La mayoría de las obras de Marco Moreira (n. Favaios, Portugal, 1978) no llevan títulos, pero las entradas de los proyectos en su página web anuncian claramente su ámbito de acción y reflexión en torno al dibujo y la sistemática de su trabajo: Maquinando o debuxo, Delineando, Drawing, Aldrabice, Graphite pencils, Girando em torno dos mesmos eixos vezes sem fim…; aunque sus obras no guardan las convenciones propias de la disciplina, saliendo del soporte tradicional del papel e invadiendo el espacio tridimensional y la experiencia temporal.
Es significativo observar como las prácticas artísticas y especulaciones teóricas de los artistas que trabajan en “campos expandidos” de las disciplinas tradicionales giran a menudo alrededor de sus características fundacionales -materialidad, proceso, intencionalidad-. Tal como precisa Almudena Fernández, en el caso de la pintura:
Con la dilución de los géneros se pone en evidencia que las nociones paradigmáticas que definían específicamente la categoría de pintura desembocaban en un proceso complejo de construcción cultural forjado en convenciones ideológicas, técnicas, estéticas, perceptivas, procesuales o matéricas que se fueron asentando a lo largo del tiempo. (Fernández, 2015:15)
Las rupturas iniciadas con las vanguardias del s.XX obligaron al dibujo, al igual que a la pintura y la escultura, al cuestionar estas convenciones, “a redefinirse en nuevos aspectos formales y conceptuales (…). Y esta redefinición pasó, sin duda, por un reencuentro con su esencia” (Horcajada-Torrego, 2012:70).
Estoy involucrado en una especie de proceso reductor con el que trato de encontrar imágenes que estén más y más cercanas al límite, (…) quiero lograr una afirmación absoluta o final, poner fin al proceso, vencer el tiempo (…) reflejar el deseo de salir tomando pasos lógicos. (Robert Morris a John Cage, 1961)
1. El lápiz pensante (medio y objeto)
Si pensamos en el dibujo, el primer instrumento que nos viene a la cabeza es un simple lápiz de grafito; herramienta básica para esbozar o detallar imágenes, formas e ideas. En las obras de Marco Moreira, el lápiz es un recurso constante que pasa, según las obras, de su función de herramienta a material de la obra misma, sin perder nunca su valor simbólico. Themedium is (also) the message (Guerra, 2015). La reflexión sobre la disciplina está aquí revelada por el objeto-médium más sencillo y precario; entendiendo que la precariedad y la facilidad del medio suponen una mayor agilidad mental y de realización, con “la multiplicidad de posibilidades que puede tener lo más cotidiano y lo más cercano”, precisa Carlos Miranda (2018).
En la obra “What you see is what you see and what you saw is what you saw and what you see is what you saw and what you saw is what you will see” (2018), Marco recorta unas hojas de papel cubiertas de grafito en una serie de marcos decrecientes, cuya medida está determina por la del ancho de un lápiz. Esta pieza es un guiño referencial a la obra de Frank Stella: «What you see is what you get» (1966), donde los trazados sistemáticos retoman el ancho de diferentes tamaños de brochas. Estas obras cuestionan, reanimando la relación ancestral del trazo con el pensamiento, las posibilidades básicas y formales de la herramienta.
Cuando Marco utiliza el lapicero (para trazar simples líneas directamente o por medio de sus máquinas o para rellenar mecánicamente superficies monocromas) quiere resaltar también sus cualidades perceptivas: trazos rigurosos, brillo del grafito y variaciones de grises. Cabe recordar que Marco se benefició de una residencia en la Fábrica Portuguesa de Lápis, Viarco, en 2012. El objeto lápiz, por su parte, le permite elaborar objetos de formas geométricas con lapiceros recortados, como dibujos espaciales muy poéticos precisamente por su carga simbólica. (Figura 1)
En otra ocasión, Marco reúne las dos posibilidades, combinando dibujos, en forma de recuadros trazados sobre el muro, junto a la mismas formas tridimensionales realizadas uniendo lápices entre sí. Los recuadros delimitan unos espacios vacíos, a modo de unos marcos que podrían aludir a la hoja en blanco, a obras potenciales. (2017) (Figura 2)
“Un dibujo es siempre una interrogación sobre su propia posibilidad”, decía Jacques Derrida.
2. Proceso y repetición, como la vida misma
Muchas de las composiciones de M. Moreira pretenden señalar el tiempo de ejecución, el acto mismo y su reiteración. “Podría ser que el acto de dibujar postmoderno, íntimamente relacionado con el proceso y su demora, se haya trasformado hoy en una forma de resistencia” (Horcajada, 2012:38), frente a la inmaterialidad y la velocidad de los procesos digitales. Precisión y monotonía de los gestos repetidos aportan consistencia morfológica al tiempo y empatía física con las formas.
“Girando em torno dos mesmos eixos vezes sem fim…” es el título de una de las exposiciones de M. Moreira, 2015, donde presenta diferentes máquinas de dibujar. Estos artilugios, con sus protocolos bien definidos, resaltan esta relación entre la propuesta y el resultado, pero también entre el tiempo, la acción y el movimiento (corporal o mecánico) durante el proceso. (Figura 3)
El trazado resultante no es el fin, sino el valor fenomenológico y experiencial del acto de dibujar, donde la acción es eco de una vivencia posible que se desarrolla en la repetición y el automatismo, como en la vida misma. En la ponencia “Arte como vitalidad esencial” Marco Moreira teoriza, apoyándose sobre unos textos de Álvaro de Campos, sobre esta relación del arte con la vida desde la intensidad de las fuerzas de integración y desintegración en toda actividad: “Lo que me interesa pensar es el dibujo como actividad, esta que es vida y, a su vez, poder añadir, según Álvaro de Campos, la actividad como intensidad de vida (o vitalidad).” (Moreira, 2019)
Cuando un artista está en su estudio trabajando en sus proyectos, sus actividades van a implicar siempre una acción sobre las cosas, una transformación de la materia, y su relación con el espacio, sea únicamente haciendo garabatos en un papel, (…) sus movimientos dejarán a través de sus gestos un rastro, una huella, una marca, un vestigio de su presencia y de su hacer, de su vivir. (…) cualquier objeto que salga del estudio, sea bidimensional o tridimensional, existe esencialmente porque es un objeto dibujado (…), consecuencia natural de la relación del artista con las cosas del taller, que lo define en una existencia, como ser que vive y experimenta el mundo. (Moreira, 2019)
3. Artificio en el taller
Siguiendo esa lógica, Marco Moreira decide, durante una residencia en la Térmica de Málaga (2018), apropiarse de unos elementos de su taller, propios de todo espacio arquitectónico como la puerta y el suelo. Al observar que las medidas de la placa de la manilla de la puerta de entrada coincide con las de las baldosas del suelo, el artista desarrolla unos complejos juegos plásticos en torno a la placa original de la puerta, replicando unos elementos con cartón, el color y el brillo del aluminio con mina de grafito, además de registrar las baldosas y sus intersecciones con la técnica del frottage. Este conjunto se titula “Aldrabice” (engaño, artificio); Marco reflexiona aquí sobre el dibujo como medio para recoger y representar una realidad, en tanto que usurpación en la semejanza. (Figura 4)
La obra “Back to work after a break” reincide en engañarnos, esta vez con una doble fotografía, una de las cuales apoyada en el suelo semeja ser un espejo; aunque al observar con más atención, distinguimos la abertura de una puerta, la del estudio (por donde vuelve precisamente el artista a su trabajo). La misma puerta da pie a otra obra, recreada a escala con un entramado de impresiones fotográficas, marcadas por unos pliegues. Las marcas forman una retícula de direcciones oblicuas que prolongan el registro de las intersecciones entre las baldosas, visibles en la falsa placa de la manilla. Las técnicas de plegado y de frottage aluden al carácter inmediato del gesto, ampliando las posibilidades perceptivas del dibujo. (Figura 5)
En esta serie se manifiestan la riqueza y la complejidad de las reflexiones de Marco Moreira que van desplegando y entrelazando resultados encadenados con sus diferentes capas de sentidos. “La lógica del absurdo cotidiano da paso a otro universo mucho más complejo, donde la eficacia de los objetos no responde a su funcionalidad, sino a su concepción física y simbólica” apunta Sara Donoso (Donoso, 2019:20)
Consideración final. “Mi trabajo, considera tu percepción de ver”
Los recursos utilizados por Marco Moreira son conformes a toda buena argumentación discursiva, se apoyan sobre una estética concisa y elocuente, con connotaciones de naturaleza minimalista (economía de medios, rigor geométrico, pautas y protocolos) y el uso de figuras retóricas como la alegoría o la metáfora, a menudo acompañadas de un discreto humor, que favorecen sin duda la implicación sensible, emotiva y especulativa del espectador. “O meu fazer, cogita a tua percepção de ver” es le título de una recién exposición en Módulo, Centro Difusor de Arte, Lisboa, 2019.
Pero es con sus diferentes “máquinas de dibujo” que Marco apela directamente a la participación del público; aunque sea solamente en su “posibilidad”, pues no siempre está permitido tocar y manipular los artilugios en los espacios expositivos; sin embargo el espectador presiente esta acción necesaria al uso de toda máquina, que pretende simular la experiencia fenomenológica del dibujo.
Una de sus primeras máquinas en forma de cajón de madera (2012) retoma un clásico juego de paciencia, sustituyendo las bolas de acero por bolas de grafito, las cuales van trazando mapas aleatorios sobre el fondo de papel. (Figura 6) Guardando relación con esta pieza, la obra presentada en la Bienal de Coruche (2019) complica el juego y el sentido, al emplear como material una clásica mesa de trabajo del diseñador portugués, José Espinho (1970) que el artista usó previamente para concebir y diseñar el mismo cubo-máquina. Cuando sus puertas laterales se abren, simples mecanismos trazan unos dibujos en forma de garabatos aleatorios, a la vez que se escucha el sonido grabado en la carpintería durante la producción de la pieza. Este trabajo invita a percibir las diferentes fases de la obra, desde su ideación, su fabricación y su función. (Figura 7)
En mi práctica de trabajo, me fui dando cuenta que invitar al público a interactuar de una forma activa en la construcción y, o desconstrucción de la obra, permitía crear una relación interactiva (artista, público), pero también, crear un alargamiento del proceso del taller hasta la galería o sala de exposición; indeterminando de alguna manera el autor de la obra y a través de la interactividad incorporando dentro de este mismo proceso/duración, al artista, la obra y su público como elementos fundamentales que en común se desarrollan culturalmente. (Moreira, 2019)
Las máquinas de dibujar posibilitan esa relación interactiva y, al igual que las demás obras de Marco Moreira, permiten compartir una idea del dibujo sin duda ancestral que, en su fusión del pensamiento con el cuerpo, evoca una relación esencial del ser con el mundo, y la vida. La emancipación de las convenciones formales de la disciplina refuerzan sin embargo una aproximación a la experiencia del dibujo en su sentido más elemental, más primario.