iniquidades, dado que hace tratos diferenciados por condiciones culturales y económicas. Este estudio permite ver que al pensar en la garantía de los derechos de niños y niñas, en cualquier iniciativa proveniente de cualquier sector o grupo social, es necesario tener en cuenta al menos los siguientes elementos:

– las diferencias locales en las concepciones sobre la infancia;

– las diferentes concepciones de justicia y de derechos humanos que se entrecruzan en las interacciones sociales alrededor de la infancia;

– la forma en que se producen los significados sobre los derechos humanos de niños y niñas, así como las prácticas con que se buscan garantizar dichos derechos.

La transformación de la crianza en las familias colombianas no puede hacerse sin comprender la historia y las experiencias de la crianza que han vivido madres y padres, y sin tener en cuenta su desarrollo humano y sus condiciones socioeconómicas y culturales. Muchas veces estos discursos se convierten en imposiciones con poco efecto, pues no corren parejo con la generación de las oportunidades necesarias para avanzar hacia la vida que se valora, requerida para una transformación en la crianza.

Se requiere entonces una educación en crianza más dialógica, más reflexionada y menos normalizadora en la cual los educadores reconozcan la dificultad de juzgar a las madres y los padres, pues existen múltiples “buenas” crianzas que dependen de condiciones y situaciones individuales, colectivas y contextuales. Por esto se requiere un educador que pueda enseñar y aprender de esas otras “buenas” crianzas y entender que ninguna crianza está ya dada, que todas son difíciles y se realizan en medio de conflictos muy complejos.

La educación que realizan las madres FAMI permite conocer y sensibilizar a todas las participantes frente a las situaciones que viven sus pares, y esto promueve la solidaridad entre ellas, construye vínculos que trascienden en el tiempo, contribuye a fortalecer redes de apoyo, convirtiéndose en un soporte social valioso en la comunidad.

El caso de las madres FAMI muestra una ruta de la cual puede aprender el sector de la salud. Así se hallan pistas para realizar una educación sobre crianza más sensible, pertinente y cercana y esto también contribuye a acortar las brechas entre el discurso científico y el discurso común existente entre las familias usuarias y el personal de salud. Ellas pueden enseñarnos cómo trascender las tensiones que produce el encuentro de diferentes tipos de discursos, y abrir caminos para abordar este fenómeno que se relaciona con el desarrollo humano y le da paso a la vida antes y después del nacimiento, así como a la dignidad y a la salud de las poblaciones.

Es importante llamar la atención sobre la pertinencia que para este estudio tuvo una orientación etnográfica que trascendiera el espacio microsocial a fin de abordar los factores estructurales de opresión y control como los discursos institucionales y las subjetividades que de otra forma quedarían escondidos. Esta visión amplia de las condiciones socioeconómicas y culturales en las que las mujeres y los hombres realizan la crianza permite comprender las oportunidades – o las limitaciones – para desarrollar la crianza que se valora, en el marco de un escenario simbólico de disputas que genera presiones, demandas y resistencias.

 

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NOTAS

[1]       Entendemos por crianza el proceso interactivo y dialéctico entre padres e hijos, como el complejo sociocultural, histórico y ontológico en el que se llevan a cabo roles y funciones fundamentados en el cuidado, la educación, el afecto y la autoridad entre cuidadores significativos y niños. Distinguimos este concepto de criança, en portugués, pues éste equivale a niño en español.

[2]       El nombre de la investigación fue: “Significados del proceso educativo sobre la crianza, la maternidad y la lactancia en el programa FAMI del Centro Zonal Nororiental del ICFB en la ciudad de Medellín, 2011-2013”. El estudio fue avalado por Comité de Bioética de Investigación de la Facultad Nacional de Salud Pública de la Universidad de Antioquia en la sesión del 1 de marzo del 2012 (acta 060). Su objetivo fue comprender los significados del proceso educativo sobre la crianza, la maternidad y la lactancia para los adultos significativos y los agentes educativos en el programa FAMI del Centro Zonal Nororiental del ICFB en la ciudad de Medellín, como insumo para promover la cualificación de dicho programa, el desarrollo teórico de la salud pública y la construcción de orientaciones pedagógicas tendientes a cualificar la educación que se lleva a cabo en los programas del sector salud que atienden la mujer embarazada y los niños.

[3]       El ICFB es el ente del Estado colombiano que ejerce la rectoría del Sistema Nacional de Bienestar Familiar, cuyo propósito es el bienestar, el desarrollo humano y la garantía de derechos de las familias del país y de los niños, niñas y adolescentes entre los 0 años y los 17 años cumplidos (período que comprende la población objeto del código de infancia y adolescencia, Ley 1098 de 2006). Su enfoque de trabajo ha sido el bienestar y garantía de derechos de los niños y niñas del país. Al momento de realizar esta investigación, el ICFB funcionaba mediante 33 regionales distribuidas por todo el país y coordinadas a nivel nacional. Cada regional orienta grupos de centros zonales. La Regional Antioquia cuenta con 16 centros zonales. Tres de ellos atienden la población de la ciudad, y otros dos funcionan en los municipios de Bello e Itagüí, cercanos a la ciudad capital del departamento en el área metropolitana, donde hay cinco centros zonales. Esta investigación se realizó en el centro Zonal Nororiental 1, el cual presta atención en las comunas 1, 2, 3, 4 y parte de la 10 de Medellín; las primeras cuatro comunas están ubicadas en la zona nororiental, y son algunas de las que presentan mayores niveles de vulneración de derechos de sus habitantes, especialmente por condiciones de pobreza. Se observan allí los indicadores más bajos de calidad de vida y de desarrollo humano de la ciudad, predominan también los estratos socioeconómicos más bajos de la clasificación socioeconómica que hace el Estado colombiano (estratos 1, 2 y 3 predominantes, entre un total de seis estratificaciones para el país, siendo las últimas las que representan a las clases sociales más altas).

[4]       Medellín es la segunda ciudad más poblada de Colombia y es la capital del Departamento de Antioquia. De acuerdo con cifras del Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas (DANE 2010), la ciudad cuentaría con 2.464.322 habitantes en el 2015. Se halla ubicada al interior del país, en una zona conocida como el Valle de Aburrá.

[5]       Daño iatrogénico se refiere a los daños de salud producidos como consecuencia de la práctica de la medicina.

[6]       Las madres FAMI se organizan en asociaciones. Estas asociaciones también corresponden a las instancias para concertar el trabajo comunitario.

[7]       “El pensamiento tiene que seguir a la historia en el sentido de adecuarse creativamente a los cambios de los procesos históricos. Esto supone asumir muchas cuestiones, por lo menos dos que son básicas: una, que los fenómenos históricos no son fenómenos lineales, homogéneos, simétricos, ni están sometidos a la mecánica celeste de nadie […] La segunda involucra al problema del tiempo. Las temporalidades de los fenómenos son muy variables, los tiempos son múltiples, no hay un solo tiempo que fije el fenómeno, sino muchos tiempos y eso, evidentemente, es uno de los grandes desafíos para el conocimiento” (Zemelman Merino 2016: 15).

[8]       Los sujetos se constituyen por medio de un cierto número de prácticas de poder, producción de verdades y producción de subjetividades, consistentes en valores, ideas y sentidos producidos en el encuentro con los otros y mediadas por instituciones, prácticas y procedimientos que incluyen el lenguaje, la tecnología, la ciencia, los medios de comunicación, el trabajo, el capital y la información, entre otros, y que configuran diversas formas de percibir el mundo y actuar en él. Es un proceso de producción, reinvención, modificación y abandono que se da en medio de procesos de luchas y resistencias, entre modos diferentes de subjetivación y resistencias de los sujetos hacia las imposiciones, a lo que Guattari (citado por Vagas 2009), denomina como “procesos de singularización”.

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